Lección 9: Para el 1º de diciembre de 2012
LA IGLESIA: RITOS Y RITUALES
Sábado 24 de noviembre
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 28:19, 20; Romanos 6:38; Mateo 26:2628; Juan 13:117; 1 Corintios 11:2426.
PARA MEMORIZAR:
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:38).
PENSAMIENTO CLAVE: Dios instituyó ordenanzas que, debidamente comprendidas, refuerzan la fe.
ALGUNAS CULTURAS tienen ritos de iniciación, o “ritos de pasaje”, que constituyen el paso de las personas de una etapa de la vida a otra. Por ejemplo, los ritos de la edad adulta se realizaban alrededor del comienzo de la pubertad, y variaban de un lugar a otro. Todos tenían la meta de asegurar que los jovencitos se formaran para ser personas productivas y responsables como parte de la comunidad. En el proceso, los varones y las niñas aprendían qué se esperaba de ellos como miembros adultos de la sociedad.
En la comunidad cristiana también hay ritos específicos que señalan el compromiso de las personas con la fe que profesan. Estos actos sagrados confirman la participación y el compañerismo de una persona en la comunidad, y la ayudan a ser miembro fiel de ella. Favorecen la comprensión de lo que incluye su compromiso con Cristo. Esta semana consideraremos tres ritos de nuestra fe: el bautismo, el lavamiento de los pies y la Cena del Señor.
Lección 9 // Domingo 25 de noviembre
EL NOMBRE DE LOS RITOS SAGRADOS
Durante las primeras etapas de la iglesia cristiana, los creyentes de la iglesia cristiana de oriente, donde el griego era el idioma común, utilizaban la palabra mystérion (misterio) para describir los ritos sagrados cristianos. En el occidente, donde predominaba el latín, empleaban sacramentum, “sacramento”. Un sacramentum era el juramento de un soldado romano, en el que declaraba su obediencia a las órdenes del comandante. Quienes usaban esta palabra sentían que describía con exactitud la naturaleza de los ritos sagrados. Con el tiempo, la idea vino a representar un acto con un poder interior invisible. La iglesia de la Edad Media identificó siete actos, llamados “sacramentos”, que se consideraban medios de infundir gracia al alma de una persona.
Durante la Reforma, se analizaron y criticaron los sacramentos. Para muchos, el término sacramento estaba contaminado. Sintieron que se necesitaba una palabra diferente, y usaron ordenanza. Esta palabra viene del verbo “ordenar”, que hacía de la ordenanza un acto especial que Cristo había instituido u ordenado. El preferir ordenanza en vez de sacramento implica que uno participa de esos actos porque están divinamente ordenados, y para mostrar la lealtad y la obediencia a Jesús como Señor. Los adventistas consideramos el bautismo, el lavamiento de los pies y la Cena del Señor como ordenanzas, actos que revelan nuestra lealtad a Cristo. Son formas simbólicas de expresar nuestra fe.
Lee Mateo 28:19 y 20; Juan 13:34; y 1 Corintios 11:23 al 26. ¿Hasta qué punto estos pasajes sostienen la idea de que los actos sagrados deberían describirse como “ordenanzas”?
Aunque le demos importancia a las “ordenanzas”, siempre debemos recordar que ellas no son actos para ganar la salvación u obtener méritos ante Dios. El pecado y sus consecuencias son demasiado serios para que podamos ser redimidos por ritos, aun los instituidos por Cristo. Solo la muerte de Jesús en la cruz fue suficiente para lograr nuestra salvación. Entendemos que las ordenanzas son símbolos exteriores del reconocimiento de lo que Cristo ha hecho por nosotros y de nuestra unión con él, y sirven bien a ese propósito. Son medios para un fin, no un fin en sí mismos.
Lección 9 //Lunes 26 de noviembre
EL BAUTISMO
En el Nuevo Testamento, varias imágenes describen lo que significa el bautismo. Este simboliza una unión espiritual con Cristo (Rom. 6:3-8) al identificarnos con su sufrimiento, muerte y resurrección. Es una renuncia al estilo de vida anterior de la persona. Así, el bautismo se vincula con el arrepentimiento y el perdón del pecado (Hech. 2:38), con el nuevo nacimiento y la recepción del Espíritu (1 Cor. 12:13), y con la entrada a la iglesia (Hech. 2:41, 47).
El bautismo simboliza una relación de pacto con Dios por medio de Cristo (Col. 2:11, 12), y es equivalente a la circuncisión del Antiguo Testamento. También simboliza una transferencia de lealtades, que pone a la persona en una comunidad que sirve a Cristo. La recepción del Espíritu capacita al creyente para servir a la iglesia y a la obra de salvación de los perdidos (Hech. 1:5, .
