Libro Complementario
IV Trimestre de 2010
La viuda de Sarepta: El despertar de la fe
Capítulo Once
Autor: Chantal y Gerald Klingbeil
Imagine
Imagine una breve nota de agradecimiento escrita por una viuda al profeta Elías.
Apreciado profeta Elías:
¡Qué bendición ha sido el que usted haya estado en mi casa! Estamos muy tristes de ver que nos deja. Parece que fue ayer cuando mi hijo y yo lo conocimos mientras recogíamos algunas espigas para cocinar la que pensábamos sería nuestra última comida. Nunca olvidaré la lucha que se desató dentro de mí cuando usted nos pidió pan, el último pan que nos quedaba. Estoy muy contenta de habérselo dado. Fue la mejor inversión que jamás pude haber hecho. Aunque ha ocurrido todos los días, aún se me hace difícil creer que ha habido suficiente harina y aceite para hornear cada día. Durante tres años hemos visto este milagro ocurrir a diario. Yo, que ni siquiera soy israelita, estoy admirada ante los milagros que el Dios de Israel ha obrado en mi casa.
Usted siempre lució tranquilo y seguro de vivir con Dios. Supongo que es porque ha hecho mucho a través de él como su mensajero. Para mí, la presencia de Dios en mi casa fue una experiencia totalmente nueva. Cada día, a medida que usted hablaba de su Dios y lo adoraba, me fui dando cuenta de lo que sucedía en mi propia vida. Empecé a contrastar mi vida contra ese gran Dios santo. Me sentía más y más avergonzada. Todo llegó a su punto culminante con la muerte de mi hijo. Cuando me senté junto a su lecho para tratar de bajarle su fiebre altísima, pude recordar las ocasiones en que fui impaciente con él, como la vez que lo hice llorar al regañarlo por haber dejado caer la jarra del agua, a pesar de que había sido un accidente. Me acordé de mi marido y de la última discusión que tuvimos. Me encontré cara a cara con mi egoísmo. Quise pedir ayuda a Dios para que sanara a mi hijo, pero me sentía muy mal. Ni siquiera la muerte de mi hijo fue suficiente pago por mis pecados ante un Dios tan santo. Gracias por su amable paciencia cuando le grité después de la muerte de mi hijo. ¿Cómo poder pagarle que me lo devolviera? Mi niño vive, y ahora, cada vez que lo miro, sé que Dios me ha visto y que me escucha y me perdona a pesar de mis defectos.
¡Muchas gracias por mostrarme al Dios vivo!
La viuda de Sarepta.
Personajes
La viuda de Sarepta: Se trata de una viuda anónima de la ciudad fenicia de Sarepta, cerca de Tiro y de Sidón. Durante la hambruna que afectó Palestina en la época del profeta Elías, se encuentra en una situación desesperada y se enfrenta a la inanición (1 Reyes 17:12). Elías encuentra refugio en su casa después de su salida del arroyo de Querit. Más tarde, su único hijo muere y el profeta le restituye milagrosamente la vida.
El hijo de la viuda de Sarepta: Es un personaje pasivo, y solo se lo menciona una vez antes de su muerte (versículo 12). Durante el tiempo que Elías se queda con la familia de la viuda, su hijo cae enfermo y finalmente expira su último aliento. La respuesta de Elías y la acción en los versículos 19 y 23 podrían sugerir que el hijo es muy joven, por lo que un adulto todavía puede llevarlo a cuestas.
Elías: Profeta del Señor, habitante de la región de Galaad, en el reino del norte de Israel. Su ministerio alteró la vida de la casa de Omri, la dinastía que fundó Samaria, la capital del norte de Israel durante el siglo IX a. C. La principal preocupación de Elías es la soberanía de Dios en medio de un mundo que poco a poco, pero con paso firme, se aleja del verdadero culto a Dios y lo sustituye por Baal u otras deidades del panteón semítico. Dada la crucial misión de establecer las verdaderas credenciales del Dios soberano, el Señor ordena a Elías que anuncie una sequía seguida de una hambruna, producto de la falta de lluvia. Dios golpea a Baal, el antiguo dios cananeo de la meteorología, donde más le duele. El nombre de Elías, «El Señor es mi Dios», forma parte de todo el plan de Dios. Su nombre no solo tiene un sonido agradable en hebreo, sino que señala la convicción de la soberanía de Dios sobre la vida de su pueblo, y la creación en su conjunto. El momento más trascendental de la vida de Elías se produce en el Monte Carmelo, durante el importante encuentro entre Dios y Baal, representados por la multitud de los profetas de Baal y por Elías.
