Capitulo 3
Andar en la luz: Apartarse del pecado
Para el 18 de julio de 2009
En las elevadas montañas Rocallosas, un guardabosques casi se estaba muriendo congelado, hasta que su perro, un San Bernardo, logró reanimar al hombre, casi en estado de coma. "Si ese perro no hubiese estado conmigo, hoy estaría muerto", dice John Elliott. "Cuando te estás congelando realmente sientes calor por todo el cuerpo, y no te despiertas porque te sientes muy bien". El pecado también es engañoso, y no hay manera de evitar el daño que hace Romanos 6:23. Necesitamos ayuda de fuera de nosotros mismos.
En la segunda sección de su primera carta, Juan contrasta el carácter de Dios con la naturaleza y la conducta de la humanidad. Mientras Dios es luz, los humanos están involucrados con el pecado, que es tan penoso que sólo Dios puede darle solución. Vivir en el pecado significa vivir en las tinieblas. Vivir en la luz significa reconocer y confesar los pecados de cada uno, renunciar a ellos, aceptar y usar las provisiones divinas descritas en 1 Juan 1 y 2, y dejar de depender de nosotros mismos para resolver el problema del pecado.
I. El carácter de Dios (1 Juan 1:5)
El prólogo (1 Juan 1:1-4) termina con un énfasis en la comunión y el gozo. ¿Cómo podemos tener comunión con Dios? Primero, tenemos que conocer el carácter de Dios. Segundo, tenemos que vivir de tal manera que nuestro andar refleje la naturaleza de Dios.
En 1 Juan 1:5 se presenta la afirmación fundamental de nuestro pasaje. Describe el carácter de Dios señalando que Dios es luz. Lo que sigue depende de esta declaración. "Las siguientes dos secciones de 1 Juan son sobre el tema del andar en la luz. La primera sección, 1 Juan 1:5 a 2:2, atiende el tema en relación con el problema del pecado, mientras la segunda sección, 1 Juan 2:3 al 11, se concentra en andar en la luz en relación con la obediencia, especialmente con el mandato de amar".
Juan afirma que él oyó decir a Jesús que Dios es luz. Los Evangelios no registran tal afirmación de Jesús. Pero siendo que los Evangelios no contienen todos los dichos de Jesús (Juan 20:30), él puede haberlo dicho sin que quedara registrado. Es más probable que Juan no se haya referido a un dicho específico de Jesús. Repetidamente Jesús se llamó a sí mismo la Luz (Mateo 4:16; Juan 3:19; 8:12; 12:46). Éldice que vino a revelar al Padre (Juan 1:18) Por lo tanto, su naturaleza y carácter son también la naturaleza y el carácter del Padre. En las Escrituras, Dios es llamado luz o está asociado con la luz en numerosas ocasiones, por ejemplo, Salmos 27:1; 36:9; Isaías 60:19,20; 1 Timoteo 6:16.
Stott observa: "De las declaraciones acerca del ser esencial de Dios, ninguno es más abarcante que Dios es luz. La naturaleza de Dios es revelarse, como la propiedad de la luz es que brille, y la revelación es de perfecta pureza y de indecible majestad". Uno puede distinguir varios aspectos de la imagen de luz atribuida a Dios.
- Primero, la luz representa la absoluta veracidad e integridad de Dios, su deseo de revelarse, y su autenticidad. La revelación de Dios en la Escritura es descrita en términos de Luz (Salmo 36:9; 119:195; 130). Esta faceta podría ser llamada el aspecto intelectual.
- Segundo, la declaración de que Dios es luz habla de una cualidad moral de su ser: la de ser absolutamente justo, bueno, santo y puro.
- Tercero, la dimensión física de la luz señala a la absoluta gloria y majestad de Dios y puede aún describir su trascendencia, porque en su luz, Dios es inaccesible (1Timoteo 6:16). No obstante, en Jesús, el ha llegado a ser la Luz que podemos ver, oír, tocar, y por lo tanto, experimentar.
