Lección 7: La obra de los profetas
Para el 14 de febrero de 2009
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Lee: Génesis 22:1-14; Isaías 53; Mateo 3:7-10; 1 Corintios 5:1-5.
Descubre: ¿En qué consiste la obra de un profeta? ¿De qué manera la obra de un profeta bíblico son similares en el ministerio de Elena G. de White? ¿Cuál es el tema central de Elena G. de White en sus escritos? ¿Cuál es la principal obra de un profeta? ¿Quién es el centro de tu vida? ¿Fue la predicación del evangelio en el Nuevo Testamento diferente de la proclamación de la salvación en el Antiguo Testamento? ¿Cuáles fueron algunas de las formas en que los profetas entregaron los mensajes de Dios a su pueblo?
Memoriza y considera: “Y por un profeta Jehová hizo subir a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado” (Ose. 12:13).
Pensamiento clave: La obra de un profeta es entregar a la gente los mensajes de Dios con respecto al evangelio, la iglesia y el futuro.
PROPÓSITOS DE LA LECCIÓN DE ESTA SEMANA
· Saber cuál es el rol y el propósito del oficio profético.
· Sentir la convicción de cambiar nuestras vidas como respuesta a la corrección que Dios nos da por medio de su Palabra.
· Hacer la decisión de compartir la seguridad que Dios nos da acerca del futuro.
El profeta es una persona llamada y calificada en forma sobrenatural como portavoz de Dios. Mientras que en los tiempos del Antiguo Testamento los sacerdotes eran los representantes del pueblo ante Dios sus portavoces y mediadores, el profeta, en un sentido especial, era el representante oficial de Dios entre su pueblo sobre la tierra. Mientras el oficio sacerdotal era hereditario, la designación de un profeta provenía del llamado divino. El sacerdote, como mediador en el sistema de sacrificios, conducía a Israel en la adoración, aunque sus deberes secundarios incluían dedicar una parte de su tiempo a instruir al pueblo acerca de la voluntad de Dios como ya había sido revelada por los profetas, Moisés en particular. En cambio, la instrucción religiosa era tarea primordial del profeta. El sacerdote se ocupaba mayormente de la ceremonia y los ritos del santuario (que se centraban en la adoración pública), en la mediación para el perdón de los pecados, y en el mantenimiento ritual de las relaciones correctas entre Dios y su pueblo. El profeta era principalmente un maestro de justicia, de espiritualidad y de conducta ética, un reformador moral con mensajes de instrucción, consejo, amonestación y advertencia, y su obra a menudo incluía la predicción de eventos futuros. En el caso de Moisés, uno de los mayores profetas (Det. 18:15), la profecía fue una función comparativamente menor.
I. EL PROFETA Y SU OBRA
Describa brevemente la obra de los profetas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
En un sentido más amplio del vocablo, profetas hubo desde los primeros días del mundo. Tanto Abrahán (Gén. 20:7) como Moisés (Det. 18:15) fueron llamados profetas. Durante el período de los jueces el oficio profético languideció, y "la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia" (1 Sam. 3:1). El llamado de Samuel hacia el final de ese período fue trascendental. Fue el primer "profeta" en el sentido más estricto de la palabra, y se lo puede considerar como fundador del oficio profético; iba de lugar en lugar como maestro de Israel (1 Sam. 10:10-13; 7:16, 17). Después de él y hasta el fin del tiempo del Antiguo Testamento, diversos hombres escogidos hablaron a la nación en nombre de Dios, interpretando el pasado y el presente, exhortando a la justicia, y siempre dirigiendo su vista al futuro glorioso que Dios les había señalado como pueblo.
· Samuel habría fundado lo que se conoce como "las escuelas de los profetas".
· Los jóvenes que recibían su educación en estas escuelas (1 Sam. 19:20) eran conocidos como los "hijos de los profetas" (2 Reyes 2:3-5).
· La primera de tales escuelas que se mencionan estuvo en Ramá (1 Sam. 19:18, 20), la sede de Samuel (1 Sam. 7:17).
· Los hijos de los profetas no eran necesariamente recipientes directos del don profético, pero eran divinamente llamados, como los ministros evangélicos de hoy, para instruir a la gente acerca de la voluntad y los caminos de Dios.
· Las escuelas de los profetas fueron una poderosa fuerza que limitó el avance de la marea del mal, que tan a menudo amenazó con sumergir al pueblo hebreo bajo una inundación de idolatría, materialismo e injusticia, y proporcionó una barrera contra la ola de corrupción que avanzaba con mucha rapidez. Estas escuelas proveyeron el adiestramiento mental y espiritual a jóvenes seleccionados que serían los maestros y dirigentes de la nación.
· Después de Samuel, en tiempos del reino unido de Judá e Israel, surgieron hombres como Natán el profeta, Gad el vidente (1 Crón. 29:29) y Ahías (2 Crón. 9:29). Luego, bajo la monarquía dividida, hubo muchos profetas. Algunos (Oseas, Isaías) fueron autores de libros preservados en el canon sagrado; otros (Natán, Gad, Semaías, lddo) también escribieron, pero no se conservaron sus escritos.
