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Lección 6: La expiación en símbolos - I

Lección 6: La expiación en símbolos - I

Para el 8 de noviembre de 2008

http://docs.google.com/Doc?id=dkc3vcv_65hdt9vcc7

http://groups.google.com.mx/group/fino2008escuelasabatica/files

Lee: Génesis 3:21; 4:3-5; Levítico 17:11; Romanos 3:23; Efesios 2:11-13; 1 Pedro 1:18, 19.

Descubre: ¿Cuál es la única manera de alcanzar la salvación? ¿Estás de acuerdo que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento la única manera de salvarse es a través de la gracia? ¿Cuál es  el símbolo de la sangre? ¿Qué es la expiación? ¿Qué implica la palabra impureza? ¿Has acepado a Cristo como tu Salvador personal? ¿Por que se ofrecían sacrificios? ¿Cuán grande o pequeñas eran las ofrendas que se ofrecían? ¿Cómo debían ser las ofrendas? ¿Qué implica ofrecer nuestras vidas a Dios como una ofrenda agradable?

Memoriza y considera: “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Ped. 1:18, 19).

Pensamiento clave: El sistema de sacrificios del Antiguo Testamento señalaba al sacrificio de Cristo.

PROPÓSITOS DE LA LECCIÓN DE ESTA SEMANA

·        Saber que el sistema de sacrificios era un recordativo visual del costo del pecado.

·        Sentir que nada material es lo suficientemente valioso como para rescatar a los pecadores.

·        Hacer que nuestras acciones muestren nuestra comprensión del costo del pecado.

El sistema de sacrificios fue establecido cuando el pecado entró en el mundo (Gén. 4:3, 4), y sirvió durante los siglos siguientes como un recordativo de que su paga es muerte, y que la vida eterna se puede lograr únicamente como un don de Dios (Rom. 6:23).  Por siglos los sacerdotes eran los jefes de cada familia, pero en el Monte Sinaí se hizo provisión sistemática para varias clases de sacrificios, y con el tiempo todos eran ofrecidos por los sacerdotes.  De una manera u otra, todos prefiguraban al inmensamente más grande, al del "Cordero de Dios" (Juan 1:29; Isa. 53:7).

Las ofrendas por el pecado y la transgresión, en particular, representaban el sacrificio vicario de Cristo, que "fue herido por nuestras rebeliones" (Isa. 53:4, 5; 6).  En sí y por sí misma, ninguna ofrenda cruenta del Antiguo Testamento no podía, y en realidad nunca pudo, "quitar los pecados" (Heb. 10:4, 11) ni tampoco "hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto" (Heb. 9:9).  Sólo el inmaculado sacrificio de Cristo puede "limpiar" la "conciencia de obras muertas" (Heb. 9: 11-15).  La verdad fundamental expresada simbólicamente por los sacrificios era que "sin derramamiento de sangre no se hace remisión" del pecado (Heb. 9: 22), y que esta muerte es vicaria (Isa. 53:4,6).

En Levítico 1-7, 16 y 23), y en Éxodo y Números, se nos da detallada información acerca de los diversos sacrificios. Los sacrificios y las ofrendas del Antiguo Testamento se pueden clasificar tomando en cuenta su propósito, quién las ofrecía y su clase.

I. LA EXPIACIÓN Y LOS SACRIFICIOS DE ANIMALES

·        ¿Cuán serio consideras el problema del pecado?

·        ¿Es difícil para ti vencer el pecado? ¿Cuánto sufrimiento ha ocasionado el pecado en tu vida?

·        ¿Cuán real es el garante de Jesús en tu vida?

·        ¿Por qué la ofrenda de Caín no fue aceptada? ¿Qué lección se puede aprender del sacrificio de Caín y Abel?

1. ¿Por qué se hacían  sacrificios de animales en Antiguo Testamento? (Gén. 3:21; 4:3-5)

“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (Gén. 3:21).

Antes de expulsar a Adán y a Eva del huerto, Dios les proporcionó vestimentas más durables, adecuadas para el trabajo físico que en adelante sería su ocupación, y como protección contra los cambios de temperatura del ambiente que seguirían a la caída (PP 46).  También las pieles eran un recordativo constante de su perdida inocencia, de la muerte como la paga del pecado y del prometido Cordero de Dios quien, por su propia muerte vicaria, quitaría los pecados del mundo.  El que había sido comisionado como protector de los animales creados, desgraciadamente ahora se encontró quitando la vida de uno de ellos.  Estos debían morir para que él viviese.

·        El servicio de sacrificios, aunque no se menciona específicamente aquí, fue instituido en ese tiempo (PP 54; DTG 20). 

·        El relato de los sacrificios de Caín y Abel, narrado en el capítulo siguiente, muestra que los primeros hijos de Adán y Eva estaban bien familiarizados con ese ritual.

·        Si Dios no hubiera dictado reglamentaciones definidas respecto de los sacrificios, habría sido arbitraria su aprobación de la ofrenda de Abel y su desaprobación de la de Caín. 

·        Al no acusar Caín a Dios de parcialidad, ponía en evidencia que tanto él como su hermano sabían lo que era requerido. La universalidad de los sacrificios de animales en los tiempos antiguos señala el origen común de esa práctica.

“Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas.  Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya.  Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante” (Gén. 4:3-5).

