Capítulo 01
John Brunt
La redención en Romanos
Pablo y Roma
Muchas personas consideran al libro de Romanos como atemorizante. Es la carta más larga que escribió Pablo, tiene muchas palabras teológicas y poco usadas –tales como justificación, redención, expiación–, y habla de conceptos difíciles como la “ira” de Dios. Eso es suficiente para asustar aun al estudiante más diligente de la Biblia. Después de todo, aun Pedro dijo que Pablo había escrito algunas cosas que eran “difíciles de entender” (2 Pedro 3:16). Por eso no sorprende que algunas personas prefieran aferrarse a las sencillas enseñanzas de los cuatro Evangelios y dejar algunos libros tales como Romanos para los eruditos.
Pero Romanos no fue escrito para eruditos, sino para cristianos comunes de la Iglesia de Roma en el primer siglo. Los cristianos que primero conocieron el libro no tuvieron la oportunidad de analizar cada palabra y cada concepto teológico. En realidad, no tuvieron el privilegio ni siquiera de leer el libro. Sencillamente lo escucharon. Cuando Pablo escribió la carta (realmente no es un libro, sino una carta), la tuvo que enviar a Roma con un mensajero. Y él no pudo decirle al mensajero: “Detente en la librería de la esquina y haz copias de la carta para todos los feligreses”. No, cada copia tenía que hacerse a mano. De modo que los primeros cristianos oyeron leer la carta a los Romanos en voz alta, quizá a la hora del culto del sábado de mañana. Esto arroja luz acerca de cómo quería Pablo que su carta fuese comprendida, que no es lo que estaríamos tentados a imaginar.
Cuando escuchamos que algo se lee en voz alta, no podemos analizar los detalles. En cambio, nuestros oídos tratan de ayudar a nuestra mente a captar el sentido general del mensaje y sintetizar su significado básico. En otras palabras, tratamos de visualizar el bosque, no cada árbol específico. Esto no significa que el análisis sea malo, pero tendemos a analizar demasiado en vez de captar el mensaje en su conjunto.
Traten de imaginarse que son cristianos que viven en Roma en el siglo I. En ese tiempo no hay edificios de iglesias cristianas. Cada sábado de mañana se encuentran con otros cristianos para adorar a Dios en el hogar de Priscila y Aquila. Sabemos que los cultos de adoración se realizaban en su casa porque Pablo lo dice al final de su carta: “Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa” (Romanos 16:3-5).
Ustedes nunca se han encontrado con Pablo, pero han oído a Priscila y a Aquila hablar de él. Ellos se habían encontrado con él cuando estuvieron en Corinto varios años antes, como leemos en Hechos 18:1 al 4: “Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila, su mujer, por cuanto Claudio había mandado que todos los judíos saliesen de Roma. Fue a ellos y, como era del mismo oficio, se quedó con ellos y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas. Y discutía en la sinagoga todos los sábados, y persuadía a judíos y a griegos” (RVR 95).
Ustedes han oído contar a Priscila y a Aquila incidentes, mientras fabricaban tiendas con Pablo, y de sus predicaciones. Tenían muchas cosas buenas para contar acerca de su ministerio. Así que ustedes se ponen muy contentos al saber que la semana próxima un mensajero llegará con una carta de Pablo. Van a la iglesia en esa casa el sábado de mañana con los oídos bien abiertos y mucha expectativa en el corazón. ¿Qué tendrá ese anciano amigo de Priscila y Aquila para decir a su iglesia en Roma? ¿Por qué les está escribiendo? Después de todo él nunca estuvo allí y, por lo general, cuando escribe cartas a las iglesias es para las iglesias que él fundó, o por lo menos que él visitó.
Así que ustedes entran al atrio de la pequeña casa de campo de Priscila y Aquila, y el mensajero –tal vez una mujer llamada Febe (ver Romanos 16:1, 2) – les lee toda la carta de una sola vez, en poco más de una hora. ¿Qué recordarán de esa carta?
