Capítulo 11
Temas importantes de 1 Juan
Después del gran chasco en octubre de 1844, muchos que habían esperado la segunda venida de Cristo quedaron perplejos porque aparentemente no pasó nada. Algunos concluyeron que Jesús debía haber regresado en forma invisible. Sin embargo, si Jesús había venido otra vez y había establecido su reino de gloria, el pecado también debía haber desaparecido para siempre. En consecuencia, la gente que vivía en el reino de gloria sobre el actual planeta Tierra ya no podría pecar. Si este razonamiento fuera cierto y el pecado ya no pudiera existir, un estilo de vida inmoral no tendría nada que ver con el pecado. La gente podía matar a sus hijos, hacer trampas a la sociedad, cometer adulterio y oprimir a los de baja condición, y no importaría. Esta falsa creencia teológica llevaría a un estilo de vida decadente con consecuencias horribles. Lo que creemos, es importante, puesto que influye sobre cómo vivimos.
Juan introdujo una cantidad de temas diferentes en su primera carta y volvió a ellos repetidamente. Algunos de los temas principales son las falsas enseñanzas acerca de quién es Jesús, el pecado, el amor, la confianza, ser nacidos de Dios, la obediencia, la permanencia y el Espíritu Santo. Consideraremos brevemente a algunos temas importantes de 1 Juan: cómo comprendía Juan a la Deidad, qué enseñó acerca de la iglesia, de qué trata la salvación y la permanencia, y qué podemos esperar del futuro.
I. Deidad
Primera Juan trata en forma amplia acerca de Jesús, y por lo tanto de la Deidad. Como ya se analizó, uno de los grandes problemas de los adversarios de Juan era el tema de quién era Jesús y cómo se relacionaba con Dios el Padre. Juan enfatiza la humanidad de Cristo y su muerte como sacrificio. "A diferencia del prólogo del Evangelio, donde el énfasis se encuentra en la eterna unidad entre el Hijo singular y su Padre, aquí el Anciano enfatiza la humanidad de la 'Palabra de Vida' al hablar gráficamente de la realidad física de Jesús". No obstante, él aclara muy bien que tener al Hijo significa tener al Padre, y negar al Hijo significa negar al Padre (1 Juan 2:23, 24). No volveremos a esta controversia ahora, pero daremos una mirada positiva a lo que dice la epístola acerca de la Deidad.
Juan trata acerca de la naturaleza de la Deidad y describe la relación de Dios con la humanidad. Menciona al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo (1 Juan 1:2; 2:24-27). El énfasis principal está sobre Jesús y el Padre. La carta nos dice que Dios es luz y que la oscuridad, es decir, el mal, no se encuentra en él (1 Juan 1:5), que Dios es justo (1 Juan 2:1), que Dios es amor (1 Juan 3:1), y que él es verdadero (1 Juan 5:20). Nuestra capacidad de amar depende de Dios quien es amor (1 Juan 4:7-12, 16, 19). La relación de Dios con los creyentes se expresa en que somos llamados sus "hijos" (1 Juan 3:2), y él es descrito como nuestro Padre. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se interesan en forma especial en cada uno de nosotros y nos cuidan (1 Juan 3:20).
Juan también nos informa acerca de lo que Dios ha hecho y está haciendo por nosotros ahora. La carta se refiere a la encarnación y a la muerte de Cristo, lo que es claramente salvífico. El Hijo encarnado de Dios, Jesús, ha quitado nuestros pecados (1 Juan 3:5) por medio de su muerte sustitutiva (1 Juan 2:2). Thielman escribe: "Cuando Jesús murió, él expió el pecado por cuanto su muerte sustituyó la muerte que los pecadores merecían. Él fue el sacrificio máximo y final del Día de la Expiación". Al mismo tiempo él vino para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8). Lo que nos salva es la cruz y la sangre de Jesús, nada más (1 Juan 4:9, 10). Actualmente, Jesús actúa como nuestro abogado (1 Juan 2:1). Dios perdona nuestros pecados, nos limpia (1 Juan 1:9), y nos da vida eterna (1 Juan 5:11). Nos ofrece seguridad y confianza (1 Juan 5:14). La obra y el foco del Espíritu Santo está centrada en Cristo, confesando a Jesús (1 Juan 2:27). Como consecuencia de nuestra relación con Dios, vivimos como Jesús vivió, amamos como él amó, guardamos sus mandamientos y permanecemos en él.
