Libro Complementario de las lecciones de escuela sabática_ Tercer Trimestre de 2010
La redención en Romanos
Capítulo Nueve
Autor: John Brunt
La promesa de libertad en Cristo
¡Promesas, promesas!" La misma entonación con que pronunciamos estas palabras evidencia nuestro cinismo acerca de las promesas. Y tenemos buena razón para ese cinismo. Desde los discursos políticos hasta los anuncios comerciales de la televisión, constantemente escuchamos promesas que sabemos que no son creíbles. Me recuerda una caricatura que vi una vez. Cuando se elige a un nuevo presidente y llega a la casa de gobierno, un equipo de transición ayuda a preparar las cosas para una administración nueva. La caricatura definía al "equipo de transición" como un grupo que transforma los compromisos de la campaña en promesas quebrantadas.
Romanos 8 es un capítulo lleno de promesas. Promesas increíbles, pero promesas dignas de confianza. Si Romanos 7 captura la frustración del ciclo de pecado, culpa y muerte, Romanos 8 es abrumador con su presentación de promesa de victoria, libertad, vida y esperanza. Examinemos esas promesas una por una.
La promesa de no condenación
Pablo comienza Romanos 8 diciendo: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (versículos 1, 2). Aquí el término ley se usa con el sentido de "sistema" o "método". Pablo contrasta dos sistemas de vida diferentes. Uno es la esclavitud a la ley de pecado y muerte. En los dos capítulos previos hemos visto la forma de este sistema. Ahora Pablo lo contrasta con otro sistema: el de la libertad mediante el Espíritu de vida. En este sistema no hay condenación. Romanos 8 nos mostrará la forma de este nuevo y libre sistema de vida por medio de una serie de promesas. Cuando hayamos pasado revista a las promesas, comprenderemos por qué no hay condenación para los que están en Cristo Jesús.
Esta promesa es "para los que están en Cristo Jesús". Para Pablo esto significa llegar a ser parte del cuerpo de Cristo, de su nueva comunidad, que abarca tanto a judíos como a gentiles. Recuerde, la preocupación de Pablo no es sólo la salvación individual. La justificación no es simplemente la liberación de una persona individual de la culpabilidad. Es la manera que tiene Dios para que todo sea correcto. El problema que necesita arreglo no es sólo el pecado individual, sino el exclusivismo y la alienación entre las personas, y entre los seres humanos y Dios. Dios quiere crear una nueva comunidad en la que todos los pueblos, judíos y gentiles, se reúnan en compañerismo con él.
Todo esto es posible porque Dios envía su Espíritu. Aquí Pablo probablemente recuerda a Ezequiel. Ezequiel escribió: "Así ha dicho Jehová el Señor... 'Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré a vosotros por Dios'" (36:22, 26-28). Pero Pablo lleva la gran promesa de Ezequiel aún más lejos.
Esto nos lleva a la siguiente promesa, la promesa del Espíritu de Dios.
La promesa de vida en el Espíritu
La diferencia básica en este segundo sistema de vida es la morada interior del Espíritu de Dios. Lo que la ley no podía hacer –salvarnos y librarnos de la muerte– lo ha hecho Cristo y sigue haciéndolo al enviar su Espíritu para que viva en nosotros y entre nosotros. Pablo dice que los justos requerimientos de la ley se cumplen en nosotros cuando vivimos de acuerdo con el Espíritu en vez de con la carne (Romanos 8:4). Esto no significa que los cristianos no pecan, sino que los verdaderos requerimientos de la ley –una confianza en Dios y una vida centrada en él– aparecen a partir de la vida del Espíritu en nosotros.
Con el fin de comprender esta promesa tenemos que entender el contraste sostenido e importante entre "carne" y "Espíritu" en la primera parte del capítulo. Es difícil ver este contraste porque las traducciones modernas usan términos muy diferentes –tales como "carnal" y "naturaleza pecaminosa"– para traducir el término griego que usó Pablo y que significa literalmente "carne". Como notamos en el último capítulo, con "carne" Pablo no quiere decir el cuerpo físico, sino esa parte de la vida humana que está centrada en sí misma y es controlada por el poder del pecado.
Pablo usó el término carne trece veces en los versículos 3 al 13. Considere la tabla siguiente y note lo que él dice acerca de la carne. Debería darle una buena idea de lo que significa vivir una vida en la "carne". Note que sólo la versión Reina-Valera Revisada de 1960 hace visible, al traducirla siempre por carne, la frecuencia del uso que Pablo hace de la palabra griega sárx:
El término carne en Romanos 8:3-13
Vers.