Sugiero que realmente hagan la experiencia. Traten de imaginarse en esa casa del primer siglo y escuchando la carta. Si tienen una Biblia en CD, escuchen Romanos. Si no, tomen una versión moderna y lean la carta en voz alta de modo que tengan una experiencia similar a la de los creyentes en Roma del siglo 1. Luego, tómense unos momentos para anotar las impresiones que surjan de la hora que pasaron con la carta de Pablo a los Romanos.
Supongo que se destacarán algunos temas importantes. Uno es que Pablo quiere poner a judíos y a gentiles en el mismo grupo en lo que respecta a la salvación, que la hostilidad entre ellos termine; y procura mostrar que todos deben ser uno en Cristo. También será difícil pasar por alto la idea de que la salvación está disponible para todos, si sólo confían en Dios por medio de Cristo. Quizá también capten la idea de que fe y gracia son términos importantes para Pablo. En la carta él usa la palabra gracia 24 veces y fe 40 veces. Y ustedes notarán que él dice que la salvación viene como un don de Dios y no por las obras por las cuales podemos felicitarnos. Finalmente, con toda seguridad se darán cuenta que Pablo quiere que todos los cristianos se den la bienvenida unos a otros y vivan en paz sin despreciarse ni juzgarse unos a otros, y sin discutir sobre asuntos baladíes.
¿Estaban incluidas estas ideas en la lista de ustedes? ¿Qué otra cosa incluyeron? Exploraremos todos esos problemas en los próximos capítulos de este libro.
Las circunstancias y los planes de Pablo
¿Por qué escribió Pablo esta carta a una iglesia que nunca había visitado? Todo tenía que ver con sus planes para el futuro, y afortunadamente nos cuenta de esos planes en el libro mismo. Pablo escribió la carta a los Romanos al final de su estadía de tres meses en la ciudad de Corinto, durante su tercer viaje misionero. Sabemos esto comparando Hechos con Romanos. En Hechos 19:21 leemos que Pablo tenía planes de ir a Macedonia, Grecia, Jerusalén y luego Roma. En Hechos 20:1 al 3 encontramos que Pablo fue a Macedonia, luego pasó tres meses en Corinto (una ciudad en Grecia) y se dirigió a Jerusalén pasando por Macedonia.
De acuerdo con Romanos 15:25 y26, cuando Pablo escribió el libro de romanos acababa de estar en Macedonia y estaba listo para dejar Grecia. Parece que escribió desde Corinto o desde el puerto de Cencrea, un suburbio de Corinto, ya que allí estaba el hogar de Febe, la mujer que llevó la carta a Roma. De modo que el momento y la situación de Pablo cuando escribió Romanos se ajusta bien a su tercer viaje misionero tal como está registrado en Hechos.
Pablo contó acerca de sus planes en Romanos 15. Quería visitar la Iglesia de roma. Afirma esto en Romanos 1: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados, esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles” (Romanos 1:11-13).
Pablo reafirmó su deseo en Romanos 15 cuando aclaró que aunque quería ir a Roma y ver a los creyentes allí, ese no era su destino final. Esperaba seguir hasta España después de visitar Roma. Estaba especialmente interesado en España porque, hasta donde él sabía, el evangelio no había llegado hasta allí, y él quería llevar el evangelio a lugares donde no se hubiese predicado antes. Dijo: “De manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo. Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: ‘Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de Él, verán; y los que nunca han oído de Él, entenderán’. Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros. Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros, cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros” (Romanos 15:19-24).
Pablo no quería tener que edificar sobre el fundamento puesto por otro. Él había cubierto el Asia Menor, y ahora quería llevar el evangelio a España. Pero para tal operación necesitaba una base de apoyo, y roma era ideal para ello. Así que decidió ir a España con una escala en Roma por algún tiempo, y tener la ayuda de los cristianos romanos para prepararse para su nueva misión.
Pero Pablo hacía planes de hacer otra escala antes de ir a Roma o a España. Primero iría a Jerusalén.