·        El sistema de ofrendas de sacrificios había sido introducido por Dios cuando el hombre fue expulsado del huerto (PP 54, 58).  Los siguientes versículos aclaran que Caín sabía que estaba haciendo mal al presentar la clase de ofrenda que ofreció a Dios.  Se le había enseñado que la sangre del Hijo de Dios haría expiación de sus pecados.  Al seguir la regla instituida divinamente de sacrificar un cordero por sus pecados, él hubiera mostrado lealtad a Dios, quien había ordenado el sistema de sacrificios, y habría expresado fe en el plan de la redención (Heb. 11: 4).  El predominio universal de los sacrificios en los pueblos antiguos indica que existía un precepto divino más bien que una invención humana en lo que atañe a su origen (DTG 20).

2. ¿Qué hizo que la ofrenda de Caín no fuera aceptable para Dios? (Heb. 9: 22; Lev. 17: 11)

Caín  reconoció parcialmente, a regañadientes, los derechos de Dios sobre él.  Pero un espíritu secreto de resentimiento y rebelión lo movió a responder a las órdenes de Dios según su propia elección, antes que seguir el plan establecido por Dios.  Obedeció en apariencia, pero su forma de proceder revelaba un espíritu desafiante.  Caín se propuso justificarse a sí mismo por sus propias obras, ganar la salvación por sus méritos personales.  Rehusando reconocerse como pecador que necesitaba un salvador, ofreció una ofrenda que no expresaba penitencia por el pecado: una ofrenda incruenta.  Y "sin derramamiento de sangre no se hace remisión" pues "la misma sangre hará expiación de la persona" (Heb. 9: 22; Lev. 17: 11; PP 581 59).

·        Caín reconocía la existencia de Dios y su poder para dar o para retener las bendiciones terrenales.  Sintiendo que era ventajoso vivir en buenos términos con la Deidad, Caín consideró que era conveniente apaciguar y eludir la ira divina mediante una ofrenda, aunque la ofreciera de mala gana.  Dejó de comprender que el cumplimiento parcial y formal de los requisitos explícitos de Dios no podía ganar el favor divino como sustituto de la verdadera obediencia y contrición del corazón.  Procedemos bien hoy día cuando examinamos nuestro corazón para que no seamos hallados, como Caín, ofreciendo a Dios ofrendas sin valor e inaceptables.

·        Caín notó la ausencia de una señal visible del agrado de Dios y de la aceptación de su ofrenda.  Como resultado, se llenó de una ira reconcentrada y temeraria.  Se puede decir  literalmente: "Le ardió mucho a Caín".  Sintió un fiero resentimiento contra su hermano y hacia Dios.  Indudablemente no experimentó dolor por el pecado, ni sintió necesidad de auto examinarse ni de orar pidiendo luz o perdón. 

·        La conducta de Caín ejemplifica la de un pecador contumaz e impenitente cuyo corazón no es quebrantado por la corrección ni el reproche, sino que se hace más duro y rebelde aún. 

·        Caín no ocultó sus sentimientos de frustración, desagrado e ira. Su rostro demostraba su resentimiento.

·        El rechazo de la ofrenda de Caín no significó necesariamente el rechazo de Caín mismo.  Dios, con misericordia y paciencia, estaba listo para darle otra oportunidad.  Aunque Dios manifestó claramente su desagrado al rechazar la ofrenda, se presentó al pecador y razonó con él para persuadirlo del error de su proceder y de lo irrazonable de su ira.  Dios habló a Caín como a un niño caprichoso, para ayudarle a comprender claramente cuál era la verdadera motivación que asechaba como bestia salvaje, en su fuero interior.  La pregunta "por qué" tenía el propósito de inducir a Caín a reconocer que su ira  era ilógica.  Debía comprender que Dios tenía una razón válida para rechazar su ofrenda.  El mismo debía descubrir la causa del desagrado divino para eliminarla.

“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión”

La gran verdad que enseñaba la prescripción de que era necesario el derramamiento de sangre para el perdón, era que la salvación de los seres humanos exigía en su debido momento la muerte del Hijo de Dios (Mat. 26: 28).  Cada sacrificio de animales anticipaba el supremo sacrificio del "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29).

“Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Lev. 17:11)

La prohibición de comer sangre se repite siete veces en los libros de Moisés (Gén. 9: 4; Lev. 3: 17; 7: 26, 27; 17: 10; Deut. 12: 16, 23, 24; 15: 23).  La razón para esto es que la sangre representa la vida.  En realidad la sangre es la vida.  Esto es cierto en un sentido muy literal.  La sangre lleva alimento, fuerza y calor a todas las partes del cuerpo, y se lleva todo lo que daña y destruye.  Es el factor indispensable sin el cual la vida sería imposible.  El organismo entero es alimentado por ella.  Si se produce una herida en cualquier parte, la sangre lleva hasta allí los elementos necesarios para su curación.  La ciencia está aprendiendo continuamente nuevos hechos acerca de la sangre; con cada hallazgo nos maravillamos de sus cualidades sorprendentes.

·        La sangre ocupa una posición destacada en el plan de salvación.  Muchas veces se dice que la sangre de Cristo es el elemento vital de la redención.  De ahí que existan expresiones como las siguientes: "Ganó por su propia sangre" (Hech. 20: 28); "redención por su sangre" (Efe. 1: 7); "paz mediante la sangre" (Col. 1: 20); "santificar al pueblo mediante su propia sangre" (Heb, 13: 12); "la sangre del pacto eterno" (Heb. 13: 20); "rociados con la sangre de Jesucristo" (1 Ped. 1: 2); "el Espíritu, el agua y la sangre" (1 Juan 5: ; "no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre" (1 Juan 5: 6); "nos lavó de nuestros pecados con su sangre" (Apoc. 1: 5).  Si se  elimina la doctrina de la sangre y de la expiación por medio de la sangre, quedamos  sin un Salvador.  El "como cordero fue llevado al matadero" y "por su llaga fuimos nosotros curados" (Isa. 53: 7, 5).

