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Capitulo 5. Se anuncia la expiación

Capitulo 5

Se anuncia la expiación

Para el 1º. de noviembre de 2008

El misterio de Dios fue anunciado tan pronto como el pecado entró al mundo. En ese momento era una promesa de salvación para los pecadores, quienes solo podrían apropiarse de sus beneficios totales a través de la fe en la venida del Salvador. Muchos pasajes en el Antiguo Testamento revelan diversos aspectos del plan divino para el pueblo de Dios. Aquí solo podremos tratar un número limitado de ellos, seleccionados en base a su importancia general para anticipar la naturaleza y los resultados de la obra expiatoria de Cristo.

La simiente de la mujer

Dios les anunció a Adán y Eva el plan divino para la salvación de la raza humana inmediatamente después de su caída, mientras estaban todavía en el Jardín del Edén. El Señor les dijo: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tu le herirás en el calcañar" (Gen. 3: 15). Los cristianos le han llamado el protoevangelium ("evangelio primitivo"), es decir, el primer anuncio del evangelio de salvación a la humanidad. Varios factores señalan a una lectura mesiánica del texto.
La serpiente y el enemigo de Dios. Primero, en el contexto del relato, la serpiente representa algo más importante que un simple reptil. Es, fundamentalmente, un poder opuesto a Dios cuya principal función en la narración es presentar mal a Dios e invitar a otros a rebelarse contra él. La Escritura en otra parte identifica a Satanás como "la serpiente antigua llamada diablo" (Apoc. 12: 9). Como lo hemos señalado previamente, el enemigo del Creador usó mal lo que era bueno. Era parte del conflicto cósmico cuyo origen fue anterior a la creación de la raza humana.
Enemistad entre la mujer y la serpiente. Segundo, la enemistad o antagonismo es algo que el Creador puso entre la serpiente y la mujer. Dios deseaba que existiera un conflicto constante entre ellos dos. Como se señaló, esa enemistad implica que la relación entre los seres humanos y la serpiente nunca sería armoniosa. El poder del mal no esclavizaría total o absolutamente a los seres humanos, aunque los venciera. En otras palabras, la enemistad pone límites al control del mal sobre la humanidad. De esta manera preserva Dios la libertad de la humanidad, indispensable para el cumplimiento del plan divino de salvación de la raza humana.
Uso colectivo y singular de zerac. Tercero, otro factor que señala la lectura mesiánica del texto es el término zerac ("simiente, descendientes") que no siempre expresa un significado colectivo. En varios de los casos se refiere a un individuo en particular. Por ejemplo, en Génesis 4: 25, Eva dice: "Dios me ha sustituido otro hijo [zerac, "descendiente"] en lugar de Abel". El término "simiente" especifica a Seth y no es un nombre colectivo. El paralelo en Génesis 15:3 entre "simiente" y "heredero" sugiere que estamos tratando de individuos. Después, Dios identifica a Ismael como el descendiente/simiente de Abraham (Gen. 21: 13; véase también 38: 8, 9). Uno de los mejores ejemplos del uso de "simiente" en su forma singular aparece en 1 Samuel 1: 11. Cuando Ana ora por un hijo pide al Señor "un hijo varón [lit.,descendiente "varón"], entonces yo lo dedicaré a Jehová" (cf. I Sam. 2: 20). En este caso el antecedente del pronombre singular "él" es la "simiente/hijo", indicando que el sustantivo zerac designa a un descendiente específico. Lo mismo se aplica para Salomón, llamado el "descendiente" de David (2 Sam. 7: 12). Todos son descendientes inmediatos de una persona en particular.
En el caso de Génesis 3: 15 el uso colectivo está presente, pero al mismo tiempo la posibilidad de una referencia a un descendiente individual no se descarta como sugiere la traducción común de la última parte del versículo como "esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar". La pregunta es ¿podemos interpretar el pronombre singular como colectivo y traducirlo "ellos" o "ello"? El hecho de que la "simiente" podría designar a un individuo y que nuestro pasaje emplea un pronombre singular sugiere que estamos tratando con una ambigüedad, por lo tanto la referencia podría ser un descendiente específico y los descendientes, como un todo, de la mujer.
Victoria final sobre la serpiente. Cuarto, una lectura mesiánica de Génesis 3: 15 señala que el conflicto entre la simiente de la mujer y la simiente de la serpiente tendrá un final. El pasaje contiene tanto juicio como buenas nuevas. La frase "esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" anticipa la derrota final del mal. El verbo traducido "aplastará" es el mismo que "herir" (hebreo, shuph), y eso suscita la cuestión de la traducción apropiada. El principal problema es que el verbo aparece solamente en dos pasajes (Sal. 139: 11 y Job 9: 17) y ni aun allí está claro su significado. Uno podría sugerir que "herir en" podría expresar la idea básica del verbo y que la intensidad del golpe dependería del objeto que lo recibe.1 Siendo que la serpiente tiene como blanco el calcañar, solo le produce "rasguños" o "mordiscos", mientras que un golpe en la cabeza tiene el propósito de "aplastar" la cabeza de la serpiente y puede ser mortal.
Si el pasaje no incluye una victoria, entonces lo que tenemos es una batalla perpetua entre el bien y el mal. En ese caso la maldición no sería solamente contra la serpiente sino también contra los seres humanos. Consecuentemente, "el hombre y la mujer son castigados dos veces" y la serpiente recibe un castigo más liviano del que se le impone a la pareja humana".2 Tal lectura es ajena al texto.
