Capitulo 7: La gracia
Un Cristiano lleno de gracia es aquel que mira al mundo a través de lentes que tengan el color de la gracia"
Cuando Pablo llegó a la cuidad griega de Corinto se preguntaba cuál método utilizar para alcanzar a su audiencia.. Finalmente decidió poner todos los huevos en una canasta. No iría con «excelencia de palabras o de sabiduría» que su mente creativa fuera capaz de producir, sino que decidió «no saber entre vosotros cosa alguna, sino a Jesucristo y a este crucificado» (1 Cor. 2: 2). El apóstol decidió que debía tratar con el problema fundamental que afronta la humanidad: ¿Cómo trata Dios con el problema del pecado? Y él quería hallar cierta forma de impresionar a los corintios con la idea de que Dios lo hizo a través de la muerte de Jesucristo.
A medida que pensamos en el tema de la gracia y la expiación nos vemos confrontados inmediatamente con la historia evangélica de la crucifixión y la muerte de Jesucristo, y debemos afrontar la pregunta fundamental: ¿Por qué tuvo que morir Jesús? ¿No había otra manera de «salvar» a los pecadores? ¿Y para beneficio de quién murió? ¿Murió para aplacar al Padre y para resolver el dilema que Dios tenía por causa del pecado? ¿O fue por todos los hombres y todas las mujeres que estaban dispuestos a confiar en él para lograr su salvación eterna a causa de la intervención divina para beneficio de ellos en la cruz? Y esto nos conduce a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la relación que existe entre el amor divino y la justicia divina?
En nuestros días y en nuestro tiempo muchas personas con una cos-movisión postmoderna encuentran el concepto tradicional de la expiación totalmente inaceptable. Si los seres humanos han cometido errores, deberían ser tenidos como personalmente responsables y enmendarse ellos mismos. La misma idea de que alguien tenga que aceptar el castigo en su lugar los hace rebelarse. Eso una teoría supersticiosa deí pasado, cuando la gente todavía necesitaba trucos para manejar sus sentimientos de culpabilidad. Peor todavía, era un concepto cuidadosamente estimulado por el clero que siempre estaba ansioso de hallar medios para ejercer su poder sobre sus parroquianos ignorantes. Por fortuna, esa no es la posición de los cristianos adventistas del séptimo día.
La rama especial de la teología que trata con la gracia y los asuntos relacionados con ella recibe el nombre de soteriología. Soteriología es ciencia de la salvación. Ese término sugiere que la salvación es un proceso sumamente complicado y que requiere gran erudición si es que hemos de aprender algo de lo que significa. En realidad, ios teólogos han escrito a través de los siglos gruesos volúmenes para presentar sus diferentes teorías. Algunos han presentado la idea de la satisfacción, por medio de la cual se pueden satisfacer fas demandas de la ley divina y así dejar satisfecha a la justicia divina. Otros defienden la teoría forense, es decir, los aspectos legales y penales de la expiación. Una tercera categoría de estas teorías destacan, en particular, los elementos de sustitución (alguien siendo castigado en nuestro lugar), mientras que, finalmente, también existen teólogos que ven la expiación principalmente, o exclusivamente, en términos de su influencia moral. ¿Cuáles de estas teorías son bíblicas?
Los teólogos tienen que edificar sus construcciones teológicas con los materiales provistos por la Biblia. También emplean palabras que, aunque no aparecen, como tales en la Biblia, se cree que resumen los conceptos bíblicos. La lista de tales términos es impresionante. Los que se mencionan con más frecuencia son: Salvación, reconciliación, expiación, propiciación, rescate, redención, sacrificio, juicio e ira, satisfacción y sustitución. Sin embargo, todos ios enfoques teológicos caen, de hecho, en dos ciases: Teorías objetivas y subjetivas.
Aquellos que defienden algún tipo de teoría subjetiva sugieren que la cruz fue, antes que todo, una demostración del amor de Dios, más que un arreglo legal de créditos y débitos, con nuestros pecados siendo pesados contra la inocencia de Cristo. La cruz, dicen, nos impresiona tanto, que nos da fortaleza y determinación para cambiar nuestro comportamiento y seguir a Cristo. Nosotros llegamos a quedar inmersos en una atmósfera de generosa abnegación. De este modo, la cruz «ocurrió» con el propósito de despertar una respuesta de amor de parte de los seres humanos.