·        Indudablemente fue difícil que los discípulos aceptaran el anuncio de Jesús: "Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.  El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Juan 6: 53, 54, 60).  Para el cristiano sincero, estas palabras tienen hondo significado.  Recuerdan las palabras del nuevo pacto, del pacto de sangre, del cual es símbolo la Cena del Señor (1 Cor. 11: 25). Es la sangre la que hace expiación por la vida que en ella está.  La sangre de Cristo hace expiación porque representa su vida.  La muerte de Cristo cumplió un propósito, su vida realizó otro; juntas las dos nos aseguran la salvación.  Por su muerte Cristo pagó la pena y satisfizo las demandas de la ley; por su vida nos asegura la vida (Rom. 5: 10).

3. ¿Por qué la ofrenda que ofreció  Abel agradó a Dios?

El ritual de los sacrificios como fue presentado por Moisés requería derramar la sangre de los animales primogénitos sobre el altar y quemar su grasa sobre el fuego (Núm. 18: 17). 

·        La ofrenda de Abel fue una demostración de fe (Heb. 11: 4).  Por contraste, la ofrenda de Caín fue un intento de ganar la salvación por las obras.

·        En el caso de Abel, la fe en el plan de la salvación y en el sacrificio expiatorio de Cristo se reveló en una obediencia sin reservas.

Aunque no se revela aquí la forma en que Dios aceptó la ofrenda de Abel, esa aceptación resulta evidente, porque el sacrificio fue consumido por fuego divino, tal como sucedió frecuentemente en tiempos posteriores (Lev. 9: 24; Juec. 6: 2 1; 1 Rey. 18: 38; 1 Crón. 21: 26; 2 Crón. 7: 1; PP 58).

·        Es digno de notarse que al aceptar Dios el sacrificio de Abel lo estaba aceptando a él personalmente.  En realidad, en la narración se menciona primero la aceptación de Abel mismo antes de la aceptación de su ofrenda.  Esto es una indicación de que Dios no estaba tan interesado en el sacrificio como en el que lo ofrecía.

II. EL PECADO Y LA IMPUREZA

·        ¿Qué es el pecado?

·        ¿Qué clase de “impureza” afrontamos hoy?

·         ¿Cómo podemos limpiarnos de ella?

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días; conforme a los días de su menstruación será inmunda. Y al octavo día se circuncidará al niño. Mas ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre. Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote; y él los ofrecerá delante de Jehová, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre.  Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia”(Lev. 12:1- .

1. ¿Cuáles eran algunas fuentes de impureza?

a) La contaminación en la que caía en  una mujer durante el nacimiento de un hijo (Lev. 12).

Los primeros seis días después del parto eran críticos para la madre y a menudo se producía considerable pérdida de sangre.  Se suponía que después de una semana la crisis habría pasado.  Durante otros 33 días la madre no debía llegar hasta el santuario ni participar de ninguna ceremonia religiosa.  No debía asistir a ninguna reunión pública.  Era la madre y no la criatura, la que era considerada inmunda.

No se da la razón por la que el período de purificación luego del nacimiento de una niña debía ser mucho más largo que en el caso de un niño varón.

No debía ofrecerlo ella misma.  Sólo lo llevaba al tabernáculo y se lo entregaba al sacerdote, quien lo ofrecía por ella.  También debía presentar una ofrenda por el pecado, que el sacerdote ofrecía por ella.

Este procedimiento difería del seguido comúnmente en tiempos anteriores, según el cual el oferente debía degollar la víctima.  Había también otra diferencia.  Cuando se traía una ofrenda por el pecado y un holocausto, siempre se presentaba primero la ofrenda por el pecado, la que era seguida por el holocausto.  En este caso, el holocausto era ofrecido primero.  Además, la ofrenda por el pecado era siempre la más destacada y costosa.  Aquí ocurre lo contrario.  El holocausto, un cordero, se ofrecía primero; luego venía la ofrenda por el pecado, una tórtola o un palomino, la menor de todas las ofrendas posibles.

·        Todo lo que el hombre hace lleva las huellas del pecado.  Por esto fueron prescritas ofrendas por el pecado en muchos casos en que, al falto de instrucción, le parecería innecesario hacerlo. 

·        Especialmente se ve esto en las ofrendas por el pecado en ocasión de la dedicación del santuario y de la inauguración del sacerdocio. 

·        Esta ceremonia servía para inculcar profundamente en el pueblo el sentido  de la pecaminosidad del pecado.  En ocasión de un nacimiento parece haber existido un intento deliberado de restarle énfasis al pecado, y la ofrenda exigida no era más que un sacrificio simbólico.  No había confesión, ni imposición de manos.

b) Un hombre con hemorragia también se consideraba impuro (Lev. 15:1-15)

 “Impureza” llega a ser una metáfora para expresar la separación de una persona de Dios y de otros. La impureza generalmente se asocia con la muerte. Está conectada con cuerpos muertos (Núm. 6:6, 7, 11), enfermedades (Lev. 13, 14), hemorragias o descargas de sangre (una manera de permitir que la vida se escape) y la emisión de semen, que es la “simiente” de la vida.

c) El leproso era totalmente impuro y considerado como muerto (Núm. 12:9-12).