· Algunos de los mayores profetas, como Elías y Eliseo, no escribieron sus discursos proféticos, y por lo tanto a veces se los llama "profetas orales". En el canon hebreo, las 4 grandes obras históricas de Josué, Jueces, Samuel y Reyes reciben el nombre de Profetas Anteriores, porque se sostenía que sus autores fueron profetas. Aunque de naturaleza mayormente histórica, estos libros muestran el propósito de sus autores de conservar un registro del trato de Dios con Israel como una lección objetiva para su propia generación y las posteriores. Isaías, Jeremías, Ezequiel y "los Doce" -desde Oseas hasta Malaquías- son llamados Profetas Posteriores. Bajo el reino dividido, los profetas Oseas, Amós y Jonás trabajaron mayormente para Israel, el reino del norte; el resto, especialmente para Judá, el reino del sur, aunque algunos de éstos también incluyeron al reino del norte en sus mensajes.
Dicho sea de paso, cabe aclarar la frase "Profetas Menores" (Oseas hasta Malaquías): se los llama así sólo porque sus libros son comparativamente breves en relación con los de los "Profetas Mayores" (lsaías hasta Daniel). De ningún modo implica que el ministerio de sus autores fuera de corta duración o que sus escritos fueran de menor importancia y/o inspiración.
Los Profetas Posteriores se pueden dividir cronológicamente en cuatro grupos:
1. Profetas del siglo VIII a.C.
Incluye a Jonás, Amós, Oseas, Miqueas e Isaías, aproximadamente en ese orden. El s VIII fue testigo del surgimiento de Asiria, y antes de finalizar este período la nación llevó cautivas a las 10 tribus del reino del norte, con lo que la nación desapareció. En por lo menos 2 ocasiones también Judá estuvo a punto de ser destruido por los asirios. El papel principal de los profetas del s VIII habría sido, primero, evitar, si era posible, la cautividad del reino del norte llamando a su pueblo a volverse al servicio y a la adoración del verdadero Dios, pero también -particularmente en el caso de Isaías- sostener al reino del sur durante este tiempo de gran crisis nacional. Con la muerte de Isaías el don profético parece haberse silenciado por medio siglo o algo más.
2. Profetas del siglo VII a.C.
Este siglo fue testigo del apogeo de Asiria, pero antes de terminar la centuria había desaparecido del escenario de acción y el Imperio Caldeo o Neobabilónico había ocupado su lugar. Durante los años de decadencia de Asiria y de surgimiento de los caldeos, Dios envió a varios profetas para llamar al pueblo de Judá a una reforma completa que impidiera la inminente cautividad babilónica. Entre esos profetas estaban Nahum, Habacuc, Sofonías, Jeremías y, tal vez, Joel.
3. Profetas del periodo del cautiverio babilónico.
Estos fueron Jeremías, Ezequiel, Daniel y, quizás, Abdías. La meta principal de los mensajes de este período fue ayudar a Judá a comprender el propósito que Dios tenía al permitir el cautiverio, inspirar esperanza en una restauración, y elevar los ojos de los judíos a la gloriosa oportunidad que los esperaba al regresar de la cautividad si eran fieles a Dios. Jeremías entregó sus mensajes a los habitantes de Jerusalén y Judá antes y durante el comienzo del cautiverio, y Ezequiel ministró a los exiliados en Babilonia, Daniel fue enviado a la corte de Nabucodonosor para comunicar la voluntad de Dios al gran monarca y conseguir su cooperación con el plan divino para el pueblo de Dios.
4. Profetas postexílicos:
Hageo, Zacarías y Malaquías. Los dos primeros animaron al pueblo a levantarse y construir el templo; Zacarías recibió una serie de visiones apocalípticas que describían el glorioso futuro que aguardaba a Israel durante la era de la restauración si eran fieles a Dios (Zac. 6:15). Como un siglo después de Zacarías vino Malaquías y, con él, el fin del canon profético del Antiguo Testamento.
Aunque el libro de Daniel contiene algunos de los mensajes proféticos más importantes que encontramos en las Escrituras, el pueblo hebreo no lo incluyó en la sección profética del canon. En vista de que se incluyen obras históricas como Josué, Jueces, Samuel y Reyes en la sección profética, es evidente que el contenido no fue el factor principal que determinó su clasificación dentro de los escritos canónicos. Sino el oficio de su escritor. Así, Daniel sirvió principalmente como hombre de estado en la corte de Nabucodonosor, y aunque recibió algunas de las mayores visiones de todos los tiempos, no fue considerado un profeta en el mismo sentido que Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas o los otros, cuyas vidas se dedicaron exclusivamente al oficio profético; no obstante, Cristo lo llamó profeta (Mat. 24:15).
Profetas del Nuevo Testamento
En el amanecer de los tiempos del Nuevo Testamento, el don de profecía fue reactivado con las declaraciones inspiradas de Elisabet (Luc. 1:41-45), y de Simeón y Ana (Luc. 2:25-38). Unos pocos años más tarde vino Juan el Bautista en el papel de Elías (Luc. 1:17). Cristo declaró que Juan fue profeta "y más que profeta" (Mat. 11:9, 10). Pablo estimó el don profético como una de las gracias del Espíritu (1 Cor. 12:10), y declaró que era uno de los mayores dones (1 Cor. 14:1, 5). Como en los tiempos del Antiguo Testamento, el don profético no necesariamente implicaba la predicción de acontecimientos futuros, aunque este aspecto de la profecía pudiera estar incluido, sino que consistió mayormente en la exhortación y la edificación (1 Cor. 14: 3, 4).