Significado del término "simiente". Quinto, uno no debiera pasar por alto el hecho de que el tema de la "simiente/descendiente" desempeñaría una función significativa en el resto del libro de Génesis. Los usos singular y colectivo prácticamente se funden unos con otros a medida que la historia avanza en la narración patriarcal. Las promesas hechas a uno van también para los demás. No se refiere solamente a la preservación de la existencia del pueblo de Dios, sino también acerca del cumplimiento de sus promesas. Eva estaba preocupada por la pérdida de la simiente/hijo, Abel, pero el Señor le dio otra simiente/hijo, Set (Gen. 4: 25). El pacto que Dios hizo con Noé incluía también a sus futuros descendientes (Gen. 9: 9). Las promesas del pacto son la fuerza histórica impulsora a través de los descendientes y se convierten en uno de los contenidos teológicos más significativos en la vida de Abraham.
Para que Dios cumpliera sus propósitos con la raza humana, eligió a Abraham y a sus descendientes (Gen. 12: 7). A él y a sus descendientes Dios les prometió la tierra (Gen. 13: 15) y hacerlos innumerables, como el polvo de la tierra (vers. 16). Las promesas estaban orientadas hacia el futuro. La necesidad de un descendiente, un hijo, llegó a desempeñar la mayor función en las historias. Abraham sospechaba que, como él no tenía hijo, Eliezer, su sirviente, llegaría a ser su heredero (Gen. 15:3). Pero el Señor le aseguró que tendría un hijo (vers. 4). Ahora la promesa de un descendiente y la promesa de un hijo se mezclan la una con la otra. Esta promesa de un descendiente así como también de futuros descendientes, que serían tan numerosos como las estrellas (Gen. 15: 5; 22: 17) será ahora la fuerza impulsora del curso de la historia. El futuro era el lugar donde las promesas verían su cumplimiento. Incluiría el tiempo de esclavitud en Egipto, la liberación de Israel de allí, y la entrega de la tierra a ellos como herencia (Gen. 15: 13, 18). El pacto que el Señor hizo con Abraham era permanente porque incluía a sus descendientes "'en. 17: 7-10). Las promesas encontrarían su cumplimiento a través de Isaac, el hijo/simiente de Abraham (Gen. 17: 19; 21: 12). Su simiente/descendiente vencería a sus enemigos y llegaría a ser una bendición para las naciones de la tierra (Gen. 22: 17; 12: 18; 24: 60). El cumplimiento de las promesas a través de la simiente de Abraham daría forma a la historia (Gen. 24: 7). Ese es el significado de la constante renovación de las promesas de descendientes y de la tierra a Isaac (Gen. 26: 3, 4, 24), y Jacob (Gen. 28: 4; 32: 12; 48: 4). En una forma particular, las promesas comenzaron a modelar la historia cuando los hijos de Jacob aumentaron y fueron a Egipto (Gen. 46: 6, 7; cf. 48: 11, 19). Esta comprensión orientada al futuro de la simiente/descendiente de Abraham está fundada en la naturaleza orientada al futuro de la simiente de la mujer en Génesis 3:15.
Un profundo interés en el descendiente/descendientes a través de quien Dios cumpliría sus promesas corre a través de todo el Antiguo Testamento y llega hasta el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento la conexión del descendiente/hijo con David y su dinastía llega a ser de importancia particular. Las Escrituras emplean el plural y el singular en una forma casi fluida. El Señor levantaría un hijo/descendiente de David y establecería su dinastía después de él (2 Sam. 7: 12, 16). Las promesas de un descendiente de David que siempre se sentaría sobre su trono se repiten en otros pasajes (2 Rey. 2: 33; 11: 39). El Señor dijo a David: "Para siempre confirmaré tu descendencia [zerac, y edificaré tu trono por todas las generaciones" (Sal. 89: 4; véanse también los vers. 29 y 36). A través de la dinastía de David los enemigos de Israel serían vencidos (2 Sam. 22: 38-41; cf. Salmo 89: 23, 24), la promesa de la tierra se cumpliría, y sus enemigos lamerían "el polvo" (véase Sal. 72: 8, 9)3. En el Nuevo Testamento el que se sentaría en el trono de David es Jesús, el Hijo de Dios y el Hijo de David (Lúe. 1: 31-33; Mar. 10: 47); el único que por su naturaleza humana era descendiente [lit, "del linaje"] de David (Rom. 1:3).
Génesis 3: 15 y el Nuevo Testamento. Sexto, encontramos en el Nuevo Testamento alusiones a Génesis 3: 15 en el contexto de la obra de Jesús y su pueblo. El Nuevo Testamento describe a la serpiente como un poder maligno y engañoso (Apoc. 12: 9) en el contexto de una experiencia reveladora que representa al pueblo de Dios como una mujer, Jesús como su hijo, y al final del tiempo a los hijos de la mujer como "el resto de la descendencia" (vers. 5, 6, 17). Aquí el descendiente de la mujer es Jesús y al mismo tiempo los hijos de Dios. La simiente de la mujer, Jesucristo (Apoc. 12: 5), quien también lo venció en la cruz (Apoc. 12: 10), finalmente destruye a la serpiente o el dragón.
Otra alusión a Génesis 3: 15 aparece en Romanos 16: 20, donde Pablo escribe: "Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo sus pies". La referencia no es exclusiva a la derrota de falsos maestros sino extensiva "a la victoria escatológica final del pueblo de Dios cuando Satanás sea lanzado al 'lago de fuego'".4 El pueblo de Dios participa en la victoria divina sobre el malo. Siendo que esto sucederá a través de su Hijo, entonces el uno y los muchos son inseparables en ella, la victoria de uno es también la victoria de sus hermanos y hermanas (1 Cor. 15: 25, 26).
Cuando ponemos Génesis 3: 15 dentro del testimonio de la totalidad de las Escrituras, su contenido mesiánico se hace más claro. La promesa fue la primera indicación de un plan para la redención de los pecadores, formulado dentro del misterio de la Divinidad. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento llega a ser claro que Génesis 3: 15 señala a un tiempo cuando el Hijo de la mujer, quien es el Hijo de Dios, vencerá una vez y para siempre a las fuerzas del mal y traerá la paz entre Dios y la humanidad.

