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Comentario bíblico adventista_Romanos_Capitulo_13

La Epístola del Apóstol San Pablo a los ROMANOS 

Capítulo 13

1 Debemos sujetamos a las autoridades y cumplir otros deberes. 8 El amor es el cumplimiento de la ley. 11 La glotonería, la embriaguez y las obras de las tinieblas están fuera de lugar en el momento de la aceptación del Evangelio.

SOMETASE toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.

2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad?  Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;

4 porque es servidor de Dios para tu bien.  Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.

5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.

6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.

7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.

12 la noche está avanzada, y se acerca el día.  Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.

13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,

14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

Comentario bíblico adventista

La Epístola del Apóstol San Pablo a los ROMANOS 

Capítulo 13

1.

Sométase.

Gr. hupotássÇ, "someterse", "estar en sujeción", "obedecer".

Las autoridades.

Con el significado de "los que han sido puestos en cargo de autoridad sobre otros". Ver 1 Ped. 2: 13; cf. Luc. 12: 11; Tito 3:1. La palabra griega exousía, que en 622 todo este pasaje se ha traducido como "autoridades" y "autoridad", también significa "poder"; pero debe entenderse en el sentido de facultad para gobernar y no como dúnamis, vocablo griego que a menudo también se traduce "poder" (Rom. 1: 16, 20; 1 Cor. 1: 18), y que significa "energía", "fuerza", "poder o capacidad para hacer algo".

No hay autoridad sino de parte de Dios.

Es decir, no existe autoridad humana a menos que sea con la aprobación de Dios y bajo su control. En el AT se afirma a veces que Dios pone y también depone gobernantes (ver com. Dan. 4: 17; cf. cap. 2: 21; 4: 25, 34-35).

Por Dios han sido establecidas.

Las palabras griegas de los vers. 1 y 2 que se han traducido "sométase", "establecidas", "establecido", "resiste" (la primera vez que aparece esta palabra), derivan de la misma raíz, tássÇ, "ordenar", "disponer" "colocar". Esto da una gran fuerza a la expresión, que no puede representarse plenamente en nuestro idioma.

Pablo no quiere decir en estos versículos que Dios siempre aprueba la conducta de los gobernantes civiles, ni tampoco que el cristiano siempre tiene el deber de someterse a ellos.  Las exigencias de las autoridades a veces pueden oponerse a la ley de Dios, y en tales circunstancias el cristiano debe "obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech. 5: 29; cf. cap. 4: 19). Lo que Pablo enseña es que el poder de los gobiernos humanos es confiado por Dios a los hombres, de acuerdo con el propósito divino para el bienestar humano. Está en las manos de Dios que las autoridades continúen en el poder o caigan. Por lo tanto, el cristiano debe apoyar a las autoridades, pues no cree que le corresponde oponerse a ellas ni destituirlas.

Una instrucción de esta naturaleza era muy necesaria en los días de Pablo, pues en ese tiempo los judíos estaban muy agitados y ya habían causado rebeliones en diversas partes del Imperio Romano. Si los cristianos hubiesen demostrado también un espíritu indócil, hubieran caído en el mismo desprestigio en que ya estaban cayendo los judíos. También habrían perdido la protección del Estado romano, que con frecuencia había sido una bendición para los primeros cristianos, como Pablo podía testificarlo por su propia experiencia (ver Hech. 22: 24-30). Además, esto habría sido una vergüenza para la iglesia cristiana y su mensaje de paz y amor fraternal. Por eso Pablo insta en otros pasajes a los creyentes para que oren por los que están en autoridad (1 Tim. 2: 1-2) y les obedezcan (Tito 3: 1). Pedro también ordena a los cristianos a que "por causa del Señor" se sometan "a toda institución ['autoridad', VP] humana" (1 Ped. 2: 13-17).

2.

Se opone a la autoridad.

Literalmente "se pone en orden de batalla contra la autoridad".

Lo establecido.

Gr. diatag', "mandato", "disposición", "orden". La única otra vez que aparece esta palabra en el NT es en Hech. 7: 53, donde se ha traducido "disposición"; lo que quiere decir Pablo podría traducirse literalmente: "Se rebela contra la ordenanza de Dios".

Condenación.