"Permanecer" es un tema importante en 1 Juan, que apunta a la relación plenamente recíproca entre Dios y los creyentes. Ellos permanecen en Dios y Dios permanece en ellos. F. Matera sugiere que "el problema teológico central en 1 Juan [...] es koinonía, que a menudo se traduce como 'compañerismo' pero que mejor sería traducir como 'comunión'. Porque mientras compañerismo sugiere una relación social entre dos grupos, la koinonía de la que habla Juan es la participación en una realidad compartida (la vida de Dios) por la cual los creyentes están en comunión unos con otros. [...] La comunión con Dios, entonces, es la participación en la vida de Dios".
II. Iglesia
El término iglesia (ekklesía) no se encuentra en 1 Juan, ni en 2 Juan ni tampoco en el Evangelio de Juan. Aparece en 3 Juan 6, 9, 10, y en el libro del Apocalipsis. Tampoco se mencionan cargos eclesiásticos. No obstante, 1 Juan trata acerca de la iglesia. El tema de la comunión señala a la iglesia.
En el Nuevo Testamento, la iglesia es presentada por medio de numerosas imágenes, tales como la sal (Mat. 5:13), columna (1 Tim. 3:15), templo (1 Cor. 3:16, 17), novia (Apoc. 21:2) y cuerpo (Efe. 1:22, 23). En 1 Juan, la iglesia está descrita principalmente como una familia (1 Juan 2:9-14, 18; 3:1). Hay un Padre celestial (12 veces). Además Juan es una especie de figura paterna. Los miembros de la iglesia son hijos (13 veces), los padres y los jóvenes (dos veces cada uno), y hermanos (13 veces). Juan se dirige a ellos como "amados" (1 Juan 3:2). Estos términos implican una relación estrecha por cada uno de ellos, y amor hacia ellos, e incluye la idea de pertenecer juntos. Todos son necesarios y todos tienen un lugar en la familia de Dios. Esta comunidad tiene una dimensión horizontal y también vertical.
Este concepto se expresa además por medio del término comunión (1 Juan 1:6, 7) y los pronombres personales "nosotros" (implícitos en los verbos). Además, "los problemas de autoridad, de creencias correctas y los límites de la comunidad" que están "en el centro de 2 y 3 Juan" también se encuentran en 1 Juan. Hay y debe haber una distinción entre el mundo y la iglesia (1 Juan 2:15-17). La iglesia está dedicada a Dios, por lo tanto, sus miembros son hijos de Dios. Los que son parte del mundo son hijos del diablo. Hay algunos límites claramente definidos.
También hay una diferencia entre la ortodoxia -el mensaje que recibieron de los apóstoles y los testigos oculares (1 Juan 1:1-3)- y la herejía como la proclamaban los separatistas (1 Juan 2:22; 4:1-3). Juan también hace una diferencia entre la ortopraxia [la práctica de la ortodoxia], por un lado, y una vida vacía de amor y sin la obediencia a los mandamientos, por el otro. Los que creían los anticristos acerca de Cristo y la vida que ellos vivían no estaba en armonía con la forma en que la iglesia entendía a Jesucristo y la ética cristiana. Así había "los de adentro" y "los de afuera". Aunque hay cierta amplitud, la iglesia tiene límites en lo que respecta a las doctrinas bíblicas. Los falsos maestros de 1 Juan habían abandonado la iglesia pero estaban amenazando su existencia al tratar de ganar a los miembros fieles de la iglesia a su teología. La supervivencia de la iglesia estaba en juego.
Juan confirma que la iglesia tiene el conocimiento y las doctrinas correctos (1 Juan 2:18, 29; 4:6) y confiesa al verdadero Cristo (1 Juan 2:23; 4:2, 6). Lieu sostiene que "la prueba de las declaraciones de fe a la luz de la tradición y la experiencia es la tarea y la responsabilidad de toda la comunidad de la fe".