 

Dios los vistió

La bondad de Dios hacia los seres humanos caídos la vemos demostrada en el misericordioso acto de vestirlos: "Dios el Señor hizo túnicas de piel para Adán y su esposa y los vistió" (Gen. 3: 21). El
énfasis está en la actividad divina. El pasaje, dentro de su contexto, "contiene una sorpresa. Los maldecidos son protegidos. El que prueba es quien finalmente provee (3: 21; 22: 1-14). Después de pronunciar la sentencia, Dios hace (3: 21) por la pareja lo que ellos no pueden hacer por sí mismos (3: 7). Ellos no podían lidiar con su vergüenza. Pero Dios puede, podrá y lo hace. Ser vestidos es ser dotados de vida (cf. Gen. 37: 3, 23, 32; 2 Cor. 5: 4). Pero finalmente las criaturas no pueden vestirse a sí mismas, ni unas a otras".5 El pasaje contiene un mensaje de salvación en embrión.
Pero uno también puede ser tentado a leer mucho más de lo que hay allí, creando el peligro de pasar por alto aspectos importantes de su mensaje. Uno de los detalles que fácilmente se pueden perder es que Dios confeccionó las túnicas de piel de animales. Contex-tualmente, el contraste está entre lo que Adán y Eva hicieron, i.e., vestirse con hojas de higuera (Gen. 3: 7), y Dios vistiéndolos con "túnicas de piel".
El texto implica que al menos un animal murió para proporcionar lo que Eva y Adán necesitaban, es decir, el regalo de una túnica que quitaría su vergüenza y les permitiría estar delante de Dios. Si es verdad que el acto divino de vestirlos significa otorgarles vida, entonces esa vida fue posible por la vida de otro; en este caso, la de un animal, tomada por la de ellos. El pasaje implica una víctima sacrificial que toma el lugar del pecador. El Nuevo Testamento fundamenta la eficacia de las ofrendas sacrificiales del Antiguo Testamento sobre la convicción de que Cristo es "el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo" (Apoc. 13: . Tan pronto como apareció el pecado en nuestro planeta, el plan divino entró en efecto a través de tipos que señalaban la venida del ministerio sacrificial de Jesús.