Gr. kríma, "condenación", "juicio" (cf. cap. 2: 2; 5: 16; 11: 33). Pablo se está refiriendo a la sentencia pronunciada por los gobernantes como ministros de Dios en este mundo (cap. 13: 4), contra los que son rebeldes. Como desobedecer a las autoridades es resistir lo "establecido por Dios", el castigo que aplican las autoridades representa también el castigo y la ira de Dios sobre los ciudadanos desobedientes.

3.

No están para infundir temor.

Generalmente no se debe temer a los gobernantes, a menos que se haya hecho algo contra la ley. Sin embargo, en la realidad no todos los gobernantes infunden temor sólo a los malos, pues muchos de ellos han perseguido a gente correcta. Por ejemplo, Nerón, el emperador romano en los días cuando Pablo escribió esta epístola, hizo ejecutar más tarde al apóstol. A pesar de todo, los que viven correctamente por lo general no tienen nada de qué temer a las autoridades civiles. Los gobernantes no están para infundir temor al que hace el bien; al contrario, existen con buenos propósitos, y los cristianos deben, en términos generales, someterse a ellos para su propio beneficio (ver 1 Tim. 2: 1-2).

¿Quieres?

Gr. thélÇ, "desear", "querer". El cristiano que desea no temer a las autoridades civiles, tiene que hacer lo que es correcto, y entonces será alabado por su buena conducta (cf. 1 Ped. 2: 14-15).

4.

Porque.

Así se introduce la explicación de la declaración previa. El Estado existe como siervo de Dios para un buen fin, por esa razón el cristiano no tiene por qué temer su autoridad si su conducta es correcta. Pablo está expresando otra vez una verdad general, 623 sin detenerse a ejemplificar su afirmación con casos específicos.

Servidor.

Gr. diákonos, "siervo" (cf. cap. 15: 8; 16: 1). Diákonos es la palabra de donde deriva el término "diácono" (1 Tim. 3: 8, 12).

Para tu bien.

Es decir, para promover el bien. Esta es la verdadera razón de la existencia del gobierno civil como "servidor" y representante de Dios.

La espada.

Símbolo de la autoridad del gobernante para castigar.

Vengador.

Gr. ékdikos, "vindicador"; "para hacer justicia" (BJ). Esta palabra aparece sólo aquí y en 1 Tes. 4: 6 en el NT. En los papiros griegos generalmente se usa para referirse a "un representante legal".

Para castigar.

Literalmente "para ira". El Estado, como "servidor de Dios", debe castigar a los malhechores (cf. vers. 2; cap. 12: 19).

5.

Por lo cual.

Una referencia a los cuatro versículos precedentes, en los cuales Pablo ha presentado las razones por las cuales debe obedecerse a los magistrados.

Por razón del castigo.

Literalmente "debido a la ira". Siendo que las autoridades civiles existen por disposición divina, el cristiano debe obedecer no sólo porque desea evitar el castigo, sino porque lo correcto es obedecer. La única excepción es cuando la ley del Estado contradice a la ley de Dios.

6.

Pagáis también los tributos.

La flexión del verbo griego también podría traducirse como imperativo: "pagad". Tanto el indicativo como el imperativo son gramaticalmente correctos en este caso; sin embargo, el contexto sugiere que no se trata de una orden sino de la afirmación de un hecho. Es evidente que los primeros cristianos consideraban como una cuestión de principio el pagar impuestos, quizá como obediencia a las enseñanzas de Cristo (Luc. 20: 20-25), lo que se refleja en Rom. 13: 7.  Al sostener al gobierno civil con sus tributos, los cristianos reconocían que debían obedecer al Estado como instituido por Dios "para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien" (1 Ped. 2: 14).

Servidores.

Gr. leitourgós "servidor", "servidor público". De este vocablo deriva la palabra "liturgia". No es el mismo que se ha traducido como "servidor" en el vers. 4 (ver comentario respectivo). Ambas palabras se usan para referirse a servicios seculares, pero la primera también se aplica especialmente al ministerio sacerdotal (ver Rom. 15: 16; Heb. 8: 2), Pablo quizá usa esta palabra para destacar la legitimidad y la necesidad de obedecer a los poderes civiles, dándoles un matiz de carácter sagrado como "servidores público de Dios".

Atienden continuamente.

O "perseveran". La palabra que aquí se traduce en está forma, también se ha traducido "constantes" en cap. 12: 12.