El papel de un profeta
· El llamado al oficio profético y la dádiva consiguiente del don profético eran actos de Dios, como en el caso de Isaías (Isa. 6:8, 9), Jeremías (Jer. 1:5), Ezequiel (Eze. 2:3-5) y Amós (Am. 7:15).
· Moisés lo recibió desde la zarza ardiente (Exo. 3:1-4:17).
· El llamado de Eliseo al oficio profético fue anunciado por Elías (1 Reyes 19:19, 20; 2 Reyes 2:13, 14).
· Al llamado profético le acompañaba una entrega de capacidades especiales para que el profeta pudiera hablar en nombre de Dios. Lo constituía en un "atalaya" o "guardián" sobre la casa de Israel (Eze. 33:7), y lo hacía estrictamente responsable ante Dios por la entrega fiel de los mensajes que debía darles.
· Habiendo aceptado el llamado profético, no podía abandonarlo a voluntad, como Jeremías una vez pensó hacerlo (Jer. 20:7-9).
· A veces Dios se dirigía al profeta en forma audible (Núm. 7:89; 1 Sam. 3:4), aunque más frecuentemente en sueños y visiones (Núm. 12:6; Eze. 1:1; Dan. 8:2; Mat. 1:19,20).
· Un verdadero profeta enseñaba por el Espíritu de Dios (1 Reyes 22:24; 2 Cron. 15: 1; 24:20; Neh. 9:30; Eze. 11:5; Zac. 7:12; 1 Ped. 1:10, 11) y hablaba movido por el Espíritu de Dios (2 Ped. 1:20, 21).
· El mensaje que entregaba no era propio, sino de Dios (Eze. 2:7; 3:4, 10, 11; Núm. 22:38; 1 Reyes 22:14).
· En ciertos casos, como en el de Natán (2 Sam. 7:3) y de Samuel (1 Sam. 16:6, 7), el juicio humano del profeta era modificado por Dios. Por un tiempo Ezequiel estuvo mudo, excepto cuando entregaba un mensaje de Dios (Eze. 1:2, 3; 3:26, 27; 33:21, 22). Esta experiencia singular fue una señal para los oyentes: cada vez que hablaba lo hacía por orden de Dios. En principio, algo similar sucedía con los demás profetas, porque ninguna profecía de las Escrituras "fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Ped. 1:21). Por ello, haremos "bien en estar atentos" a sus mensajes "como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga" en nuestros corazones (2 Ped. 1:19).
· En algunos casos, los profetas vieron la necesidad de buscar e inquirir diligentemente el significado de las palabras que hablaban (1 Ped. 1:10, 11). Por ejemplo, se dice específicamente que Daniel no comprendió algunas porciones del mensaje que le fue confiado (Dan. 8:27; 12:8, 9).
· Por otra parte, los profetas entendían claramente que hablaban en nombre de Dios, y así corrientemente introducían sus mensajes con expresiones como: "Jehová dijo así" (Isa. 66:1), "Palabra que vino de Jehová a Jeremías" (Jer. 11:1), "Visión de Isaías hijo de Amoz" (Isa. 1:1), "Miré, y he aquí" (Eze. 10:1; Apoc. 4:1), "Y vi" (Apoc. 5:1).
· Dios confirmaba la autoridad de los hombres que él llamó al cargo profético con el mensaje que entregaban (1 Sam. 3:19-21), con señales sobrenaturales (2 Reyes 2:13-15), con el cumplimiento de sus predicciones (Det. 18:22; Jer. 28:9) y con la conformidad de sus enseñanzas con la voluntad de Dios ya revelada (Det. 13:1-3; Isa. 8:20).
· Aunque estaban sujetos "a pasiones semejantes a las" de otros seres humanos, sus vidas reflejaban los elevados principios de lo que testificaban (Sant. 5:17).
Identificando profetas falsos
· A menudo se levantaban falsos profetas, como en los días de Acab (1 Reyes 22:6), Jeremías (Jer. 27:14, 15; 28:1, 2, 5-9, 15-17), Ezequiel (Eze. 13:16, 17) y Miqueas (Miq. 3:11), pero podían ser descubiertos por sus motivos mercenarios, por su disposición a decir lo que el pueblo deseaba escuchar (Isa. 30:10; Miq. 2:11), porque lo que anunciaban no se cumplía (Det. 18:22), por las discrepancias entre sus mensajes y los de quienes habían sido probados como profetas (Det. 13:2, 3-1 Isa. 8:20; Jer. 27:12-16), por apelar a los deseos de los impíos (1 Reyes 22:6-8) y por sus propias vidas no consagradas (Mat. 7:15-20).