El sacrificio de Abraham

Uno de los relatos más dramáticos de la Biblia está en Génesis 22. Dios pidió a Abraham que sacrificara a Isaac su único hijo, a quien amaba, como holocausto. La historia se desarrolla en forma lenta. Desde el mismo principio el escritor bíblico informa al lector que es una prueba y por implicación que Dios no permitirá a Abraham que sacrifique a Isaac. El Señor procura proporcionar una oportunidad para que Abraham revele la profundidad de su compromiso con él. Una prueba es un medio a través del cual lo que está escondido o está cuestionado se hace presente y visible a otros. ¿Por qué fue necesario que Abraham revelara su fe, la naturaleza de su compromiso con Dios? El relato mismo no proporciona una respuesta. En ella solamente vemos lo doloroso y angustioso de la prueba.
El hecho de que al final de la experiencia Dios renueva su pacto sugiere que la prueba tenía relación con el pacto que él había hecho con Abraham. Antes Dios le había dicho: "Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera" (Gen. 17: 1-2). La promesa divina iba a cumplirse a través de su descendiente, Isaac, nacido de Sara (vers. 16). Isaac nació como un regalo de Dios, el resultado de una intervención divina y milagrosa. Pero Abraham no fue totalmente fiel a las estipulaciones pactadas y no "había andado en forma perfecta delante" del Señor. En ese sentido había violado el pacto. Era importante que Abraham manifestara su fe, que la revelara de una manera sin precedente. Por eso tuvo que hacerle frente a una prueba que debe haber estremecido el mismo centro de su ser.
No es difícil establecer la naturaleza de la prueba, y es muy probable que Abraham mismo fuera consciente de ello. La cuestión teológica fundamental que está detrás del sacrificio involucra el tema importante de la simiente/descendiente a través del cual Dios cumpliría la promesa de salvación. Isaac, como la verdadera simiente, era un regalo divino para Abraham y Sara. Pero ahora Dios estaba recogiendo el regalo: lo quería de regreso. Como ya no era un verdadero compañero en el pacto, Abraham no lo merecía. De hecho, el pacto estaba llegando a su final y con ello la elección del patriarca.
¿Estaba dispuesto Abraham a rendirse al regalo o rebelde y egoísta-mente se proclamaría dueño de él? ¿Sería capaz de confiar plenamente en el Señor y esperar pacientemente en él, creyendo que el Señor cumpliría fielmente las promesas que le había hecho a pesar de la violación del pacto? Fue capaz, confiando en Dios tanto que creyó en lo imposible, es decir, en la resurrección de su hijo (Heb. 11: 19; Gen. 22: 5).
El sacrificio literal no se realizó porque Dios proporcionó otra víctima sacrificial. El texto dice sencillamente: "Y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo" (Gen. 22: 13). Lo único que el lector puede hacer es imaginar las emociones profundas y los sentimientos en el corazón del patriarca mientras se apresuraba sobre el terreno escabroso para agarrar el carnero y ofrecerlo al Señor como sustituto de su hijo unigénito. El holocausto era un sacrificio expiatorio y a través de él venía el perdón y la renovación del pacto (Gen. 22: 15-18; cf. 8: 20, 21; Lev. 1: 3, 4).
El relato combina una serie de elementos que serán importantes para la comprensión del sacrificio expiatorio en la Biblia. Une el rompimiento del pacto, el abandono divino, la posibilidad de la muerte, un sacrificio sustitutivo, y la restauración del compañerismo con Dios a través de la renovación del pacto. No es extraño encontrar algunas alusiones a él en el Nuevo Testamento en el contexto del rol sacrificial de Jesús. Mencionaremos solo algunas de ellas.
Durante el bautismo de Jesús se escuchó "de los cielos" la voz del Padre diciendo: "Tu eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (Mar. 1: 11). Génesis 22: 2 describe a Isaac no solamente como el hijo de Abraham sino como el único "a quien amas [griego, aga-petos]". Jesús es el Hijo de Dios "a quien yo [el Padre] amo [agape-tos]" (cf. Juan 3: 16). El único lugar en el Antiguo Testamento en el cual alguien escuchó una voz del cielo es Génesis 22: 15. Ahora la voz del Padre mismo se dirige a su Hijo desde el cielo. La manifestación salvífica de la presencia de Dios ahora ocurre en la persona de su amado Hijo.
Dios dijo a Abraham: "No me has rehusado [LXX, pheidomai] tu hijo, tu único hijo" (vers. 16). Pablo escribe, "El [Dios] que no escatimó [pheidomai] ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas" (Rom. 8: 32). Tanto la traducción griega del Antiguo Testamento como Pablo usaron el mismo verbo, pheidomai ("reservó, retención de algo"). El paralelo es, de hecho, un contraste. El hijo de Abraham fue preservado (retenido) pero el Hijo de Dios, no lo fue. La experiencia de Abraham tipificó o señaló al verdadero acto sacrificial de Cristo.
Otras referencias a Génesis 22 ponen el énfasis en la fe de Abraham quien confió en Dios al punto de estar dispuesto a sacrificar a su hijo. Hebreos declara que Abraham confió tanto en Dios que estuvo seguro que el Señor resucitaría a Isaac de los muertos para cumplir las promesas que le había hecho (Heb. 11: 17-20). Santiago utiliza la historia para demostrar que la fe tiene que ir acompañada por las obras de amor y obediencia a Dios (Sant. 2: 31, 32). Los escritores bíblicos utilizan el relato no solamente para ilustrar el significado sacrificial de la muerte de Cristo sino también la calidad de respuesta de fe del creyente a Dios que proporciona el sacrificio por nosotros.
La experiencia de Abraham en el Antiguo Testamento prefigura elementos importantes de la muerte sacrificial de Cristo. Reveló algunos aspectos del plan de redención de Dios para la raza humana. El Antiguo Testamento mismo hizo un monumento del incidente: "Por tanto se dice hoy: 'En el monte de Jehová será provisto'" (Gen. 22: 14). La referencia es, muy probablemente, a uno de los más dramáticos momentos en la historia; el momento cuando Isaac preguntó: "¿Dónde está el cordero para el holocausto?" y su padre respondió: "Dios se proveerá del cordero" (vers. 7). Cuando sus descendientes fueran a adorar al monte del Señor ellos también anticiparían que, finalmente, el Señor supliría la víctima sacrificial para ellos.
El Siervo del Señor: Isaías 52:13-53:12
El eunuco etíope leía Isaías 53, pero estaba confundido acerca del significado del texto. Cuando Felipe se le acercó, le preguntó al apóstol: "Te ruego que me digas: ¿De quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? (Hech. 8: 34).6 Felipe le explicó acerca de Jesús en ese pasaje y en otras partes de la Biblia. Isaías 52: 13-53: 12 desempeña un papel significativo en el ministerio y las enseñanzas de Jesús así como también en la proclamación apostólica de su obra redentora. A través de Isaías el Señor anunció la obra de Cristo a favor de su pueblo. Ese pasaje, escrito en poesía hebrea, se divide en cinco secciones o estrofas.7