Esto mismo.

Es decir, el servicio de Dios descrito en los vers. 3 y 4.

7.

Pagad a todos.

Algunos comentadores consideran este versículo como la conclusión del tema de Pablo acerca del deber del cristiano de obedecer al Estado, en cuyo caso "todos" se refiere a los que están en autoridad. Pero otros comentadores interpretan este versículo como una afirmación de un principio amplio que se aplica tanto a la sección precedente como a la que sigue; y en ese caso "todos" se refiere a todos los hombres, y entonces la afirmación de Pablo sería: "Pagad a todos los hombres lo que les corresponde".

Tributo.

Gr. fóros, "impuesto", "contribución". En los papiros se da a esta palabra el significado de "alquiler" (cf. Luc. 20: 22).

Impuesto.

Gr. télos (ver com. Mat. 17: 25).

Respeto.

Gr. fóbos, literalmente "temor". En este caso significa el respeto con que debe ser considerada una autoridad; no temor con el sentido de "miedo" o "terror" (cf. 1 Ped. 2: 18; 3: 2).

Honra.

Cf. 1 Ped. 2: 17. Los agentes del gobierno romano que en los días de Pablo estaban autorizados para cobrar tributos e impuestos, al menos a los judíos, eran blanco del odio popular y de desprecio. Por eso Pablo aconsejaba a los creyentes de Roma que no sólo se sometieran al sistema de impuestos, sino que también prestaran la debida honra y respeto a sus gobernantes. Esto contrasta agudamente con el creciente sentimiento de rebelión que estaba siendo fomentado por algunos fanáticos judíos, y que pronto causaría la destrucción de su nación (ver Josefo, Guerra ii. 13. 4-7).

8.

No debáis a nadie nada.

El cristiano debe pagar todo lo que debe, pero hay una deuda que nunca podrá cancelar plenamente, a saber: la deuda de amor a sus prójimos.

Amaros unos a otros.

El amor mutuo es una obligación ilimitada. Es una deuda que uno siempre debe procurar pagar, pero que 624 nunca se saldará por completo mientras haya oportunidad de hacer el bien a nuestros prójimos.

Ama al prójimo.

Literalmente "ama al otro", al que no es "yo mismo".

Ha cumplido.

El que ama a sus prójimos ha cumplido el intento y propósito de la ley. Todos los mandamientos de Dios se basan en el principio único del amor (Mat. 22: 34-40; cf. Rom. 13: 9). Por lo tanto, la ley divina no puede ser perfectamente obedecida sólo con la conformidad externa a la letra. La verdadera obediencia tiene que ver con el corazón y el espíritu (cf. Rom. 2: 28-29). El cumplimiento de la ley no es una sujeción externa a ella, sino amor sincero (cap. 13: 10). Los judíos habían sido lentos para creer y practicar esta verdad fundamental, a pesar de las claras enseñanzas de Moisés sobre el tema (Lev. 19: 18, 34; Deut. 6: 5; 10: 12). Convirtieron la ley de amor de Dios en un código rígido, sin amor y de requerimientos legales.  Diezmaban meticulosamente la menta, el eneldo y el comino, pero pasaban por alto los asuntos más importantes de la ley: la fe, La justicia, la misericordia y el amor de Dios (Mat. 23: 23; Luc. 11: 42). Por eso Jesús procuró revelarles vez tras vez el verdadero propósito de los mandamientos de su Padre. Enseñaba que todos los mandamientos se resumen en el amor (Mat. 22: 37-40; Mar. 12: 29-34; Luc. 10: 27-28), y que la característica distintiva de un discípulo obediente es el amor por sus prójimos (Juan 13: 34-35).

La ley.

"Ley" sin artículo (ver com. cap. 2: 12). Aunque las referencias que hace Pablo a mandamientos específicos del Decálogo (cap. 13: 9) indican que tenía especialmente en cuenta esa ley, la ausencia del artículo sugiere que quizá estaba hablando de "ley" como un principio. El pecado es desobediencia a ley, o sea impiedad (ver com. 1 Juan 3: 4); y por el contrario, el amor es, literalmente, "el cumplimiento de la ley" (Rom. 13: 10).

9.

Porque.

