Capitulo 4: Vida
Para el 25 de abril de 2009
«No es una evidencia concluyente de que un hombre sea cristiano el que se manifieste éxtasis espiritual en circunstancias extraordinarias. La santidad no es arrobamiento: es una entrega completa de la voluntad a Dios; es vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios; es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial; es confiar en Dios, en las pruebas y en la oscuridad tanto como en la luz; es caminar por fe y no por vista; confiar en Dios sin vacilación y descansar en su amor».
Los seres humanos tienen un interés universal en tener una buena vida. Pero la opinión varía ampliamente cuando se considera cómo debe ser esa vida. De acuerdo con el diccionario que consulté, una «buena vida» está caracterizada por un elevado estándar de vida. En un sitio particular de Internet, alguien respondió la pregunta de qué se consideraba una buena vida con las siguientes palabras: «La buena vida es, en mí opinión, cuando despierto cada mañana sin nada que pagar, sin problemas de salud, sin drama y sin problemas por los que deba preocuparme Cuando uno se va a dormir en !a noche tiene la mente clara y no siente preocupación en cuanto al futuro». Cuando hace algún tiempo un editor lanzó una nueva y resplandeciente revista para el mercado holandés, le dio a la publicación el título de Living. La revista describió su misión como un periódico dedicado a las cosas buenas de la vida, con muchas entrevistas y artículos sobre viajes, casas atractivas, belleza y moda, entretenimiento, comida, bebida y fiestas.
La idea de la buena vida, también referida como vida «plena», también está presente en la Biblia. Pero allí el énfasis es completamente distinto. Cristo les dijo a sus seguidores que él había venido «para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» (luán 10: 10), o como lo rinde otra versión: «Para que vivan y estén llenos de vida» (Nueva Biblia Española). Esa vida abundante no es, como veremos, adversa a muchos goces materiales y concretos de ia vida actual, pero al mismo tiempo va mucho más allá y ofrece dimensiones totalmente desconocidas para las grandes masas que buscan una vida plena corno la que nuestra rica sociedad actual tiene para ofrecer.
Vida Física
No importa en qué términos definamos la vida plena y abundante, encontraremos siempre, y antes que todo, un aspecto físico. Los seres vivientes (Dios, los ángeles, los seres humanos, los animales) o las cosas vivientes (platas) están vivos. Ellos difieren en una forma fundamental de las cosas inanimadas, no importa cuan compleja sea su estructura. ¿Qué hace la diferencia? ¿Qué es exactamente ese don misterioso ([tu- llamamos vida? ¿Cuál es la diferencia crucial entre un cadáver y un cuerpo vivo, entre un animal y un objeto inanimado, entre un robot sofisticado y un ser humano?
Nosotros hablamos constantemente del misterio de la vida. Muchos sienten que este enigma permanecerá sin solución para siempre. Por supuesto, muchos otros creen que la ciencia lo desentrañará tarde o temprano en el laboratorio. En muchos laboratorios alrededor del mundo los científicos están tratando de crear vida. La búsqueda ha estado en marcha durante largo tiempo y es infinitamente más sofisticada que la idea medieval de que las simples intervenciones humanas podían crear vida. En la actualidad ya nadie supone que colocando estratégicamente algunos pedacitos de queso en un lugar aislado uno puede crear vida en la forma de ratones. De vez en cuando escuchamos que los científicos están muy cerca de crear un «simple» virus, y mientras escribo este capítulo circula la noticia de que los investigadores han creado, o primera vez, un «virus sintético». A partir de lo que entiendo de los informes, los científicos norteamericanos que fueron responsables de ese alegado paso gigante hacia adelante, en realidad no crearon nada; lo que hicieron fue trasplantar genoma de una célula bacteriana a otra.