Primera sección: Isaías 52: 13-15. El poema comienza en la forma como termina, concretamente con una exaltación del Siervo del Señor (cf. Isa. 53: 10-12), enfatizando la victoria y el éxito de su misión. La oración de apertura es casi un grito de victoria: "He aquí mi Siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto" (Isa. 52: 13; cf. Fil 2: 9). El orador parece ser Dios quien, a través del profeta, anuncia que algo inesperado sucederá. El poema comienza con la reacción de las naciones, quienes sabían poco o nada acerca de la obra de Dios por medio de su Siervo (cf. Rom. 15: 20-21). Al principio la condición humillante del Siervo horrorizó a "muchas naciones". Se veía como un ser humano rechazado, desfigurado su parecer más allá de la apariencia humana (Isa. 52: 14). Pero con el tiempo serían silenciados, "porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído" (vers. 15; cf. 1 Cor. 1: 18, 25; Rom. 15: 21).
Segunda sección: Isa. 53: 1-3. El orador es "nosotros", el pueblo. Esta sección comienza con una pregunta retórica dirigida a aquellos que sabían que el Siervo vendría, pero que no lo reconocieron cuando llegó. El profeta, representando al Señor, pregunta: "¿Quién ha creído a nuestro anuncio...? (vers. 1; cf. Rom. 10: 16). Luego sigue el discurso del "nosotros". Arguye que cuando venga el Siervo del Señor, no podrán reconocerlo porque, primero, él no parece como el Siervo del Señor: "no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, más sin atractivo para que le deseemos" (Isa. 53: 2). Juzgado por su apariencia, el Siervo era el candidato más improbable para esa función.