El meollo del mensaje
Del mismo modo que un profeta es un vocero o mensajero de Dios, la profecía es todo mensaje presentado de parte de Dios por orden de él: revelación especial de la voluntad y del pensamiento divino, destinada a capacitar al hombre para cooperar con los propósitos infinitos de Dios, que consiste esencialmente en consejos, orientaciones, reprensiones y advertencias. Como "no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas" (Amos 3:7), él espera que los que lean lo que los profetas escribieron le presten la más cuidadosa atención. Al hacerlo podrán estar seguros de ser "prosperados" (2 Cro. 20:20). Los que no prestan atención a las palabras de un profeta como mensajero o guardián enviado por Dios son personalmente responsables ante el Señor (Eze. 3:17-21; 33:1-9). Israel, por lo general, rechazó las emocionantes apelaciones de los profetas (Luc. 11:47, 48), así como Dios lo había advertido a Isaías (Isa. 6:9-11) y a Jeremías (Jer. 1:8, 17, 19). Esto trajo la ruina sobre Israel, lo condujo a su rechazo del Mesías y, así, a ser descartado como nación escogida.
· Muchas de las profecías del Antiguo Testamento están escritas en poesía hebrea. La calidad y la forma literarias reflejan el carácter, la educación y el estado emocional del profeta. La personalidad de Jeremías está grabada vívidamente en el registro de su misión profética, hasta el punto en que un lector cuidadoso casi puede sentir que lo conoce personalmente. Algunas obras, son de una belleza literaria superior y reflejan un desarrollo lógico del pensamiento. En algunas obras, como la de Jeremías, los hechos históricos constituyen el molde en el que se presentaron los mensajes proféticos. Otras parecen ser colecciones de sermones. Algunos profetas, como Oseas, reflejan hondas emociones y, como resultado, no se prestan fácilmente a un análisis literario lógico. La profecía de Habacuc. también manifiesta un profundo sentir humano al describir el profeta su propia lucha para comprender la voluntad revelada de Dios y su reconciliación con ella.
· Los profetas se ocuparon del trato de Dios con Israel en lo pasado, y dejaron lecciones importantes para la generación actual; como también de los acontecimientos históricos contemporáneos, señalando los propósitos divinos y la realización de su voluntad entre las naciones. A menudo, y extensamente, denunciaron los pecados de Israel. Destacaron continuamente la responsabilidad personal de los que escuchaban sus mensajes de actuar en armonía con ellos. A menudo instaron a realizar actos específicos. Fielmente señalaron las consecuencias del mal hacer el bien hacer. Con frecuencia, mediante los profetas Dios elevó los ojos de su pueblo al glorioso futuro que los esperaba como nación si cooperaban cabalmente con sus propósitos para ellos (Isa. 40-66; Jer. 33; Ez. 36-48; Mqi. 4; Zac). La culminación de sus mensajes siempre era la venida del Mesías y el establecimiento de su reino (Isa. 9:1-7; 11:1-12; 12; 25; 52-66; Dan. 2:44; 7:18, 27; Miq. 4:1-5:15.).
II. LOS PROFETAS BIBLICOS Y ELENA G. DE WHITE
¿Qué similitudes tiene la obra de Elena G. de White con los profetas registrados en la Biblia?
1. L a proclamación del evangelio: Presentando a Jesús
¿De qué manera predicaron el evangelio los profetas del Antiguo Testamento y cómo lo hicieron los profetas en el Nuevo Testamento? ¿Qué diferencias encuentras entre la predicación del evangelio en el Nuevo Testamento de la proclamación de la salvación en el Antiguo Testamento? (Juan 1:29; Rom. 3:21-26)
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)
¡Qué privilegio ser el primer heraldo de Jesús (Mat. 3: 1), de Aquél de quien dieron testimonio todos los profetas de la antigüedad, como el verdadero sacrificio! ¡Cuál de los profetas no se hubiera conmovido ante ese privilegio! No es de extrañarse que más tarde Jesús hablara de Juan como del profeta mayor que hubo en Israel (Luc. 7: 28).
· Juan el Bautista presenta a Jesús como "el Cordero de Dios" a Juan el evangelista (Juan 1: 35-36), y para el discípulo este título debe haber tenido un profundo significado.
· El símbolo que hace resaltar la inocencia de Jesús y su perfección de carácter, y por ende la naturaleza vicaria de su sacrificio (Isa. 53: 4-6, 11-12; Exo. 12: 5) hace recordar el cordero pascual de Egipto, que simbolizaba la liberación del yugo del pecado. "Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada" (1 Cor. 5: 7).
· Mediante la figura de un cordero, Juan identifica al Mesías sufriente como aquel en quien se hace real y tiene significado el sistema de sacrificios de los tiempos del Antiguo Testamento. En la presciencia divina y en el propósito de Dios, él era el "Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Apoc. 13: .
Sólo en virtud de que el Cordero de Dios no tenía pecado (Heb. 4: 15; 1 Ped. 2: 22) él podía "quitar nuestros pecados" (1 Juan 3: 5). Debido a que la carga de pecado era demasiado pesada para que la lleváramos nosotros, Jesús vino para levantar la carga de nuestras vidas destrozadas.
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado ¡ajusticia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”(Rom. 3:21-26)
El Nuevo Testamento enseña con claridad que se pagó un rescate o precio por nuestra redención. Jesús declaró que el Hijo del hombre vino "para dar su vida en rescate por muchos" (Mar. 10: 45).
· Pablo habla de Cristo como de Aquel "que se dio a sí mismo en rescate por todos" (1 Tim. 2:6).
· Se habla de los cristianos como "rescatados" (2 Ped. 2: 1; o "adquiridos", o "comprados por precio" (1 Cor. 6:20).
· "Cristo nos redimió de la maldición de la ley hecho por nosotros maldición" (Gál. 3: 13).