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Lo que dice Pablo
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RVR60
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NVI
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BJ
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3
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La ley era débil por la carne
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carne
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naturaleza pecaminosa
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carne
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3
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Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado
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carne
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pecadores
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carne
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3
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Cristo condenó al pecado en la carne
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carne
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naturaleza humana
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carne
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4
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En Cristo no andamos conforme a la carne
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carne
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naturaleza pecaminosa
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carne
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5
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Los que son de la carne
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carne
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naturaleza pecaminosa
|
carne
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5
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Piensan en las cosas de la carne
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carne
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naturaleza pecaminosa
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carne
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6
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El ocuparse de la carne es muerte
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carne
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mentalidad pecaminosa
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carne
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7
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Los designios de la carne son enemistad
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carne
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mentalidad pecaminosa
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carne
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8
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Los que viven según la carne
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carne
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naturaleza pecaminosa
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carne
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9
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Vosotros no vivís según la carne
|
carne
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naturaleza pecaminosa
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carne
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12
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Deudores somos, no a la carne
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carne
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naturaleza pecaminosa
|
carne
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12
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No vivamos conforme a la carne
|
carne
|
naturaleza pecaminosa
|
carne
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13
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Si vivís conforme a la carne
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carne
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ella
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carnal
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Claramente, vivir la vida de la carne es malo. Esa vida es hostil a Dios, dependiente del yo y en camino a la muerte. Pero de acuerdo con Pablo, ninguno tiene que vivir la vida de la carne, porque Dios ha derrotado esa manera de vivir al enviar a Cristo para vivir en semejanza de carne de pecado. Y ahora Cristo envía su Espíritu para vivir en todos los que abren su vida a él. ¡Y qué contraste! La vida en el Espíritu es lo opuesto a la vida en la carne.
En la siguiente tabla vemos que, en los versículos 2 al 14, Pablo usa el término Espíritu trece veces. Note la diferencia que produce esta vida:
El término Espíritu en Romanos 8:2-14
La vida cristiana es posible sólo porque Dios envió su Espíritu para vivir en el cristiano con el fin de guiarlo y dirigirlo a una nueva y diferente clase de vida, una vida de libertad y esperanza. Esta es una de las grandes promesas que capacitan a los cristianos para vivir sin condenación.
Vers.
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Lo que dice Pablo
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2
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La ley del Espíritu de vida... me ha librado.
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4
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Andamos... conforme al Espíritu.
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5
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Los que son del Espíritu
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5
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[Piensan] en las cosas del Espíritu.
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6
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El ocuparse del Espíritu es vida y paz.
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9
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Vosotros vivís según el Espíritu
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9
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...si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros.
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9
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Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
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10
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Mas el Espíritu vive.
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11
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Si el Espíritu de aquel que levantó... a Jesús mora en vosotros...
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11
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...vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu. Jesús mora en vosotros...
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13
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Si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne.
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14
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Los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios
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La promesa de adopción como hijos de Dios
Pablo dice que el Espíritu también nos hace hijos de Dios y sus he-rederos: "Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (8:15-17).
Esta es otra de las muchas metáforas que usa Pablo en Romanos para mostrar lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. Somos adoptados como los hijos propios de Dios. De hecho, tenemos el privilegio de llamarlo Abba. Este era un término arameo para "padre", el término familiar usado por los niños pequeños para sus padres. Todo padre está ansioso de que sus hijos los reconozcan y los llamen por su nombre, de modo que casi todos los idiomas usan sonidos sencillos que los niños hacen naturalmente para nombrar a sus padres: palabras como Papá o Dada; Abba es otra palabra de ese tipo. Comúnmente, esta palabra no se usaba para dirigirse a Dios. Pero de acuerdo con Marcos 14:35 y 36, Jesús la usó en un momento crucial en el jardín la noche antes de morir: "Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuera posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú".
Pablo dice que ahora nosotros tenemos el privilegio de dirigirnos a Dios en la misma forma familiar, porque él nos ha adoptado, nos ha llevado a su hogar y nos hizo sus herederos. Obviamente, no tenemos condenación si somos sus propios hijos adoptivos en su familia.