El concepto bíblico de impureza indica que los seres humanos están casi en un estado natural de contaminación, existiendo en un ambiente que es fundamentalmente impuro. Necesitan limpiarse a fin de estar libres para acercarse a Dios. Esta limpieza era principalmente posible por medio de la sangre de una víctima en sacrificio (Lev. 12:8).

III. LOS SACRIFICIOS  Y LAS OFRENDAS

·        ¿Qué significado tienen los sacrificios y las ofrendas de los hebreos para nosotros?

·        ¿Por qué es necesario estudiarlos? ¿Cuáles eran las características que debían cumplir los animales que sacrificaban los hijos de Israel?

1. ¿Cuál es el propósito de los sacrificios y las ofrendas?

1. El "holocausto" (ofrenda totalmente quemada) expresaba adoración, gratitud y dedicación.  Representaba la adoración inalterable e ininterrumpida y la devoción de la totalidad de la congregación al Señor.

 2. Las ofrendas "por el pecado" representaban la confesión de las faltas cometidas contra Dios, y su expiación; por otra parte, las ofrendas por "la transgresión" y "la culpa" implicaban la confesión del mal cometido contra los hombres y la restitución por el daño o la pérdida infligidos, aunque la diferencia exacta entre ellas no siempre es clara.

 3. Las ofrendas "de paz" expresaban gratitud, buena voluntad, fraternidad y el cumplimiento de ciertos votos.

2. ¿Quiénes  ofrecían los sacrificios y las ofrendas?

Se establecía una diferencia entre los sacrificios que se realizaban en favor de toda la nación y los que se ofrecían por los individuos. 

·        1. Entre los primeros se encontraban los holocaustos regulares (es decir, los que se ofrecían en momentos previamente establecidos); todas las ofrendas periódicas por el pecado; las que se presentaban en ocasiones determinadas por faltas cometidas por todo el pueblo; holocaustos especiales que se ofrecían junto con las ofrendas por el pecado cometido por toda la congregación; y la ofrenda de paz regular que se presentaba junto con el pan del Pentecostés. 

·        2. Las que ofrecían los individuos eran todos los holocaustos y las ofrendas por pecados especiales (requeridas en circunstancias específicas), con excepción de los holocaustos y las ofrendas por pecados especiales de toda la congregación; todas las ofrendas por la transgresión y la culpa; y todas las ofrendas especiales de paz.  La ofrenda de un príncipe era más complicada que la requerida del común del pueblo, en armonía con su cargo y su responsabilidad; lo mismo ocurría con los sacerdotes, para quienes se establecía, además, un holocausto especial ofrecido en el momento de su consagración.  Todos los holocaustos especiales, las ofrendas por el pecado y las de paz, y todas las ofrecidas por la transgresión, eran siempre en favor de individuos.

3. ¿Qué clases de sacrificios se  presentaban?

Excepto las ofrendas por el pecado de una persona muy pobre, se prescribía para las diversas ofrendas específicamente la selección de animales "limpios" y sin tacha del rebaño o la hacienda; en algunos casos pichones de palomas, o adultas.  Algunos debían ser machos, otros hembras, y había casos en que era indistinto que fueran machos o hembras.  A veces se especificaban ciertas clases de corderos y carneros, y en ocasiones un cordero o un carnero se podía emplear indistintamente.  Entre los animales grandes se especificaban los bueyes y los becerros.  Junto con todos los holocaustos, las ofrendas de paz y algunas otras, se prescribían productos de origen vegetal, constituidos por granos, harina de trigo o de cebada, a menudo elaboradas en forma de pan; a éstos se les añadía sal, aceite e incienso y libaciones de vino (Lv. 2:2-7; Nm.15:4-11).  En el caso de las ofrendas de origen vegetal, después de haber ofrecido una porción, el resto generalmente lo comían el sacerdote y el oferente. 

·        Un holocausto diario regular se ofrecía cada mañana y cada tarde a   lo largo de todo el año, incluso en los días cuando otras ofrendas    ya estaban prescriptas.  Se requerían holocaustos adicionales durante los sábados, las nuevas lunas, las 3 grandes festividades anuales -la fiesta de los Panes sin Levadura, de las Semanas (Pentecostés) y de los Tabernáculos (las Cabañas)-, el día de Año Nuevo y el Día de la Expiación.  Se ofrecían holocaustos especiales: con la ofrenda del pecado en favor de la congregación, en ocasión de la dedicación de los sacerdotes, junto con el voto de nazareato, con la ofrenda por el pecado en favor de los pobres, para la purificación de algunas contaminaciones corporales, por la lepra,  después de un parto, por algunos individuos voluntariamente, o por lo que estaba prescripto que acompañaran ciertas otras ofrendas.

Las ofrendas regulares por el pecado se ofrecían en favor de toda la congregación en ocasión de las lunas nuevas, del Año Nuevo y del Día de la Expiación; y durante las 3 grandes festividades nacionales.  Se requerían ofrendas especiales por el pecado: 1. En ocasión de la dedicación de los sacerdotes y los levitas.  2. En el caso de violación accidental del voto de nazareato y cuando se completaba un voto.  3. Por el pecado de la congregación.  4. Por el pecado de un sacerdote o dirigente.  5. Por los pecados individuales.  También se requería una ofrenda por el pecado en relación con impurezas corporales, en oportunidad del parto o para la purificación de la lepra.  El sacrificio por la culpa siempre era individual, y se ofrecía en caso de ofensas como el perjurio, el sacrilegio involuntario, el fraude, los robos; además, en algunos casos se estipulaba una especie de compensación.

