Libro Complementario
Centro Intl. Para el Estudio de la Escuela Sabática
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Una raza ha caído
Lección 3
Para el 18 de Octubre del 2008
La cuestión del origen de la vida en nuestro planeta sigue siendo motivo de controversias entre los especialistas quienes, hasta este momento, no han logrado ponerse de acuerdo en una respuesta común. Pero aún más intrigante es la cuestión del origen de la vida humana (auto consciente) en nuestro mundo. La respuesta bíblica es, en muchas formas, sencilla y, al mismo tiempo, profunda y misteriosa. Nuestro origen se encuentra en las meditaciones de la mente divina: comenzamos como un pensamiento de Dios. En algún momento de la eternidad de Dios decidió crear seres humanos a su imagen, una nueva raza en el cosmos. Cada uno de los aspectos de sus complejas criaturas fue planeado por Dios, no dejó nada al azar. Prepararía el ambiente físico adecuado para ellos, un hermoso planeta con una flora caracterizada por una maravillosa diversidad de color y de expresión y una fauna rica en diferentes formas de vida. Después colocaría a los seres humanos allí. El equilibrio cósmico creado por el Señor hizo posible la existencia de una multiplicidad de formas de vida, así como la de la vida inteligente.
Seres humanos inmaculados
El texto bíblico no trata de resolver el misterio de la existencia de los seres humanos, sino más bien la profundiza conectando directamente su origen con Dios. Que Dios nos creó significa que no Somos un accidente, que no somos simplemente el producto final de las leyes naturales sin sentido. Somos el resultado de la reflexión y el análisis divinos, y la expresión de la libertad, el poder y el amor divinos. Esta intencionalidad divina coloca un gran valor sobre la raza humana y nos vincula indisolublemente a Dios en una relación Creador-criatura. En su nivel más profundo el hecho de que somos creados a la imagen de Dios significa, precisamente, que podemos tener compañerismo con él.
Compañerismo con Dios. Como ya se ha indicado, la pluralidad de personas dentro de la Deidad revela el hecho de que Dios es social y que, por consiguiente, el compañerismo forma parte de su esencia. Al ser creados a la imagen de Dios los seres humanos se definen por naturaleza como seres sociales que existen en compañerismo con los demás. La primera relación social que Adán estableció fue con Dios. El Creador sopló el aliento de vida en su nariz y Adán se convirtió en un ser viviente. Esta era la vida, pero no vida divina, como si Adán participara ahora de la misma vida de Dios. Más bien, era vida creada. Cuando Adán abrió sus ojos, su cerebro registró su primera imagen, la de Dios. Dos personas se observaron mutuamente en el Jardín del Edén y, en consecuencia, se vincularon entre sí en el más glorioso compañerismo que los seres humanos podrán tener jamás.
También la primera interacción social de Eva no fue con Adán, sino con Dios. Él lo planeó intencionalmente de esa manera. Puso a Adán a dormir, no porque no quisiera que Adán sufriera dolor durante la "cirugía", sino para que Eva gozara de los mismos privilegios que él había tenido, a saber, la experiencia de compañerismo con Dios antes de tener compañerismo con Adán. El gozo y el privilegio de la unión con Dios definió a los seres humanos como únicos, separándolos del resto del mundo creado. Su mayor alegría en la vida se encontraba en una existencia caracterizada por el libre compañerismo con el Señor.
Compañerismo con otros seres humanos. La principal relación de los seres humanos, y la que determinaba la posibilidad y la calidad de cualquier otra relación, era su unión con Dios. Después de establecer esa relación básica, el Señor unió a Adán y Eva. Al hacerla estableció un nuevo tipo de relación que era polifacética. No consistía solo en una relación entre dos seres humanos, sino también era una relación entre marido y mujer, y entre una pluralidad de personas (Dios y los seres humanos). Dios les prometió de inmediato, en forma de una bendición, que su círculo social aumentaría a medida que se multiplicaran a través de la procreación (Gén. 1:28). Era la intención divina que esa unión de amor se mantuviera para siempre en el hermoso y pacífico entorno creado por él para disfrute de los seres humanos.
La interacción con la naturaleza. El entorno natural en el que los seres humanos fueron colocados por Dios requería la interacción con la naturaleza. Este entorno se caracterizaba por el equilibrio ecológico perfecto. Su perfección contribuía a la felicidad de los seres humanos. Como seres creados a la imagen de Dios, los seres humanos, hombres y mujeres, debían de representar al gobierno de Dios en la esfera del mundo natural. En cierto sentido se podría decir que, con respecto al resto de la creación, ellos eran corregentes de Dios. El Creador les dijo: "señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra" (1: 26). El Antiguo Testamento emplea el verbo" gobernar" (hebreo radah) para referirse a la autoridad del rey (Sal. 72: 8; 110: 2; Isa. 41: 2). Su uso en el Génesis implica que si bien el dominio real se les confió a Adán y Eva, no era absoluto. Siendo que eran corregentes con Dios, el mundo natural no les pertenecía. El Señor de inmediato puso límites a ese poder, estableciendo que ellos sólo podían comer "plantas que producen semillas [ ... ] y todo árbol que tiene frutos con semillas en él" (1: 29). No tenían derecho a tomar la vida de los animales para preservar la suya. Más bien, debían ejercer su poder dentro de una creación que era "muy buena". Además ellos eran parte de esa misma creación. Su dominio presuponía un entorno edénico en el que su integridad se mantenía intacta.
