Libro Complementario de las lecciones de escuela sabática_ Tercer Trimestre de 2010
La redención en Romanos
Capítulo diez
Autor: John Brunt
Redención para judíos y gentiles
Imagine un padre que tiene un hijo a quien dice amar. Le hace toda clase de promesas, incluyendo la promesa de que un día todo lo que él posee le pertenecerá al hijo. Él dice que este hijo es su amado heredero. Pero entonces, sin ninguna razón aparente, el padre deshereda al hijo, adopta a un completo extraño como hijo y lo hace su heredero. ¿Qué clase de padre sería ese? Ciertamente no sería un padre fiel. Tal vez un padre caprichoso. Tal vez un padre que no se interesa ni preocupa por su hijo. Pero no sería un padre fiel.
¿Qué clase de Dios le prometería a los judíos que sería su Dios y ellos serían su pueblo, pero que parece darles las espaldas y adoptar a los gentiles en lugar de ellos? ¿Sería éste un Dios fiel? ¿O sería un Dios que renegara de sus promesas? ¿Eligió Dios realmente a los judíos como su pueblo? Si es así, ¿qué dice el mensaje de Pablo -que el evangelio ha ido a los gentiles- acerca de la fidelidad de Dios? Pablo planteó este problema ya en los comienzos de Romanos 3 por medio de una serie de preguntas retóricas.
"¿Qué ventaja tiene, pues, el judío?, ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios. ¿Pues qué, si algunos de ellos han sido incrédulos? ¿Su incredulidad habrá hecho nula la fidelidad de Dios? De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito:
"'Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado'.
"Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será injusto Dios que da castigo? (Hablo como hombre.) En ninguna manera; de otro modo, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?" (versículos 1-6).
Ahora es el momento en que Pablo responde a estas preguntas en detalle. Aun el lector superficial puede notar que hay un cambio de ritmo entre los capítulos 8 y 9 de Romanos. Muchos piensan que la sustancia de Romanos está en los capítulos 1 al 8, y consideran este capítulo y los que le siguen como un apéndice que se relaciona con el argumento de Pablo, pero que no es vital. Pero en realidad, estos capítulos son vitales para el mensaje de Pablo en esta carta. El no está hablando sólo de cómo se salvan los individuos; está preocupado acerca de la reputación de Dios. ¿Es Dios un Dios fiel en quien se puede confiar? Si no, entonces todo el mensaje de Pablo es inútil. No obstante, ¿cómo puede Dios ser fiel y confiable si no ha cumplido sus promesas a los judíos? ¿Cuál es la ventaja de ser judío si Dios no es fiel a sus promesas? Y si él no es fiel, ¿no debieran los gentiles cuidarse de poner su confianza en él no sea que caprichosamente cambie su decisión otra vez?
En último análisis
Romanos 9 al 11 está escrito cuidadosamente para responder a estas preguntas esenciales en el mensaje de Pablo. Los argumentos de Pablo en toda esta sección de su carta no son fáciles de seguir y, de hecho, pueden ser fácilmente mal entendidos. Partes del capítulo 9 hacen que Dios parezca muy arbitrario e irrazonable. Pero no deberíamos comenzar con Romanos 9 sin primero mirar brevemente el final de Romanos 11. A menos que sepamos cómo concluye el argumento, podemos saltar a algunas conclusiones peligrosas. Así que, aun cuando este capítulo está dedicado a Romanos 9, debemos considerar brevemente Romanos 11.
La discusión bien entramada en Romanos 9 al 11 termina con una afirmación central. No importa lo que Dios ha hecho en la historia llamando a ciertos pueblos y pareciendo rechazar a otros, él siempre tuvo y sigue teniendo sólo una meta: tener misericordia de todos y salvar a todos. La clave se ve en Romanos 11:32 y 33:"Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!".
Todo lo que hizo y cuando quiera lo hizo, tenía sólo una meta: ser misericordioso con todos. En otras palabras, él quiere salvar a todos. Dejamos de ver el punto de Pablo en Romanos 9 si lo leemos sin recordar este análisis final. Esto transforma totalmente algo de lo que leemos y nos permite descubrir el sentido de los pasajes difíciles de Romanos 9. Así que, con este último análisis constantemente en vista, estamos listos para estudiar Romanos 9.
El lamento de Pablo
Dijimos que Pablo era pastor. Quizá ningún pasaje de Romanos hace que esto sea más evidente que Romanos 9:1 al 5. Aquí Pablo presenta un lamento personal y conmovedor que brota de las profundidades de su alma. Enfatiza que está diciendo la verdad y que eso le causa profunda tristeza y angustia incesante. La razón de este dolor es la condición de su propio pueblo, Israel, que en su mayoría no aceptó al Mesías.
Es difícil para Pablo imaginarse esto, dadas todas las bendiciones que Israel recibió. Hace toda una lista de estas bendiciones. En ella incluye:
• la adopción como hijos de Dios.
• gloria divina, que se vio cuando Dios se reveló en Sinaí y en numerosas otras epifanías.
• los pactos, hechos con Abraham y renovados continuamente a Israel.
• la ley, que es una bendición llena de gracia aun cuando no pueda salvar.
• la adoración en el templo.
• las promesas, de las cuales Cristo es el cumplimiento final.
• los patriarcas.
• y finalmente, "según la carne" –en otras palabras, en términos de ascendencia humana– vino Cristo, el Mesías. Con todos estos privilegios, ¿cómo podía alguien en Israel no ver lo que Pablo veía en Cristo?