- Cuarto, la luz está asociada con la vida (Juan 1:4). El Padre y Jesús como la luz son la fuente de la vida. Esto puede entenderse como el aspecto existencial. Señala a él como Aquel que origina la salvación (Salmo 27:1).
La última parte de 1 Juan 1:5 forma un contraste con la afirmación previa: "y no hay ningunas tinieblas en él". El doble negativo en griego señala la separación completa de Dios del pecado y el mal, el error y la ignorancia. El apóstol subraya en la forma más fuerte posible, los términos de la perfección de Dios y su distancia y oposición del pecado. El no es comparable con los dioses griegos y romanos en quienes encontramos vicios junto con virtudes.
La mención de las tinieblas introduce los versículos siguientes. Como seres caídos, los humanos pertenecen por naturaleza a la esfera de las tinieblas. Sin embargo, pueden llegar a ser "hijos de luz" (Efesios 5:8) y aún "la luz del mundo" (Mateo 5:14). Si eso ocurre, ellos reflejan a su Padre celestial, aunque no perfectamente. Mientras vivan sobre la Tierra están involucrados en una lucha con las tinieblas y su atracción innata hacia el pecado, y deben permanecer continuamente comprometidos con Dios.
II. El problema del pecado (1 Juan 1:6, 8, 10)
1. Un bosquejo de 1 Juan 1:6-10
Los versículos 6 al 10 forman una unidad bien estructurada. Después de su afirmación principal acerca del carácter de Dios, Juan avanza hacia las actitudes y los esquemas de conducta de los creyentes que están encontraste con la divina luz. El foco de esta sección es sobre la conducta –la mayoría de los verbos aparecen en tiempo presente, indicando esquemas que continúan– en vez de estar sobre la teología, aunque la conducta está relacionada con las deliberaciones teológicas.
En el griego original, los cinco versículos comienzan con el término si. Sin embargo, notamos una diferencia marcada cuando seguimos leyendo. Los versículos 6, 8 y 10 comienzan con la frase: "Si decimos que...". Estos tres versículos son negativos y no reflejan la verdad. Las posiciones que registran pueden haber sido tomadas de algunos de los creyentes a los que se dirige Juan. El "nosotros" en 1 Juan 1:6 al 10 incluye a todos los cristianos.
Los versículos 7 y 9 son afirmaciones positivas que contienen promesas divinas. El pasaje nos recuerda que a menudo no es muy importante lo que pedimos. Podemos estar completamente equivocados. Lo que importa es nuestra aceptación de las promesas divinas de los versículos 7 y 9.
Versículo 6
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Si decimos
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negativo
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Versículo 7
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Si…
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positivo
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Versículo 8
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Si decimos…
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negativo
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Versículo 9
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Si….
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positivo
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Versículo 10
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Si decimos…
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negativo
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Primera Juan 1:6 al 2:2 trata con el pecado. Cada versículo se refiere al pecado o a estar pecando. El término "maldad" en el versículo 9 puede ser un sinónimo de "pecado". Juan pone un fuerte énfasis en el pecado al mismo comienzo del cuerpo de su primera carta porque el problema del pecado afecta a Dios y a la humanidad, y una comprensión correcta de la naturaleza y los efectos del pecado influirán sobre nuestro estilo de vida y teología.
Los versículos que contienen actitudes o autoevaluaciones negativas y una conducta destructiva de los creyentes están asociados entre sí.
