Lección 3 Para el 16 de octubre de 2010
Ana: Aprender a ser alguien
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Samuel 1; 2:1-11, 21; Job 2:12, 13; Mateo 6:19, 20; Lucas 12:16-21.
1 Samuel CAPÍTULO 1
1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo.
2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía.
3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte.
5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.
6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?
9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová,
10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.
13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.
14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová
16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.
18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.
19 Y levantándose de mañana, adoraron delante de Jehová, y volvieron y fueron a su casa en Ramá. Y Elcana se llegó a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella.
20 Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová.
21 Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová eI sacrificio acostumbrado y su voto.
22 Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: Yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allá para siempre.
23 Y Elcana su marido le respondió: Haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó.
24 Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa de Jehová en Silo; y el niño era pequeño.
25 Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí.
26 Y ella dijo: ¡Oh, señor mío! Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová.
27 Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí.
28 Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová.
1 Samuel CAPÍTULO 2:1-11,21
1 Y ANA oró y dijo:
Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación.
2 No hay santo como Jehová;
Porque no hay ninguno fuera de ti,
Y no hay refugio como el Dios nuestro.
3 No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;
Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca;
Porque el Dios de todo saber es Jehová,
Y a él toca el pesar las acciones.
4 Los arcos de los fuertes fueron quebrados,
Y los débiles se ciñeron de poder.
5 Los saciados se alquilaron por pan,
Y los hambrientos dejaron de tener hambre;
Hasta la estéril ha dado a luz siete,
Y la que tenía muchos hijos languidece.
6 Jehová mata, y él da vida;
El hace descender al Seol, y hace subir.
7 Jehová empobrece, y él enriquece;
Abate, y enaltece.
8 El levanta del polvo al pobre,
Y del muladar exalta al menesteroso,
Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.
Porque de Jehová son las columnas de la tierra,
Y él afirmó sobre ellas el mundo.
9 El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
10 Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,
Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Jehová juzgará los confines de la tierra,
Dará poder a su Rey,
Y exaltará el poderío de su Ungido.
11 Y Elcana se volvió a su casa en Ramá; y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí.
21 Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.
Job 2:12,13
12 Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.
13. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
Mateo 6:19,20
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
Lucas 12:16-21
16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
PARA MEMORIZAR:
“Y Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro” (1 Sam. 2:1, 2).
UNA DE LAS GRANDES LUCHAS que muchas personas enfrentan es el sentimiento de baja autoestima. ¿Cuán valiosos somos en este mundo? ¿Qué significa una vida en medio de miles de millones de personas? Leemos acerca de guerras en las que millones murieron. Cada día nacen miles, y miles mueren. Percibimos fuerzas que no podemos controlar, que atropellan nuestras vidas y nuestros sueños, como un camión aplasta un insecto en la ruta. ¿Cómo, en medio de esta gran agitación, podemos encontrarle sentido a nuestra existencia?
La Biblia, por supuesto, nos enseña que tenemos valor porque fuimos creados a la imagen de Dios. Somos importantes para él. ¿Qué interesa lo que otros piensan de ti, si Dios te ama? Su amor es lo que importa.
Esta semana, mirando la vida de Ana, una mujer sin pretensiones de grandeza política o religiosa, captaremos una vislumbre de un Dios que nos ama íntima y personalmente. Él nos dice que somos alguien, aunque el mundo diga lo contrario.
¿CUÁNTO VALGO?
Lee 1 Samuel 1:1 al 16. ¿Por qué Ana estaba afligida por no tener hijos, aunque su esposo la amara?
1 Samuel 1:1 al 16
1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo.
2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía.
3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte.
5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos.
6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?
9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová,
10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.
13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.
14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová
16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
Los sentimientos de Ana no son difíciles de comprender ya que, en su cultura, no tener un hijo varón implicaba inseguridad en la ancianidad. Tanto en el ambiente público como en el familiar, una mujer sin hijos tenía que vivir con una afrenta, pues se la consideraba maldita por Dios. Esto afectaba su valor frente a la sociedad, su estima propia y su relación con Dios. Ana debió haberse preguntado, a menudo, por qué le sucedía eso.