Sin embargo, la actitud de Pablo no es de juicio o de condenación. Más bien, él deseaba poder ser maldito (eso significa anáthema, "condenado eternamente") y separado de Cristo si eso pudiera significar la salvación de su pueblo. Este espíritu de solidaridad con su pueblo y preocupación por ellos nos recuerda a Moisés cuando, después que Israel adoró el becerro de oro, le dijo a Dios: "Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito" (Éxodo 32:31, 32). Hay una diferencia entre estas dos grandes confesiones pastorales: Moisés pidió ser borrado del libro junto con el pueblo. Pablo, en cambio, desea ser eliminado en favor del pueblo. Él no se podía imaginar que ellos se perdieran. Él quiere ser borrado para que ellos puedan ser salvos.
La libertad divina de elegir
El resto del capítulo 9 ilustra un pasaje del Antiguo Testamento: Éxodo 33:19. Cuando Moisés se encontró con Dios en Sinaí, le pidió a Dios ver su gloria. Dios dijo que Moisés no podría ver el rostro de Dios y vivir, pero, como Moisés había pedido, le permitió ver su "gloria". En el curso de esa conversación Dios le dijo a Moisés: "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca" (Romanos 9:15, citando Éxodo 33:19). En otras palabras, Dios es libre para hacer lo que desee. Puede tener misericordia de aquel que él elija. Por supuesto, tenemos que recordar el análisis final en Romanos 11: la elección de Dios es tener misericordia de todos. Pero por razón del argumento, Pablo habla de los que ponen en duda la fidelidad de Dios. Ellos dicen que el hecho de que la mayoría de los judíos rechazó a Jesús como el Mesías hace que Dios sea injusto. Su promesa lo obliga con relación a todos los judíos.
Pablo arguye: No es así. Nunca ha sido cierto que cada judío literal fue parte de la promesa hecha a Israel. El Antiguo Testamento está lleno de ejemplos en los que Dios escogió a uno y no a otro. Dios es libre y puede hacer lo que él desee. Pablo da varios ejemplos de la libertad de Dios tomados de las Escrituras de sus lectores judíos.
* Isaac e Ismael (Romanos 9:6-9). Abraham tuvo más de un hijo, pero los judíos sabían que sólo Isaac y sus descendientes eran los herederos de la promesa. Esto demuestra que no todos los descendientes naturales de Abraham estuvieron incluidos en la promesa. El versículo 8 contiene la importante palabra contado, o considerados, que Pablo usó en Romanos 4. Así como la justicia le fue "contada" a Abraham de acuerdo con el capítulo 4, la herencia divina de Isaac fue "contada" por Dios de modo que él fue un hijo de la promesa.
* Jacob y Esaú (Romanos 9:10-15). Dios eligió a Jacob como el heredero de la promesa aun cuando no era el primogénito. Él dijo que amó a Jacob y aborreció a Esaú. Este punto tendría sentido para los judíos en los días de Pablo, que no consideraban a los descendientes de Esaú como "Israel" porque eran edomitas o idumeos, a quienes los judíos ni amaban ni abrazaban.
* Faraón (Romanos 9:17). Dios levantó a Faraón para sus propios propósitos. Endureció el corazón de Faraón. Esto muestra que Dios es libre de levantar a cualquiera que él elige.
* Oseas (Romanos 9:25, 26). Pablo cita dos pasajes de Oseas (2:23; 1:10) para mostrar que Dios predijo que los que no eran su pueblo serían llamados su pueblo. Dios es libre para elegir a cualquiera que él desee que sea su pueblo.
* Isaías (Romanos 9:27-29). Pablo también cita dos pasajes de Isaías (10:22, 23; 1:9) para mostrar que aun cuando había numerosos israelitas, Isaías había declarado que sólo el remanente de ellos sería salvo. Esto muestra, otra vez, que no todos los israelitas literales eran hijos de la promesa. Si Dios no hubiera mantenido un remanente, Israel sería como Sodoma y Gomorra, ciudades de las que ninguno se salvó.
Todos estos pasajes del Antiguo Testamento muestran que Dios es libre y puede elegir a los que él desea como herederos de la promesa. ¿Qué pasa si alguien se queja de estos ejemplos y quiere reclamar que Dios es infiel? Pablo los castiga diciendo: "Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" (Romanos 9:20,21).
Otro punto que Pablo hace es que todo esto depende no de la acción humana sino de la elección divina: "Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (versículo 16).
Todo esto sonaría muy arbitrario e injusto de parte de Dios si olvidáramos el análisis final del argumento del capítulo 11. Sí, Dios es libre de elegir, pero lo que él realmente elige es tener misericordia de todos con la esperanza de salvar a todos. El no actúa en forma arbitraria y caprichosa, aun cuando Pablo argumenta que él tiene derecho a hacerlo. El punto aquí es que Dios es fiel. De hecho, él es más que fiel. El va más allá de lo que es justo, y actúa sobre la base de su gracia y misericordia.
Pablo concluye el capítulo 9 citando una vez más de Isaías, esta vez de los capítulos 8:14 y 28:16. En estos pasajes Isaías habla de una piedra de tropiezo que vendrá a Israel; pero, dice él, los que confían en Dios no tropezarán. Pablo aplica esto al rechazo que hicieron los judíos de Cristo, y de su aceptación por parte de los gentiles, diciendo:
"¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo, como está escrito:
"'He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será avergonzado'" (9:30-33).
Los que confían –los que tienen fe– escaparán de la vergüenza. Esto será más visible a medida que avancemos con el resto del argumento en Romanos 10 y 11.
Compilador: Delfino J.