Segundo, también era socialmente inadecuado pues estaba bajo gran presión emocional y sufrimiento. Lo identificaron como un "varón de dolores" (vers. 3), no como el Siervo del Señor. Consecuentemente, los seres humanos lo "despreciaron y rechazaron" (cf. Mar. 9: 12).
A través del poema encontramos varias confesiones del grupo identificado como "nosotros". La primera ocurre en el versículo 3: "No lo estimamos [chashab]". El tono de la frase es casi el de un lamento e implica tristeza y arrepentimiento. En este contexto, el verbo chashab significa "respetar, tener en alta estima", incluso "valorar" (e.g. Isa. 13: 17; 33: . Basados en lo que observaron con respecto a la experiencia y apariencia del Siervo, lo devaluaron por no ser capaces de percibir en él ninguna importancia redentora divina.
Tercera sección: Isaías 53: 4-6. Aquí el "nosotros" describe la nueva comprensión que han obtenido acerca del significado de la experiencia del Siervo del Señor. Se dieron cuenta que el Siervo pasó por algo que ellos deberían haber pasado, que "él llevó nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores" (vers. 4; el verbo hebreo nasa' significa "cargar", cf. Mat. 8: 16, 17). Tal descubrimiento situó su actitud negativa previa hacia él en una luz incluso más dolorosa, así que los fuerza a hacer una segunda confesión: "Nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido". La admisión reconoce la errónea comprensión que tenían de la actitud de Dios hacia el Siervo. Ellos pensaban que estaban del lado de Dios cuando lo rechazaron y proyectaron sobre Dios sus propios sentimientos y actitudes hacia el Siervo. En un sentido la frase expresa una verdad, a saber que Dios estaba en realidad directamente involucrado en lo que el Siervo estaba experimentando, pero el poema tratará esto más tarde. Sin embargo, esto no parece ser lo que "nosotros" teníamos en mente.
El lenguaje utilizado en la primera parte de Isaías 53: 4 introduce el concepto de sustitución al establecer un fuerte contraste entre "nosotros/nuestro" y "él". Él experimentó, él llevó, lo que era "nuestro". La condición del Siervo, que había sido disminuido su valor ante sus ojos, era precisamente la propia condición personal de ellos que él les había quitado y la había puesto sobre él.8 El versículo 5 desarrolla mucho más este pensamiento cuando declara que él "herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados" (cf. Rom. 4: 25). No es que él hubiera participado en la condición de ellos, sino que sufrió o tomó sobre sí el resultado final de la alienación de Dios. El Siervo asumió su lugar y recibió lo que ellos merecían, como el "nosotros" lo expresó explícitamente en la última parte del versículo 5, la tercera confesión del pueblo: "el castigo de nuestra paz fue sobre él"; más adelante explica cómo "por [Heb., be, "al costo de"] sus heridas fuimos nosotros curados" (cf. 1 Ped. 2: 24). Aquí está su reconocimiento de que la salvación vino a través de la experiencia del Siervo. Porque él tomó "nuestro" castigo "nosotros" recibimos de él paz: sus llagas nos traen sanidad.
La idea de sustitución está aun más clara en Isaías 53: 6. El versículo comienza con la cuarta confesión del pueblo. A la luz de la obra salvadora del Siervo, la percepción del pueblo cambia radicalmente. Reconocen su necesidad de salvación al compararse con ovejas que se extraviaron; todas ellas se fueron por sus propios caminos (cf. Isa. 42: 24; 48: 17; 1 Ped. 2: 25). Ahora han comprendido que lo que en realidad sucedió fue que "Jehová cargó en él el pecado [Heb.,<mwm, "deuda" "culpa"] de todos nosotros" (cf. Juan 1:29). Vemos aquí la idea de una transferencia sustitutiva de iniquidad/culpa del pueblo al Siervo. Así es como fueron sanados.