Hace varios años, la Comisión Conjunta de la Iglesia Anglicana sobre el Bautismo, la Confirmación y la Santa Comunión hizo una admisión importante. Dijo: “Quienes recibían el bautismo eran normalmente adultos y no infantes; y debe admitirse que no hay evidencia concluyente en el Nuevo Testamento para el bautismo de los infantes” (Baptism and Confirmation Today, citado por Millard J. Erickson, Christian Theology, p. 1.102). El bautismo excluye a los infantes como candidatos, porque el bautismo bíblico requiere fe y arrepentimiento. Además, conocer la palabra de Dios para el desarrollo de la fe (Rom. 10:17) indica que el arrepentimiento debe estar ligado con la instrucción bíblica. Esto es necesario para que los candidatos produzcan “frutos dignos de arrepentimiento” (Luc. 3:8) como evidencia de su relación con Cristo.
La naturaleza del bautismo aclara la diferencia entre una ordenanza y un sacramento. El bautismo, para quienes lo ven como sacramento, es el medio que produce la transformación de la muerte espiritual a la vida. Al entenderlo así, la edad de la persona no importa, porque es un evento sobrenatural. Pero el bautismo, como ordenanza, es una indicación de un cambio interno (algo sobrenatural) que ya ha sucedido en el creyente en su experiencia con Jesús. De este modo, los candidatos para el bautismo deberían ya haber experimentado la fe en Cristo; por lo tanto, la pregunta de quién y cuándo es bautizado llega a ser muy importante.
Si has sido bautizado, piensa en esa experiencia. ¿Por qué necesitamos ser “bautizados” cada día? ¿Cómo se logra esto?
Lección 9 // Martes 27 de noviembre
LA ORDENANZA DE LA HUMILDAD
Imagina el dolor que debió haber sentido Jesús –cercano a la cruz, la máxima humillación– cuando vio las discusiones entre sus discípulos sobre quién sería el mayor en su Reino.
Lee Lucas 22:24 al 27 (ver también Mat. 18:1; 20:21). ¿Qué verdad vital no habían aprendido todavía los discípulos?
Nuestro mundo está tan distorsionado y pervertido por el pecado que tenemos todo al revés, por más “racional” y “sensato” que ese “revés” parezca. ¿Quién en su sano juicio preferiría servir en vez de ser servido? ¿No se trata de que, en la vida, todo debe ser para adelante, y llegar a ser rico y alguien a quien otros atiendan, en lugar de estar sirviendo a otros? Entonces, no es extraño que, en ocasión de la Última Cena, Jesús lavara los pies de los discípulos. Las palabras no podrían haber transmitido con mayor fuerza la realidad de lo que la verdadera grandeza es para Dios que el lavamiento de los pies de aquellos que deberían haber besado los de él.
¿Qué nos enseña Juan 13:1 al 17 acerca del lavamiento de los pies como una parte del Servicio de Comunión?
Hay muchas verdades que surgen de estos versículos. En el 3 dice que Jesús sabía que el Padre le había dado “todas las cosas en sus manos”. ¿Qué sucedió después? Sí, Jesús, sabiendo bien que “había salido de Dios, y a Dios iba”, se levantó de la mesa y comenzó a lavar los pies a los discípulos (vers. 5). Aun sin saber plenamente quién era Jesús en realidad, ellos debieron de haber estado atónitos. ¿Cómo podrían no haber visto aquí la lección?
Sin embargo, piensa también lo que significa que el servicio del lavamiento de los pies vino antes de la Cena del Señor. Antes de reclamar para nosotros todo lo que Cristo hizo por nosotros, cuán importante es ir a la Cena del Señor con un sentido de nuestra propia humildad, bajeza y necesidad de la gracia divina.
¿Los pies de quién te haría un inmenso bien espiritual si los lavaras?
Lección 9//Miércoles 28 de noviembre
LA CENA DEL SEÑOR
Lee Mateo 26:26 al 28. ¿Cuál es el significado de lo que Jesús nos dice que hagamos? ¿Por qué es importante ver esto en términos de símbolos?
La Cena del Señor reemplaza la fiesta de la Pascua del antiguo pacto. La Pascua encontró su cumplimiento cuando Cristo, el Cordero pascual, dio su vida. Antes de su muerte, Cristo instituyó este reemplazo, el gran festival de la iglesia del Nuevo Testamento bajo el nuevo pacto. Así como la Pascua conmemoraba la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, la Cena del Señor conmemora la liberación del Egipto espiritual, de la esclavitud del pecado.
La sangre del cordero Pascual aplicada sobre el dintel y los postes de las puertas protegía a sus habitantes de la muerte; el alimento que su carne proveía les daba fuerzas para huir de Egipto (Éxo. 12:3-8). Así, el sacrificio de Cristo trae liberación de la muerte: los creyentes son salvados por medio de la participación tanto de su cuerpo como de su sangre (Juan 6:54). La Cena del Señor proclama que la muerte de Cristo en la cruz nos perdona, nos salva y nos promete la victoria sobre el pecado.