En el día de Pentecostés se requerían ofrendas o sacrificios de paz.  Algunos de paz especiales se ofrecían en relación con el cumplimiento de un voto, en particular el de nazareato, y cuando se consagraba sacerdotes.  Además, todos podían ofrecer sacrificios pacíficos en cualquier momento.

También existía una diferencia en el procedimiento que se seguía al ofrecer los diferentes sacrificios.  Los holocaustos siempre se   consumían totalmente sobre el altar, y la sangre se vertía separadamente sobre el mismo (y en un caso al costado, Levítico 1).  En el sacrificio por el pecado, por un sacerdote o por la congregación, la sangre siempre se asperjaba delante del velo, y con algo de ella se untaban los cuernos del altar de oro (Lev. 4).  Pero cuando se trataba del sacrificio por el pecado, ofrecido individualmente por un dirigente o por el común del pueblo, la sangre se ponía sobre los cuernos del altar de los holocaustos.  En ambos casos, el resto de la sangre se derramaba al pie del altar de los holocaustos.  Ciertas porciones definidas de los animales que se presentaban como ofrendas por el pecado se quemaban sobre el altar; el resto, si  involucraba a un sacerdote o a la congregación, se consumía a fuego fuera del campamento (Lev. 4); sin embargo, cuando el sacrificio por el pecado era individual, de un dirigente o de alguien del común del pueblo, el sacerdote debía comer la carne del animal     (Lev. 6:25, 29).  En el caso de los animales ofrecidos por la culpa, el procedimiento que se seguía era semejante al de los sacrificios por el pecado, sólo que la sangre se rociaba alrededor del altar en lugar de ponerla sobre los cuernos del mismo (Lev. 7:1-7).  También se rociaba alrededor del altar la sangre de los animales ofrecidos como sacrificios de paz (Lev. 3).  Algunas porciones definidas del animal eran "mecidas" y "elevada", delante del Señor, y quedaban con el sacerdote (Lev. 7:29-34); el resto tenía que ser comido por los que presentaban el sacrificio de paz y sus familiares (Lev. 7:11-21; Det. 12:6,7; 27:7).  Para los pecados cometidos "con soberbia", esto es, en rebeldía contra el pacto y sus provisiones, no había sacrificios previstos (Núm. 15:30).

El sacrificio se presentaba a la puerta del santuario, donde quien lo ofrecía ponía sus manos sobre la cabeza de la víctima para dedicarla a Dios y hacer de ella su verdadero representante y sustituto.  Quien la ofrecía derramaba la sangre -esto fue después tarea del sacerdote- y éste la aplicaba simbólicamente.  A esto le seguía la total destrucción del sacrificio por medio del fuego, o de partes de él, o la ingestión de algunas porciones, tal como estaba prescripto para los diferentes casos.

El sistema de sacrificios era un medio educativo adaptado a la comprensión de la gente de aquel tiempo, y tenía como propósito ayudarles a desarrollar conceptos correctos con respecto a la santidad de Dios, el carácter aborrecible del pecado y acerca de cómo podían acercarse al Señor para reconciliarse con él.

Pero tanto el Antiguo Testamento (Miq. 6:6-8) como el Nuevo Testamento (Mat. 9:13; 12:7) aclaran que su importancia estaba subordinada a la piedad práctica.  Mientras     Cristo vivió en esta tierra, el sistema de sacrificios estaba en pleno funcionamiento, y él lo sancionó (Mat. 5:23, 24; 8:4; 23:2, 3; Gál. 4:4).  También subrayó su carácter simbólico (Mat, 26:28).  Del mismo modo, Pablo se refiere a ellos como tipos o símbolos del verdadero sacrificio de Cristo (1Cor. 5:7; Heb. 10:1-11).

4. ¿Qué lecciones podemos aprender de las ofrendas por el pecado? ¿Cuál es la función de las ofrendas por el pecado?

a) El tipo de animal que se llevaba como ofrenda por el pecado dependía de la condición financiera de la persona (Lev. 5:7).

“Y sí no tuviere lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová en expiación por su pecado que cometió, dos tórtolas o dos palominos, el uno para expiación y el otro para holocausto” (Lev. 5:7).

Dios se apiadaba de los que eran demasiado pobres como para traer el sacrificio habitual.  El transgresor presentaba dos aves al sacerdote, quien ofrecía una como ofrenda por el pecado y luego la otra como holocausto. Dios era sensible a la situación económica de la gente. Nosotros no deberíamos pasar por alto este punto: la salvación por medio de Cristo es para toda la gente, sin tomar en cuenta su estatus en el mundo.

b) El animal para el sacrificio debía ser sin mancha, sano y sin defectos físicos (Lev. 4:3).

“Si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo, ofrecerá a Jehová, por su pecado que habrá cometido, un becerro sin defecto para expiación” (Lev. 4:3).

El sumo sacerdote representaba al pueblo (Lev. 16: 15, 16; Zac. 3: 1-4).  En armonía con este principio, los profetas siempre se identificaban con los pecados del pueblo.  Aunque, como mensajeros de Dios, reprendían al pueblo por sus transgresiones, cuando oraban a Dios se acercaban a él como si fuesen uno con el pueblo en los pecados que habían merecido el reproche.  Es por esto por lo que repetidas veces encontramos la expresión "hemos" pecado y no "han" pecado; "pecamos", "nuestros pecados", "pecamos contra Jehová nuestro Dios", "contra ti hemos pecado" (Neh. 1: 6; Isa. 64: 5, 7; Jer. 3: 25; 8: 14; 14: 7; Dan. 9: 5, 8, 11, 15).