Es decir, los mandamientos que Pablo cita ahora. El que ama a su prójimo ni le robará, ni le quitará la vida; tampoco codiciará sus bienes, ni dará falso testimonio acerca de él, ni cometerá adulterio con su cónyuge.

No dirás falso testimonio.

La evidencia textual favorece (cf. p. 10) la omisión de este mandamiento. Quizá fue añadido por un copista para hacer más completa la lista de la segunda tabla de los Diez Mandamientos; sin embargo, es claro que Pablo no tenía el propósito de presentar una enumeración completa. Lo atestiguan sus palabras: "y cualquier otro mandamiento". El orden de los mandamientos difiere del de Exo. 20: 13-15, pues el séptimo ha sido colocado antes del sexto. La misma distribución se encuentra en Mar. 10: 19; Luc. 18: 20; Sant. 2: 11. El orden regular aparece en Mat. 19: 18. Pablo tal vez está siguiendo el orden de un manuscrito de la LXX. El orden que él sigue es el de Deut. 5: 17 como se halla en el Códice Vaticano. Este mismo MS, en la lista de los últimos cinco mandamientos según Exo. 20: 13-15, coloca en primer lugar el séptimo mandamiento, y luego el octavo y el sexto.

Se resume.

Gr. anakefalaióÇ, "recapitular", "sintetizar".

Amarás.

La cita es de Lev. 19: 18 (ver comentario respectivo).

10.

El amor no hace.

Ver com. 1 Cor. 13: 4-6.

Cumplimiento.

Gr. pi'rÇma, "plenitud". "La ley en su plenitud" (BJ). Cf. vers. 8.

La ley.

"Ley" sin artículo (ver com. vers. .

11.

Y esto.

La expresión recuerda la orden precedente de no debe nada sino amor, el cual es en sí mismo la síntesis de los deberes cristianos ya prescritos (cap. 12; 13). Como un verdadero incentivo para el cumplimiento de esos deberes, Pablo ahora recurre a lo que siempre ha sido uno de los alicientes más poderosos para la vida cristiana: la creencia en la proximidad de la segunda venida de Cristo (cf. 1 Cor. 7: 29; Heb. 10: 25, 37; 1 Ped. 4: 7).

Tiempo.

Gr. kairós. Este término no se aplica al "tiempo" en general sino a un "momento" (BJ) definido, medido o fijado, o a un período crítico u ocasión (ver com.  Mar. 1: 15; cf. 1 Cor. 7: 29; Apoc. 1: 3). Los creyentes de Roma no podían menos que comprender el tiempo crítico en que vivían. Por eso Pablo los exhorta a abandonar toda tibieza e indolencia, a terminar con toda complacencia propia y a vestirse "del Señor Jesucristo".

Es ya hora.

Ver Mat. 24: 44; 25: 13.

De levantarnos.

La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la variante "de levantaros".

Sueño.

La preparación necesaria para el gran día de Dios exige de los cristianos una continua vigilancia. Compárese con la parábola de las diez vírgenes: "cabecearon todas y 625 se durmieron" (Mat. 25: 5; cf. 1 Tes. 5: 6).

Más cerca. . . nuestra salvación.

Por "salvación" evidentemente Pablo quiere significar la venida de Cristo en gloria y poder y todo lo que sucederá entonces, como ya lo ha descrito: "la manifestación de los hijos de Dios" (cap. 8: 19), "la redención de nuestro cuerpo" (vers. 23) y la liberación de la naturaleza "de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (vers. 21).

Creímos.

Es decir, cuando primero creímos; "cuando abrazamos la fe" (BJ). El tiempo del verbo griego indica el momento cuando se aceptó la fe cristiana (cf. Hech. 19: 2; 1 Cor. 3: 5; 15: 2). La expectativa constante de la venida del Señor es la actitud mental que Cristo ordenó en sus repetidas advertencias (ver Mat. 24). Esta expectativa ha estado condicionada desde el principio con el consejo de que "el día y la hora nadie sabe" (Mat. 24: 36), y Pablo tuvo en cuenta esta precaución (1 Tes. 5: 1-2; 2 Tes. 2: 1-2). Sin embargo, la forma en que anticipaba ese gran día no fue por eso menos vívida (1 Tes. 4: 15, 17; 1 Cor. 15: 51-52). Otros escritores del NT compartían este mismo sentimiento (1 Ped. 4: 7; 2 Ped. 3; 1 Juan 2: 18; Apoc. 22: 12, 20; cf. Ev. 504; HAp 215).