Para comprender la desesperanza que la esterilidad provocaba en una mujer en el mundo antiguo, considera las declaraciones de Sara (Gén. 16:1, 2) y de Raquel (Gén. 30:1). ¿De qué manera estos ejemplos muestran cuán fuertes eran los sentimientos en ese tiempo?
Las acciones de Sara son razonables en el contexto de las costumbres sociales de la época. También nos dan una vislumbre de la desesperación que debió haber sentido. ¿Qué mujer animaría a su esposo a tener relaciones con otra mujer a fin de tener hijos? Y el clamor de Raquel a Jacob tiene un cierto eco en las emociones de Ana.
Para Ana, los celos y el sentido de “no ser nadie” crearon una mezcla de emociones que estallaron al descargar su corazón ante el Señor. Lo que empeoraba las cosas era que el tiempo estaba en contra de ella, y le parecía que así estaba Dios.
En la época de Ana, el lugar de una mujer estaba ligado a los hijos y su crianza. No había otras posibilidades, dado que una mujer no podía cambiar de carrera y encontrar satisfacción en otra ocupación. En el Antiguo Testamento, hay ejemplos de mujeres que fueron jueces y líderes proféticos, pero son casos limitados y surgieron por un llamado directo de Dios. Solo a través de los hijos Ana tendría valor y podría dejar una herencia.
Un hombre perdió a su hijo por causa de la leucemia. Le dijo al pastor que él creía que su hijo había muerto porque, como él no había guardado fielmente el sábado, Dios lo había castigado. ¿Qué tiene de malo ese pensamiento? ¿Cómo podemos evitar la trampa del mismo razonamiento?
CON AMIGOS COMO ESTOS...
Vivir bajo una supuesta maldición de Dios y sentir que su vida no tenía valor real era muy duro para Ana. ¿Qué problema adicional tenía ella? 1 Sam. 1:6, 7.
1 Samuel 1:6,7
6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos.
7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía.
Algunos que están cerca de nosotros saben cómo herirnos más. Con las reiteradas provocaciones de Penina, la vida de Ana había llegado a ser amarga. Año tras año, la misma historia. Nota que la palabra hebrea para la acción de Penina (“irritaba” [RVR60], “atormentaba” [NVI], “mortificaba” [BJ]) se usa, en el Antiguo Testamento, en relación con pecados graves, que provocan una reacción divina directa (ver Deut. 9:18; 31:29). Las observaciones de Penina parecen haber sido una estrategia premeditada para provocar a Ana, ya que ella era su rival en el afecto de Elcana (1 Sam. 1:5).
Aunque las burlas de Penina tenían la intención de herir, tal vez las peores heridas provenían de aquellos que no tenían la intención de dañar. ¿Quién, en medio de un gran dolor, no se ha sentido peor por algo equivocado que, con buena intención, alguien dijo?
Repasa los primeros seis capítulos de Job. Los amigos de Job estaban entristecidos por lo que él experimentaba (ver Job 2:12, 13). Pero ¿cómo empeoraron su problema? ¿Por qué no se debería reaccionar así ante el dolor ajeno?
JOB Capitulo 1
1HUBO en tierra de Uz un varón llamado Job; y era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas.
3 Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y era aquel varón más grande que todos los orientales.
4 E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas para que comiesen y bebiesen con ellos.
5 Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado contra Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
6 Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.
7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.
8 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
9 Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde?
10 ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
11 Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
12 Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
13 Y un día aconteció que sus hijos e hijas comían y bebían vino en casa de su hermano el primogénito,
14 y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
15 y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para darte la noticia.
16 Aún estaba éste hablando, cuando vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y a los pastores, y los consumió; solamente escapé yo para darte la noticia.
17 Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia.
18 Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
19 y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé yo para darte la noticia.
20 Entonces Job se levantó y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró,
21 y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
22 En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Capitulo2
1 ACONTECIO que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová.
2 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
3 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?
4 Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
5 Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
6 Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
8 Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.
9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.
10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
11 Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle.
12 Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.
13. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
Capitulo 3
1 DESPUES de esto abrió su boca, y maldijo su día.
2. Y exclamó Job, y dijo:
3. Perezca el día en que yo nací,
Y la noche en que se dijo: Varón es concebido.
4. Sea aquel día sombrío,
Y no cuide de él Dios desde arriba,
Ni claridad sobre él resplandezca.