No tengo la menor idea de lo que el cerebro humano será todavía capaz de descubrir o inventar. Pero pretender que la ciencia humana está al borde de crear vida real de un «muerto» o de una cosa material inanimada parece excesivamente optimista, para decir lo menos. La idea de que la vida podría, con o sin la asistencia humana, evolucionar a partir de lo que no tiene vida es, como sabemos, la presuposición básica de la hipótesis evolucionista. Pero en realidad nada sostiene a esa creencia. Robert Shapiro, profesor emérito de química e investigador científico titular de la Universidad de Nueva York, y autor o coautor de más de ciento veinticinco libros y artículos en el área de la química del DNA, escribió: «La improbabilidad involucrada en la generación de siquiera una bacteria es tan grande, que reduce todas las consideraciones de tiempo y espacio a la nada. Con todo eso en contra, el tiempo hasta que los agujeros negros y el espacio se evaporen hasta los confines del universo no hará diferencia en lo absoluto. Si fuéramos a esperar, estaríamos en realidad esperando un milagro». (En: Orígins—A Skeptic's Cuide to the Creaüon ofLife on Earth. Citado en www.allaboutth ejoumey.org/miracle-of-life.htm) Sir Fred Hoyle, famoso astrónomo británico que rechazó la teoría evolucionista de los orígenes del universo, comparó la probabilidad de que la vida surgiera por casualidad alineando a 10™ (10 seguido por 50 ceros) personas ciegas, dándole a cada una un cubo de Rubik y esperando que todas resolvieran el problema del cubo en el mismo momento. (También citado en www.allaboutthejourney.org/miracle-of-life.htm)
Invariablemente, las discusiones de «hacer» vida indican que estamos buscando formas simples de vida. Sin embargo, la idea de que existe una forma «simple» de vida es seriamente engañosa. Los expertos nos dicen que una simple bacteria de levadura tiene tantos componentes diferentes como un Jet Boeing 777.
Hasta este momento, crear vida en un laboratorio, sea sintética o de otra manera, parece estar tan lejos de la realidad como lo estaban muchos antiguos mitos medievales de la fuente de la eterna juventud. Ni siquiera la investigación de una extensión de nuestra vida actual ha alcanzado la clase de éxito que muchos esperaban y creían que alcanzaría. La mortalidad de la humanidad continúa lanzándonos una mirada desafiante a la cara. De acuerdo con la Biblia, las primeras generaciones de la humanidad vivieron durante siglos. Adán murió a los 930 años y Matusalén mantiene el récord con 969 años. A medida que continuó la historia de la tierra y la raza humana se degeneraba rápidamente, los números decayeron asombrosamente. En la actualidad la esperanza de vida en los países del «primer mundo» varía de 77 a 83 años, mientras que en algunos países del tercer mundo escasamente alcanza la marca de los 40 años. Algunos individuos, por supuesto, pueden sobrepasar el límite del promedio. El número de personas que alcanza a celebrar su cumpleaños número cien está aumentando. Pero tales casos de longevidad siguen siendo la excepción más que la regla. Datos razonablemente confiables solo indican que unas veinte personas han alcanzado la edad de 115 años. La que tiene el récord en los tiempos modernos es Jeanne Calment, una mujer francesa que murió el 4 de agosto de 1997 a la edad de 122 años y 164 días. Ella es la única persona en la época moderna que indisputablemente vivió más de 120 años.
Individualmente muchas personas hacen todo lo posible por posponer el proceso de envejecimiento. Los alimentos, medicinas y suplementos dietéticos antienvejecedores, se han convertido en un gran negocio. La gente rutinariamente utiliza suplementos dietéticos y maquillaje contra el envejecimiento, con o sin cirugía, en la frenética lucha contra las arremetidas de la vejez. Es posible que algunos de todos esos métodos den algún resultado; un mejor cuidado de la salud y un énfasis en un estilo de vida más responsable son ciertamente útiles. Por lo tanto, con toda probabilidad la esperanza de vida en el mundo occidental continuará incrementándose. ¡Pero lo expertos están hablando en términos de un limitado número de años y no sugieren que está cerca el día cuando las personas vivirán 150 o 200 años más! La vida, tanto en sus inicios como en su extensión, retiene su misterioso carácter. Lo que se aplica a la vida humana es también cierto de otras formas de vida. Se informa que un árbol bristlecone de las Montañas Blancas de California es el árbol viviente más viejo que se conoce sobre la tierra. Ha estado allí durante unos 4,700 años. Una tortuga gigante que murió en 2006 en un zoológico hindú, al parecer había nacido el año 1750. Estas formas de vida ciertamente exceden incluso la edad de Jeanne Calment, pero no nos proporcionan de ninguna manera el camino para conocer el origen de la vida.