Hay un contraste notable con esta promesa en la literatura rabínica:
"¿Por qué se mencionó el éxodo de Egipto en relación con cada uno de los mandamientos? El asunto puede compararse con un rey, el hijo de cuyo amigo fue tomado prisionero. El rey lo rescató, pero ya no como hijo, sino como esclavo, de modo que si en algún momento desobedece al rey, éste puede decirle: 'Tú eres mi esclavo'. Así, cuando el rey vuelve, le dice: 'Ponte mis sandalias; toma mis ropas a la casa de baños'. Entonces, el hombre protesta. El rey saca la boleta de venta y dice: 'Tú eres mi esclavo'. Así cuando Dios redimió a los hijos de Abraham su amigo, él los redimió no como hijos, sino como esclavos, de modo que él impusiera sobre ellos decretos y, si ellos no obedecían, les podía decir: 'Vosotros sois mis esclavos'".
En contraste con esta declaración, Pablo específicamente dice que no somos esclavos sino hijos. Y si somos adoptados en la propia familia de Dios, no sólo la promesa tiene implicaciones para nuestra salvación individual, sino también habla de la nueva realidad: somos parte de la familia de Dios, reunidos como judíos y gentiles en Cristo.
La promesa de un futuro mejor que el sufrimiento terrenal
En Romanos 8:18 Pablo dice: "Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse". Él sigue enfatizando que no sólo gimen en sufrimiento los seres humanos sino toda la creación, mientras esperan que Dios haga la revelación definitiva. Por el momento nuestra adopción y herencia son nuestras en herencia, pero tenemos la seguridad de que finalmente serán nuestras en realidad. Cuando llegue ese día, consideraremos que nuestros sufrimientos fueron insignificantes comparados con lo que recibimos. Esto no es para disminuir el horror del sufrimiento en este mundo. Ninguno puede leer un periódico y dejar de espantarse por el mal que hay en este mundo y los horrendos sufrimientos que produce. Pero la gloria que ha de revelarse es tanto más grande que sobrepasa aún este sufrimiento.
Sin embargo, por ahora debemos descansar en la esperanza. Todavía no vemos la gloria final, que Pablo llama "la redención de nuestro cuerpo" (versículo 23), sino que lo que ya tenemos nos da la seguridad de que podemos aguardar "con paciencia" (versículo 25). La salvación final viene cuando nuestro cuerpo sea transformado o resucitado en el día final. Pablo no sabe nada de una existencia sin el cuerpo. La esperanza final no es que escaparemos de nuestro cuerpo sino que Dios redimirá nuestro cuerpo de modo que pierdan su mortalidad. Simultáneamente con esta redención está también el fin de la decadencia y muerte en la creación. Somos parte de la creación, y nuestra redención requiere el fin definitivo de la muerte.
Al vincular a los cristianos con la creación de esta manera, Pablo nos muestra nuestra solidaridad con el ambiente en el cual vivimos. Tanto ese ambiente como nosotros son creaciones de Dios. Esto debería darnos a los cristianos un sentido especial de cuidado por el ambiente. Estamos doblemente vinculados a él: por la creación y por la redención. Dios cuida de su creación y la redimirá con nosotros. Si él cuida de su creación, ¿cómo podemos nosotros hacer menos?
La promesa de ayuda en nuestras oraciones
De acuerdo con Pablo, ni siquiera sabemos cómo orar, pero el Espíritu nos ayuda en eso. El Espíritu traduce nuestras oraciones a oraciones que nosotros oraríamos si realmente supiéramos qué es lo mejor para nosotros. En los versículos 26 y 27 Pablo dice: "Qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos".
Necesitamos recordar que la intercesión del Espíritu en favor de nosotros no es para que tratemos de cambiar la voluntad de Dios hacia nosotros, y que haga algo por nosotros que de otro modo no haría. El Espíritu que mora en nosotros es el propio Espíritu de Dios. La actitud de Dios hacia nosotros no es diferente de la de su Espíritu. Porque Dios es nuestro Abba, él mora en nosotros por medio de su Espíritu. Y como es un buen padre, él no nos da meramente lo que le pedimos, sino que más bien responde a nuestras necesidades, aunque no nos demos cuenta de ellas.
Una vez escuché a un rabino contar un antiguo relato judío acerca de la oración. Un hombre había abandonado a Dios, se había alejado en el mundo y dejó de ir a adorar. Una noche en que se estaba emborrachando, recordó que el día siguiente era el Día de la Expiación, el día más santo e importante del calendario judío. Se dio cuenta de cuán lejos había caído y decidió arrepentirse. Cuando se despertó a la mañana con un tremendo malestar, recordó su deseo de arrepentirse y decidió hacer sus oraciones de arrepentimiento para el Día de la Expiación. A diferencia de la mayoría de las oraciones de nuestras iglesias, que son espontáneas, éstas eran oraciones litúrgicas, escritas, que eran memo-rizadas y repetidas. Pero este hombre, con su malestar, trató y trató de recordar sus oraciones. Finalmente, se volvió a Dios y dijo: "Señor, tú sabes cuan triste estoy. Quiero volver a ti, pero no puedo recordar las oraciones. De hecho, lo único que recuerdo es el alfabeto (o alefato). Yo repetiré el alfabeto, y tú toma las letras y únelas en forma de oraciones correctas". El rabino dijo que la oración de este hombre agradó a Dios más que ninguna otra. Yo pienso que esta historia está en armonía con lo que Pablo señala aquí.
