Las decisiones
Capitulo 2
La historia poco contada
Chantal y Gerald Klingbeil
Caleb: Vivir y esperar
Imagine: Necrología de Caleb en La voz de Hebrón
Caleb, hijo de Jefone, exhaló su último suspiro. Hoy ha terminado sus días un hombre verdaderamente grande, un padre de Israel. Caleb, de la tribu de Judá, nació esclavo en Gosén, Egipto. Su infancia y juventud transcurrieron en las más penosas condiciones y se vio forzado a participar en varios proyectos de construcción en ese país. Junto con su pueblo, pudo abandonar Egipto y librarse de la esclavitud gracias a una espectacular maniobra de rescate conocida como el «éxodo», la cual terminó en una persecución relámpago del ejército egipcio, finalmente diezmado en el Mar Rojo.
Aunque jamás aspiró alguna clase de reconocimiento, las innegables cualidades de liderazgo de Caleb lo llevaron a ser nombrado representante de la tribu de Judá en una arriesgada misión de espionaje en la Canaán ocupada. Como consecuencia, su vida dio un giro. A su regreso de la misión, él y Josué, hijo de Nun, se esforzaron valientemente por evitar la catástrofe nacional después que los otros diez delegados falsificaran los informes de reconocimiento. Recientemente Caleb, a la edad de 85 años, saltó a los titulares por haber dirigido una acción militar contra los gigantes anaquitas.
Si bien fue un gran líder nacional, se lo recordará por su humildad, su generosidad, su amabilidad y su fe. Para sus hijos Iru, Ela y Naam, su hija Acsa y su yerno Otoniel, su pérdida será muy sentida. Las exequias tendrán lugar en Hebrón, su país. Oportunamente, se facilitará más información al respecto.
Personajes
Caleb: Este nombre, aunque de significado incierto, está relacionado con el término hebreo para designar a un perro. En el antiguo Oriente Próximo los perros no solían gozar de una consideración demasiado elevada. Hay numerosas referencias al uso peyorativo del término («perro escandaloso», «perro muerto», etc.) Sin embargo, la fidelidad del perro también está documentada en diversas fuentes extra bíblicas. La fidelidad y la confianza de Caleb en el poder de Dios es uno de los motivos que brillan a lo largo y ancho de su vida.
Josué: Sucedió a Moisés en la tarea de dirigir a Israel. Junto a Caleb, fue uno de los doce espías que investigaron el país de Canaán. Josué y Caleb fueron los únicos de entre todos los que tenían más de veinte años de edad que salieron de Egipto y pudieron entrar en Canaán. Murió a los 110 años (Josué 24:29).
Moisés: Quizá sea el mayor de los personajes que aparecen en el Antiguo Testamento. Es el autor de la mayor parte de los cinco primeros libros de la Biblia. Antiguamente, estos primeros cinco libros de la Biblia se conocían como los cinco libros de Moisés. El nombre «Pentateuco» (que indica un libro escrito en cinco partes) empezó a usarse a partir del siglo II de nuestra era. Esto quiere decir que el mismo Moisés, uno de los personajes centrales del Éxodo, es el autor de las primeras referencias a Caleb.
Los otros diez espías: Estos hombres, a quienes la Biblia identifica por sus nombres, eran líderes de sus respectivas tribus y fueron elegidos para representarlas en la misión de espionaje en Canaán. Si consideramos el resultado de su informe, debieron ser unos excelentes oradores. Después de presentarlo, empezaron a sembrar el temor y la desconfianza, dejando a Dios fuera de la ecuación y declarando que Israel era incapaz de conquistar el país de Canaán (Números 13:26-33). Parece ser que se dejaron arrastrar por la emoción del momento y no supieron enfrentarse a la multitud aterrorizada. De fundamentarse en hechos, su visión pasó a basarse en la irracionalidad; al punto que después de declarar que «fluye leche y miel» (Números 13:27) se contradijeron a sí mismos, afirmando que «la tierra [...] se traga a sus habitantes» (versículo 32). Como consecuencia de su falta de fe en Dios «murieron de plaga» (Números 14:37).