El Dios viviente; la fuente de la vida
Los cristianos declaran confiadamente que la vida no es un artículo de consumo que las criaturas pueden manipular a voluntad, y toda reflexión cuidadosa con respecto a sus orígenes nos conducirá al dominio del Creador. Dios es la única fuente de vida. La Escritura define al Dios omnipotente de la Biblia como el Dios viviente y lo contrasta con las deidades imaginarias de las culturas circundantes (Sal. 42: 2; 84: 2). Simón Pedro testificó que Cristo no era otro más que el Hijo «del Dios viviente». Cristo usó varias metáforas impactantes para subrayar el hecho que él, como el Hijo del Dios viviente, podía justificadamente pretender que la vida había tenido su origen en él. En él, declaró Elena G. de White, la vida es original, inherente y no derivada.(Elena G. de White. El Deseado de todas las gentes, p. 489.) Dios es ía fuente suprema de toda vida física, sea humana o no humana. En la Palabra había vida. La Palabra «dio vida a todo lo que fue creado» (Juan 1: 4). Esto se extiende más allá de la dimensión física de la vida. Cristo, el Verbo, es el agua de la vida (Juan 14: 4), así como el pan de vida que sostiene toda la vida humana digna de ser vivida. Sí, él dijo: «Yo soy e! pan de vida... el que me come vivirá para siempre» (Juan 6: 48-51). Él proporciona el único tipo de nutrición que sostiene la vida para poder disfrutarla en su verdadero sentido, ahora y para siempre.
Durante muchos siglos la iglesia cristiana ha sido influenciada por el pensamiento pagano, y ha descrito la vida que viene de Dios como algo muy distinto del cuerpo. Igualó a la vida con alguna esencia no material a la cual se refirió como el alma. Los teólogos consideraron que el alma era inmortal y que de alguna manera podía separarse del cuerpo. En el momento de la muerte, el alma inmortal sale para ir o al cielo o al infierno. Sin embargo, el concepto pagano de una división de la vida entre cuerpo y alma es completamente ajeno a las enseñanzas de la Biblia. Más y más cristianos de la actualidad están aceptando poco a poco lo que el adventismo ha sostenido desde el principio de su existencia corporativa, es decir, que el punto de vista bíblico de que el ser humano es un ente holístico. El cuerpo y el alma son inseparables. Cuando Dios da la vida, los seres humanos se convierten en seres vivientes. Cuando llega la muerte, la vida se entrega, pero esto no ocurre como un ser inmortal que vive una existencia semejante a un espíritu. Cuando la persona muere, cesa de ser hasta el momento en que el Señor lo llame de nuevo a la vida.
Aunque Dios es la fuente de la vida y todo, incluyendo microbios, plantas, animales y humanos, le deben la existencia a él, la vida humana es distinta a otras formas de vida sobre la tierra. Dios ha dotado a los seres humanos con el don de la paternidad. Los hombres y las mujeres pueden responder ante su Creador y pueden tomar decisiones morales. Pero no nos equivoquemos, eso no significa que la vida humana es, en esencia, parte de Dios y por lo tanto, en sentido real y fáctico, divina. Aunque la vida física, emocional e intelectual surge de Dios, los seres humanos todavía siguen siendo criaturas y su vida sigue siendo en todo tiempo un regalo. Si bien la vida eterna es un don que no puede ganarse, nuestra existencia actual es en todo sentido un don de Dios.