La promesa de que Dios obra para nuestro bien
En el versículo 28 Pablo dice que Dios está actuando para el bien de quienes lo aman. Los ha predestinado a la salvación. Esto no significa que Dios causa el mal. Pero cuando el mal acontece, Dios está allí obrando para bien. Él es la clase de Dios que está constantemente transformando tragedias en triunfos.
La promesa de que somos "súper ganadores"
Las promesas en este capítulo son cada vez mejores. Pablo ahora dice:
"¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito:
"Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. "Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (versículos 31-37).
Pablo parece recordar todo el texto del Antiguo Testamento cuando escribió las palabras de Isaías 50:7 al 9, que dicen:
"Porque Jehová el Señor me ayudará,
por tanto no me avergoncé;
"por eso puse mi rostro como un pedernal,
y sé que no seré avergonzado.
"Cercano está de mí el que me salva;
¿quién contenderá conmigo?
“Juntémonos.
"¿Quién es el adversario de mi causa?
Acérquese a mí.
"He aquí que Jehová el Señor me ayudará;
¿quién hay que me condene?"
El punto es que si Dios está de nuestro lado, realmente no importa quién esté en contra de nosotros. Y sabemos que Dios está de nuestro lado porque él entregó a Jesús por nosotros (Romanos 8:32).
Pablo toma Isaías para afirmar que Dios está con nosotros y a favor de nosotros. ¿Qué podrá estar, entonces, en contra de nosotros? ¿Quién puede acusarnos? ¿Quién puede condenarnos? ¿Nos condenaría Cristo? Por supuesto que no. Él es quien murió por nosotros y está a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. Esto significa que no hay absolutamente nada que pueda separarnos del amor de Cristo. Ni "tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada". Esta es una buena lista. Pero en el versículo 37 Pablo sigue diciendo que aun "en todas estas cosas somos más que vencedores".
Cuando Pablo dice que "somos más que vencedores" usa una palabra que aparece sólo una vez en el Nuevo Testamento. Es la combinación de dos vocablos griegos para victoria: nikóo, la forma verbal de niké, y el término hyper, que significa "sobre", "más allá" o "más que". Esta última palabra es, por ejemplo, de donde proviene nuestra palabra hipermercado. Pablo está diciendo que somos híper ganadores o súper ganadores, no porque somos más fuertes o más rápidos que cualquier otra persona, sino porque Cristo es más poderoso que cualquier cosa que Satanás pueda arrojar contra nosotros, aún la misma muerte.
La palabra niké, "victoria", tiene un trasfondo interesante. Junto a los grandes templos como el Partenón, en la acrópolis de Atenas se levanta un pequeño templo dedicado a la diosa Niké, la diosa de la victoria. Pablo una vez predicó a la sombra de este templo (ver Hechos 17). Era a esta diosa que los griegos se dirigían para lograr la victoria, generalmente en eventos deportivos o en la guerra.
Niké ha llegado a ser un nombre propio hoy en día, precisamente en dos áreas en las cuales la diosa desempeñaba su papel en tiempos de los griegos: la guerra y los deportes. Existieron proyectiles llamados Niké, y por supuesto, muchos conocen el calzado deportivo marca Nike. Así que en Cristo, nosotros somos híper Nikés, o "súper ganadores"; tenemos la victoria asegurada en él.
La promesa de que nada puede separarnos de Dios
Finalmente, la última promesa es que absolutamente nada, en todo el universo, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Dios. Pablo dice: "Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38, 39). Es fácil para nosotros subestimar el poder y la persistencia del amor de Dios, pero siendo que Dios elige amarnos, nada puede separarnos de ese amor.
Esta lista de promesas concluye la primera parte de Romanos. Pero no se vayan, hasta ahora Pablo sólo ha puesto el fundamento para lo que quiere decir. Todas las buenas noticias que él escribió hasta aquí tienen implicancias importantes para la vida real, y es a esas implicancias a las que ahora nos conducirá Pablo.
Compilador: Delfino J.