· De modo que, en un sentido, la justificación no es gratuita, pues se ha pagado un grandísimo precio por ella: los sufrimientos y la muerte de Cristo. Pero es gratuita para nosotros, pues no tenemos que pagar su costo, pues ya fue pagado por el Hijo de Dios.
· Nuestra aceptación ahora del plan divino de la redención que libera del pecado requiere, como en el caso de los israelitas cuando fueron liberados de Egipto, que ejercitemos fe, que reconozcamos y aceptemos personalmente a Jesús como nuestro Redentor, con todo lo que implica tal decisión.
· Jesús "nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención" (1 Cor. 1: 30). Es esencialmente y al mismo tiempo el Redentor (Tito 2: 14) y el precio del rescate (1 Tim. 2: 6). No es entonces de admirarse que Pablo exclamara: "Cristo es el todo, y en todos" (Col. 3: 11). El apóstol no se estaba colocando dentro de una estrecha limitación cuando declaró que estaba dispuesto a "no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado" (1 Cor. 2: 2), pues conocer bien a Cristo es conocer todo el plan y programa de Dios para la restauración del hombre. No hay sabiduría mayor que ésta.
· El Nuevo Testamento pone mucho énfasis en la sangre de Cristo en relación con la obra de la redención.
· Jesús dijo que su sangre "por muchos es derramada" (Mar. 14: 24); somos "justificados en su sangre" (Rom. 5: 9); "tenemos redención por su sangre" (Efe. 1: 7); Cristo hizo "la paz mediante la sangre de su cruz" (Col. 1: 20).
· Los que estaban "lejos" han sido "hechos cercanos por la sangre de Cristo" (Efe. 2: 13).
· La iglesia de Dios ha sido comprado "por su propia sangre" (Hech. 20: 28). Somos lavados "de nuestros pecados con su sangre" (Apoc. 1: 5).
· En el Antiguo Testamento se considera que la sangre representa la vida (Lev. 17: 11). Dios prohibió comer "carne con su vida, que es su sangre" (Gén. 9: 4; Lev. 17: 10-14).
· El derramamiento y el esparcimiento de la sangre en los servicios del santuario del Antiguo Testamento significaban quitar la vida de los animales sacrificados para ofrendarla. De modo que el derramamiento de la sangre de Jesús simbolizada en el Antiguo Testamento significa el ofrecimiento de su vida como un sacrificio. La sangre de Cristo representa su vida ofrendada como sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.
La sangre de Cristo, que representa la perfecta vida de Jesús dada por el hombre, es eficaz como "propiciación" (Rom. 3: 25), justificación (Rom. 5: 9) y reconciliación (Efe. 2:13). "Es recibiendo la vida derramada por nosotros en la cruz del Calvario como podemos vivir la vida santa" (DTG 615).
Afirmaciones de Elena G. de White acerca de Jesús.
· “Los adventistas del séptimo día debieran destacarse, entre todos los que profesan ser cristianos, en cuanto a levantar a Cristo ante el mundo” (OE 164).
· “Cristo, tal como fue manifestado por los patriarcas, simbolizado en el servicio expiatorio, pintado en la ley y revelado por los profetas, constituye las riquezas del Antiguo Testamento. Cristo en su vida, en su muerte y en su resurrección, Cristo tal como lo manifiesta el Espíritu Santo, constituye los tesoros del Nuevo Testamento” (PVGM 97).
· “El sacrificio de Cristo como expiación del pecado es la gran verdad en derredor de la cual se agrupan todas las otras verdades. [...] Tal ha de ser el fundamento de todo discurso pronunciado por nuestros ministros” (OE 330).
2. Guiar al pueblo de Dios
¿Cuáles son algunas áreas específicas en las cuales Pablo y los apóstoles proporcionaron consejo y conducción a la iglesia? (Hech. 6:1-7; 1 Cor. 5:1-5; 7:10-16; Tito 1:5; 1 Juan 4:1-3)
“En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos”(Hechos 6:1-7).
Cuando los apóstoles escucharon las quejas y comprendieron su seriedad, aparentemente no trataron de disculparse; actuaron con prontitud. Pueden haber recordado el precedente establecido por Moisés (Exo. 18: 25) y, como él, resolvieron compartir su autoridad. La expresión "multitud de los discípulos" no debe hacer pensar que cada uno de los cristianos de Jerusalén y de sus alrededores fue llamado a una reunión, sino que más bien se hizo una convocación especial, a la cual asistieron todos los que pudieron y en la cual presentaron los apóstoles el problema y el plan que habían trazado para resolverlo. Muchos habían contribuido para el fondo acerca de cuya distribución se habían levantado quejas, y por lo tanto era justo que se consultara a muchos. Este método de consultar a los hermanos, usado en varias oportunidades (Hech. 1: 15, 21-22; 11: 2-18; 15: 2-20), sirvió para desbaratar los esfuerzos de Satanás por lograr que hubiera disensiones.
En el Nuevo Testamento sugiere que los profetas cumplían las siguientes funciones:
1. Ayudaban a fundar la iglesia. La iglesia ha sido edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, “siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”(Efe. 2:20,21).