5. Aféenlo tinieblas y sombra de muerte;
Repose sobre él nublado
Que lo haga horrible como día caliginoso.
6. Ocupe aquella noche la oscuridad;
No sea contada entre los días del año,
Ni venga en el número de los meses.
7. ¡Oh, que fuera aquella noche solitaria,
Que no viniera canción alguna en ella!
8. Maldíganla los que maldicen el día,
Los que se aprestan para despertar a Leviatán.
9. Oscurézcanse las estrellas de su alba; Espere la luz, y no venga,
Ni vea los párpados de la mañana;
10. Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba,
Ni escondió de mis ojos la miseria.
11. ¿Por qué no morí yo en la matriz, O expiré al salir del vientre?
12. ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y a qué los pechos para que mamase?
13. Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría;
Dormiría, y entonces tendría descanso,
14. Con los reyes y con los consejeros de la tierra,
Que reedifican para sí ruinas;
15. O con los príncipes que poseían el oro,
Que llenaban de plata sus casas.
16. ¿Por qué no fui escondido como abortivo,
Como los pequeñitos que nunca vieron la luz?
17. Allí los impíos dejan de perturbar,
Y allí descansan los de agotadas fuerzas.
18. Allí también reposan los cautivos; No oyen la voz del capataz.
19. Allí están el chico y el grande. Y el siervo libre de su señor.
20. ¿Por qué se da luz al trabajado, Y vida a los de ánimo amargado,
21. Que esperan la muerte, y ella no llega,
22. Aunque la buscan más que tesoros; Que se alegran sobremanera,
23. Y se gozan cuando hallan el sepulcro? ¿Por qué se da vida al hombre que no sabe por donde ha de ir, Y a quien Dios ha encerrado?
24. Pues antes que mi pan viene mi suspiro, Y mis gemidos corren como aguas.
25. Porque el temor que me espantaba me ha venido, Y me ha acontecido lo que yo temía.
26. No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado;
No obstante, me vino turbación.
Capitulo 4
1 ENTONCES respondió Elifaz temanita, y dijo:
2. Si probaremos a hablarte, te será molesto; Pero ¿quién podrá detener las palabras?
3. He aquí, tú enseñabas a muchos,
Y fortalecías las manos débiles;
4. Al que tropezaba enderezaban tus palabras, Y esforzabas las rodillas que decaían.
5. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; Y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.
6. ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos?
7. Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos?
8. Como yo he visto, los que aran iniquidad Y siembran injuria, la siegan.
9. Perecen por el aliento de Dios, Y por el soplo de su ira son consumidos.
10. Los rugidos del león, y los bramidos del rugiente, Y los dientes de los leoncillos son quebrantados.
11. El león viejo perece por falta de presa, Y los hijos de la leona se dispersan.
12. El asunto también me era a mí oculto; Mas mi oído ha percibido algo de ello.
13. En imaginaciones de visiones nocturnas, Cuando el sueño cae sobre los hombres,
14. Me sobrevino un espanto y un temblor, Que estremeció todos mis huesos;
15. Y al pasar un espíritu por delante de mí, Hizo que se erizara el pelo de mi cuerpo.
16. Paróse delante de mis ojos un fantasma, Cuyo rostro yo no conocí,
Y quedo, oí que decía:
17. ¿Será el hombre más justo que Dios? ¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?
18. He aquí, en sus siervos no confía, Y notó necedad en sus ángeles;
19. ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro, Cuyos cimientos están en el polvo,
Y que serán quebrantados por la polilla!
20. De la mañana a la tarde son destruidos, Y se pierden para siempre, sin haber quien repare en ello.
21. Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos? Y mueren sin haber adquirido sabiduría.
Capitulo 5
1 AHORA, pues, da voces; ¿habrá quien te responda? ¿Y a cuál de los santos te volverás?
2. Es cierto que al necio lo mata la ira, Y al codicioso lo consume la envidia.
3. Yo he visto al necio que echaba raíces, Y en la misma hora maldije su habitación.
4. Sus hijos estarán lejos de la seguridad; En la puerta serán quebrantados, Y no habrá quien los libre.
5. Su mies comerán los hambrientos, Y la sacarán de entre los espinos, Y los sedientos beberán su hacienda.
6. Porque la aflicción no sale del polvo, Ni la molestia brota de la tierra.
7. Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, Así el hombre nace para la aflicción.