Acsa: Es probable que Acsa, la hija de Caleb, naciera durante los cuarenta años en que los israelitas peregrinaron por el desierto. Como una buena prospecto joven, sirvió como incentivo en la batalla por la conquista de Quiriat Séfer y se desposó con su primo Otoniel (Josué 15:16, 17). Después del matrimonio, le hizo una petición nada convencional a su padre, quien le concedió manantiales en el Négueb (versículos 18, 19).
Otoniel: Era hijo de Quenaz y sobrino de Caleb. Posteriormente se convirtió en su yerno. Era un joven guerrero que dirigió la conquista de Quiriat Séfer y obtuvo la mano de Acsa. Años más tarde Dios lo usó para librar a los israelitas de Cusan-risataim, rey de Mesopotamia. Fue el primer juez de Israel (Jueces 3:7-11).
Los hijos de Anac: Aiman, Sesay y Talmay eran los líderes de un grupo de los habitantes originales de Canaán que vivían en la zona de Hebrón. Al parecer eran muy altos y fuertes. Esta fue la mayor causa del temor de los diez espías que luego afirmaron que en su presencia se sentían como «langostas» (Números 13:33) y que los israelitas no tenían posibilidad alguna de vencerlos. Caleb, como muestra de su gran fe, pidió ese territorio, y aun siendo uno de los dos hombres de más edad de Israel, venció a los gigantes que habían atemorizado a toda una generación de israelitas.
Información sobre el contexto
Caleb vivió en tiempos turbulentos, desde el éxodo de Egipto hasta los primeros días del establecimiento en Canaán, pasando por el peregrinaje por el desierto. Según la referencia cronológica que se facilita en 1 Reyes 6:1, Caleb nació a principio del siglo XV a. C. Esta era una época de un gran desenvolvimiento internacional. Al inicio del periodo del Imperio Nuevo, Egipto comenzó a extender su influencia sobre Canaán, a fin de crear una zona de contención contra una posible nueva invasión procedente del norte. Durante el Segundo Periodo Intermedio, Egipto sufrió el trauma de verse dominado por unos gobernantes extranjeros: los hicsos. La división de los gobernantes egipcios en dinastías la debemos a Manetón, un sacerdote egipcio que vivió en el siglo III a. C. y que escribió la historia de Egipto en griego. Las dinastías más importantes del Imperio Nuevo de Egipto fueron la XVIII y la XTV. Que el éxodo se diera en el siglo XVI a. C, ubica a tan importante acontecimiento de la vida de Caleb y del pueblo de Israel durante el reinado de la XVIII dinastía.
La influencia de Egipto en Canaán está documentada en las cartas extra bíblicas de Amarna, descubiertas en 1887. Dichos comunicados diplomáticos, originados en Canaán y enviados por los gobernantes de las pequeñas ciudades estado cananitas y sirias a los faraones Amenhotep III y IV durante el siglo XIV a. C, contienen urgentes requerimientos de ayuda contra personas o grupos que se describen como los habiru, que atacaban las ciudades. Si bien los israelitas no eran los únicos en ser conocidos como habiru (mencionados ya en textos tan antiguos como algunos escritos del siglo XVIII a. C, relacionados con personas o pueblos «al margen de la ley»), nada impide que formaran parte de tal grupo. Es evidente que al verlos como unos invasores, los consideraban «forajidos» y agresores.
Sorprendentemente, las cartas están escritas en acadio y no en jeroglífico, lo que pone de manifiesto la importancia que esta tenía como lengua internacional del comercio y la diplomacia. Además de la correspondencia con los vasallos sirios y cananitas de Egipto, el archivo también contenía cartas que documentaban las relaciones de los egipcios con las otras grandes potencias internacionales de la época, entre ellas Babilonia, Asiría, Mitani (grupo de lengua hurrita que vivía al norte de la actual Siria) y el Imperio Hitita.