Versículo 6
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Versículo 8
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Versículo 10
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Si decimos que
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Si decimos
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Si decimos que
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tinieblas
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pecado
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pecado
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mentimos
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---
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le hacemos mentiroso
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no hay verdad
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no hay verdad
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---
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(no practicamos)
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(La verdad) no está en nosotros
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(Su palabra) no está en nosotros
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2. El contenido de los versículos 6, 8 y 10
Considerando los versículos 6, 8 y 10, se tiene la impresión de que ocurre una doble intensificación. Por un lado, las pretensiones se vuelven peores y peores: 1) caminar en las tinieblas mientras pretendemos tener comunión con Dios (versículo 6); 2) decir que se está sin pecado (vers. ; y 3) decir que nunca se ha pecado (versículo 10). Por otro lado, la evaluación de la extraña actitud y conducta de los creyentes llega a ser más y más seria: 1) "mentimos, y no practicamos la verdad" (versículo 6); 2) "nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (versículo ; y 3) le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros" (versículo 10).
El versículo 6. Juan se incluye entre los que corren el peligro de decir que vive con Dios mientras anda en las tinieblas. Witherington afirma: "Lo que molesta a nuestro autor es la inconsistencia entre la fe que se proclama y la fe en la que se anda. [...] Para nuestro autor no hay una línea definida entre la creencia y la conducta, entre la teología y la ética. [...] La conducta es tan importante como la creencia, y las aberraciones en cualquiera de las dos esferas puede separarlo de la comunión con la comunidad y con Dios".
El versículo 7 da las respuestas positivas a las conductas negativas en el versículo 6, y ayuda a clarificar el texto. En lugar de caminar en la oscuridad, uno debería caminar en la luz. ¿Qué son las tinieblas de acuerdo con 1 Juan? Es odiar al hermano (1 Juan 2:9-11). También se las contrasta con ser limpiados del pecado (1 Juan 1:7), por lo tanto, andar en las tinieblas tiene que ver con vivir en pecado. Akin cree que el texto se refiere a aquellos que rechazan a Jesús como el hijo encarnado de Dios. Pero esto es discutible, porque –dice Witherington– los falsos maestros ya no son parte de la comunidad (1 Juan 2:19) y no están incluidos en el "nosotros". Dentro de la comunidad juanina hay creyentes que desprecian u odian a sus hermanos y hermanas cristianos que viven una vida inmoral. Juan les informa que en realidad ellos viven en las tinieblas. El los desafía a vivir en la luz, que los conducirá a la comunión con los creyentes. El cambio sorprendente de la comunión con Dios (versículo 6) a la comunión de los unos con los otros (versículo 7) muestra dónde reside parte del problema. No se puede tener comunión con Dios sin tener comunión con sus hijos. No se puede tener comunión con Dios y seguir viviendo en pecado.
Versículo 8. En el versículo 6 el problema es que la gente vive una vida pecaminosa y niega que el pecado sea importante, o sostiene esa idea. El versículo 8 va un paso más. La gente no necesariamente niega que han cometido pecados en lo pasado, pero están convencidos de que han alcanzado una condición sin pecado. Este puede ser el mismo grupo que se mencionó en el versículo 6.
El término "pecado" se encuentra diecisiete veces en 1 Juan: once veces en el singular, y seis veces en el plural. Aquí, pecado se usa en el singular, como también ocurre en el versículo 7. Puede referirse al pecado básico de vivir nuestras vidas independientes de Dios. Sin embargo, en los versículos 9 y 10, el problema son los actos pecaminosos en vez del pecado como una condición. Pero el autor no siempre hace una diferencia clara entre una disposición pecaminosa y actos pecaminosos porque en algunos casos –como en "todo pecado en el versículo 7 que señala a todos y cada uno de los pecados– el singular incluye la idea de actos individuales de pecado.
El versículo 8 destaca que la gente ha caído presa de un autoengaño. Ya no se dan cuenta de su necesidad de ser purificador por la sangre de Jesús (versículo 7). Por lo tanto, es concebible que ellos no tienen a Jesús en alta estima. "El que deliberadamente rechaza lo correcto y acepta una falsedad, especialmente una que lo hace sentirse superior a otros y sin necesidad del Salvador, nunca puede estar seguro de que él alguna vez se sentirá de nuevo dispuesto a discernir la diferencia entre lo falso y la verdad, o que podrá hacerlo".