8. Ciertamente yo buscaría a Dios, Y encomendaría a él mi causa;
9. El cual hace cosas grandes e inescrutables, Y maravillas sin número;
10. Que da la lluvia sobre la faz de la tierra, Y envía las aguas sobre los campos;
11. Que pone a los humildes en altura, Y a los enlutados levanta a seguridad;
12. Que frustra los pensamientos de los astutos Para que sus manos no hagan nada;
13. Que prende a los sabios en la astucia de ellos, Y frustra los designios de los perversos.
14. De día tropiezan con tinieblas, Y a mediodía andan a tientas como de noche.
15. Así libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos, Y de la mano violenta;
16. Pues es esperanza al menesteroso, Y la iniquidad cerrará su boca.
17. He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso.
18. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; El hiere, y sus manos curan.
19. En seis tribulaciones te librará, en la séptima no te tocará el mal.
20. En el hambre te salvará de la muerte, Y del poder de la espada en la guerra.
21. Del azote de la lengua serás encubierto; No temerás la destrucción cuando viniere.
22. De la destrucción y del hambre te reirás, Y no temerás de las fieras del campo;
23. Pues aun con las piedras del campo tendrás tu pacto, Y las fieras del campo estarán en paz contigo.
24. Sabrás que hay paz en tu tienda; Visitarás tu morada, y nada te faltará.
25. Asimismo echarás de ver que tu descendencia es mucha, Y tu prole como la hierba de la tierra.
26. Vendrás en la vejez a la sepultura, Como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.
27. He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así; Oyelo, y conócelo tú para tu provecho.
Capitulo 6
1 RESPONDIO entonces Job, y dijo:
2. !Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento, Y se alzasen igualmente en balanza!
3. Porque pesarían ahora más que la arena del mar; Por eso mis palabras han sido precipitadas.
4. Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, cuyo veneno bebe mi espíriTu; Y terrores de Dios me combaten.
5. ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto?
6. ¿Se comerá lo desabrido sin sal? ¿Habrá gusto en la clara del huevo?
7. Las cosas que mi alma no quería tocar, Son ahora mi alimento.
8. ¡Quién me diera que viniese mi petición Y que me otorgase Dios lo que anhelo,
9. Y que agradara a Dios quebrantarme; Que soltara su mano, y acabara conmigo!
10. Sería aún mi consuelo, Si me asaltase con dolor sin dar más tregua, Que yo no he escondido las palabras del Santo.
11. ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia?
12. ¿Es mi fuerza la de las piedras, O es mi carne de bronce?
13. ¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer, Y que todo auxilio me ha faltado?
14. El atribulado es consolado por su compañero; Aun aquel que abandona el temor del Omnipotente.
15. Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente; Pasan como corrientes impetuosas
16. Que están escondidas por la helada, Y encubiertas por la nieve;
17. Que al tiempo del calor son deshechas, Y al calentarse, desaparecen de su lugar;
18. Se apartan de la senda de su rumbo, Van menguando, y se pierden.
19. Miraron los caminantes de Temán, Los caminantes de Sabá esperaron en ellas;
20. Pero fueron avergonzados por su esperanza; Porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos.
21. Ahora ciertamente como ellas sois vosotros; Pues habéis visto el tormento, y teméis.
22. ¿Os he dicho yo: Traedme, Y pagad por mí de vuestra hacienda;
23. Libradme de la mano del opresor, Y redimidme del poder de los violentos?
24. Enseñadme, y yo callaré; Hacedme entender en qué he errado.
25. ¡Cuán eficaces son las palabras rectas! Pero ¿qué reprende la censura vuestra?
26. ¿Pensáis censurar palabras, Y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
27. También os arrojáis sobre el huérfano, Y caváis un hoyo para vuestro amigo.
28. Ahora, pues, si queréis, miradme, Y ved si digo mentira delante de vosotros.
29. Volved ahora, y no haya iniquidad; Volved aún a considerar mi justicia en esto.
30. ¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿Acaso no puede mi paladar discernir las cosas inicuas?