Información sobre el contexto
En esta historia, la geografía desempeña un papel importante. Elías sale de los confines del territorio de Israel tras haber sobrevivido milagrosamente en las cercanías del uadi de Querit (1 Reyes 17:2-6), al este del Jordán. Un uadi en el Oriente Próximo es un río estacional que en ocasiones (por lo general, durante la temporada de lluvias) lleva agua. Cuando finalmente el agua del uadi se seca, Dios le dice a Elías que vaya a la ciudad fenicia de Sarepta, unos 13 kilómetros al sur de Sidón y 22 kilómetros al norte de Tiro.
Sarepta (la actual Sarafand) fue excavada en 1969 por el arqueólogo James Pritchard. Los resultados de la excavación sugieren que en el siglo IX a. C, durante la época de Elías, la ciudad era un importante centro de comercio y un próspero puerto. Pritchard desenterró más de veinte hornos de alfarero, lo que sugiere que la población era un importante centro de producción de alfarería. Situada en la costa del Mediterráneo, Sarepta también era conocida por la producción de tinte púrpura, el cual era extraído de un depósito local.
Fenicia ocupaba la franja costera ubicada en el actual Líbano, que fue dominada por grandes ciudades estado como Sidón, Tiro y Biblos. El nombre se hizo común durante el primer milenio a. C. Muy probablemente, sus habitantes eran una mezcla de la población cananea original con inmigrantes llegados de algún otro lugar de la cuenca mediterránea. Los términos «Fenicia» y «fenicio» debieron derivar del término griego phoinos, que significa «rojo», tal vez en referencia a uno de los productos fenicios más característicos: un colorante púrpura extraído de ciertos caracoles marinos que era muy usado en la industria textil.
La interacción de Israel con Fenicia era tanto positiva como negativa. Durante los reinados de David y Salomón, Fenicia se convirtió en el principal proveedor de una excelente madera (1 Reyes 5:8-10), así como de artesanos altamente calificados que ayudaron en la construcción del templo y otros edificios monumentales (2 Crónicas 2:13, 14). A cambio de esta ayuda, Salomón cedió a Hiram de Tiro veinte ciudades de Galilea (1 Reyes 9:10-14; 2 Crónicas 8:2).
Los navegantes fenicios eran mundialmente conocidos por sus habilidades en la navegación a vela. Las dos expediciones marítimas mencionadas en la Biblia, además de marineros israelitas, incluyeron también a expertos fenicios. Por desgracia, Israel no se limitó a emplear a los artesanos y marineros de Fenicia, sino que también quedó fascinado con la religión fenicia y sus deidades, a las que adoró desde la época de Salomón (1 Reyes 11:5) hasta la reforma bajo el reinado de Josías (2 Reyes 23:13). La referencia más negativa a Fenicia está relacionada con la alianza hecha por el rey israelita Omri con el rey de Sidón, Et-baal (1 Reyes 16:31), que dio lugar a la boda de Acab, hijo de Omri; con Jezabel, hija de Et-baal (1 Rey. 18:18, 19). Ese matrimonio dio inicio a una época en la que el culto a Baal, en contraste con la adoración exclusiva al Dios verdadero, se convirtió en el culto favorecido por el estado de Israel.
Acción
La acción de esta historia comienza con la frase «La palabra del Señor» (1 Reyes 17:8). Dios le habla de nuevo a Elías, quien había huido y estaba escondido en el uadi de Querit, para darle una nueva ubicación de «GPS». Sorpresivamente, le pide que salga del territorio israelita y se dirija a la ciudad portuaria fenicia de Sarepta, donde él ya había trabajado en el corazón de una viuda que le daría de comer (1 Reyes 17: 9). Curiosamente, el texto hebreo declara que Dios ya le había «dado la orden» (NVI, RV95) a una viuda. ¿Cuestionó Elías que Dios escogiera a una mujer extranjera, y que vivía en el mismo lugar de donde provenía Jezabel, la reina de Israel cuya influencia había tenido efectos devastadores sobre la orientación religiosa de la corte real y del pueblo?