Aunque el término unidad no aparece en 1 Juan, la unidad es uno de sus temas. Las falsas enseñanzas son una amenaza a la unidad de la iglesia y deben ser atendidas. En algunos casos esto puede requerir la separación de aquellos que se aferran a las posiciones que contradicen las Escrituras.
III. Salvación
El verbo salvar no aparece en 1 Juan. No obstante, la salvación está claramente definida. Juan confiesa a Jesús como el "Salvador" (1 Juan 4:14). Si necesitamos un salvador, entonces es evidente que estamos perdidos sin tal persona. Somos pecadores y estamos sujetos a la muerte (1 Juan 3:14).
Juan toma muy en serio el pecado (cf. 1 Juan 5:16, 17). Él no la barre como lo hicieron los falsos maestros con sus enseñanzas de "que uno que ha estado espiritualmente iluminado puede alcanzar una perfección que lo pone más allá de la tentación y el pecado". En cambio, Juan dice que "ni el cristiano más maduro puede alcanzar la perfección sin pecado en esta vida" (1 Juan 1:8, 10). La negación de la pecaminosidad o el rehusar llamar pecado a la mala conducta no resuelve el problema. Pero mientras Juan sostiene esta posición, no quiere que los cristianos tomen un enfoque suave del pecado. El pecado debe ser reconocido y confesado, y el ideal cristiano es la victoria plena sobre el pecado y sigue siendo ésta (1 Juan 2:1). De hecho, en lo que suena como una contradicción, Juan dice: "El que practica el pecado es del diablo; [...] todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado" (1 Juan 3:8, 9).
Frente a estas afirmaciones sorprendentes no debemos olvidar que los escritos de Pablo también contienen la misma tensión. Él afirma que hemos muerto al pecado (Rom. 6:2, 11) y no obstante nos llama a no pecar (Rom. 6:12). "Por cuando la edad presente se superpone con la edad por venir, el pecado es todavía una posibilidad para los creyentes. [...] El Anciano aparentemente espera que sus lectores permitan que cada afirmación califique la otra. De este modo deja la impresión total a sus lectores de que el que conoce a Dios deseará guardar sus mandamientos y sin embargo algunas veces pecará. Siendo que el pecado es todavía una posibilidad, se necesitan todavía la confesión y el perdón. [...] Los cristianos deben admitir que ellos pecan, y los cristianos no deben pecar. Hay aquí una tensión, pero en última instancia, es la misma tensión que se encuentra por debajo de las enseñanzas éticas de gran parte del Nuevo Testamento". Los separatistas no entienden la extensión completa del pecado y por lo tanto tienen un problema con la muerte expiatoria de Jesús y su papel como nuestro abogado.
¿De qué modo, entonces, describe 1 Juan nuestra salvación? Somos salvados por creer en Jesús como el Cristo y el Hijo de Dios (1 Juan 3:23; 4:16; 5:1, 5), por confesar nuestros pecados, que son perdonados por medio de la sangre de Jesús (1 Juan 1:7, 9; 2:2), y por nacer de nuevo. Esto nos conduce a odiar el pecado y amar a Dios y a sus hijos. El medio de nuestra salvación es la sangre de Cristo (1 Juan 1:7; 5:6, , su sacrificio expiatorio (1 Juan 2:2; 4:10). Primera Juan no menciona directamente la cruz. Sin embargo, la sangre y el sacrificio expiatorio apuntan incontrovertiblemente a la cruz. No es el ejemplo de Jesús el que nos salva. Es su muerte. Su ejemplo nos llama a andar como él anduvo (1 Juan 2:6).
La salvación también se describe en términos de vida eterna. El sustantivo vida se encuentra 13 veces en Juan. Jesús mismo es la Vida (1 Juan 1:1, 2; 5:20). Él nos prometió vida eterna (1 Juan 2:25). Esta vida ya es una realidad para los que tienen al Hijo (1 Juan 5:11, 12). Los cristianos deben aun tener la seguridad de que tienen vida eterna (1 Juan 5:13), y no obstante, siempre dependen del sacrificio y la obra mediadora de Jesús, quien es el abogado de ellos.