La pérdida de posesiones o de personas cercanas causa un dolor profundo. La enfermedad u otras circunstancias pueden producirnos desesperación. Vivir con anhelos no cumplidos le quita a nuestra vida todo sentido de esperanza. Las cosas van de mal en peor cuando enfrentamos no solo circunstancias malas, sino también a personas que hacen insoportable nuestra vida. Esta combinación de sueños no cumplidos y provocación constante desencadenó el llanto de Ana ante el Señor. A veces, necesitamos gritar nuestro dolor y nuestras frustraciones ante Dios. Cuando llegamos al fondo mismo, necesitamos buscar respuestas fuera de nosotros.
¿De qué forma puedes animar a alguien que está pasando por pruebas ahora mismo? ¿Qué te gustaría que la gente hiciera por ti, si tú pasaras por una situación terrible? ¿Por qué es bueno hacerlo en favor de otras personas?
DERRAMAR TU CORAZÓN
La naturaleza humana puede tolerar un poco, pero a veces tiene que actuar. Esta acción puede parecer irracional y hasta peligrosa.
Lee 1 Samuel 1:9 al 16 y describe los pasos que dio Ana en su dolor.
1 Samuel 1:9-16
9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová,
10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
12 Mientras ella oraba largamente delante de Jehová, Elí estaba observando la boca de ella.
13 Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.
14 Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuándo estarás ebria? Digiere tu vino.
15 Y Ana le respondió diciendo: No, señor mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová
16 No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora.
Esta oración no fue una petición general del tipo “ayúdame, por favor”. El autor bíblico dice que Ana había “derramado [su] alma delante de Jehová” (1 Sam. 1:15). El término derramar está asociado con volcar líquidos, como sangre y agua en los sacrificios (relacionar con Lev. 4:3, 12, 18, 25, etc.). También puede referirse a las acciones de Dios. Él derrama juicios o bendiciones (Sal. 69:24; 79:6; Isa. 42:25; Mal. 3:10; etc.). Tiene connotaciones de abundancia. En el Antiguo Testamento, el término se usa en relación con la oración (Sal. 42:4, 5; 62:8, 9; Lam. 2:19), tal vez la clase más íntima de oración, donde se es honesto con Dios al expresar nuestros dolores y temores profundos. Ana estaba absorta en su oración y no era consciente de lo que la rodeaba o de lo que pensaran de ella. Se estaba aferrando a Dios como Jacob a su contrincante nocturno (Gén. 32:26, 27).
Describe los resultados inmediatos de la oración de Ana. 1 Sam. 1:17, 18.
1 Samuel 1:17,18
17 Elí respondió y dijo: Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho.
18 Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.
Aunque Dios no siempre responde nuestras oraciones inmediatamente, cuando derramamos nuestro corazón delante de él podemos estar seguros de que nos oye y nos responderá (Sal. 37:4) a su tiempo y a su manera. Esto nos da esperanza y confianza mientras vemos cómo Dios nos guía en nuestro futuro.
En 1 Samuel 1:11, Ana hizo una promesa grande. Si Dios escuchaba y respondía su oración, y le daba un hijo, ella lo devolvería a Dios. En el Antiguo Testamento, encontramos muchas personas que hacen votos al Señor. Los votos a menudo se ven en el contexto de la adoración y la oración.
El voto de Ana era enorme. Ella renunciaría al hijo esperado. ¿Qué sucedería con su posición de esposa de Elcana? ¿Cuál sería su situación luego en la familia?
¿Cuán a menudo derramas tu alma a Dios en oración? ¿Por qué es tan importante para tu caminar espiritual? ¿Qué te impide hacer esto cuando lo necesitas? ¿Por qué no hacerlo ahora?
CANTANDO SUS ALABANZAS
¿Cantas tú cuando estás alegre? La Biblia registra casos de personas que cantaron en momentos clave de sus vidas. María y las mujeres de Israel cantaron a orillas del Mar Rojo luego de haber sido salvadas por Dios (Éxo. 15:20, 21). En lenguaje poético, Débora y Barac exaltan el poder de Dios sobre los ejércitos humanos (Juec. 5:1-31). Cuando María visita a Elisabet, prorrumpe en un canto de alabanza a Dios y a su increíble plan de salvación (Luc. 1:46-55). Todos estos cantos tienen un elemento común, aunque aparecen en circunstancias diferentes: todos describen lo que sucede cuando Dios interviene en la historia humana y responde las súplicas de sus hijos.