La manera en que Dios gestionaba el tiempo para su pueblo es impecable. Si consideramos el panorama político internacional a fines del siglo XV a. C. e inicios del siglo XIV a. C, veremos que las grandes potencias de la época como Egipto, Asiría o el Imperio Hitita estaban ocupadas en resolver sus problemas internos, lo que dejaba a Canaán desprotegida. De este modo, Israel tuvo que conquistar únicamente a la población local sin tener que vérselas ante una amenaza mayor como alguna de estas potencias.
Acción
Aunque Caleb no un personaje principal, su historia se halla entretejida con una sección mayor de la narrativa bíblica. La historia de Caleb probablemente comienza en algún lugar del capítulo 2 del libro de Éxodo y termina en Jueces 1. La vida de Caleb estuvo repleta de acción. Él fue testigo y parte del nacimiento de una nación. Empezó viviendo como esclavo en Egipto y experimentó de primera mano el poder de Dios en las diez plagas. Si presumimos que era el primogénito de su familia, la sangre en la jamba de la puerta de su casa lo protegió en la terrible noche de liberación cuando el ángel del Señor pasó por las casas de Egipto y tomó la vida de todos los primogénitos que no estuvieran cubiertos por la sangre del cordero.
Caleb tomó parte en la mayor fuga de la historia, cuando los israelitas abandonaron Egipto cargados con los tesoros de sus opresores. Comió maná, acampó a los pies del Sinaí y escuchó la voz de Dios cuando la tierra tembló y la montaña explotó. Vio con desagrado cómo muchos de sus coterráneos, poco después de haber escuchado la voz de Dios, danzaban alrededor del becerro de oro. Caleb se incorporó al largo viaje hacia las fronteras de la Tierra Prometida.
Aunque los primeros cuarenta años de su vida estuvieron caracterizados por el silencio en un relativo bajo perfil, Caleb observaba, aprendía, recordaba y cultivaba su relación con Dios. Así obtuvo una fuerza moral con la que dejó su huella en la historia después de la exploración de Canaán. Estaba dispuesto, preparado y convencido para hablar; para salir al paso del veredicto popular y alentar a otros a que tuvieran fe en Dios. A pesar de su fe, él y todos los otros que no creyeron pasaron los siguientes cuarenta años peregrinando por el desierto, enfrentándose a la escasez de agua, los animales salvajes, los tumultos y los desfallecimientos constantes de los israelitas. Finalmente, regresó a la frontera de la Tierra Prometida. Él era uno de los dos últimos sobrevivientes de su generación. Con todo, no se retiró a disfrutar de un descanso merecido, sino que en su lugar participó en la conquista del país junto a la nueva generación.
Aunque su vida fue un ejemplo a seguir, no se aferró a su liderazgo ni se sintió amenazado por los más jóvenes. Antes bien, buscó maneras creativas de alimentar su fe y su liderazgo. Entre la vida pública de Caleb y su vida privada no había distinción artificial alguna. La última acción suya de la que tenemos noticia en la Biblia es una imagen de Caleb como hombre de familia. En Josué 15:19 un Caleb generoso le entrega a su hija (a quien por ley no le correspondía propiedad alguna), no solo unas tierras (que se perderían para él y su familia, puesto que su hija pasaría a formar parte de la familia de su esposo), sino también una cesión de derechos sobre el agua, uno de los bienes más preciados en el árido Cercano Oriente.
En profundidad
En esta sección echaremos un vistazo a las primeras palabras que se registran de Caleb, las cuales se encuentran en Números 13: 30. Aunque se trata de un versículo muy corto, para situar sus palabras en contexto tendremos que tomar en cuenta lo que antecede y lo que sigue al discurso de Caleb.
Números 13 empieza con la orden de Dios de salir a explorar el país de Canaán. Los israelitas estaban acampados justo frente a la frontera de la Tierra Prometida, y allí escogen a los representantes de las distintas tribus para que se unan a la misión de espionaje. Al tratarse de una misión oficial, primero se presenta por nombre a cada uno de los representantes en el contexto de su tribu, y seguidamente se da el nombre de su padre. Esto servía para identificar el clan personal, y tenía una función similar a la del apellido en nuestra sociedad.