El hecho de que este tiempo se ha prolongado más de lo esperado, no significa que la Palabra de Dios haya fallado.  Hay una obra que debe ser hecha y hay condiciones que se deben cumplir antes de que pueda venir Cristo (ver Ev 504-505). Entre tanto es indispensable que cada creyente experimente un sentimiento continuo y vital de la brevedad del tiempo y de la inminencia del retorno de Cristo. Esta motivación es indispensable para completar la obra que debe concluirse y hacer frente a las condiciones que se presenten.  Permanece siempre intacta la verdad de que a los que duermen en una tibia complacencia propia el día del Señor los sorprenderá como ladrón en la noche, "y no escaparán" (1 Tes. 5: 3).

12.

Noche.

Después de comparar con el "sueño" la condición espiritual en que se encontraban sus lectores, Pablo continúa el símbolo contrastando la vida presente con la venidera, como la noche con el día (cf. Heb. 10: 25).

Desechemos.

Gr. apotíth'mi, "echar a un lado", "quitarse algo de encima".  De ahí la traducción de la BJ: "despojémonos". Esta palabra se usa varias veces en el NT para describir el abandono de los malos hábitos (Efe. 4: 22, 25; Col. 3: 8; Heb. 12: 1; Sant. 1: 21; 1 Ped. 2: 1).

Obras de las tinieblas.

"Las tinieblas" se presentan como una vestimenta de la cual debe despojarse el cristiano, para luego vestirse con la armadura de la verdad y la justicia para que pueda estar preparado para la luz del día de la aparición de Cristo.

Armas.

Gr. hóplon, vocablo traducido como "armas" en Juan 18: 3 y 2 Cor. 10: 4, y como "instrumentos" en Rom. 6: 13.  Compárese con la descripción que hace Pablo de la armadura del cristiano en Efe. 6: 11-18.

De la luz.

Las "armas de la luz" llevan ese nombre en contraste con "las obras de las tinieblas". Los cristianos son invitados a salir "de las tinieblas a" la "luz admirable" de Dios (1 Ped. 2: 9); son llamados "hijos de luz" (1 Tes. 5: 5), y por lo tanto libran la batalla espiritual con "armas de. . . luz".

13.

Andemos.

Es decir, vivamos, comportémonos.

Como de día.

Los malhechores ocultan sus hechos de violencia y maldad con la oscuridad de la noche (1 Tes. 5: 7; Efe. 5: 11-12).  Pero el cristiano debe conducirse como si todo el mundo pudiera ver lo que él hace. Es hijo del día y no de la noche (1 Tes. 5: 5), y debe vivir como hijo de la luz (Efe. 5: .

Honestamente.

Gr. eusj'mónÇs, "en buena forma", "decorosamente", "honorablemente". "Procedamos con decoro" (BJ). Esta palabra aparece también en 1 Cor. 14: 40: "decentemente", y 1 Tes. 4: 12: "honradamente".

Glotonería.

Gr. kÇmos, "parranda", "francachela", "orgía" (cf. Gál. 5: 21; 1 Ped. 4: 3).

En lujurias.

En griego es más específico: se refiere a la inmoralidad sexual. La palabra que se emplea es kóit', "cama", y por extensión, "relación sexual".

Lascivias.

Gr. asélgeia, "sensualidad", "libertinaje", "indecencia" (cf. 2 Cor. 12: 21; Gál. 5: 19). Los pecados de esta enumeración prevalecían entre los paganos de los días de Pablo (Rom. 1: 24-31), pero de ninguna manera estaban limitados sólo a ellos (cap. 2: 3, 21-24).

Contiendas.

Gr. éris, "querella"; "rivalidades" (BJ).

Envidia.

Gr. z'los, "celos".

14.

Vestíos.

En el vers. 12 se exhorta al cristiano a que se vista con "las armas de la luz". Ahora Pablo describe a Cristo mismo 626 como la panoplia del cristiano. Pero esta vida con la que se ha "vestido" ("revestido", BJ) continuamente debe ser renovada cada día en la experiencia del crecimiento y la santificación (Efe. 4: 24; Col. 3: 12-14). Cada paso que se dé en ese desarrollo puede ser considerado como vestirse de nuevo de Cristo, y el cristiano que persevera en esa experiencia transformadora, imitará más y más perfectamente la vida y el carácter de Cristo y reflejará al Salvador delante del mundo (ver 2 Cor. 3: 2-3; PVGM 47; cf. Gál. 4: 19).