2. Los profetas iniciaron el esfuerzo misionero de la iglesia. Fue por medio de profetas como el Espíritu seleccionó a Pablo y a Bernabé para su primer viaje misionero (Hech. 13:1,2), y proveyó dirección en cuánto a dónde debían trabajar los misioneros (Hech. 16:6-10).
3. Edificaban a la iglesia. “El que profetiza edifica a la iglesia”. Las profecías son dadas a los hombres “para edificación, exhortación y consolación” (1 Cor. 14:3,4). Junto con otros dones, Dios le concedió a la iglesia el de profecía, con el fin de preparar a los creyentes “para la obras del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”(Efe. 4:12).
4. Unieron a la iglesia y la protegieron. Los profetas ayudaron a producir “la unidad de la fe”, y protegieron a la iglesia contra las falsas doctrinas, de modo que los creyentes ya no fuesen “niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efe. 4:13,14).
5. Amonestaban acerca de dificultades futuras. Cierto profeta del Nuevo Testamento dio aviso de que se acercaba una época de hambre. En respuesta, la iglesia comenzó un programa de asistencia para los que sufrieron a causa de esa hambruna (Hech. 11:27-30). Otros profetas advirtieron a Pablo acerca de su arresto y prisión en Jerusalén (Hech. 20:23; 21:4, 10-13).
6. Confirmaron la fe en épocas de controversia. En ocasión del primer concilio de la iglesia, el Espíritu Santo guió las deliberaciones hasta que se obtuvo una decisión acerca de un tema controvertido que tenía que ver con la salvación de los cristianos gentiles. Luego, y por medio de los profetas, el Espíritu confirmó a los creyentes en la verdadera doctrina. Una vez que la congregación hubo escuchando la decisión del concilio, “Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras” (Hech. 15:32).
Afirmaciones de Elena G. de White acerca de la organización de la iglesia
· “El Señor ha mostrado que el orden evangélico ha sido temido y descuidado en demasía. Debe rehuirse el formalismo; pero, al hacerlo, no se debe descuidar el orden. Hay orden en el cielo. Había orden en la iglesia cuando Cristo estaba en la tierra, y después de su partida el orden fue estrictamente observado entre sus apóstoles. [...] Me fue mostrado el peligro de aquellos que viajan sin que Dios los haya llamado. [...] Vi que puede cerrarse esta puerta por la cual el enemigo entra para perturbar la grey y dejarla perpleja. Pregunté al ángel cómo podía cerrarse. Dijo: ‘La iglesia debe recurrir a la Palabra de Dios y establecerse en el orden evangélico, que ha sido pasado por alto y descuidado’” (PE 97, 100).
Llevó otros seis años antes de que se adoptara un nombre para la iglesia, en 1860, en Michigan. En 1861 se estableció la Asociación de Michigan, y en 1863 se estableció la Asociación General.
3. Reprobar el pecado
La entrada del pecado en el mundo por medio de la caída de nuestros primeros padres condujo a toda la raza humana al pecado (Rom. 5:12; 3:23). Para remediar la situación, Cristo vino y murió en la cruz (Juan 3:16; Rom. 5:10). Antes de regresar al cielo, él prometió enviar al Consolador, el Espíritu Santo. "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio" (Juan 16:8).
“Porque yo sé de vuestras muchas rebeliones, y de vuestros grandes pecados; sé que afligís al justo, y recibís cohecho, y en los tribunales hacéis perder su causa a los pobres” (Amos 5:12).
Afirmaciones de Elena G. de White acerca de amonestaciones y advertencias de hombres y mujeres que practicaban pecados secretos.
A nadie le gusta que le reprochen los pecados cometidos, y no obstante los profetas, así como los ministros hoy, son llamados para reprender el pecado en la iglesia. Elena de White dijo que esta era una de las tareas más difíciles que se le asignaron. Reprender los pecados privados era para ella una "tarea desagradable". Sin embargo, ella escribió: "Se me ha mostrado que Dios ha puesto esta obra sobre mí". No obstante, ella sabía que "Algunos no escucharán las advertencias o las reprensiones".
· “Di mi testimonio y cosas relacionadas que me habían sido mostradas en la historia pasada de algunos presentes, advirtiéndoles de sus peligros y reprobando su erróneo curso de acción. Afirmé que había sido puesta en posiciones muy desagradables. Cuando se me presentaban familias y personas en visión, con frecuencia el caso que se me mostraba en relación con ellos era de naturaleza privada, reprobando pecados secretos. He trabajado con algunos durante meses con respecto a males de los que otros no sabían nada. Al ver mis hermanos a estas personas tristes, y escucharles expresar dudas con respecto a su aceptación con Dios, también teniendo desaliento, me han censurado, como si yo tuviera la culpa porque ellos estaban sufriendo pruebas. [...] Ha sido una tarea desagradable la que me fue asignada, de reprender pecados privados. Si, para evitar sospechas y celos, diera una explicación completa de mis actos, e hiciera público lo que debería ser mantenido como privado, pecaría contra Dios y haría mal a las personas. Debo mantener en mi interior las reprensiones privadas de males privados, encerradas en mi propio ser. Juzguen los demás como quieran; yo nunca traicionaré la confianza que me fue otorgada por los que están equivocados y arrepentidos, o revelaré a otros aquello que solo debe ser presentado a los que son culpables” (1 T 584, 585).