Versículo 10. Tan serio como es decir que uno ha llegado a estar sin pecado (versículo , es aún más serio decir "no hemos pecado" (versículo 10), no importa cómo se defina el pecado, sea como una condición o como un acto. Tales personas niegan el testimonio bíblico de que todos –excepto Jesús– son pecadores. Si el grupo anterior creía que había alcanzado una condición que los hacía independientes de Jesús, estas personas piensan que no tienen necesidad de Jesús y su muerte sustitutiva. "Esta es la más evidente de las tres negaciones", escribe Stott. "Los herejes sostenían que su iluminación superior los había vuelto incapaces de pecar". Johnson sugiere que estas personas estaban "inclinadas al gnosticismo". Se ofendían por la muerte de Jesús y también por la idea de que Cristo tenía que ser completamente humano. "Su propio 'perfeccionismo' y elevada espiritualidad, aunque autoengañada podía pasarse sin la cruz, como las psicologías modernas de la autoactualización y lo que el 'éxito' a menudo produce".
El resultado es que estas personas hacen que Dios sea mentiroso, que es mucho peor que mentir o engañarse a sí mismos. Si no se puede confiar en Dios con respecto al problema del pecado, ¿cómo podrá confiarse en Dios en otras cosas?
III. Respuestas positivas al problema del pecado (Juan 1:7, 9; 2:2)
El término "pecado" no aparece en 2 y 3 Juan, pero lo encontramos diecisiete veces en el Evangelio de Juan y tres veces en el Apocalipsis. Encontramos definiciones de pecado en 1 Juan 3:4, donde el apóstol lo iguala con infracción de la ley, y en 1 Juan 1:9 y 5:17 donde lo llama maldad e injusticia, que está opuesta al Dios justo. En Apocalipsis 18:5 el pecado aparece como paralelo a "maldades". Es apartarse de la voluntad de Dios como se nos ha revelado en las Escrituras, especialmente en los mandamientos. El pecado también está opuesto a la verdad. Aliena de Dios a la persona que lo comete y conduce a la muerte espiritual. Pero las noticias maravillosas son que en Cristo, el pecado puede ser perdonado.
Versículo 7. Este versículo enfatiza que si andamos continuamente en la luz divina, se establecerá la comunión con la iglesia de Cristo y la sangre de Jesús nos limpiará de todo pecado. Ambos verbos, "tener" y "limpiar", se usan en tiempo presente, señalando una actividad continua.
La "sangre de Jesús" señala la muerte de Jesús en la cruz como sacrificio, que es "el antídoto efectivo para el pecado en la vida del creyente", limpiándonos de todo pecado. Esta es una promesa divina con respecto a la solución del problema del pecado. Juan no está hablando aquí acerca de una persona que va a Cristo por primera vez y recibe el perdón del pecado. Más bien, está pensando en los creyentes cristianos que necesitan limpieza durante toda su vida. Y, paradójicamente, cuanto más se acerquen los cristianos a Dios, tanto más sentirán la necesidad de ser limpiados. Esta limpieza, por lo tanto, puede referirse al proceso de la santificación. Stott sugiere que es más que perdón. Jesús borra la mancha del pecado".
La referencia a "todo pecado" es vital. Ningún pecado es tan terrible, tan grande, que no puede ser perdonado. En el Antiguo Testamento, ciertos pecados de soberbia no podían ser expiados por un sacrificio (Salmo 51:16; Éxodo 21:12-14), "pero en el caso de la muerte expiatoria de Jesús, todos los pecados y todas las clases de pecado han sido expiados". La solución al problema del pecado se encuentra en Jesús y lo que él ha hecho por nosotros.