Cuarta sección: Isaías 53: 7-9. El discurso del pueblo termina y ahora esuchamos, probablemente, la voz del Señor, como sugiere la frase, "mi pueblo", en el versículo 8. Lo que tenemos es la perspectiva del Señor con respecto a la experiencia del Siervo. Demuestra que la nueva comprensión del pueblo, con respecto a la obra del Siervo, era correcta. El versículo 7 lo describe como sometido. Mientras afrontaba la opresión y la aflicción no abrió su boca (cf. Mat. 26: 63; 27: 12, 14; 1 Ped. 2: 23). Fue como una oveja ante sus trasquiladores, como un cordero llevado al matadero (cf. Hech. 8: 32, 33; Apoc. 5: 6, 12). Calladamente se sometió al plan divino para él. Aunque sufrió una ejecución ilegal, ¡su descendencia será numerosa! El poema anuncia su muerte redentora: "Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido" (Isa. 53: 8; cf. 1 Cor. 15: 3). Su muerte no fue el resultado de su pecado, sino del pecado del pueblo de Dios, que él había tomado sobre sí. Como había sido ejecutado como un criminal, debía ser sepultado como uno de ellos, pero en cambio fue sepultado como una persona rica. El pasaje explica el contraste señalando el hecho de que el Siervo era totalmente inocente: él fue sin pecado, libre de violencia y engaño (cf. I Ped. 2: 22; 1 Juan 3: 5). Aquí tenemos el testimonio de Dios mismo concerniente a su Siervo.
Quinta sección: Isaías 53: 10-12. La última estrofa presenta el significado teológico de la experiencia del Siervo. Completa el cuadro descrito en los versículos anteriores al repetir y aclarar el papel de Dios en el proceso y los beneficios plenos de la misión del Siervo. Lo que le ocurrió no fue un accidente sino el resultado de la voluntad divina. Fue parte del plan divino que incluía quebrantarlo, hacerlo sufrir. La Escritura interpreta esa humillante experiencia en términos del sistema sacrificial israelita. Dios lo ofreció como ofrenda por la culpa: como un sacrificio expiatorio. Ahora todo el lenguaje de sufrimiento, desfiguración, heridas, castigo y su asociación con las transgresiones e iniquidades quedó claro. Tratado como una víctima sacrificial, llevó el pecado del pueblo sobre sí, murió como una víctima sacrificial: en lugar del pueblo.
Pero su muerte lleva a la resurrección: "Verá linaje" (vers. 10); "Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho" (vers. 11). Al volver de la oscuridad de la muerte, el Siervo continuará cumpliendo la voluntad del Señor: el plan de redención. El siguiente aspecto es la aplicación de los beneficios de su muerte sacrificial a los que creen: "Por su conocimiento justificará mi Siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos" (vers. 11). La frase "por su conocimiento" podría significar "como resultado de su experiencia", es decir, por su muerte sacrificial, o "por el conocimiento de él", es decir, por tener un conocimiento personal o una fe relacional con él. En el propósito redentor de Dios los dos son inseparables. Es a través de ese conocimiento que el Siervo declara justos a "muchos" (cf. Rom. 5: 19). Los "muchos" son todos aquellos que, de acuerdo con el poema, encuentran en el sufrimiento, la muerte, y la resurrección del Siervo un propósito redentor para sus vidas. La declaración de justicia es posible porque él llevó las iniquidades de ellos (vers. 11).
La resurrección del Siervo también incluye su exaltación (vers. 12; cf. 52: 13). El texto nos da la razón de su exaltación: porque fue obediente hasta la muerte. Haciendo que "fuera contado con los pecadores" (vers. 12; cf. Lúe. 22: 37). Pero no es, simplemente, compartir el destino de los pecadores. De hecho, él "llevó los pecados de muchos" (Isa. 53: 12; cf. Heb. 9: 28; 1 Ped. 2: 24). Tomando lo que pertenecía a los "muchos": sus pecados, él los cargó en su lugar. Se puso entre Dios y el pecador como intercesor para quien no había intercesor. Después de su humillación siguió su exaltación (cf. 1 Ped. 1: 9, 10). Podríamos también interpretar la referencia a su mediación en términos de lo que haría por los seres humanos después de su exaltación (cf. Rom. 8: 34). En ese caso Isaías 53: 12 empieza y termina con una referencia a la exaltación del Siervo.
Isaías 52: 13-53: 12 es una asombrosa profecía de la futura experiencia del Mesías. El pasaje describe al Siervo como profeta (él mismo es una revelación de Dios), como rey (a través del uso del título Siervo del Señor y a través de su exaltación), y como sacerdote (intercede por los pecadores). El poema del Siervo Sufriente encierra y contiene una poderosa forma de vida, ministerio, muerte, resurrección, exaltación y mediación de Cristo. Anticipando el significado expiatorio de su muerte sacrificial por los pecadores, cuyos pecados él cargó como su sustituto. Siglos antes del nacimiento de Jesús, Dios ya estaba anunciando su plan para la raza humana.