4. Comunicar la voluntad de Dios
Cuando Elena Harmon (nombre de soltera de la Sra. de White) recibió su segunda visión en diciembre de 1844, se le dijo que debía ir y contar a otros lo que se le había revelado. Por varios días ella oró para que esta carga pudiera serle quitada, pero las palabras del ángel sonaban continuamente en sus oídos: “Comunica a otros lo que te he revelado” (PE 20).
Durante 1845, por lo tanto, Elena Harmon, acompañada por su hermana Sara y otras amigas, visitó a ex milleritas en Maine, New Hampshire y Massachusetts, que habían experimentado el Gran Chasco el 22 de octubre de 1844, y compartió con ellos sus primeras visiones. Jaime White, un ex predicador millerita, se convenció de que las visiones de ella eran legítimas, y comenzó a viajar con ella y sus compañeras, y en 1846 Jaime y Elena se casaron.
A comienzos de su ministerio, a Elena de White también se le dijo que escribiera las cosas que le habían sido reveladas. Con frecuencia comunicaba mensajes a personas individuales por medio de cartas (a menudo llamadas testimonios). Miles de comunicaciones tales fueron enviadas desde su hogar a lo largo de los años. Acerca de ellas, escribió: “En estas cartas que escribo, en los testimonios que doy, os presento lo que el Señor me ha presentado a mí” (2 JT 26). Cuando Elena de White falleció, dejó unas cien mil páginas de material publicado y no publicado.
5. Predecir el futuro
Afirmaciones de Elena G. de White acerca de las predicciones en el futuro
Con pocas excepciones, predecir el futuro fue sólo una pequeña parte de la obra de los profetas bíblicos. Encontramos que lo mismo es verdad en la vida y la obra de Elena de White; su obra consistió principalmente en aconsejar y guiar a la iglesia. Sin embargo, se le dieron una cierta cantidad de profecías, específicamente con respecto a los eventos del tiempo del fin.
Una de las profecías más interesantes se encuentra en Joyas de los testimonios, tomo 2, p. 151. En 1885 ella escribió: "Cuando el protestantismo extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano, cuando se incline por encima del abismo para darse la mano con el espiritismo, cuando, bajo la influencia de esta triple unión, nuestro país repudie todo principio de su constitución como gobierno protestante y republicano, y haga provisión para la propagación de las mentiras y seducciones papales, entonces sabremos que ha llegado el tiempo en que se verá la asombrosa obra de Satanás, y que el fin está cerca".
En 1885 el movimiento ecuménico como lo conocemos hoy estaba todavía en un futuro distante. En ese tiempo, no sólo los protestantes estaban peleándose con respecto al "robo de ovejas" en los campos misioneros, sino que la mayoría de ellos estaban violentamente opuestos a la Iglesia Católica Romana también, como algunos todavía lo están en Irlanda del Norte.
La idea de un movimiento ecuménico fue concebida en 1910 en la Conferencia Misionera Mundial, en Edimburgo. Sin embargo, por causa de la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, pasaron casi otros cuarenta años hasta que nació el "bebé" ecuménico. En 1948, 351 delegados de 147 iglesias protestantes se reunieron en Amsterdam, Holanda, para organizar el Concilio Mundial de Iglesias. Desde entonces, el movimiento ecuménico ha crecido. Hoy, unas 340 iglesias con casi 600 millones de feligreses pertenecen al Concilio Mundial de Iglesias, que tiene sus oficinas en Ginebra, Suiza.
Durante los primeros doce años después de 1948, solo iglesias protestantes pertenecían al Concilio Mundial de Iglesias. Luego en 1961, las iglesias ortodoxas comenzaron a unirse, y en 1964 prácticamente todas las iglesias ortodoxas eran miembros de esa organización. Sin embargo, la iglesia cristiana más numerosa –la Iglesia Católica Romana, con más de mil millones de feligreses– todavía no se había unido al Concilio Mundial de Iglesias como miembro. ¿Qué diremos acerca de la predicción de Elena de White de que "el protestantismo extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano"?
El 29 de marzo de 1994, cuarenta líderes protestantes evangélicos y católico romanos –personas tales como Pat Robertson y el cardenal John O'Connor– firmaron un documento titulado: "Evangelicals and Catholics Together: The Christian Mission in the Third Millenium" [Evangélicos y católicos juntos: la misión cristiana en el tercer milenio]. Los titulares cubrieron las tapas de los diarios por todo Norteamérica y decían: "Los cristianos anuncian una nueva era", y "Los católicos abrazan a los evangélicos: Los conservadores de ambos grupos acuerdan aceptarse mutuamente como cristianos".
En 1995 apareció un libro que tenía por título: Evangélicos y Católicos juntos: Hacia una misión común. En él, los autores afirman que los "católicos y protestantes europeos [han] dado por concluido que la condena de la Reforma estuvo basada en conceptos equivocados, estuvieron apuntando a posiciones extremas del otro lado, y ya no se aplican a la situación actual". Uno se pregunta si Martín Lutero y miles que dieron sus vidas por los principios de la Reforma dirían eso. Pero la predicción de Elena de White, que debe haber parecido improbable cuando fue hecha, debiera llevarnos a esperar exactamente esta situación (Libro complementario de las lecciones de escuela sabática, primer trimestre de 2009)
III. OBTENIENDO BENEFICIOS DE LOS TESTIMONIOS DE ELENA G. DE WHITE
¿Qué beneficios has obtenido al estudiar los testimonios de Elena G. de White? ¿Cuál es tu libro preferido?