El hecho de que la vida es un don divino implica que nosotros, como seres humanos, debemos comprender tanto la profundidad de esta verdad como sus implicaciones de largo alcance. Este hecho fundamental va en contra del egoísta pensamiento humano que sostiene que podemos manipular la vida tanto en sus inicios como en su final. Sí, hemos descubierto mucho sobre la mecánica de la fertilidad, de la hibridación, el DNA, el desarrollo fetal, el proceso del nacimiento, etc. Hemos descubierto técnicas para acelerar o posponer la muerte. Como resultado discutimos las implicaciones morales de temas tan espinosos como el aborto, los tratamientos de fertilidad, la clonación, la eutanasia y la pena de muerte. De este modo pesamos el interés de los niños nonatos contra los de la madre en perspectiva. ¿Deberíamos instar a una madre que espera un niño que será severamente impedido llevar su embarazo hasta su culminación? Además, luchamos con preguntas relacionadas con la guerra, la paz y la justicia. Y nos encontramos confrontados con muchas decisiones que las generaciones anteriores no tuvieron que afrontar. Muchas de las situaciones actuales eran desconocidas en los tiempos bíblicos. Cuando los cristianos buscan pautas en la Biblia muchas veces se desalientan al no encontrar respuestas claras y definidas. En lugar de eso, deben analizar los principios fundamentales y entonces aplicarlos con oración y conciencia a la situación específica que están enfrentando. Por esa razón nadie, ni el cristiano ni ninguna organización eclesiástica, puede determinar qué es correcto o erróneo en cada caso en particular. No obstante, siempre habrá al menos un cierto grado de subjetividad en la elección personal que permanece como nuestra responsabilidad particular. Y a causa de eso, hemos de respetar a otros si llegan a una conclusión a la que nosotros no hubiéramos arribado.
La vida no es responsabilidad exclusiva de una mayordomía humana. Toda criatura debe su vida al Creador, y la vida no humana puede ser un simple artículo de consumo que podemos usar o disponer de ella sin ninguna implicación moral.
El valor de la vida
Esto nos lleva a la siguiente cuestión. Aunque reconocemos plenamente que la vida es un don, no podemos escapar al asunto del valor de dicho regalo. Todo en este mundo tiene un precio, ya sea una casa, un automóvil, un libro o una boda. Y sea que nos guste o 110, en nuestros días y en nuestro tiempo, tendemos a expresar el valor de las cosas, sean materiales o inmateriales, en términos económicos. De modo que la gente pregunta constantemente: ¿Cuál es el valor de la vida humana? Si alguien comienza a construir un gran edificio, las regulaciones de seguridad desempeñan un papel cada día más importante, pero la sociedad por lo general da por sentado que alguien morirá como resultado de un accidente de construcción. ¿Cuántas de esas muertes son aceptables? Cuando las autoridades consideran los límites de velocidad y otras regulaciones del tráfico, el gobierno debate: ¿Cuánto costará? ¿Es el número de vidas extra que se salvarán digno de ese costo? ¿Cómo se relacionan las inversiones en investigación y desarrollo de medicinas con el número de casos que pueden ser tratados, y producirá eso suficiente ganancia que garantice las inversiones? En una forma u otra, la mayoría de nosotros hace un juicio personal concerniente a nuestro propio valor económico cuando determinamos cuánto costará el seguro de vida que queremos tomar.
E inevitablemente surge la pregunta de si una vida humana es más digna que otra. ¿Será que nuestro estatus en la vida o una habilidad específica que poseemos incrementan visiblemente nuestro valor económico? ¿Por qué un jugador de fútbol vale millones de dólares? ¿Debería un administrador de alto nivel obtener millones de dólares en efectivo y otros en acciones y opciones de acciones cuando deja la compañía en la que dirigió por pocos años, mientras que alguien que trabajó fielmente para la compañía durante cuarenta años, no puede obtener más que unos $1000.00 extras cuando alcanza la edad de jubilación? Hace algunos años un grupo de expertos en desarrollo se reunió en Copenhague para discutir el valor económico de los seres humanos. Un profesor de la Universidad de Nottingham, Inglaterra, sugirió que el valor de la vida de un estadounidense era de aproximadamente unos seis millones de dólares. La gente en Estados Unidos que tiene empleo riesgoso exige un pago extra sesenta mil dólares por cada porcentage en el incremento de riesgo de tener un accidente fatal. Por tanto, dijo el profesor Appleton, si el uno por ciento es igual a sesenta mil, el cien por cíenlo alcanzaría la suma de seis millones ¡Por otra parte, la cantidad total que gana un obrero del tercer mundo en toda su vida, sería un promedio de veinte dos mil dólares, y el valor económico de tal persona estaría limitado por esa cantidad!