Para Juan, la salvación de los creyentes ya es una realidad presente, aunque él no niega una dimensión futura. La describe de diversas maneras:
- Los creyentes han llegado a conocerlo (1 Juan 2:2, 3).
- Están en él (1 Juan 2:5; 5:20).
- Sus pecados han sido perdonados (1 Juan 2:12).
- Han pasado de muerte a vida (1 Juan 3:14).
- Son de Dios (1 Juan 4:4, 6; 5:19).
- Tienen vida eterna (1 Juan 5:12, 13).
IV. Conducta ética
Guthrie observa que "hay una sorprendente falta de instrucción ética específica en esta Epístola. Más bien establece principios que preceptos. Se espera que el creyente sepa la diferencia entre la luz y las tinieblas". Esta observación no niega que 1 Juan contiene fuertes preocupaciones éticas. Aunque en esta carta Juan trata con teología errónea, una y otra vez pasa a la ética. La teología informa a la ética. El apóstol insiste "que en la vida de la comunidad la creencia y la conducta son inseparables la una de la otra". "No hay separación entre la fe y la práctica". No podemos pensar ideas y conceptos equivocados y actuar moralmente. Nuestros procesos de pensamiento afectarán nuestras vidas. Por lo tanto, debemos asegurarnos que nuestra teología sea verdaderamente bíblica y correctamente trasladadas a la práctica.
Entristece ver cómo "buenos cristianos" defiendan la ortodoxia pero escapan con la esposa o el esposo de su vecino. Es trágico cuando los miembros de la iglesia se engañan y se maltratan unos a otros. Juan presenta varias afirmaciones que tratan de la conducta moral. Llama a los cristianos a no pecar (1 Juan 2:1) sino a andar en la luz (1 Juan 1:7), a no mentir (1 Juan 1:6; 2:21), a no matar ni odiar a los hermanos (1 Juan 3:15), a no amar al mundo con sus deseos y orgullo jactancioso (1 Juan 2:15, 16), y a no infringir la ley (1 Juan 3:4). En forma positiva, les dice que sean obedientes (1 Juan 5:2), que hagan lo que es correcto (1 Juan 3:7), y que amen a Dios (1 Juan 5:1) y unos a otros en formas tangibles (1 Juan 3:17, 18; 4:7; 5:1).
Aunque Pablo es más detallado que Juan en lo que respecta a las demandas éticas, Juan las ha resumido en el mandato de amar a Dios y al prójimo y en el llamado a guardar los mandamientos de Dios y a andar como Jesús anduvo (1 Juan 2:6). "Al intentar resumir el enfoque ético de esta Epístola, notamos primero el factor dominantes del amor (ágape). Pueden decirse que es el rasgo más característico de la teología del escritor. No obstante, en ninguna parte se asume que el cristiano puede producir su propio tipo de amor. Es esencialmente un derivado del amor de Dios". "Juan destaca una nueva dimensión del amor: su origen en Dios". Los creyentes demuestran este amor permaneciendo en la comunidad cristiana y compartiendo su riqueza con los que tienen necesidad. El apóstol conecta el amor con guardar los mandamientos. "El vínculo entre el amor y los mandamientos impide que los últimos sean enfocados como un medio legalista". Jesús es el principal ejemplo de cómo debe ser el amor.
Hoy, la gente sugiere que lo que es correcto o equivocado no es un asunto de absolutos; más bien, siempre está cambiando, dependiendo de las circunstancias, la cultura y las demandas de la sociedad. Sin embargo, Juan está convencido de que hay absolutos. La voluntad de Dios revelada hace siglos todavía es la norma. Por lo tanto, no es cierto que todo es relativo, o que la ética situacional es una buena opción para los cristianos.
En 1 Juan notamos un agudo contraste entre la verdad y el error. Juan sabe que la verdad existe. Dios es verdadero. Jesús y el Espíritu Santo son la verdad (1 Juan 4:6; 5:20). Los creyentes "pertenecen a la verdad" (1 Juan 3:19). Por otro lado, hay mentirosos, quienes, por ejemplo, niegan que Jesús es el cristo. Sin embargo, los cristianos sinceros conocen la verdad, aman en verdad, y pertenecen a la verdad. La verdad es tanto lo que captamos intelectualmente como lo que practicamos. Este concepto es importante para nosotros hoy. Nos advierte contra el autoengaño y el orgullo, y nos anima a vivir la verdad y a aceptar la existencia de la verdad absoluta.