Lee 1 Samuel 2:1 al 11. ¿Cuál es el tema principal del canto de Ana?
1 Samuel 2:1-11,21
1 Y ANA oró y dijo:
Mi corazón se regocija en Jehová,
Mi poder se exalta en Jehová;
Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos,
Por cuanto me alegré en tu salvación.
2 No hay santo como Jehová;
Porque no hay ninguno fuera de ti,
Y no hay refugio como el Dios nuestro.
3 No multipliquéis palabras de grandeza y altanería;
Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca;
Porque el Dios de todo saber es Jehová,
Y a él toca el pesar las acciones.
4 Los arcos de los fuertes fueron quebrados,
Y los débiles se ciñeron de poder.
5 Los saciados se alquilaron por pan,
Y los hambrientos dejaron de tener hambre;
Hasta la estéril ha dado a luz siete,
Y la que tenía muchos hijos languidece.
6 Jehová mata, y él da vida;
El hace descender al Seol, y hace subir.
7 Jehová empobrece, y él enriquece;
Abate, y enaltece.
8 El levanta del polvo al pobre,
Y del muladar exalta al menesteroso,
Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.
Porque de Jehová son las columnas de la tierra,
Y él afirmó sobre ellas el mundo.
9 El guarda los pies de sus santos,
Mas los impíos perecen en tinieblas;
Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
10 Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios,
Y sobre ellos tronará desde los cielos;
Jehová juzgará los confines de la tierra,
Dará poder a su Rey,
Y exaltará el poderío de su Ungido.
11 Y Elcana se volvió a su casa en Ramá; y el niño ministraba a Jehová delante del sacerdote Elí.
Ana no tiene dudas que Dios es capaz de controlar las circunstancias de la historia, así como su propia experiencia personal. Ve su vida desde una perspectiva completamente nueva. Las cosas por las cuales algunos luchan son, en realidad, muy frágiles y pueden desaparecer mañana. En su canto, Ana establece contrastes: el arco del guerrero poderoso se quiebra, pero los débiles “recobran sus fuerzas” (1 Sam. 2:4, NVI). Las cosas a las que asignamos valor a menudo no son tan permanentes como parecen.
Ana había encontrado que la verdadera seguridad se encuentra en conocer a Dios, que no cambia. Él nos dice que cada uno es especial y nos asigna valor.
Algunos luchan con el versículo 6 en el canto de Ana. ¿Cómo lo entendemos? ¿Es Dios arbitrario en su bondad o en sus castigos? Para comprenderlo, recordemos la premisa básica del Antiguo Testamento acerca de la vida, que es muy diferente del concepto moderno: Dios es el Creador de la vida y, como Creador, tiene el derecho de hacer lo que desea con su creación. Es decir, nada sobre este planeta está fuera de su control. Aun las cosas negativas están sujetas al control de Dios. A menudo los autores bíblicos parecen sugerir la participación activa de Dios en el designio de cosas malas que le suceden a la humanidad. En otras palabras, pareciera que lo que Dios permite lo “hace”.
¿Acerca de qué puedes cantar? Prepara una lista de cosas por las que quieres alabar a Dios. Cuanto más alabes a Dios, tanto más agradecido estarás por lo que él ha hecho por ti.
EL PLAN DE INVERSIÓN DE DIOS
Aun cuando Ana sale del Tabernáculo cantando, deja atrás al pequeño Samuel. Ya no tiene la deshonra de la esterilidad, pero vuelve a una casa vacía. Con su hijo dedicado a Dios y trabajando para él, ¿quién la cuidará cuando sea ancianita? Ella ha dado, con fe sencilla, su más preciada posesión a Dios. Ana nos recuerda a Abraham, quien estuvo listo para ofrecer su hijo a Dios. También el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham y Sara incluyó un largo período de esterilidad. Pero, Dios probó la fe de Abraham cuando el muchacho era mayor, mientras que Ana decidió entregar a su hijo, si lo llegaba a tener, aun antes de que naciera. Después de que el niño fue destetado, lo llevó a Silo. Puedes imaginarte los sentimientos de Ana cuando se despidió de él, considerando el hecho de que las cosas no andaban bien en el hogar de Elí, y ¿quién actuaría como mentor y guía para el pequeño Samuel?