Debe resaltar el carácter vicario del sumo sacerdote.  Era el representante del hombre, el que actuaba por el pueblo en todo lo que tenía que ver con el santuario.  Todo el sacerdocio se resumía en la persona del sumo sacerdote.

Cuando Adán pecó, "la muerte pasó a todos los hombres" (Rom. 5: 12), porque por "la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores" (Rom. 5: 19).  Adán representaba al hombre.  Cristo también representaba al hombre.  Adán, el "primer hombre", era la cabeza de la humanidad; Cristo, el "segundo hombre", el "Postrer Adán", el "Señor... del cielo", es la cabeza de la nueva humanidad (1 Cor. 15: 45-47).  "Como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida" y "por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos" (Rom. 5: 18, 19).  "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados" (1 Cor. 15: 22).}

El sumo sacerdote, que en un sentido especial era un símbolo de Cristo, representaba al hombre.  Representaba a todo Israel.  Llevaba las cargas y pecados del pueblo.  Llevaba la iniquidad de las cosas sagradas.  Llevaba sobre sí el juicio de Israel.  Cuando él pecaba, Israel pecaba.  Cuando el sumo sacerdote entraba en el santuario, lo hacía en nombre del pueblo.  Cuando él comparecía ante Dios, ellos comparecían.  Representaba al pueblo; era el pueblo.  Cuando él pecaba, el pueblo pecaba, y se le exigía presentar por su pecado el mismo sacrificio requerido cuando toda la nación pecaba.

Tanto machos como hembras podían usarse para la ofrenda del pecado, pero los animales debían ser "sin defecto".  El sumo sacerdote debía ofrecer un becerro por su pecado, tanto como por el pecado del pueblo (Lev. 4: 14).

IV. UN SACRIFICIO VIVO

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:1,2).

1. ¿Cómo puedes agradar a Dios? ¿Tu relación con tu familia es agradable? ¿Es deseable tu presencia ante los demás? ¿Nuestros modales cristianos glorifican y están de acorde a la buena voluntad de Dios?

El creyente ha sido justificado por la fe en Cristo y restaurado para que ame y confíe como hijo adoptivo de Dios, por lo tanto debe vivir una vida de pureza y santidad de acuerdo con su nueva situación. La doctrina de la justificación por la fe y la salvación por la gracia no fomentan ni permiten la impiedad, ni tampoco un negligente menosprecio de los mandamientos de Dios.  Por el contrario, el creyente que ha sido justificado y está siendo santificado llega a estar aun más dispuesto a obedecer, pues "la justicia de la ley" se está cumpliendo en él (Rom. 8: 4). Con amor y gratitud procura aun más fervientemente conocer, entender y cumplir "la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom. 12: 2).

La justificación por la fe no sólo significa el perdón del pecado, sino también una vida nueva. Incluye santificación y justificación, transformación y reconciliación. El propósito de Dios es restaurar completamente a los pecadores para hacerlos idóneos para vivir en su presencia.

Dios ha demostrado una misericordia tan grande al dar a su Hijo para que muriera por los pecadores y al perdonar sus rebeliones, que debieran con gozo consagrarse a él.

Pablo primero exhorta a los cristianos a que consagren su cuerpo a Dios, y después los insta a presentarle sus facultades intelectuales y espirituales. La verdadera santificación es la consagración de todo el ser: "espíritu, alma y cuerpo" (1 Tes. 5: 23), el armonioso desarrollo de las facultades físicas, mentales y espirituales, hasta que la imagen de Dios -en la cual fue creado el hombre- sea perfectamente restaurada (Col. 3: 10).

La condición de la mente y del alma depende en gran medida de la condición del cuerpo. Por lo tanto, es esencial que las facultades físicas sean conservadas en óptima salud y en el mejor vigor posible. Cualquier práctica dañina o complacencia egoísta que disminuya la fortaleza física dificulta el desarrollo mental y espiritual. El enemigo de las almas conoce bien este principio, y por lo tanto dirige sus tentaciones al debilitamiento y a la degradación de la naturaleza física. Los resultados de esa mala obra eran perfectamente evidentes para Pablo quien procuraba rescatar a los paganos de sus prácticas degradantes (Rom. 1: 24, 26-27; 6: 19; Col. 3: 5, 7) y se esforzaba por afirmar a los nuevos conversos en pureza de vida (1 Cor. 5: 1, 9; 6: 18; 11: 21; 2 Cor. 12: 21). Por lo tanto, los exhorta a que presenten sus "miembros" a Dios como "instrumentos de justicia" (Rom. 6: 13; 1 Cor. 6: 15, 19; 7: 34).  El cristiano debe someter las tendencias de su naturaleza física bajo el dominio de las facultades más elevadas de su ser, y éstas a su vez deben estar sometidas al control de Dios. "La Facultad regia de la razón, santificada por la gracia divina, debe regir la vida" (PR 359). Sólo entonces el creyente puede ser hecho idóneo para ofrecer a Dios un "culto racional".

2. ¿Qué características peculiares debían cumplir la ofrenda que ofrecían los judíos? ¿Cómo debemos presentar nuestros  cuerpos ante la presencia de Dios?

a) vivo

Los sacrificios del sistema ceremonial del Antiguo Testamento consistían de animales muertos. El sacrificio cristiano consiste de una persona viva. El adorador cristiano se presenta vivo, con todas sus energías y facultades consagradas al servicio de Dios.

b) Santo

A los judíos se les había prohibido expresamente que ofrecieran en sacrificio un animal que fuera cojo o ciego, o que tuviera una deformidad (Lev. 1: 3, 10; 3: 1; 22: 20; Deut. 15: 21; 17: 1; Mal. 1: . Cada ofrenda era examinada cuidadosamente, y si se descubría en ella cualquier defecto, el animal era rechazado. Los cristianos también deben presentar su cuerpo en la mejor condición posible. Todas sus facultades y capacidades deben ser conservadas en pureza y santidad, pues de lo contrario la consagración del cristiano no puede ser aceptable delante de Dios.