Elías obedece, y cuando está a punto de entrar por las puertas de la ciudad ve a una viuda recogiendo leña, seguramente distinguida por un cierto tipo de vestido característico. Elías le pide agua. Esto era algo común, a lo que por lo general todo el mundo respondía de buena manera, ya que la hospitalidad era un valor fundamental de las sociedades semíticas antiguas. Su segunda petición de alimentos también era normal, aunque mucho más complicada en una época de sequía y hambruna.
La respuesta de la viuda en 1 Reyes 17:12 es sorprendente, pues hace referencia al Dios de Israel. Nos preguntamos si tal vez por la vestimenta de Elías ella pudo deducir que era un hombre de Dios, o tal vez intuyó por su acento que era del sur, o quizá Dios había preparado de alguna manera el camino y la había hecho receptiva a la «orden» divina (versículo 9).
El mensaje que Dios dio a través de Elías a la viuda comienza con el conocido: «No temas», y concluye con una maravillosa promesa de suministro ilimitado de aceite y harina. Para ella esto debió sonar como la promesa de la tierra que mana leche y miel, aunque como seres humanos sabemos que del dicho al hecho hay mucho trecho. Sin embargo, en un acto patente de fe esta obedece la solicitud de Elías sin mucho rodeo (versículo 15).
La historia podría terminar aquí, con un final feliz y agradable lleno de diversos matices teológicos importantes. Pero la tragedia está a la vuelta de la esquina. Un tiempo después, su hijo enferma y finalmente expira. La reacción de la mujer es comprensible y reproduce el dolor que ella siente en ese momento. Su marido ha muerto, y ahora su única esperanza de cuidado futuro, también ha muerto. Elías no se ofende. Siente su dolor y hace caso omiso de sus acusaciones. Lleva al muchacho a su habitación, en la azotea, y lo pone en su propia cama. Clama a Dios haciéndose eco de algunas de las preguntas que ya ha expresado la viuda (1 Reyes 17:18, 20), se tiende tres veces sobre el niño muerto y ocurre el milagro. Dios oye a Elías y sus motivos. El niño vive y es devuelto a los brazos de su madre. Inmediatamente, ella reconoce la omnipotencia de Dios. No es tan solo el Dios territorial de Israel, limitado por las fronteras de los reinos de Israel y de Judá. Es el Creador y el sostenedor de toda la tierra, incluida Fenicia.
En profundidad
El capítulo 17 de 1 Reyes gira en torno al conflicto entre Yahvé (el Señor o Jehová, como muchas versiones en español traducen la palabra hebrea que nombra al Dios de Israel en el Antiguo Testamento) y Baal. Como ya hemos señalado, la geografía y la ubicación son herramientas importantes en la conformación de la trama. Varios siglos después, Jesús hace referencia a esta historia y su ubicación: «Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón» (Lucas 4:25, 26). Elías no fue enviado a una viuda israelita o a alguien que viviese en Judá. Dios hizo que fuera directo al corazón de Fenicia, el centro del culto a Baal. Allí Dios vencería al dios cananeo de las tormentas, el cual había cautivado la imaginación de la corte y del pueblo israelitas. De esta manera, el Carmelo era simplemente la consecuencia natural del resultado de la batalla entre el Señor y Baal.
La primera victoria para el Señor es la expresión de fe, aunque pequeña y frágil, que esta mujer fenicia y probablemente imbuida en el culto a Baal expresa al arriesgar su últimas provisiones para preparar un poco de comida para el cansado profeta (1 Reyes 17:15). Después de su conversación con Elías, ella sale a hacer lo que es preciso. No pierde tiempo hablando de la verdad o analizando cuestiones filosóficas en torno al tema de la existencia de Dios y su poder para intervenir. Ella simplemente está dispuesta a actuar. Baal cero, Yahvé uno.