La carne.

Es decir, la naturaleza física depravada (cf. cap. 8: 1-13). Deben satisfacerse las necesidades del cuerpo, pero el cristiano no debe dejarse dominar por el estímulo y la complacencia de los apetitos físicos impuros. Una vida Iujuriosa y de complacencia propia estimula esos impulsos carnales, pero el cristiano debe más bien hacerlos morir (cap. 6: 12-13; 8: 13). Por eso Pablo advierte a los creyentes que no presten atención a tales cosas.

NOTA ADICIONAL DEL CAPÍTULO 13

Algunos de los escritores del NT dan la impresión de referirse a la segunda venida de Cristo como si fuera algo inmediato. Se citan los siguientes textos como muestra típica de esta enseñanza: Rom. 13: 11-12; 1 Cor. 7: 29; Fil. 4: 5; 1 Tes. 4: 15, 17; Heb. 10: 25; Sant. 5: 8-9; 1 Ped. 4: 7; 1 Juan 2: 18.

Quizá algunos se apresuren a concluir que los escritores bíblicos estaban completamente equivocados, o que por lo menos, nada se puede saber en cuanto al tiempo de la venida de Cristo; pero la evidencia no requiere una conclusión tal.

En la repetida discusión de las Escrituras en cuanto al fin del mundo o la venida de Cristo, se destacan claramente ciertos hechos. Y creemos que si se tienen en cuenta esos hechos, es posible llegar a una conclusión totalmente consecuente con la creencia en la inspiración de la Biblia y el hecho solemne del segundo advenimiento. Estos hechos son los siguientes:

1. Los escritores bíblicos siempre hablan de la certeza del segundo advenimiento. Esto se aplica tanto a los escritores del AT como del NT. El lector de la Biblia que da a las palabras de ésta su significado más evidente, concluirá que "el día del Señor vendrá" (2 Ped. 3: 10).

2. Al referirse a este tema los escritores bíblicos parecen estar tan dominados por la grandeza, la gloria y la naturaleza apoteósica del acontecimiento para cada ser humano y para toda la creación, que con frecuencia hablan como si fuera el único y exclusivo acontecimiento futuro.  La luz deslumbradora del día de Dios con frecuencia parece excluir todo lo demás de la vista y de la mente del profeta.  El lector recibe la clara impresión de que el autor inspirado considera todo lo demás que pueda preceder al advenimiento, como de menor importancia, como un prólogo del gran clímax hacia el cual se encamina toda la creación; con frecuencia quizá sienta como si el gran día estuviera por sobrevenir.

Es evidente que esta vívida presentación del advenimiento comenzó con Enoc, "séptimo desde Adán", quien declaró a los impíos de sus días: "He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos" (Jud. 14-15). No hay nada en el contexto que sugiera que Enoc hubiera explicado que la venida tendría lugar miles de años más tarde, y lo más seguro que no lo sabía. Le había sido revelado que el Señor vendría para juzgar; nada más importaba.

3. Los escritores bíblicos destacaron que el día del Señor vendría súbita e inesperadamente. Las afirmaciones de Cristo son el mejor respaldo de esta enseñanza. Él dijo: "Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor" (Mat. 24: 42). "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre" (Luc. 21: 34-36).

Las palabras de Pablo son un eco de las de nuestro Señor: "El día del Señor vendrá así como ladrón en la noche" (1 Tes. 5: 2).  Pedro escribe en forma parecida: "El día del Señor vendrá como ladrón en la noche" (2 Ped. 3: 10).

Lo que dio a la predicación del segundo advenimiento una calidad de inminencia, 627 por lo menos potencialmente, fue la seguridad de que ese evento ocurriría y de que sería inesperado y repentino.