Esta no es una exigencia arbitraria. Dios desea la completa restauración de los creyentes. Esto incluye necesariamente la purificación y el fortalecimiento de las facultades físicas, mentales y espirituales. Por eso el cristiano que se somete por fe a la forma que Dios tiene de salvar al hombre, gozosamente obedecerá esta orden de considerar la salud de su cuerpo como un asunto de máxima importancia.  Proceder de otra manera es estorbar la obra divina de la restauración.

c) agradable

El Dios que amó al mundo de tal manera que dio a su Hijo para salvar a los pecadores, "se agrada" cuando los hombres se apartan de los hábitos con los cuales se destruyen a sí mismos, y se entregan plenamente al Señor. De esa manera hacen que él pueda cumplir su bondadoso propósito de rescatarlos y llevarlos a la perfección con que originalmente fue creado el hombre (Fil. 4: 18; Col. 3: 20; Tito 2: 9).

d) culto

Pablo está hablando de un culto que tiene que ver con la mente, la razón, el alma, como algo diferente de lo que es externo y material. La consagración que hace el cristiano de sí mismo a una vida de pureza y santidad es un acto de culto espiritual. Ya no ofrece más animales en sacrificio, sino se ofrece a sí mismo en un acto de servicio religioso que involucra su razón. Por eso Pedro describe a los creyentes como "un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1 Ped. 2: 5; CRA 82).

El creyente cumple con un acto de culto espiritual al ofrecer a Dios un cuerpo santo y sano, junto con una mente consagrada y un corazón dedicado, porque al proceder así somete todo lo que hay en él a la voluntad de Dios y así abre el camino para la plena restauración en él de la imagen divina. Conservar las facultades físicas en la mejor condición posible es un acto de servicio religioso. Esto se debe a que el cristiano glorifica a Dios en su cuerpo (1 Cor. 6: 20; 1 Cor. 10: 31) cuando sirve como ejemplo vivo de la gracia salvadora de Dios y participa con gran fuerza y energía en la obra de difundir el Evangelio. En esta forma fue como la corte de Babilonia contempló en Daniel y en sus compañeros "una ilustración de la bondad y beneficencia de Dios, así como del amor de Cristo" (PR 359). Sus vidas puras y su notable desarrollo físico, mental y espiritual fueron una demostración de lo que Dios hará por aquellos que se entregan a él y procuran realizar los propósitos divinos (Dan. 1: 12, 18).

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Rom. 12:2).

3. ¿Qué otras implicaciones significa presentarse a Dios  en sacrificio vivo?

a) Experimentar una completa transformación en Cristo Jesús.

El cristiano no debe vivir de acuerdo con los usos de este siglo, como acostumbraba hacerlo cuando vivía según la carne (Rom. 8: 12); por el contrario, debe experimentar una completa transformación por medio de la renovación de su mente.

El cristiano no debe copiar las costumbres externas y mudables de este mundo, sino ser plenamente transformado en su naturaleza íntima. La santificación incluye una separación externa del creyente de todas las costumbres profanas del mundo y una transformación interior. En otros pasajes del Nuevo Testamento este cambio se describe como un nuevo nacimiento (Juan 3: 3, una resurrección (Rom. 6: 4, 11, 13), una nueva creación (2 Cor. 5: 17; Gál. 6: 15).

b) Discernir entre lo que es correcto e incorrecto por medio de la mente de Cristo en nosotros.

La facultad del razonamiento de la persona, su capacidad para discernir entre lo correcto y lo incorrecto, están bajo el dominio de impulsos carnales antes de la conversión. Se describe la mente como "mente carnal" (Col. 2: 18). Pero cuando ocurre la conversión, la mente queda sujeta a la influencia del Espíritu de Dios. El resultado es que "nosotros tenemos la mente de Cristo" (1 Cor. 2: 13-16). "Las palabras 'os daré corazón nuevo' significan 'os daré una mente nueva"' (EGW). La muerte de la vida antigua en la carne y el comienzo de la vida nueva en el Espíritu (Rom. 6: 3-13) se describen como "el lavamiento de la regeneración y…la renovación en el Espíritu Santo" (Tito 3: 5). Este cambio renovador, que comienza cuando el creyente se convierte y nace de nuevo, es una transformación progresiva y continua, pues "nuestro hombre... interior... se renueva de día en día" (2 Cor. 4: 16) "hasta el conocimiento pleno" (Col. 3: 10). Y a medida que el hombre interior se va transformando por el poder del Espíritu Santo, la vida exterior también va cambiando progresivamente. La santificación de la mente se revelará en una manera más santa de vivir, a medida que el carácter de Cristo se reproduzca más y más perfectamente en el creyente (PVGM 69).

c) Hacer la voluntad de Dios siempre  

Mediante la renovación de su mente, el creyente queda capacitado para saber lo que Dios quiere que haga. Tiene discernimiento espiritual para orientarse en medio de los múltiples posibles caminos que se presentan en este siglo malo. Como ya no tiene una mente carnal sino la mente de Cristo, está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, y de esa manera puede reconocer y entender la verdad (Juan 7: 17). Sólo la mente que ha sido renovada por el Espíritu Santo puede interpretar correctamente la Palabra de Dios. Las Escrituras inspiradas sólo pueden ser entendidas mediante el discernimiento que da el mismo Espíritu por el cual fueron dadas originalmente (Juan 16: 13-14; 1 Cor. 2: 10 -11; OE 312).