Un razonamiento tal sería débil en algunos aspectos, pero sirve para ilustrar el punto. Ponemos diferente valor a la vida humana, y esta impresión se confirma de diversas maneras. Cuando vemos los informes de las bajas de guerra en Iraq o Afganistán, de alguna manera estamos más preocupados por una docena de soldados muertos si son de la coalición occidental que cien víctimas de Iraq o Afganistán. Y, por supuesto, ciertos regímenes parecen poner un valor extremadamente bajo a la vida de algunos de sus ciudadanos y no se preocupan si el pueblo sufre y muere, mientras no ponga en peligro los intereses del gobernante.
A veces medimos el valor de la vida en términos de su duración. ¿Puede una vida más corta tener el mismo valor que una vida más larga? ¿Y son ciertas fases de la vida de más valor que otros períodos? La sociedad puede considerar la vida de los jóvenes con un valor extra, porque tienen toda la vida ante ellos, con un enorme potencial que todavía no se ha realizado. ¿O es la persona madura, de considerable experiencia, la más valiosa? Algunas culturas tienden a ver a los ancianos con un significado extra, a causa de su sabiduría, mientras que en otras sociedades escuchamos constantemente de los grandes problemas relacionados con los ancianos y el costo extra que causan en términos de cuidado de la salud, provisión de vivienda e incluso mayores beneficios en pagos por pensiones.
Una perspectiva diferente
Tales cuestiones seguirán aflorando en la superficie, y cada individuo las contestará en forma diferente. Sin embargo, hay otra perspectiva y esa es, gracias a Dios, la decisiva. Es muy sencillo: A los ojos de Dios todo ser humano es una criatura única, pero cada ser humano tiene el mismo valor. Muchos pasajes del Nuevo Testamento destacan estas magníficas verdades. Una de las ilustraciones más iluminadoras es la del buen pastor quien, si bien lleva la responsabilidad por todo el rebaño, hará todo lo que pueda para encontrar y salvar a la oveja que se ha perdido. Cada individuo puede contar con el total interés de Dios en su situación. Dios no va por números y porcentajes o simplemente por considerar el cuadro mayor. Dios sabe lo que le ocurre a cada uno de nosotros. Incluso los cabellos de nuestra cabeza (metáfora que es tanto conmovedora como alentadora) están todos contados (Mat. 10: 30). Nuestro Creador no mide el valor de la vida en términos económicos bajo el criterio de los logros intelectuales o artísticos. Sin considerar la etapa del ciclo de la vida en que estemos, tiene tanto interés en los niños como en los ancianos, tanto por los hombres como por las mujeres. Y tampoco mide el valor por ia longitud de la vida. (¡Recuerde que Cristo mismo vivió solo treinta y tres años, y que su vida fue la más «plena» que jamás se vivió en este mundo!)
La vida de todo ser humano, de manera individual, es tan preciosa a la vista de Dios que fue digna del sacrificio supremo: la vida del Hijo de Dios.
Vida verdadera
Muchas veces se nos dice que si no hemos visto esto o estado en tal o cual lugar, o no hemos hecho tal o cual cosa, no hemos vivido en realidad. Lo que la gente quiere decir es que la vida verdadera está llena de excitación, es decir, no está dominada por la gris rutina ni limitada por patrones de tiempo fijo. O sugieren que la vida verdadera es vivida fuera del círculo protector del hogar y la familia. La gente debe obtener una oportunidad de experimentar el mundo real, con lodos sus riesgos, sus desafíos y competencias. Se afirma que solo mediante la exposición a las durezas de la vida real en el mundo, grande y malo, uno llega a ser una persona real. Pero tan defectuosos como estos puntos de vida son y pueden ser, son mucho menos peligrosos que la nueva tendencia que invita a las personas a escapar de cualquier tipo de vida verdadera en el mundo virtual de una «segunda vida». Este cybermundo, fundado en el año 2003, ha crecido explosivamente y ahora tiene millones de «habitantes» de muchos diferentes países. Aquellos que entran en sus computadoras pueden llegar a ser «avatares» y entrar a una vida virtual en la cual pueden comprar y vender con «dinero verde». Pueden conocer personas, disfrutar de todo tipo de entretenimientos, encontrar información, viajar, comprar y amueblar una casa e, inclusive, asistir a la iglesia, Sí, no es mas que un «juego». Pero es una forma muy esclavizadora para salirse de la vida real, y plantea la amenaza muy real de que muchos encontrarán cada vez más difícil separar los hechos de la ficción.