Pero los teólogos que apoyan una teoría objetiva de la expiación no están de acuerdo. Ellos sostienen que algo real y concreto ocurrió en el Gólgota que hace una diferencia objetiva. Dios tuvo que tratar con el problema del pecado a través de un acto divino. Siendo la fuente de amor así como de justicia, tuvo que aplicar un castigo en un suceso histórico. La humanidad tendría que morir a causa de sus pecados, pero aquel viernes por la tarde, alrededor del año 31 d. C., Cristo murió en Jerusa-lén como nuestro sustituto. Un precio tenía que pagarse, y el precio fue pagado.
Los adventistas del séptimo día apoyan el punto de vista objetivo de la expiación, aunque reconocen que el punto de vista subjetivo también tiene sus méritos, y que ambos puntos de vista no son excluyentes uno del otro. Sin embargo, jamás debernos pensar que podemos reducir lodos los aspectos de la expiación a fórmulas nítidas y exactas. Las palabras humanas no pueden describir adecuadamente el misterio deí mal. Y tampoco pueden definir totalmente el misterio de la gracia (Efe. 3: 1-13). Es, sin embargo, importante que nunca restrinjamos nuestro punto de vista de la expiación simplemente a lo que ocurre en nosotros cuando contemplamos el milagro de la cruz donde Cristo tomó lugar por nosotros. Nuestra contemplación soio puede tener efecto si algo decisivo ocurrió cuando Cristo murió en la cruz. Es la única manera en la que puedo leer pasajes como Romanos 3: 23-25:
«Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de 3a gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados». Y 1 Pedro 2: 24:
«Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos al pecado, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados».
Las opciones de Dios
Una de las doctrinas centrales de la fe cristiana es que la muerte de Cristo, de alguna manera, nos hizo justos delante de Dios y nos ha dado un nuevo comienzo. Ahora, imagine lo que Dios pudo haber hecho con respecto a la aparición del pecado humano. Humanamente hablando, podemos pensar en cuatro opciones:
Dios podía crearnos de tal manera que hubiera sido imposible para nosotros pecar. Podría habernos hecho sin libre albedrío, como los robots. Pero virtudes como la obediencia, la bondad y el servicio amante serían conceptos completamente carentes de sentido.
Dios podría haber ejecutado a Adán y a Eva inmediatamente después de la caída, y podría haber comenzado todo de nuevo, esta vez haciendo que fuera imposible para sus criaturas repetir el mismo error. Las mismas objeciones del número 1 se aplican.
Dios podía abandonar su creación. Si hubiera ignorado a la humanidad, pronto habría pasado y terminado la escena de la historia humana, porque, si se lo deja solo, el pecado es totalmente autodestructivo.
Dios podría operar sobre la base de la gracia, tomar el pecado sobre sí mismo, y tratar con él de tal manera que a su tiempo lo erradicaría.
Algunos también podrían argüir que Dios pudo haber borrado la cartilla e ignorar simplemente el hecho de que la raza humana había pecado. Pero esa rio era una opción. Dios es santo y no puede tolerar el pecado, pues el pecado se opone a todo lo que Dios quiere y a todo lo que él es. El pecado no es simplemente un lamentable problema de comunicación entre Dios y la humanidad. No, el pecado conduce a una frnal e irrevocable ruptura entre el Creador y sus criaturas. Ninguna solución humana funcionará. El pecado requiere un remedio divino: ¡La gracia!
Cuando discutimos ía expiación, deberíamos recordar que Dios toma la iniciativa en la solución al problema del pecado. «En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados» (1 luán 4: 10). La cruz es el momento decisivo en el proceso del amor divino. Todo lo que ocurrió antes fue en preparación para este momento, y todo lo que ocurrió después es su consecuencia. La salvación tiene su centro en la cruz. Pero la cruz no ñie un pensamiento posterior ni una medida resultante de una desesperada pérdida de control: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo» (Efe. 1: 4). Cristo es el Cordero de Dios, «que fue inmolado desde el principio del mundo (Apoc. 13: . Ese fue el fundamento de ía historia de la salvación. Después de su muerte Cristo continuó ministrando como mediador en el santuario celestial (Heb. 8: 2). Solo cuando hayamos heredado la üerra nueva se completará el proceso de la salvación.
La realidad de la cruz
En la actualidad es una tendencia pintar a jesús como una víctima, una víctima del odio y del abuso, de la discriminación y de la violación de ios derechos humanos. Por lo tanto )esús sirve corno símbolo para millones de personas que en el curso de la historia han llegado a ser víctimas de los crímenes contra la humanidad: los esclavos vendidos como ganado para trabajar en las plantaciones, los prisioneros de Auschwitz, las víctimas de Hiroshima, los negros bajo el AparÜíeid de Su-dáfrica, los indios en Norteamérica, los aborígenes de Australia, los estudiantes en la plaza de Tiananmen, y todos aquellos que sufrieron y todavía siguen sufriendo bajo los regímenes totalitarios. Todo esto es cierto. lesús llegó a ser la víctima de la maldad humana, su muerte fue la mayor mascarada de un juicio de la historia. Su crucifixión fue un terrible crimen contra los derechos fundamentales de la humanidad.