Ahora bien, en vista de que al Señor no le pareció conveniente revelar el "día y la hora" (Mat. 24: 36) de su venida, y como instó a sus seguidores a que velaran constantemente para que ese día no los sorprendiera como "ladrón", ¿qué otra cosa podría esperarse sino que los autores del NT escribieran del advenimiento con un tono de inminencia? Esto no proyecta ninguna sombra sobre la inspiración que recibieron. Sabían, por revelación y por instrucción directa procedente de Cristo, que él vendría otra vez, que su venida sería precedida por tiempos tumultuosos, que sería súbita e inesperada, y que ellos y a quienes ellos predicaran debían velar continuamente. Pero no les fue revelado el "día y la hora". Por lo tanto, debido a esa limitación en la revelación que les fue dada, presentaban a los creyentes la exhortación constante y la advertencia acerca del día del Señor.

Era evidente en el plan de Dios que sus profetas no dispusieran de cierto conocimiento acerca de la exactitud del momento del advenimiento de Cristo. Precisamente antes de su ascensión, nuestro Señor puso fin a las preguntas de sus discípulos en cuanto a calcular el tiempo de las acciones futuras de Dios, cuando declaró: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad" (Hech. 1: 7).

4. Los autores bíblicos no escribieron sencillamente para sus días o para determinado grupo a quien dirigían una carta. Si así fuera entonces la importancia de las Escrituras habría concluido con la generación que recibió directamente los mensajes de los portavoces de Dios. No; escribían bajo inspiración y sin duda comprendiendo con frecuencia sólo en parte, para todas las generaciones hasta que volviera el Señor. Es cierto que algunas cosas que escribieron, por ejemplo, sobre la circuncisión, tenían una importancia particular para la generación de los autores del NT, mientras que otras porciones han tenido y tienen una importancia creciente a medida que se aproxima el fin de la historia de la tierra.

El hecho de que los autores inspirados de la Biblia escribieran para exhortar, amonestar e instruir a todos los que vivieran hasta el segundo advenimiento, aclara más las declaraciones del NT que hablan de la inminencia de la segunda venida. Es cierto que los mensajes, dentro de su contexto histórico, están dirigidos a grupos específicos que vivían en ese tiempo, y no hay duda alguna de que la mayoría de los consejos espirituales de las Escrituras se sitúan dentro de un contexto histórico que corresponde con determinadas personas y determinado tiempo del pasado.

Pero aunque una declaración se haya dirigido a ciertos creyentes, puede aplicarse no tanto a ellos como a sus descendientes espirituales. Cuando Cristo describió a sus discípulos ciertos acontecimientos claves que precederían a su venida y servirían como señales de ella, abarcó un período de unos dos mil años; y cuando comenzó a describir la caída de Jerusalén, dijo: "Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel" (Mat. 24: 15).  "Veáis" correspondía con los discípulos a quienes se estaba dirigiendo; pero sigue hablando de la "gran tribulación" de la cual había hablado Daniel en la profecía, que abarcaría hasta el siglo XVIII, y continúa con la exhortación "entonces, si alguno os dijere. . ." (vers. 23). Ahora bien, podría decirse que Cristo está aquí advirtiendo otra vez a sus doce discípulos contra engaños amenazadores. Pero todo el contexto nos obliga a creer que él está hablando también, y aun con más razón, a sus seguidores que vivieran en el siglo XVIII y posteriormente.

Este hecho bíblico, que el grupo presente en ese momento puede ser el recipiente de un mensaje no sólo para ellos sino también, y quizá más particularmente, para una generación posterior, nos protege de no caer en conclusiones sin fundamento acerca de la ubicación histórica de ciertos sucesos venideros.

Pareciera que inmediatamente después de la ascensión "los hermanos", grupo que tal vez incluía a los apóstoles, pensaban que Cristo podría volver en sus días: "Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo [Juan] no moriría" (Juan 21: 23), sino que quedaría vivo para contemplar el regreso de su Señor (cf. Hech. 1: 6-7).

Sin embargo, hay cierta evidencia en el NT de que Dios dio alguna luz a sus portavoces acerca del tiempo que transcurriría antes de que Cristo regresara. En su primera carta a los Tesalonicenses, Pablo les escribió del advenimiento y dijo: "Nosotros que vivimos, 628 que habremos quedado hasta la venida del Señor" (1 Tes. 4: 15); pero, ¿quería Pablo que los tesalonicenses llegaran a la conclusión de que el día del Señor virtualmente estaba a las puertas? Es evidente que algunos llegaron a esa conclusión, porque en su segunda carta el apóstol vuelve al tema: "Os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca" (2 Tes. 2: 1-2).  Después procede a describir acontecimientos que debían suceder antes del advenimiento (vers. 3-12). El proceso clave sería determinada "apostasía" (vers. 3). Pero Pablo explica en otros pasajes que esa "apostasía" ocurriría principalmente después de su muerte (Hech. 20: 28-30; 2 Tim. 4: 6-8). Después de presentarles un bosquejo de ciertos sucesos que precederían al advenimiento, los exhorta a estar "firmes" para los días venideros (2 Tes. 2: 15-17).