¿De qué modo honró Dios la expresión de fe y amor de Ana? 1 Sam. 2:21.
1 Samuel 2:21
21 Y visitó Jehová a Ana, y ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas. Y el joven Samuel crecía delante de Jehová.
Ana podría haber rehusado entregar su hijo al Señor y aferrarse a él como su única seguridad. Pero, al darlo a Dios, ella no solo recibió cinco hijos más, sino también su entrega tuvo una profunda influencia sobre Samuel. Con el tiempo, él fue el vocero especial de Dios, y uno de los más grandes educadores y dirigentes de Israel.
¿Qué peligros afrontamos cuando acumulamos o acaparamos? Mat. 6:19, 20; Luc. 12:16-21.
Mateo 6:19,20
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;
20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.
Lucas 12:16-21
16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho.
17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?
18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes;
19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
Dios toma cualquier cosa que le demos, la multiplica y le da dimensiones nuevas que nunca hubiéramos imaginado. Ana aprendió que los mayores tesoros están seguros cuando se los damos a Dios. Lo que acaparamos para nosotros mismos puede desaparecer en un instante.
Ana sabía quién era ella para Dios. Este sentido de su propio valor le dio libertad para dar.
Recordemos que todo lo que somos y poseemos es por la gracia y la bondad de Dios. De qué manera esto debería ayudarnos a devolverle a Dios, en lugar de acumular para nosotros mismos? ¿Qué nos dice, el querer acaparar, acerca de nuestro carácter y nuestra falta de confianza en Dios?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Padres, dad vuestros hijos al Señor, y recordadles siempre que le pertenecen, que son los corderos del rebaño de Cristo, sobre los cuales vela el verdadero Pastor. Ana dedicó a Samuel al Señor; y se dice de él: ‘Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras’ (1 Sam. 3:19). En el caso de este profeta y juez de Israel, se presentan las posibilidades colocadas delante del niño cuyos padres cooperan con Dios, haciendo la obra que les ha señalado” (CM 135).
“¡Cuán grande fue la recompensa de Ana! ¡Y cuánto alienta a ser fiel el ejemplo de ella! A toda madre se le confían oportunidades de valor inestimable e intereses infinitamente valiosos. El humilde conjunto de deberes que las mujeres han llegado a considerar como una tarea tediosa debiera ser mirado como una obra noble y grandiosa. La madre tiene el privilegio de beneficiar al mundo por su influencia, y al hacerlo impartirá gozo a su propio corazón. A través de luces y sombras, puede trazar sendas rectas para los pies de sus hijos, que los llevarán a las gloriosas alturas celestiales. Pero solo cuando ella procura seguir en su propia vida el camino de las enseñanzas de Cristo, puede la madre tener la esperanza de formar el carácter de sus niños de acuerdo con el modelo divino. El mundo rebosa de influencias corruptoras. Las modas y las costumbres ejercen sobre los jóvenes una influencia poderosa. Si la madre no cumple su deber de instruir, guiar y refrenar a sus hijos, estos aceptarán naturalmente lo malo y se apartarán de lo bueno. Acudan todas las madres a menudo a su Salvador con la oración: ‘¿Qué orden se tendrá con el niño, y qué ha de hacer?’ Cumpla ella las instrucciones que Dios dio en su Palabra, y le dará sabiduría a medida que la necesite” (PP 618).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Quién, en tu iglesia, está experimentando circunstancias difíciles en el hogar o en su vida personal? ¿Cómo pueden ustedes, en forma colectiva o individual, ayudar a estas personas? ¿Cuánto estás dispuesto a sacrificar de ti mismo con el fin de ayudar?
2. ¿Cuáles son algunas de las afrentas culturales en tu sociedad? Es decir, ¿qué cosas son consideradas como terribles en tu cultura? Pregúntate: ¿Son cosas que Dios ve mal? ¿Estamos nosotros en peligro de marcar como malas, por causa de la cultura, cosas que Dios no considera así? ¿Cómo podemos saber la diferencia entre lo que es cultural y lo que es bíblico?
Compilador: Delfino J.