Versículo 9. Necesitamos ser honestos con nosotros mismos. A fin de obtener la comunión con Dios, debemos confesar nuestros pecados y aceptar las provisiones divinas. El texto supone que todos los seres humanos están con necesidad de ser perdonados. Al mismo tiempo, el versículo revela el carácter de Dios. Por su naturaleza Dios es fiel y justo, y no caprichoso. Él es fiel a su naturaleza y a las promesas de su pacto, que incluye el perdón cuando las personas quebrantan el pacto y se arrepienten. ¿Qué diremos de su justicia? "El es fiel en perdonarlos porque ha prometido hacerlo, y es justo porque su Hijo murió por nuestros pecados".
El término "confesar" en 1 Juan 1:9 también puede significar "admitir", "reconocer". ¿A quién deben ser confesados los pecados? El versículo implica que a Dios, porque de acuerdo con la siguiente parte del versículo, Dios es el que perdona nuestros pecados. La confesión de los pecados también puede incluir la confesión pública a quienes fueron dañados por nuestros pecados. En la literatura de Juan, la frase "confesar" tiene aspectos públicos (ver, por ejemplo, Juan 1:20; 1 Juan 2:23; Apocalipsis 3:5). Si verdaderamente confesamos nuestros pecados –no sencillamente en una forma general, sino individualmente al darnos cuenta de ellos– Dios perdona y purifica.
Primera Juan 1:9 tiene la fuerza de un mandamiento. Debemos poner nuestros pecados delante de Dios. Entonces él nos perdonará y nos purificará. El pecado nos vuelve culpables. Necesitamos el perdón. El pecado nos hace impuros. Necesitamos purificación. Aunque los términos pueden ser usados como sinónimos, también es posible que la purificación vaya más allá e implique la eliminación del poder del pecado sobre la vida de los creyentes.
IV. La meta del cristiano (1 Juan 2:1)
Juan trata de evitar que su comunidad caiga en extremos. Un extremo es la negación del problema del pecado y la pretensión de tener completa libertad del pecado. El otro extremo involucra a aquellos que admiten que aun los cristianos están suficientemente afectados por el pecado, tienen una naturaleza con inclinaciones al pecado, y que aquí y allá cometen actos pecaminosos. Ellos pueden comenzar tomando el pecado livianamente y encontrar excusas para sus pecados.
Pero los creyentes nunca toman livianamente el pecado. Costó la vida de Jesús, y costará a los seres humanos su potencial para la vida eterna si continúan pecando habitualmente, a pesar del sacrificio de Jesús. Por eso Juan equilibra sus afirmaciones previas acerca del pecado con el llamado a no pecar (1 Juan 2:1). "El cristiano ideal permanece sin pecar".
El contexto del llamado de Juan en 1 Juan 2:1 todavía es el problema de andar en la luz, y de acuerdo con este versículo, andar en la luz significa renunciar al pecado. Juan se dirige a sus feligreses de una manera íntima y de preocupación por ellos, llamándolos "hijitos", y les da una razón por la que escribió esta carta, pera decirles que deben renunciar completamente al pecado.
Pero, otra vez, Juan equilibra su amonestación a no pecar con el otro lado de la moneda: "y si alguno ha pecado". El aoristo [un tiempo verbal] griego en esta línea implica que los cristianos pueden ocasionalmente cometer actos de pecado pero sin estar pecando habitualmente. La meta de un discípulo de Cristo sigue siendo no pecar. Los cristianos sinceros admiten que son pecadores, confiesan sus pecados, y procuran vivir sin pecar. Desafortunadamente, pecar es siempre una posibilidad para los miembros de la iglesia. Por lo tanto, necesitamos que Alguien les ayude a resistir la tentación, pero también necesitan a Alguien que intervenga por ellos cuando han pecado. Los cristianos no pueden confiar en sí mismos y en sus poderes inherentes. Siempre tienen que depender de Jesús.
V. El consuelo de los cristianos (1 Juan 2:1, 2)
Primera Juan 2:1,2 contiene afirmaciones maravillosas que consuelan a los pecadores arrepentidos y los llenan de esperanza y ánimo. Jesús es quien nos asegura el perdón. ¿Cómo?