¿Jerusalén? Esta ciudad no estaba en el camino de Grecia a Roma. En realidad, desde Grecia, Jerusalén y Roma estaban en direcciones opuestas. Las distancias aproximadas, en línea recta, entre estas dos ciudades, son:
Corinto a Roma 1.040 kilómetros
Corinto a Jerusalén 1.280 kilómetros
Jerusalén a Roma 2.300 kilómetros
De modo que si viajáramos por aire, ir de Corinto a Roma vía Jerusalén sería recorrer unos 2.540 kilómetros de más. Pero Pablo no viajaba por aire, sino a pie y en barcos con peligros en aguas borrascosas. ¿Por qué recorrería esos 2.500 kilómetros de más para ir a Roma?
La respuesta se encuentra en un compromiso que había hecho que para él tenía un profundo significado teológico y práctico. Nos lo cuenta en Romanos 15:25 al 27: “Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos. Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén. Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales”.
Analizaremos esto con más detalles en el capítulo siguiente, que trata acerca de los judíos y los gentiles. Baste decir aquí que Pablo había recolectado dinero de los creyentes gentiles para llevarlo a los cristianos judíos en Jerusalén como una señal de unidad entre los judíos y gentiles en Cristo. Este compromiso era tan importante para Pablo que estaba dispuesto a tomarse unos meses adicionales en el viaje y arriesgar su vida para cumplirlo.
Así que Pablo dejó en claro que estaba en Grecia y que hacía planes de ir a Jerusalén, luego a Roma, y por fin a España. Pero por importante que fuera para Pablo su viaje a Jerusalén, él tenía algunos temores acerca de este viaje. De acuerdo con Romanos 15:31, temía que su vida estuviera en peligro por causa de los judíos no creyentes de Jerusalén. También le preocupaba si los judíos cristianos en Jerusalén aceptarían el regalo que les llevaba de los gentiles creyentes.
Por qué escribió Pablo
Estos planes y preocupaciones nos dan una idea de por qué Pablo quería escribirles a los romanos. También quería preparar el camino para su visita a España. De modo que se presentó a la gente de Roma. Lo hizo de diversas maneras. Les dio un panorama del mensaje que él predicaba como apóstol a los gentiles. Además fortalecía sus relaciones con personas que él sabía que estaban en Roma. Aunque nunca había estado allí, además de Priscila y Aquila, se había encontrado con diversas personas en otros lugares que luego habían viajado a Roma, y no sería raro que muchas personas que habían vivido en otras partes terminaran en Roma.
Pero Pablo quería algo más que sólo presentarse a la gente de Roma. También estaba preocupado por algunos problemas que existían dentro de la Iglesia de Roma. Había personas que discutían por asuntos menores y que se criticaban. (Exploraremos estos problemas en el capítulo 13 de este libro, en el que estudiaremos Romanos 14). Pablo sabía que si la Iglesia de roma sería un apoyo sólido en su misión a España, tendría que ser una iglesia unida. En realidad, de muchos modos Pablo escribió toda la primera parte de Romanos, que generalmente se considera pura teología, con el fin de preparar el camino para tender los problemas prácticos, lo que hace hacia el final de su carta. El mensaje teológico de la salvación por gracia por medio de la fe pone a todos en el mismo grupo, y prepara el camino para un mensaje práctico de unidad en Cristo y de buena voluntad entre los cristianos. Esa buena voluntad era la que Pablo deseaba edificar en Roma.
Pablo también escribió con el fin de solicitar las oraciones de los romanos y tal vez el apoyo práctico de ellos a favor de su visita a Jerusalén. Quería que ellos oraran para que los judíos no creyentes no le quitaran la vida, y que los creyentes judíos aceptaran el regalo que les llevaba de los gentiles. El pudo haber sabido que algunos de los cristianos en Roma todavía tenían alguna influencia allá lejos en Jerusalén, y que ellos podrían darle alguna recomendación.
De modo que pensando en su misión, Pablo fue lo suficientemente osado como para escribir a los cristianos romanos aún cuando nunca había visitado esa ciudad.