Lee 1 Corintios 11:24 al 26. ¿Qué importante verdad doctrinal de la cruz se revela aquí?
Aquí se ve el aspecto sustitutivo de la muerte de Cristo. Su cuerpo fue quebrado y su sangre derramada por nosotros; en la cruz, tomó sobre sí lo que realmente nos correspondía a nosotros. Cada vez que participamos de la Cena del Señor, debemos recordar lo que Cristo logró en nuestro favor.
Cuando añadimos a la Cena del Señor el lavamiento de los pies, esto nos ayuda a preparar nuestros corazones antes de participar de la Comunión, y deberíamos darnos un sentido de la naturaleza comunitaria de esta ordenanza. La cruz, simbolizada por el pan y el vino, nos recuerda que cualquier cosa terrenal que nos divida señala que somos pecadores con necesidad de la gracia. El servicio de Comunión debe ayudarnos a ver nuestras obligaciones, no solo para con el Señor, sino también de unos para con otros.
Lección 9 // Jueves 29 de noviembre
ESPERANDO LA SEGUNDA VENIDA
“Así pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Cor. 11:26). ¿Qué gran esperanza se presenta aquí?
Con estas palabras, vemos claramente cuán estrechamente ligadas están la segunda venida de Cristo y el servicio de Comunión. Y esto tiene mucha lógica, porque la segunda venida es, realmente, la culminación de lo que sucedió en la cruz. Uno podría alegar que la mayor razón de su primera venida –que incluía que su cuerpo fuera quebrantado y su sangre derramada por nosotros– fue la segunda venida. La primera venida preparó el camino para la segunda.
¿De qué serviría la primera venida de Cristo sin la segunda?
El servicio de Comunión, en un sentido, cubre el período entre el Calvario y la segunda venida de Cristo. Cada vez que participamos en la Comunión, meditamos en la cruz y lo que el Señor realizó allí por nosotros. No obstante, eso no puede separarse de la segunda venida. De hecho, lo que Jesús hizo en la cruz por nosotros no llegará a su culminación sino hasta la segunda venida.
Lee Mateo 26:29. ¿Qué está indicando Jesús en este versículo?
Considera la promesa, la certeza y la esperanza que nos brinda aquí el Señor. Estas palabras implican una cercanía e intimidad entre los redimidos y el Redentor que se extenderá por la eternidad. Jesús nos está prometiendo que no beberá de este fruto de la vid hasta que lo beba nuevo con nosotros en el Reino eterno. Cuando recordamos quién es él –el Creador del universo (Col. 1:16)–, esta promesa es aún más asombrosa. De este modo, además de todo a lo que apunta el servicio de Comunión, también nos señala la gran esperanza que nos espera en la segunda venida de Jesús.
¿Desanimado? ¿Oprimido? Bienvenido a un mundo caído. ¿Por qué, en medio de todo lo que te está pasando, es tan importante mirar la cruz, y ver lo que significa para ti ahora y lo que significará para tu futuro definitivo?
Lección 9//Viernes 30 de noviembre
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee los capítulos 15 al 18 de Creencias adventistas, publicado por la Asociación Ministerial de la Iglesia Adventista.
“El bautismo es un rito muy sagrado e importante, y su significado debe comprenderse cabalmente. Significa arrepentirse del pecado e iniciar una nueva vida en Cristo Jesús. No debe haber indebido apresuramiento para recibir este rito. Calculen el costo tanto los padres como los hijos” (JT 2:391).
“La Pascua señalaba hacia la liberación de los hijos de Israel, y también fue un tipo, señalando hacia adelante, de Cristo, el Cordero de Dios, muerto para la redención del hombre caído. La sangre asperjada sobre los postes de las puertas prefiguraba la sangre expiatoria de Cristo y también la dependencia continua, del hombre pecador, de los méritos de esa sangre, para estar seguros de no caer bajo el poder de Satanás y para la redención final” (SpP 1:201).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Cuándo fue la última vez que lavaste los pies de alguien en una ceremonia de lavamiento de los pies? ¿Por qué esta práctica es tan importante?
2. Lee 1 Pedro 3:20 y 21. ¿Qué analogía usa Pedro para explicar el significado del bautismo?
3. Los primeros cristianos fueron acusados de muchas cosas de las cuales no eran culpables, incluyendo el canibalismo. Una de las razones fueron los siguientes versículos: “Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él” (Juan 6:53-56). ¿Qué quiso enseñar Jesús con estas palabras? ¿Por qué es tan importante que comprendamos el significado espiritual de textos como este?
4. En la clase, analicen con más detalle el aspecto comunal del servicio de Comunión. ¿En qué forma esto debería ayudarnos, como iglesia, a comprender mejor lo que son nuestras obligaciones mutuas y para con la comunidad?
Compilador: Delfino J.