“El extinto pastor Urías Smith, quien estuvo asociado durante toda su vida tanto con el pastor White como con su señora, dejó el siguiente testimonio de este don manifestado en las enseñanzas de la Sra. White:
Toda prueba que sea posible aplicar a tales manifestaciones muestra que éstas son genuinas. Las evidencias que las sostienen, tanto internas como externas, son concluyentes. Ellas concuerdan con la Palabra de Dios y consigo mismas. Son dadas cuando el Espíritu de Dios está especialmente presente, a menos que aquellos que están mejor capacitados para juzgar estén invariablemente engañados. Siendo tranquilas, dignas impresionantes, esas enseñanzas se recomiendan a sí mismas a toda persona que las analiza, precisamente como lo opuesto de lo que es falso y fanático.
Su fruto es tal, que muestra que la fuente de la cual proceden es lo opuesto a lo malo.
1. Ellas tienden a la más pura moralidad. Enseñan a terminar con todo vicio, exhortan a la práctica de toda virtud. Señalan los peligros que hemos de pasar en nuestro camino al reino. Revelan los ardides de Satanás. Nos amonestan contra sus trampas. Cortan en flor todo esquema de fanatismo que el enemigo ha tratado de poner en nuestro medio. Ellas han expuesto iniquidades ocultas, han traído a luz males escondidos, y han presentado abiertamente los motivos perversos de los que no tienen corazón sincero. Ellas han protegido de peligros la causa de la verdad por todos lados. Ellas nos han despertado una y otra vez a la necesidad de una mayor consagración a Dios, a realizar esfuerzos más celosos para obtener la santidad del corazón, y a una mayor diligencia en la causa y el servicio de nuestro Maestro.
2. Conducen a Cristo. A semejanza de la Biblia, lo señalan como la única esperanza y el único Salvador del género humano, nos presentan en caracteres vivos su vida santa y su ejemplo piadoso, y con irresistible urgencia nos instan a seguir sus pasos.
3. Nos conducen a la Biblia. Señalan ese libro como la inspirada e inalterable Palabra de Dios. Nos exhortan a tomar esa Palabra como nuestro consejero y la regla de nuestra fe y práctica. Y con un gran poder compulsor nos ruegan que estudiemos prolongada y diligentemente sus páginas y nos familiaricemos con su enseñanza, pues ella ha de juzgarnos en el día final.
4. Han traído consuelo a muchos corazones. Han fortalecido al débil, animado al medroso, levantado al desanimado. Han traído orden en la confusión, han enderezado errores, y arrojado luz sobre lo que era oscuro y tenebroso” (Notas biográficas de Elena G. de White, p. 516).
REFLEXIONES Y APLICACIONES PARA LA VIDA
Mí querido(a) amigo(a) o hermano(a): ¿Cuál es el papel del profeta? ¿Cómo un ser humano tratar de llamar a otros de vuelta a Dios? ¿Cómo trabajan los profetas para presentar la verdad a los demás? ¿Cuál es la actividad principal de los profetas? ¿Qué puedes hacer hoy, para cumplir la misión que nos ha sido encomendada? ¿Qué beneficios has obtenido al estudiar los testimonios de Elena G. de White? ¿Cuál es tu libro preferido?
Resumen: Los profetas cumplieron diversas funciones, incluyendo la proclamación del evangelio, dar conducción divina, corregir el pecado y predecir el futuro, de modo que el pueblo de Dios pueda comprender y aceptar el plan divino de redención para la raza humana.
Ore conmigo, por favor… “No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tes. 5:20, 21)… Feliz sábado.
Elaboró: Delfino Jarquín.
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http://www.pmministries.com/CEES/2008/ES4/Index.html
http://comentariosdeescuelasabatica.blogspot.com; http://www.adventistas.com.mx.
Bibliografía: Pfandl Gerhard, El don profético en las Escrituras y en la historia adventista, Guía de estudio de la Biblia, Edición para maestros, enero-marzo de 2009__Notas de E.G. White para las Lecciones de la Escuela Sabática, enero-marzo de 2009__G. White Ellen: El misterio de curación, Patriarcas y profetas, Los hechos de los apóstoles, Primeros escritos, Mensajes selectos Tomo I, III, Fe y Obras, La educación, El Conflicto de los siglos__Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: Comentario Bíblico adventista del Séptimo Día, Tomo I, IV, V &,VII- Diccionario Bíblico Adventista del Séptimo día, - Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, 1988 & 2006, _D. Thomas Jerry, Las 28 Creencias fundamentales para mí, APIA, 2007.
Hermanos y maestros de la Escuela Sabática, espero que les pueda servir de ayuda este material. El propósito es, abarcar toda la lección de la semana; considerando los objetivos principales y aplicándolos en nuestra vida cristiana...gracias por las sugerencias y comentarios que nos han enviado; que la honra y la gloria sea para Dios. Si gusta escribirnos este es el correo: delfino_comessab@hotmail.com; delfinosabbathschoolcomment@gmail.com ¡Dios les bendiga en cada una de sus actividades!, y esperando pronto la bendita esperanza de la Segunda Venida de Cristo Nuestro Señor..