Prestemos atención a la respuesta que da en 1 Reyes 17:12 a la petición de Elías: «¡Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido!» De alguna manera, la viuda reconoce a Elías como perteneciente a Dios, tal vez por su apariencia, o por su comportamiento. No lo sabemos, ya que el texto bíblico no lo dice de manera explícita. Sin embargo, la expresión «tu Dios» nos da a entender que aún es un Dios ajeno para ella. A pesar de la pequeña semilla de fe que responde a la petición de Elías, a la viuda le queda aún un largo trecho por recorrer en su camino de fe personal.
El siguiente paso en su experiencia con el Señor se describe en 1 Reyes 17:16. Todas las mañanas el taño de la harina está suficientemente lleno como para reponer lo necesario para su huésped. De igual manera, todas las mañanas el taño del aceite está lleno. Día a día puede observar de cerca y personalmente que se puede confiar en la Palabra del Dios de Israel. Este no es como Baal o cualquier otra divinidad cananea. Es un Dios diferente que mantiene su palabra. Baal cero, Yahvé dos.
Como hemos dicho antes, la historia podría terminar aquí y todo el mundo sería feliz. Una viuda y su familia han sido salvados de morir de hambre. El profeta de Dios es atendido. Las cosas parecen ir bien.
Pero la vida no es como la muestran las películas. La vida es dolorosa. La vida es injusta. La vida en el planeta Tierra es el campo de batalla de esta guerra cósmica entre Dios y Satanás, y el pecado causa dolor. De repente, el hijo de la viuda cae enfermo, y el versículo 17 nos muestra su empeoramiento. Simplemente se va desvaneciendo y un día expira su último aliento. El grito cargado de dolor de la viuda hacia Elías nos proporciona una imagen de su alma atormentada. Siguiendo la línea de una larga tradición de pensamiento, ella cree que la causa de la muerte de su hijo es su pecado (versículo 18). Su imagen de los dioses está determinada por la teología que conoce, y uno de los pilares de la teología del Antiguo Oriente Próximo (incluido el culto a Baal) es que las deidades no suelen ser benignas y se pueden enfurecer fácilmente si su templo o santuario no es atendido de manera apropiada. La viuda siente que el Señor la ha alcanzado por sus pecados. Baal uno, Yahvé dos.
Pero el Señor no es como los otros dioses. Él no es vengativo y no se goza con la muerte (o el dolor) de la humanidad, sino todo lo contrario. Es un Dios que está dispuesto a darse a sí mismo para que todo el que en él crea tenga vida eterna (Juan 3:16). Pero este era un acontecimiento que aún estaba en el futuro. Elías parece reconocer el momento crucial en la experiencia teológica de la viuda de Sarepta, y clama al Creador para que restaure la vida del joven fenicio. Este es otro momento crucial de la batalla entre Dios y Satanás. Una oración y una vida que afectan la fe de un extranjero. Pero Dios está activo y para nada distante. Él escucha las oraciones de su siervo, y el niño es milagrosamente devuelto a la vida (versículo 22). Baal uno, Yahvé tres.
Cuando Elías entrega al niño a su madre, el retoño de la fe sigue creciendo. Su respuesta demuestra un cambio de perspectiva teológica. La viuda se ha alejado de la imagen de un dios vengativo y arbitrario, a uno que es compasivo y solidario, y lo que es más importante: poderoso. Ahora cree que el Señor vive y se involucra en las vidas de aquellos que ponen su confianza en él. Baal uno, Yahvé cuatro.
Aunque en el conflicto cósmico la guerra no ha terminado, se ganó una batalla. Es bueno recordar que esta batalla ocurrió fuera de Israel, en territorio fenicio, lo que destaca el hecho de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios universal y no está limitado a las fronteras nacionales, cosa que se reitera en el Nuevo Testamento (Romanos 3:29).
Respuestas
La soledad: En el Antiguo Oriente Próximo las viudas se encontraban en una situación precaria. En una sociedad dominada por los hombres, estas gozaban de una protección legal mínima. La viuda sin nombre de Sarepta, aunque no desprovista de hijos, tuvo que sacar adelante a su familia por sí sola. No podía sentarse con su esposo en la oscuridad después de un ajetreado día de trabajo en los campos y compartir con él sus alegrías y preocupaciones. Además de mantener la casa ordenada y preparar la comida, tenía que obtener algún tipo de ingreso que le permitiera poner algo a cocer en las ollas.