Volviendo la cuestión de lo que es «la vida verdadera», la respuesta cristiana es la más satisfactoria. La definición puede ser bastante corta. La vida verdadera es la vida en Cristo. Esta vida verdadera comienza después que uno experimenta un nuevo nacimiento. Difiere radicalmente de la vida que es naturalmente nuestra. «Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (Juan 3: 6). El apóstol Pablo había experimentado este asombroso cambio y podía testificar: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal. 2: 20). Él anima a todos aquellos que lo escuchan a seguir su ejemplo: «Desechemos pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de luz» (Rom. 13: 12). En otras palabras, permita que Cristo controle su vida (vers. 14).
La nueva vida es, en esencia, eterna. Puede tener una interrupción temporal cuando muere, pero este tipo de muerte no es el fin. Pertenecemos a Cristo y tenemos la certeza de la eternidad. «Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres» (1 Cor. 15: 19). «El don gratuito de Dios» no es simplemente una vida satisfactoria en el presente (aunque lo es también), sino que es «vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rom. 6: 23). Es verdadera, porque Cristo, quien la ofrece, también es verdadero. Y está disponible para todo aquel que decida aceptarla. «Y esta es la vida eterna: que te conozca a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17: 3).
La vida cristiana no siempre es una vida fácil. Podemos describir el vivir cristiano como un proceso de «pelear la buena batalla», que requiere de nosotros que echemos mano «de la vida eterna» (1 Tim. 6: 12). Es una vida disciplinada, (Richard J. Foster, The Challenge ofthe Disciplined Life: Christian Reflections on Money, Sex and Poiver (San Francisco: Harper and Row, 1985) queda como un excelente libro acerca de este Lema de la vida de un cristiano.) una vida verdaderamente impulsada por un propósito, ( No sé si estoy de acuerdo con todo el contenido del bestseller de Rick Warren, el libro Tíie Purpose Driven Life seguramente presenta lo que una vida cristiana debiera ser) y más definidamente, una vida que puede disfrutarse también. El Sabio Salomón aconseja: «Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios» (Ecl. 9: 7). «Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón» (Ecl. 5: 20). «Que coma, y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol» (Ecl. 8: 15). ¿Puede decirse con más claridad? Sin embargo, el mismo Salomón también insta la búsqueda del equilibrio y afirma que «para todo hay tiempo» (Ecl. 3: 1).
El arte de la vida cristiana, es verdaderamente un acto de equilibrio. Requiere percepción y crecimiento espiritual. (Este párrafo es un resumen muy breve de un libro muy útil, escrito por Ray S. Anderson, Living ihe SpirituaUy Balancea Life (Grand Rapids, Mich.: Baker Books, 1998).) ¿Cómo puede usted aprender a ser asertivo sin ser agresivo? ¿Cómo puede usted vencer el temor sin ser temerario? ¿Cómo puede usted dominar el arte de mostrar misericordia sin condonar el error, y dar libremente sin darse usted también? ¿Cómo puede usted llegar a ser fuerte sin ser rígido u optimista sin ser irrealista?
La vida verdadera tiene una dimensión doble. Primero, se centra en este mundo, en los goces de esta tierra, o en las relaciones que nadie puede desarrollar y los servicios que nadie puede rendir. Está lejos del escapista y del espiritual extraterrestre. Sin embargo, al mismo tiempo, está totalmente centrada en la vida futura y en la preparación para la eternidad. Para muchos es difícil comprender como pueden integrarse con éxito a una vida con propósito. La única manera en la cual es posible esto es que las dos perspectivas tengan un solo punto central: Jesucristo, la Fuente de la vida. Pero no nos sorprendamos demasiado, si mucha gente que nos rodea no logra imaginar lo que esto significa. Después de todo, es un asunto espiritual y, por desgracia, «el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» {1 Cor. 2: 14).
Fuente: http://www.escuelasabatica.cl/2009/tri2/lecc4/leccion.htm