Números 13:16 menciona que Moisés dio a Oseas el nombre de Josué. No era extraño que un líder cambiara el nombre de alguien a fin de mostrar un cambio de misión o de rol en esa persona. «Josué» es especialmente relevante, pues se trata de la forma hebrea del nombre de Jesús, que significa «el Señor es salvación». Este era un nombre muy apropiado para un líder que estaba destinado a enfrentarse a grandes contratiempos. El hecho de que Caleb no obtuviera un nombre nuevo enfatiza su papel secundario. No se lo llama a una posición de liderazgo visible.
En Números 13:17 los espías reciben las órdenes. No se trata de un viaje de placer para ir a visitar paisajes lejanos. Son llamados a llevar a cabo un proyecto de investigación en el que deben ir en busca de los hechos reales. Dios es favorable a la recaudación de datos, las encuestas y las misiones para descubrir cosas nuevas. Nuestra experiencia cristiana no debe estar marcada por la falta de investigación personal o la búsqueda superficial. Se nos pide que escudriñemos la Biblia de manera individual y como una comunidad de creyentes.
Números 13:26-29 es un informe objetivo de los resultados obtenidos en la misión, a pesar de que se pueden detectar ciertos matices tendenciosos en algún punto, como por ejemplo el «pero» que abre el versículo 28. Los hechos en sí mismos no son relevantes sin una interpretación, así que Caleb toma la palabra y da un paso al frente para hacerlo. El ve un gran país que Dios ha prometido a su pueblo, mientras que los otros diez líderes dejan a Dios por fuera y ven solo gigantes. Al mirar los hechos que se producen en nuestra vida y el mundo actual, incluso en la ciencia y la historia, dependiendo de si interpretamos los hechos con fe o sin ella y de si incluimos o excluimos a Dios de la ecuación, podemos llegar a conclusiones diametralmente opuestas.
Las palabras son poderosas. Los diez espías que dieron el informe falto de fe no tenían idea del alcance que tendrían sus palabras o de las consecuencias que conllevaría su informe. El cambio es espectacular y súbito. En un instante, la vasta multitud cambió su estado de ánimo de la excitación expectante a la decepción, la desesperanza y la ira más extremas. Pareciera que las palabras de los espías causaron efecto incluso sobre ellos mismos, de modo que extendieron su narración para incluir exageraciones que no se basaban en los hechos. Si el país era tan malo que se tragaba a cuantos vivían en él (versículo 32), ¿cómo podía albergar a gigantes?
En el capítulo 14 podemos ver el efecto del informe. El mal humor se extiende por todo el campamento y el pueblo desea regresar a Egipto. Moisés y Aarón discuten con Dios. Caleb y Josué no se quedan en silencio e intentan contener la marea. El suyo fue un acto increíblemente valiente. Imagínese el lector de pie ante una multitud airada que parece haber perdido toda traza de racionalidad y memoria. Josué y Caleb estaban apasionados con la verdad. No podían quedarse de brazos cruzados contemplando cómo toda una nación era conducida al desastre. En los versículos 6 al 9 está documentado su discurso. Aunque no indica quién habló, parece ser que ambos lo hicieron; y con la acción de rasgarse las vestiduras expresan la profundidad de sus sentimientos. Son tan solo dos hombres que hablan en nombre de Dios en medio de una masa agitada de gente que, cual hinchada fanática de un equipo que ha perdido el campeonato más preciado, anda en busca de una víctima sobre quien descargar su rencor. La multitud había perdido la razón y busca apedrear a Caleb y Josué. La intervención directa de Dios en el versículo 10 los protege.
La última vez que se menciona a Caleb en el libro de Números es en el versículo 24 del capítulo 14, donde Dios lo dignifica con una mención especial. Josué se convertirá en un líder, un personaje muy visible. Sin embargo, Dios desea reforzar la verdad de que él también se fija en los personajes «secundarios». Dios sabe que en Caleb vive otro espíritu, de hecho, su Espíritu; y que a pesar de que lo hace de manera discreta, Caleb sigue a Dios de todo corazón. Dios recompensará su fe y su confianza. De toda una generación, él será el único que entrará en Canaán.