Parece ser que en el siglo XXI la «viudez» se ha multiplicado por un factor importante. Pero los viudos y las viudas modernos no pierden a sus cónyuges a causa de la muerte. Hoy en día, los esposos (o esposas) abandonan el hogar, se van a vivir con otea pareja, o de manera abrupta piden el divorcio porque simplemente «no va a funcionar». Por lo tanto, las viudas y los viudos de hoy terminan siendo padres solteros cuando hay niños de por medio (cosa que por desgracia parece ser el caso en la mayoría de las circunstancias), que tienen que proporcionar refugio, alimentos, amor, disciplina, diversión, valores morales, religión, y una miríada de otras cosas a su desintegrada familia. Además de la eterna necesidad de contar con más tiempo, están solos. Por lo general, los familiares más próximos no viven cerca, y aun si así fuera, la mayoría de los abuelos, los tíos y las tías están tan ocupados en las exigencias de la sociedad moderna que apenas tienen energía para atender sus propios núcleos familiares.
Estar solos es no tener a nadie que nos sirva de respaldo. Estar solos es no contar con un interlocutor que pueda ofrecernos una crítica constructiva, pero llena de amor. Estar solos es visitar a nuestros amigos cuyas familias permanecen unidas, y sentirnos como el neumático de recambio en un vehículo. Estar solos significa recibir pocos abrazos o besos (y en cambio, repartirlos a diestra y siniestra).
La buena noticia es que Dios ama a los viudos y a los padres solteros. Junto con los huérfanos, los extranjeros y los pobres, parecen ser una preocupación importante para el Dios que creó el universo (Éxodo 22:21-24; Deuteronomio 10:18; 27:19; Salmo 68:5; Jeremías 49:11). Por eso envió a Elías a la viuda de Sarepta. Jesús muestra una preocupación especial por las viudas. Paralelamente a nuestra historia, Jesús resucita al hijo único de una viuda que vivía en Naín (Lucas 7:11-15) y resalta la fidelidad de una viuda que dio con generosidad lo poco que tenía (Marcos 12:41-44). En la iglesia primitiva las viudas representaba una cuestión de máxima importancia para el ministerio de la iglesia (Hechos 4:34; 6:1-7; Santiago 1:27).
¿Cómo nos relacionamos nosotros con los padres solteros de nuestro círculo de amistades? ¿De qué manera apoya nuestra iglesia al creciente número de familias que están desesperadamente necesitadas, no solo de bienes materiales, sino de amor, calor y atención?
La soledad no es fácil, pero Dios ama y cuida de manera especial a quienes la experimentan.
Reacción
Chantal: Tener a Elías cerca no siempre fue fácil para la viuda de Sarepta. A veces pienso que incluso hoy en día estar cerca de gente verdaderamente piadosa no siempre es fácil. Al relacionarme con ellos empiezo a ver con más claridad mis propios defectos. A veces me siento inclinada a retirarme y unirme a la gente con la que «encajo» mejor. Tal vez, como en el caso de la viuda, Dios tiene alguna bendición especial para mí al desafiarme a vivir mejor mi vida cotidiana con su presencia.
Gerald: Parece ser que las viudas son especialmente generosas. La viuda de Sarepta no era la excepción. ¿Será que la falta de bienes materiales y la soledad nos hacen estar más dispuestos a dar con generosidad? Tal vez el hecho de vivir al margen, sin ninguna clase de programa de protección social, nos ayuda a cultivar más la fe. Recuerdo momentos de nuestra propia historia familiar en los que Dios se manifestó en el último minuto, teniendo especial cuidado de las necesidades materiales de nuestra familia. Señor, ¡ayúdame a recordar esos momentos, y líbrame de basar mi «seguridad» en la cuenta corriente o la libreta de ahorro, en una casa bonita y confortable, o en el cheque de mi salario!
Compilador: Delfino J.
Fecha: 11 de diciembre de 2010