Primero, él es nuestro abogado quien interviene en nuestro favor. El término griego parákletos se encuentra sólo en los escritos de Juan. En Juan 14:16,26; 15:26; 16:7, se aplica al Espíritu Santo, "otro Consolador" (Juan 14:16). En 1 Juan 2:1, el término se usa para Jesús. Parákletos ha sido traducido en forma diferente: consolador, ayudador, abogado, mediador e intercesor. Es una persona llamada a ponerse del lado de alguien y que la defiende. Un parákletos puede ser una persona que ayuda a un amigo. Juan describe a Jesús como un abogado, y el autor de la Carta a Hebreos lo designa como Sumo Sacerdote. El concepto de expiación e intercesión está presente en ambos contextos (cf. Hebreos 7:25).
Segundo, este abogado es Jesucristo, el Justo. Se atribuye la justicia a Dios el Padre en 1 Juan 1:9 y al Hijo en 1 Juan 2:1. Jesús es Dios, y aunque él se encontró con el pecado, éste no lo contaminó. Por causa de su carácter justo él puede interceder por nosotros.
Tercero, nuestro perdón está asegurado porque por medio de la muerte de Jesús como sacrificio el originó hilasmós. En el Nuevo Testamento, este término sólo se encuentra en 1 Juan 2:2 y 4:10. Aparece cinco veces en el Antiguo Testamento, con diversos significados, todos relacionados entre sí. En Levítico 25:9, califica la palabra día, con lo que se refiere al Día de la Expiación. En Números 5:8 describe al carnero sacrificado para producir expiación, y en Ezequiel 44:27 se refiere a la ofrenda por el pecado.
En 1 Juan hilasmós es traducido como "propiciación" en la Reina Valera 1960 y en la Biblia de Jerusalén, por citar algunas traducciones. La Nueva Versión Internacional la traduce como "sacrificio por el perdón".
¿Cuál es la diferencia entre estos términos? Propiciación normalmente tiene que ver con calmar a un Dios airado. "Expiación, por contraste, no es algo que recibe Dios [...] refiriéndose al acto divino de la remoción de la contaminación o la limpieza de alguien del pecado, o cubrir o proteger a alguien de las consecuencias del pecado". Este término suena mejor hoy, porque el Dios bíblico no está asociado con las deidades paganas caprichosas. Sin embargo, al elegir el término "expiación" en vez de "propiciación" los traductores pueden haber estado minimizando el concepto de la ira divina mencionada con frecuencia en las Escrituras.
Muchos eruditos favorecen "propiciación" porque la preposición "por"/ "en favor de" que se usa en 1 Juan 2:2 parece favorecer ese término. En este caso, sin embargo, la propiciación no debería ser entendida en términos del trasfondo pagano que ocurre en la literatura extra bíblica. Stott afirma: "La propiciación cristiana es bastante diferente, no sólo en el carácter de la ira divina sino por el medio con el cual es propiciada. Es un apaciguamiento de la ira de Dios por el amor de Dios mediante el don de Dios. La iniciativa no la tomamos nosotros, ni siquiera Cristo, sino Dios mismo en su absoluto amor inmerecido. Su ira es evitada no por ningún don exterior, sino por darse él mismo para morir la muerte de los pecadores". El término hilasmós parece incluir tanto la propiciación como la expiación, que puede reflejarse en la traducción "sacrificio por el perdón".
En este versículo, Juan toma posición contra el falso concepto del pecado y posiblemente también contra la falsa comprensión de Jesús promovida por sus adversarios. El describe a Jesús como el Cristo que es sacrificio e intercesor. Esto implica que él vivió una vida sin pecado entre nosotros, murió en la cruz, se levantó de los muertos, y ascendió al cielo, donde intercede por nosotros.