Pero las cosas no resultaron como Pablo las había planificado. Su preocupación acerca de su viaje a Jerusalén estaba bien fundada. Los judíos no creyentes trataron de quitarle la vida acusándolo falsamente de llevar a gentiles al área del Templo que era sólo para judíos (ver Hechos 21:27-40). Ellos habrían matado a Pablo allí mismo si no hubiese sido rescatado por los soldados romanos de la fortaleza Antonia, que tenía vista al Templo. Pablo fue arrestado y pasó los siguientes dos años en la cárcel de Cesarea (costa occidental de Israel) esperando el juicio. Pero nunca llegó a ser enjuiciado allí, por cuanto las autoridades civiles esperaban recibir un soborno de sus compañeros cristianos.
Después de dos años, Pablo, que era un ciudadano romano, apeló al emperador en Roma. Su apelación le fue concedida, y fue enviado a Roma como prisionero. El viaje le llevó otro año, lo que significa que pasaron tres años antes de que Pablo llegara a Roma. Allí pasó más de dos años bajo arresto domiciliario esperando el juicio. La narración que hace Lucas en Hechos termina en este punto, de modo que no estamos seguros de lo que le sucedió a Pablo después de ese tiempo. Probablemente nunca llegó a España.
No sabemos si su otra preocupación, de que los santos en Jerusalén no aceptaran el regalo que les llevaba, también fue válida. Lucas cuenta la historia del viaje de Pablo a Jerusalén y de su arresto allí, pero guarda silencio acerca del regalo, que había sido la razón de su viaje a Jerusalén. Este es un silencio extraño, dada la importancia que tenía esa ofrenda en la mente de Pablo.
La historia de la iglesia en Roma
Debemos considerar un asunto más en este capítulo introductorio. Como Pablo nunca estuvo en Roma, ¿cómo se inició la iglesia? La respuesta es que no lo sabemos. El Nuevo Testamento no dice nada. Podría ser que algunos judíos que se convirtieron en el Día de Pentecostés en Jerusalén llevaron el evangelio a esa ciudad, pero eso es sólo una especulación. Sencillamente, no lo sabemos.
Lo que sí sabemos es que había cristianos en Roma alrededor del año 49 d.C. Lo sabemos tanto por la Biblia como por la historia secular. Ya hemos notado que de acuerdo con Hechos 18:1 al 3, Priscila y Aquila habían estado en Roma y tuvieron que salir de allí porque el emperador Claudio expulsó a los judíos de roma. Cuando salieron fueron a Grecia, donde se encontraron con Pablo y trabajaron con él. Para cuando Pablo escribió Romanos, ellos habían regresado a Roma.
El historiador secular Suetonio dice que el emperador Claudio expulsó a los judíos de roma por causa de que alguien llamado Cresto estaba causando disturbios constantes. Cresto es la forma latina de Cristo. Es muy posible que Suetonio no entendiera realmente la situación. Quizá los judíos no cristianos y los cristianos judíos como Priscila y Aquila se involucraron en disputas públicas acerca de Cristo. Y como a los emperadores no les gustaba que nadie sacudiera el bote, Claudio sencillamente expulsó de Roma a todos los judíos, cristianos y no cristianos. Más tarde, cuando Nerón llegó a ser emperador, él permitió que los judíos volvieran. Tal vez Priscila y Aquila regresaron en ese momento.
Estos eventos podrían explicar algunas de las tensiones en la Iglesia de Roma. Imagínense lo que podría haber sucedido si los cristianos judíos hubieran comenzado la Iglesia de roma y estuvieron dirigiéndola cuando fueron echados de Roma con todos los demás judíos. La iglesia entonces habría llegado a ser principalmente una iglesia de cristianos gentiles, con líderes cristianos gentiles. (Parece que cuando Pablo escribió su carta a los Romanos, la mayoría de la iglesia estaba compuesta por cristianos gentiles; ver Romanos 11). Luego, cuando los dirigentes cristianos judíos regresaron, bien pudo haberse levantado tensiones entre ellos, y los cristianos gentiles que habían llegado a ser los dirigentes de la iglesia.
En el capítulo siguiente volveremos a ver este problema entre judíos y cristianos (judíos y gentiles), y la forma como Pablo lo enfocó en Romanos.
Compilador: Delfino J.