La venida del Mesías: Daniel 9: 23-27

Entre los libros bíblicos Daniel se destaca de los demás porque contiene algunas de las más significativas predicciones relacionadas con el plan de salvación de los pecadores. Ese plan se desarrollaría dentro de la historia humana y conduciría al establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. Este es particularmente el caso en Daniel 7-9 que bosqueja el conflicto entre los poderes del mal, operando por medio de sistemas políticos y religiosos; y el Hijo del Hombre, el Mesías, y su pueblo.
La profecía de Daniel 9: 24-27 es especialmente importante porque predice el momento de la llegada del Mesías. Anuncia la venida del Ungido (Dan. 9: 25), así como también su muerte (vers. 26). Su obra consistiría en establecer un pacto firme con muchos, poniendo fin a los sacrificios (vers. 27), terminando la transgresión, haciendo expiación por la iniquidad, estableciendo la justicia eterna, e inaugurando los servicios del Santuario (vers. 24). Daniel predice que todos estos eventos tendrían lugar dentro del período de setenta semanas (490 años), particularmente hacia el final de ese período. Con asombrosa precisión bosquejó la obra redentora de la venida del Mesías.
Otro maravilloso aspecto de la profecía de Daniel es que incluye un punto de partida para la iniciación del período profético. Comenzaría con la promulgación de un decreto para "reconstruir y restaurar" a Jerusalén (vers. 25). El libro de Esdras (Esd. 7: 11-26; 4: 7-13) registra tal decreto y podemos fecharlo en el séptimo año del rey Artaxerxes (vers. 7) o 457 a. de C. utilizando el antiguo calendario de otoño a otoño (cf. Neh. 1: 1; 2: 1). El período profético fue segmentado en siete semanas, sesenta y nueve semanas (para que el Ungido apareciera; 27 d. C.), y la última, la semana setenta, dividida en dos mitades. Durante la primera mitad el Mesías moriría (31 d. C.), trayendo la justicia y la expiación y estableciendo un pacto firme con muchos. El nuevo pacto llevaría a la segunda mitad de la semana cuando la fe de Israel sería unlversalizada (34 d. C. cf. Hech. 7; 8: 4, 5, 27-39; 9: 31; 11: 19; 28: 28).
Cuando recordamos que esta profecía apareció cientos de años antes de Cristo, su cumplimiento en la vida y el ministerio de Jesús es sencillamente impresionante. Su muerte sacrificial puso punto final al sistema de sacrificios del Antiguo Testamento al encontrar su cumplimiento en él (Mat. 27: 51; Heb. 10: 8-10). Por medio de su sangre estableció un nuevo pacto que de una vez por todas restauró la comunión con Dios (Heb. 8: 6). Su sacrificio expiatorio era, y continúa siendo, el único medio de perdón del pecado (1 Juan 1: 9; 2: 2; Efe. 1: 7). Por medio de Daniel Dios anunció una serie de aspectos vitales del plan de redención relacionados con la venida del Mesías, y encuentran el inicio de su cumplimiento en la persona del Hijo de Dios.
Conclusión
Hemos examinado brevemente algunos de los pasajes del Antiguo Testamento en los cuales el Señor anunció la obra de Cristo a favor de su pueblo. Él quiso que comprendieran que no habían sido dejados solos bajo el poder del pecado y la muerte y que un plan divino se había configurado en el misterio de la Deidad para salvarlos. La promesa de salvación fue suficientemente específica para que reconocieran su cumplimiento. La palabra profética lentamente develó el misterio de la expiación. Pedro describe el proceso de la siguiente manera: "Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirarlos ángeles" (1 Ped. 1: 10-12).

Referencias
1. Véase Kenneth A. Matthews, Génesis 1-11: 26 (Nashville: Broadman and Holman, 1996), p. 245.

2. T. S. Desmond Alexander, "Messianic Ideology in the Book of Génesis", en The Lord's Anointed: Interpretation ofOTTexts, eds. Philip Satterhwaite, Richard S. Hess, and Cordón J. Wenham (Grand Rapids: Baker, 1995), p. 30.
3. Walter Wifall, en "Gen. 3: 15 —A Protoevangelium?" Catholic Biblical Quarterly 36 (1974): 361-365, ha argumentado que la ideología davídica y mesiánica, como está descrita en 2 Samuel 1-1 Reyes 2, está detrás de Génesis 3: 15 como también la mitología de la realeza del antiguo Cercano Oriente, y concluye que el Nuevo Testamento aplica tal marco mesiánico o de realeza a Jesús. Es cuestionable que uno construya el contexto de Génesis 3: 15 en armonía con esas ideas. Sin embargo, es importante observar el significado de la conexión de una comprensión teológica de la "simiente/descendientes" con la dinastía de David.
4. Douglas Moo, Epistle to the Romans (Grand Rapids: Eerdmans, 1996), p. 933. C. E. B. Cranfield, Epistle to the Romans (Edimburgo: T & T. Clark, 1979), t. 2, p. 803, quien va mucho más allá y declara: "Que la promesa se refiere a la consumación es-catológica y no a alguna reflexión divina especial en el transcurso de sus vidas [de los cristianos en Roma], nos parece prácticamente cierta".
5. Walter Brueggemann, Génesis (Atlanta: John Knox, 1982), p. 50.
6. Los eruditos todavía debaten esta cuestión. La cantidad de literatura escrita sobre el tema sobre ese pasaje es enorme y con frecuencia llega a conclusiones contradictorias.
Para una visión del conjunto. Véase G. P. Hugenberger: "The Servant of the Lord in the 'Servant Songs' of Isaiah: A Second Moses Figure", en The Lord's Anointed: Interpretation of OT Messianic Texts, pp. 101-139. Nos aproximaremos al texto desde la perspectiva del Nuevo Testamento, el cual identifica al Siervo del Señor con Jesucristo. El poema contiene algunos problemas textuales y versículos que son difíciles de interpretar. La lectura de diferentes traducciones alertará al lector respecto a esas dificultades. El espacio, sin embargo, no nos permite anotarlas.
7. John N. Oswalt, The Book of Isaiah: Chapters 40-66 (Grand Rapids: Eerdmans, 1998), p. 376.
8. Oswalt, Isaiah 40-46, p. 386.

 

 

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