REFLEXIONES Y APLICACIONES PARA LA VIDA

Mí querido(a) amigo(a) o hermano(a): ¿Qué es el pecado? ¿Cómo podemos alcanzar el perdón? ¿Por qué la ofrenda de Caín no fue aceptada? ¿Qué lección se puede aprender del sacrificio de Caín y Abel? ¿Qué significado tienen los sacrificios y las ofrendas de los hebreos para nosotros? ¿Por qué es necesario estudiarlos? ¿Cuáles eran las características que debían cumplir los animales que sacrificaban los hijos de Israel? ¿Por qué razones las ofrendas debían ser sin tacha? ¿Por qué Dios instituyó el sistema de ofrendas de sacrificio? ¿A quién apuntaban los sacrificios que se realizaban en el tabernáculo? ¿Cuántos tipos de sacrificios se conocen? ¿En qué consisten cada uno de ellos? ¿Te has entregado completamente a Dios?

Reflexiona conmigo el siguiente texto: “Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión a la contemplación de la vida de Cristo. Deberíamos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Y mientras nos espaciamos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será constante, se reavivará nuestro amor, y quedaremos más imbuidos  de su Espíritu” (DTG 63)

Manos a la obra:

 

  1. Haz un examen de tu vida y reflexiona, ¿Cuántas veces te has enojado y por qué?
  2. Reconcíliate con alguna persona que estás disgustado.
  3. Comparte lo que tienes  a la medida de tus posibilidades: ropa, alimento o alguna despensa.
  4. Escribe un texto acerca de, ¿Por qué ofrendas?
  5. Entrégate al Maestro divino con todo vuestro corazón: reconoce que has pecado, confiesa tus pecados, arrepiéntete y permite que Jesús haga la parte que hace falta.

Resumen: El sacrificio es necesario donde está involucrado el pecado. No podremos nunca subestimar lo que cuesta aún un pecado “pequeñito”.

Ore conmigo, por favor…”Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1)…Feliz sábado

 

Elaboró: Delfino Jarquín, Si usted gusta ver los demás comentarios, temas de interés y enlaces inmediatos. Haga clic en:

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Bibliografía: Rodríguez Ángel Manuel, La Expiación y la Cruz de Cristo, Guía de estudio de la Biblia, Edición para maestros, octubre-diciembre de 2008__Notas de E.G. White para las Lecciones de la Escuela Sabática,  octubre-diciembre de 2008__G. White Ellen: El camino a Cristo, La Historia de la redención, El Deseado de todas las gentes, Conflicto de los siglos__Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: Comentario Bíblico adventista del Séptimo Día, Tomo I, IV, V &,VII- Diccionario Bíblico Adventista del Séptimo día, - Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, 1988 & 2006, _D. Thomas Jerry, Las 28 Creencias fundamentales para mí, APIA, 2007_Stephanie Lorena, Treasha Toussaint, Soliwazi Khumalo, et al, La Expiación y la Cruz de Cristo , Guía de es estudio de la Biblia para jóvenes, El universitario, octubre-diciembre de 2008.

Hermanos y maestros de la Escuela Sabática, espero que les pueda servir de ayuda este material. El propósito es, abarcar toda la lección de la semana; considerando los objetivos principales y aplicándolos en nuestra vida cristiana...gracias por las sugerencias y comentarios que nos han enviado; que la honra y la gloria sea para Dios. Si gusta escribirnos este es el correo: delfino_comessab@hotmail.com;  delfinosabbathschoolcomment@gmail.com  ¡Dios les bendiga  en cada una de sus actividades!, y esperando pronto la bendita esperanza de la Segunda Venida de Cristo Nuestro Señor, se despide su hermano en Cristo: Defino Jarquín López.

 

 

 

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  Cristo y su Ley

Autor: Keith Burton

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Cristo y su Ley  
  1. Las leyes en los días de Cristo (Levítico 1:1-9; Deuteronomio 17:2-6; Lucas 2:1-5;Hebreos 10:28; Santiago 2:8-12)
2. Cristo y la Ley de Moisés (Éxodo 13:2,12; Deuteronomio 22:23,24; Mateo 17:24-27; Lucas 2:21-24; 41-52; Juan 8:1-11)
3. Cristo y las tradiciones religiosas (Isaías 29:13; Mateo 5:17-20; 23:1-7; 15:1-6; Romanos 10:13)
4. Cristo y la Ley en el Sermón del Monte (Mateo 5:17-37; Lucas 16:16; Romanos 7:24)
5. Cristo y el sábado (Génesis 2:1-3; Isaías 65:17; Mateo 2:23-28; Juan 5:1-9; Hechos 13:14; Hebreos 1:1-3)
6. La muerte de Cristo y la Ley (Hechos 13:38,39; Romanos 4:15; 7:1-13; 8:5-8; Gálatas 3:10)
7. Cristo, el fin de la ley( Romanos 5:12-21; 6:15-23; 7:13-25; 9:30-10:4; Gálatas 3:19-24)
8. La Ley de Dios y la ley de Cristo
9. Cristo, la Ley y el evangelio
10. Cristo, la Ley y los pactos
11. Los apóstoles y la Ley
12. La iglesia de Cristo y la Ley
13. El reino de Cristo y la Ley
 
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