Pero la historia completa todavía no se ha contado cuando lo hacemos el símbolo de todos los que han experimentado la injusticia. La singularidad de la historia de la cruz está en lo que yace detrás del drama del Calvario. Las manos de aquellos que lo golpearon y lo vilipendiaron no fueron las manos más importantes en esta tragedia. La profundidad de esta historia está en las santas manos de Dios el Padre, que se extendieron sobre su Hijo. Los martillos y los clavos de Sos soldados romanos no constituyen el foco principal, sino la intensidad de la incompatibilidad divina contra el pecado. La cruz no ocurrió, simplemente, corno algo que se salió de control. Los planes de ios sacerdotes y fariseos no fueron el factor decisivo. La cruz fue parte de «un plan prearreglado» por la gracia de Dios, como afirmó el apóstol Pedro el día de Pentecostés (Hech. 2: 23).
No obstante, no deberíamos ver el drama como un escenario prefijado que Jesús no tenía más opción que sujetarse a él. Él podría haber rehusado llevar ia cruz. Pero, en su amor, la aceptó y llegó hasta el fin, hasta que pudo decir: «Consumado es» (Juan 19: 30). Cuando Cristo murió, «hubo tinieblas sobre la tierra» (Mat. 27: 45) como una señal de que un aconte-cimienlo de singular importancia había ocurrido. Su clamor final no fue e! grito de un hombre agonizante que sabía que su sufrimiento físico había terminado, sino que expresaba la gloriosa verdad de que había cumplido su tarea para siempre. Había conquistado las fuerzas del mal; la salvación de la raza humana era un hecho; el sacrificio se había realizado para nunca más ser repetido ni jamás será mejorado. La muerte de Cristo había cruzado el abismo del pecado. Verdaderamente e¡ Cordero de Dios había llevado ios pecados del mundo (Juan 1: 29).
Imágenes de la expiación
Las palabras humanas no pueden describir apropiadamente el misterio de la gracia. Las diferentes teorías que los teólogos han construido pueden ayudarnos, en el mejor de los casos, solo para tener una vislumbre. Las diferentes metáforas de los escritores de la Biblia contribuyen para asombrarnos y para apreciar esta demostración sin paralelo de la compasión divina, pero dejan muchas preguntas sin respuesta.
Entre las figuras que se usan en la Biblia encontramos algunas que fueron inspiradas por el sistema sacrificial de Israel. El Nuevo Testamento describe a Cristo corno «la propiciación por nuestros pecados» pero, «no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2: 2). Muchos pasajes de la Biblia se refieren a él como «el Cordero de Dios». Isaías 53, la sección que habla del siervo sufriente, expande este tema en la más sublime de las formas. Isaías 53 presenta a Cristo como un «cordero que fue llevado al matadero» y que fue «angustiado y afligido» por nuestros pecados. Este hermoso capítulo enfati-za el elemento de la sustitución. Cristo tomó nuestro lugar delante de Dios. Tomó lo que nosotros merecíamos, mientras que nosotros recibimos lo que él merece. Jesús aceptó el castigo que era el resultado de nuestros pecados, mientras que nosotros heredamos los privilegios de la condición de hijos de Dios.
El sistema sacrificial del Antiguo Testamento no fue una hábil adaptación de ideas y ritos paganos, sino una parte esencial de la revelación divina de que se necesitaría algo drástico para restaurar la relación quebrantada entre Dios y la humanidad. Todo lo que ocurría en el tabernáculo y en el templo fue una magnífica tablean vivant (cuadro viviente), una vibrante lección objetiva de la forma como Dios trataría el problema del pecado. Y cuando !a realidad hubo llegado, y ei verdadero cordero fue sacrificado, las ilustraciones habían cumplido su propósito. El velo del templo, que estaba entre el lugar santo y el lugar santísimo, se rompió, como una clara señal de que la realidad había superado a la sombra.
Aquí encontramos en una forma inimaginable del misterio de la gracia de Dios. La misericordia de Dios no se revela en una debilidad que simplemente ignora. Ni tampoco se perdió en un sentimentalismo que hizo a un lado subrepticiamente las demandas de !a santa ley de Dios. Aquí encontramos un amor consumidor. Un amor que le costó a Dios mucho. LTn amor que requería la vida de su Hijo. No podía haber dado más. Cuando un ser sin pecado enü'a en el mundo, los habitantes lo condenan a muerte. Es lo que la humanidad pecaminosa hizo. Pero también existe otro iado del asunto. Porque cuando un ser sin pecado entra a este mundo, muere para salvar a! mundo. Es lo que Dios hace.