Respuestas
Números 14:18 ha resultado ser un versículo un tanto incómodo para algunos eruditos de la Biblia. Desde la perspectiva individualista del siglo XXI en particular, vemos a la justicia como algo personal en la que el culpable «paga» por lo que ha hecho. Hemos recorrido un largo trecho desde que nos hemos organizado en comunidades. Nos guste o no, en un sentido muy real las vidas de todos están entrelazadas y todas nuestras elecciones afectan a los demás como a nosotros mismos. Consideramos que la idea de los hijos que sufren las consecuencias de los pecados de sus padres es injusta y despiadada. La manera en que Dios ve los temas de la justicia, el castigo y la responsabilidad tanto del grupo como del individuo, está bellamente plasmada en la historia de Caleb. En Números 14:10 Dios entra en escena y retiene a los israelitas para que no apedreen a los líderes mientras Moisés está intercediendo por una comunidad que no lo merece. Él cita las palabras que Dios le dijo e incluye las problemáticas palabras del versículo 18, donde se declara que «de ningún modo tendrá por inocente al culpable, pues castiga el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación».
¿Qué propósito tiene la aplicación de este principio en la vida de Caleb y la comunidad de los israelitas? En primer lugar, podemos ver que Dios es paciente. Esta era la décima vez que los israelitas se habían rebelado contra la dirección de Dios (Números 14:22). La desobediencia conlleva sus consecuencias. A veces es posible demorar las consecuencias del pecado, pero inevitablemente estas deberán ser afrontadas. A causa de su continua desobediencia y su reiterada falta de fe, los israelitas no pudieron entrar en Canaán. Dios le dijo a Moisés que de toda la generación de israelitas que habían salido de Egipto, los que ya habían cumplido veinte años morirían en el desierto (Números 14:29-35). Cuarenta años de vida nómada en un desierto reseco sería una dura prueba. Toda la comunidad sufriría como resultado de sus acciones, incluidos los hijos (14:33) y el ganado.
Aunque el castigo aparentemente afectaría a dos generaciones, se extendía realmente hasta la tercera y cuarta generación, pues todos aquellos que tenían una edad cercana a los veinte años tendrían hijos que también sufrirían en el desierto antes de entrar a Canaán. La cruda realidad es que el pecado no es justo. Los conductores ebrios matan a gente inocente. En mayor o menor grado, todos sufrimos por las decisiones erradas de los demás; y a su vez, con nuestras decisiones y acciones equivocadas influimos sobre las vidas de otros y nuestro entorno. La Biblia establece claramente que habrá un día de castigo y juicio en el que Dios castigará de manera activa el pecado individual y del grupo. Sin embargo, mucho de cuanto sufrimos es consecuencia de nuestros propios pecados o los de los demás.
Reacción
Chantal: En Caleb veo mucho de mí. Pienso que en general soy más de moverme entre bambalinas, aunque en cierto aspecto soy muy distinta a Caleb. Caleb estaba preparado para levantarse y resistir aun solo si era necesario. Yo prefiero evitar el conflicto a casi cualquier precio; Mi familia y mis amigos me apoyan maravillosamente. Pero, ¿tendría la fuerza moral de levantarme por fe y confianza en Dios si todos cuantos amo y aprecio hablasen de tinieblas y desconfianza? Quiero tener más del Espíritu que vivía en Caleb para saber cuándo debo solo observar en silencio y cuándo levantarme y hablar.
Gerald: La paciencia no es uno de mis puntos fuertes. ¡Ojalá tuviera la firmeza de carácter que mostró Caleb al esperar durante más de cuarenta años el cumplimiento de la promesa de Dios! ¡Ojalá pudiera yo mostrar la longanimidad que Caleb mostró al tener que alejarse de las fronteras de la Tierra Prometida durante otros 38 años de vida nómada, sabiendo muy bien que no era culpa suya! En la vida de Caleb no veo acusaciones. No es el tipo de persona que busca a los culpables y se esfuerza para que se enteren que la culpa recae sobre ellos. Él muestra una gran solidaridad: algo que yo quisiera mostrar más en mi vida.
Compilador: Delfino J