V. Eventos futuros
En esta primera carta, Juan no tiene mucho para decir acerca de los eventos de los últimos días. La esperanza del cristiano ya está en gran parte realizada. Son hijos de Dios y tienen vida eterna. Lieu dice: "La vida, el conocimiento, la victoria, la fortaleza son realidad escatológicas, en otras partes del Nuevo Testamento pertenecen plenamente a la derrota final del mal y al establecimiento del reino de Dios. Para 1 Juan son parte de la experiencia presente de la comunidad y una clave para su confianza".
A este respecto, 1 Juan se parece al Evangelio de Juan. El largo discurso de Jesús acerca de su venida, las señales de los tiempos, y la preparación por parte nuestra que se encuentran en los Evangelios Sinópticos faltan en el Evangelio de Juan. En cambio, hay sólo breves vislumbres que tratan de la resurrección futura (Juan 5:28, 29) y la preparación de lugares para nosotros que estarán disponibles después de la Segunda Venida de Cristo (Juan 14:1-3). Parece que Juan ha reservado para el libro del Apocalipsis la mayor parte de lo que tenía que decir acerca de los eventos finales.
No obstante, 1 Juan tiene algunas afirmaciones que apuntan al futuro. Juan parece estar convencido que él vive en el último tiempo (1 Juan 2:18). Este último tiempo puede abarcar el tiempo entre la primera y la segunda venidas de Cristo, señalando también a los eventos futuros que Juan está esperando. Ladd sugiere que Juan cree en "una parousía inminente".
El último tiempo está asociado con la venida de los anticristos. Estos anticristos señalan a un anticristo específico al final del tiempo. El anticristo especial está descrito con más detalle en textos tales como 2 Tesalonicenses 2 y Apocalipsis 13. Estos textos contienen una dimensión futura que parece estar implicada en 1 Juan.
El apóstol está convencido que Jesús volverá. La Segunda Venida de Cristo debería encontrar preparados a los creyentes (1 Juan 2:28; 3:2, 3). Pueden esperar el día del regreso de Cristo con confianza, y pueden no ser avergonzados si permanecen en Cristo.
El regreso de Cristo permitirá que los creyentes lo vean a él (1 Juan 3:2). Una clase de transformación ocurrirá aparentemente en relación con la Segunda Venida, porque los hijos de Dios serán como él. La esperanza mencionada en 1 Juan 3:3 se refiere a la aparición del Señor en el versículo anterior.
Finalmente, Juan habla acerca del día del juicio en conjunción con la segunda venida de Cristo. Él dice que no necesitamos temer. Siendo que Dios nos ama y nosotros lo amamos a él y a sus hijos, el temor es inapropiado. Mientras nos regocijamos por lo que ya es nuestro, esperamos el evento glorioso de su aparición.
Conclusión
Necesitamos hoy 1 Juan por causa del testimonio bíblico que nos da con respecto a la naturaleza de Cristo, la cual otra vez se pone en duda. Las antiguas ideas erróneas son remozadas y vendidas otra vez. Juan advierte a sus lectores y a nosotros a no creer a cualquiera y a no aceptar en forma indiscriminada nuevas doctrinas sino hay que probar si una enseñanza es verdaderamente bíblica o no. Él dice que necesitamos discernimiento para distinguir la verdad del error. De acuerdo con Juan, el cristianismo auténtico tiene estas características: 1) creencia en Jesús como el Hijo de Dios que ha venido en carne; 2) la observancia de los mandamientos de Dios; y 3) el amor hacia Dios y hacia los hermanos y hermanas. Juan quiere poner un fundamento sólido y ayudar a su audiencia a tener la seguridad de la salvación por medio de la fe en Jesucristo como lo proclaman las Escrituras.
Fuente:
http://www.escuelasabatica.cl/2009/tri3/lecc11/leccion.htm