Las Escrituras toman otras imágenes de la salvación del mundo de la ley y de la economía. Nosotros debemos comprender que son metáforas y no debemos aplicarlas más allá de lo que tratan de expresar. Pero dejan una impresión vivida en nuestra mente. Tomemos Marcos 10: 45 como ejemplo: «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos». La idea de un rescate, el pago de un precio como redención, es un concepto bien conocido del Antiguo Testamento, y no debiera sorprendernos que los escritores deí Nuevo Testamento se sintieran inspirados a usarlo; «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos» (1 Tim. 2: 5, 6). La humanidad ya no es propiedad del malo, sino de Dios que nos compró y nos devolvió a su familia. Él nos compró por un «elevado precio» (1 Cor. 16: 20). «Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (1 Ped. 1: 18, 19),
Puede ser que otra categoría de imágenes no apele tanto a nuestra mente como debe haberlo hecho con nuestros hermanos y hermanas del primer siglo, que leyeron por primera vez la porción de la Escritura que empleó las metáforas de guerra y victoria. El Gólgota es el lugar de una victoria cósmica. Los «principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo» son imágenes de las malas influencias que nos rodean y nos seducen, tratando de destruirnos y distanciarnos del único y verdadero Señor. El gozoso mensaje del Nuevo Testamento es que Christus Víctor ha destronado a todas esas influencias y poderes. «Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Col. 2: 15). Sí, estos poderes todavía existen, pero son meros fantasmas que ya no tienen la última palabra. Dios los ha conquistado para siempre.
Nuestra respuesta
Damos ahora la vuelta completa al círculo. Algo de proporciones sin precedentes tuvo lugar hace casi dos mil años. Fue un hecho histórico, suprahistórico, concreto y objetivo. Por supuesto, la cuestión de lo que esto significa para nosotros todavía permanece. Muchas de las personas que nos rodean ignoran completamente el tema de la expiación. Y para muchos otros, que conocen la historia rnuy bien, hace muy poca diferencia en su vida diaria. Eso nos recuerda las palabras de Pedro, quien predijo que habría «burladores» que se burlarían de la verdad, diciendo: «Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación» (2 Ped. 3: 4). Tales burladores están, sin embargo, totalmente equivocados, porque ciertamente todas las cosas han cambiado. El equilibrio del poder en el universo ha cambiado de una vez por todas. Cuando Cristo estaba muriendo en la cruz, no dijo: «Está casi consumado, ni algún día será terminado». No, dijo: «Consumado es».
Pero todo lo que Jesús logró en el Calvario debe ser implementado. Cristo ministra en e! santuario celestial para asegurar que podemos cosechar los beneficios eternos de lo que él realizó. Mientras Cristo es nuestro gran sumo sacerdote, que intercede por nosotros sobre la base de lo que él realizó, nosotros paciente, pero ansiosamente, esperamos el momento en que vendrá para hacer nuevas todas las cosas. En el ínterin, él nos llama a ser sus discípulos, a caminar tras él y llevar la cruz que será puesta sobre nosotros. Por ahora debemos aprender a vivir por la ley de la fe, y hemos de continuar creciendo en gracia. Vivimos en la seguridad de la salvación. «El mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios» (Rom. 8: 16). Estando seguros de la salvación y de su generoso perdón, haremos todo lo que esté de nuestra parte para vivir en forma digna ese privilegio. «¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?» (Rom. 6: 1). La respuesta es evidente por sí misma: «En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?» (Rom. 6: 2). Después de haber sido salvos, queremos vivir como discípulos de Cristo, siendo guiados por los principios de su reino.
En este momento es bueno citar extensamente de 2 Corintios 5 los versículos 18-21 señalan lo que viene después. Si estamos reconciliados, queremos que otros tengan la misma experiencia:
«Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios. Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él».
Estamos reconciliados. Estamos salvados. Pero nunca comprenderemos en toda su plenitud todo lo que esto significa. Para muchos la idea de «Cristo crucificado» sigue siendo una «piedra de tropiezo» o simplemente «locura» (1 Cor. 1: 23). ¡Muchos que profesan ser cristianos siguen anclados en sus ideas erradas de que la expiación es el precio que un Dios airado exige, y pierden la gloriosa verdad de que es don que un Dios de amor y de gracia proporciona!
Fuente:
http://www.escuelasabatica.cl/2009/tri2/lecc7/leccion.htm