En la celda de la prisión donde esperaba la muerte, Pablo escribió a su hijo espiritual Timoteo: "Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Tim. 2: 2). Es claro que Pablo estaba instruyendo a Timoteo que quedaba cierto período de tiempo antes de que Cristo regresara.

Por lo tanto, es evidente que cuando Pablo dijo en 1 Tes. 4: 15 "habremos quedado", no se incluía él sino que estaba hablando de aquellos creyentes cristianos que vivirían en los días finales. El plural de la primera persona del verbo indicaba sencillamente que Pablo pertenecía al grupo de fieles que, en forma ininterrumpida, abarcaban los siglos.

Pedro escribió: "El fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1 Ped. 4: 7). Esas palabras, ¿se aplicaban necesariamente al grupo próximo a él, a quien escribía? La respuesta parece ser: no. Leemos en su segunda epístola, escrita no sabemos cuánto tiempo después de la primera: "Para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?" (2 Ped. 3: 2-4). Lo más razonable es admitir que estas palabras sugieren que Pedro esperaba algún proceso futuro en que aparecerían cierta clase de burladores.

Nótese especialmente que Pedro, al ocuparse del advenimiento venidero, exhorta a los creyentes a tener "memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas". Anteriormente, en esta misma epístola, declaró: "Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones" (2 Ped. 1: 19). Según estas palabras es evidente que Pedro enseñaba que tenía que transcurrir cierto lapso antes del advenimiento. Los creyentes debían dejarse guiar por la luz profética "hasta que el día esclarezca". Respondiendo al mismo propósito, Pablo declaró a los tesalonicenses: "Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón" (1 Tes. 5: 1-4).

La forma en que los apóstoles recurren a lo que escribieron los profetas es un eco de las palabras de Cristo acerca de lo que "el profeta Daniel" había escrito en cuanto a sucesos venideros: "El que lee, entienda" (Mat. 24: 15).

5. En este cuadro de la exhortación dirigida a los creyentes para guiar sus pasos con la luz de la profecía, lógicamente reconocemos que la Biblia contiene algunas profecías específicas acerca de la venida del Señor, las cuales abarcan grandes períodos y que nos ayudan a saber que el advenimiento "está cerca, a las puertas" (Mat. 24: 33). Nos referimos especialmente a los libros de Daniel y de Apocalipsis. Dentro de la sabiduría de Dios esos libros, aun en el mejor de los casos, sólo fueron oscuramente entendidos en los primeros siglos de la era cristiana.  Algunas de las profecías de Daniel quedarían sin duda "cerradas y selladas hasta el tiempo del fin" (Dan. 12: 9), pues eran mayormente para el tiempo del fin. 629

Actualmente disponemos de un caudal de luz adicional que irradia de las páginas de Daniel y de su libro compañero, el Apocalipsis. Sus profecías nos capacitan para conocer, en una forma en que no fue posible antes, "los tiempos y. . . las ocasiones" (1 Tes. 5: 1) que tienen relación con las profecías.  Las profecías de estos dos libros nos permiten decir con seguridad profética que el fin de todas las cosas, ciertamente, está cerca. El movimiento adventista, basado en la certeza de estas páginas de la profecía que ahora están brillantemente iluminadas, puede hoy proclamar con toda seguridad el mensaje inequívoco de la proximidad del día de Dios.

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE

1 2JT 319; PP 778

7 4T 93

8 CMC 264, 271-272; HAd 358; 2JT 49

10 CS 520; DMJ 20

11 Ev 163; 2JT 312; 3JT 256; MeM 17; 5T 88

11-14 CH 579

12 CMC 245; 5T 382; 8T 18

14 CM 82; COES 106, 119; FE 290, 465; MB 53; TM 169

 

 

 
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