La ampliación de la salvación al final de 1 Juan 2:2 para incluir una solución al problema del pecado del mundo y no sólo para la iglesia, no es un universalismo que sostiene que todos los pecados son automáticamente perdonados por el sacrificio de Cristo. El contexto no permite esta posición, y esta conclusión demandaría que Juan se contradijera a sí mismo. La salvación ha sido puesta a disposición de todos por medio del sacrificio expiatorio de Cristo, pero cada uno de nosotros debe decidir si queremos vivir en pecado o aceptar el perdón divino.
Conclusión
Con respecto a este pasaje Elena G. de White escribió: "Ningún apóstol o profeta pretendió haber vivido sin pecado. Los hombres que han estado más cerca de Dios, los hombres que estuvieron dispuestos a sacrificarla vida antes de cometer a sabiendas un acto pecaminoso, los hombres honrados por Dios con luz divina y poder, confesaron la pecaminosidad de su naturaleza. [...] Confiaron plenamente en la justicia de Cristo. Así ocurrirá con todos los que contemplan a Jesús. Cuanto más nos acerquemos a él y cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente veremos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos sentiremos tentados a exaltarnos a nosotros mismos". Por otro lado, ella también dijo: "Las instrucciones dadas en la Palabra de Dios no dan lugar para transigir con el mal".
Debemos evitar los extremos de ambos lados, y depender de Jesús para nuestra salvación. Sin embargo, cuando hablamos acerca de él como nuestro abogado y nos consolamos grandemente en el hecho de que él ha provisto el perdón de nuestros pecados, no debemos dar la impresión de que el Padre es una persona severa que debe ser convencida por un intermediario que nos perdone. Fue el Padre que en su gran amor envió a su único Hijo y aseguró nuestra salvación.
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Thomas F. Johnson, 1, 2 and 3 John, New International Biblical Commentary (Peabody: Hendrickson Publishers, 1993), p. 28.
John R. W. Stott, The Letters of John: An Introduction and Commentary, Tyndale New Testament Commentaries (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1988), p. 75.
Cf.Johnson, p. 29.
Ben Witherington III, Letters and Homilies for Hellenized Christians, tomo 1: A Socio-Rhetorical Commentary on Titus, 1-2 Timothy and 1-3 John (Downers Grove: InterVarsity Press, 2007), pp. 450, 451.
Cf.Daniel I. Akin, 1, 2, 3 John, The New American Commentary (Nashville: Broadman and Holman Publishers, 2001), p. 71.
Witherington, p. 450.
Cf.Stephen S. Smalley, 1 ,2 ,3 John, Word Biblical Commentary (Waco Word Publishers, 1984), pp. 24, 29; Witherington, p. 455.
Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista (Florida, Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 978), tomo 7, p. 650.
Stott, p. 84.
Johnson, p. 33.
Johnson, p. 31.
Cf. Nichol, tomo 7, p.649.
Stott, p. 80.
Witherington, p. 454.
Stott, p. 83.
Cf. Stott, p. 84.
Johnson, p. 34.
Cf. Smalley, p. 37; Stott, p. 86; Witherington, p. 459.
Términos relacionados son hilastérion ("propiciación", "expiación", etc. por ejemplo, en Romanos 3:14) hilásmomai ("producir perdón", "hacer propiciación", etc.; por ejemplo, en Hebreos 2:17).
Witherington, p. 460.
Cf.por ejemplo, Akin, pp. 82-85; I. Howard Marshall, Las cartas de Juan (Buenos Aires y Grand Rapids: Nueva Creación, Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 1991), p. 113; Stott, pp. 87-93; Witherington, pp. 460-465.
Stott, p. 93.
Cf. ellargo análisis de Brown (Raymond E. Brown, The Gospel According to John 1-12, The Anchor Bible (New York: Doubleday, 1966), pp. 217-222); Smalley, pp. 38-40.
Elena G. de White, Los hechos de los apóstoles (Florida, Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1977), pp. 463, 467.
Fuente:
http://www.escuelasabatica.cl/2009/tri3/lecc3/leccion.htm
Bendiciones
Delfino J.