Libertad de voluntad y acción. Cuando Dios creó a los seres humanos los dotó de libertad, hecho que se puso de manifiesto en la narración de varias maneras. En primer lugar, el compañerismo presupone la libertad. La unión con Dios no tiene lugar fuera del ámbito de la historia de la humanidad, es decir, en una esfera mística dentro de la cual la auto conciencia se pierde. Más bien, la unión con Dios es compañerismo con él en nuestro modo de existencia como criaturas y presupone la voluntad por parte de los seres humanos de participar en ella. De lo contrario no hay libertad. En segundo lugar, el compañerismo con otros seres humanos también presupone el mismo tipo de libertad por medio de la cual no solo interactuamos con ellos, sino que los aceptamos y los amamos. En tercer lugar, la capacidad para gobernar, de ser un corregente, exige la libertad para pensar y actuar, pues de otra manera los seres humanos no podrían cumplir satisfactoriamente su responsabilidad. Por último, la dimensión intelectual de la naturaleza humana necesita ejercitarse en el contexto de la libertad de pensamiento. Esta capacidad de pensar Y de analizar aparece en el relato bíblico cuando el Creador le pidió a Adán que pusiera nombres a todos los animales y a todas las aves (2: 19). Esta tarea no simplemente indica que estaban bajo el dominio de Adán, sino también que el estudiaría su comportamiento a fin de que el nombre correspondiera con la naturaleza del animal. Implicaba libertad de pensamiento y de palabra.
Posiblemente el texto más importante que apoya el hecho de que los seres humanos fueron creados por Dios con libertad es Génesis 2: 16-17: "De todo árbol del huerto podrás comer; pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás". Comer es una respuesta instintiva a una necesidad innata en nuestro ser para la cual no es necesaria la libertad. Incluso decides a los seres humanos qué deben comer no es necesariamente una negación de libertad. La idea de la libertad sale a la superficie en todo su poder y belleza cuando se les mandó no comer de ciertos árboles. El mandato en sí mismo solo era significativo en el contexto de la libertad de los individuos para obedeced o o no. De otra manera, ¿por qué sería necesario dar una orden? ¿Por qué no hacer la abstención de comer de ese árbol en particular una respuesta instintiva, una acción mecánica?
Pero, ¿qué tipo de libertad es la que solo le da la opción de elegir la muerte? ¿No podría ser que la amenaza de muerte se convirtiera en un poder esclavizador que privaría de libertad a los seres humanos para actuar? Con el fin de explorar las verdaderas implicaciones de esas preguntas hay que enfocados desde el punto de vista de las opciones disponibles para los seres humanos. Es difícil pensar en un ser creado como un agente libre. Por razones obvias, Adán y Eva no tuvieron la oportunidad de elegir si querían ser creados. Dios, en su libertad y soberanía, decidió creados. La libertad llegó después de su creación, en la forma de la posibilidad de una elección. Las opciones a disposición de Adán y Eva no eran muchas, sólo tenían dos.
Las dos opciones a las que se enfrentaban se encuentran en el texto antes citado. Una lectura superficial del texto puede dar la impresión de que la opciones eran comer o no comer del árbol. Pero no se trataba realmente de comer, aunque la comida estaba involucrada. El relato nos lleva a la gran profundidad de la naturaleza de la libertad humana y establece que esa libertad tiene que ver con la cuestión más fundamental que una criatura tiene que abordar: la cuestión de elegir la vida o la muerte. El escritor bíblico no nos dice que hay dos Poderes eternamente antagónicos en el universo, es decir, el poder de Dios, como la vida y el poder de otra persona, o de algo, como la muerte; y que podemos elegir entre estas dos potencias. Las cuestiones son mucho más complejas.
Permítame sugerir, para su consideración, que lo que el texto establece es que sólo Dios es, y que, aparte de él no hay nada más. La elección no es entre Dios y otra cosa, sino entre ser con Dios o no ser. Esto hace sentido absoluto dentro de la corriente del relato. Como ya se ha indicado, Adán y Eva fueron creados sin darles la libertad de escoger entre ser creados o no. Se trata de una imposibilidad lógica. Ahora, el creador les estaba dando la libertad de elegir entre existir o no, es decir, aceptar libremente el don de la vida o volver a la nada. Las opciones se les ofrecieron en la forma de un mandato firme, porque el Creador tenía una preferencia. Él quería que ellos eligieran la vida y, por lo tanto, hizo un énfasis tan fuerte como fuera posible de que si elegían la muerte el honraría su elección, y que "ciertamente morirían".
Obviamente, rechazar el regalo divino de la vida sería un rechazo de Dios, un acto de rebelión, pero Dios estaba dispuesto a aceptar su elección. Dado que la intención de Dios para los seres humanos era positiva, es difícil imaginar que Adán y Eva hayan considerado seriamente la posibilidad de rechazar la vida. Pero la opción existía, de lo contrario habrían sido esclavizados por Dios para vivir en este planeta por siempre sin su consentimiento. Esto nos lleva a la serpiente.
La caída de los seres humanos en el pecado
La caída de Adán y Eva fue el resultado de la interpretación engañosa que hizo Satanás de las órdenes divinas que acabamos de discutir. Dicho esto, debo señalar que cuando se trata de pecado contra Dios, los seres humanos son inexcusables. Lo que sorprende es que en el Jardín del Edén Satanás utilizó a una de las buenas criaturas de Dios para lograr sus propósitos destructivos. Esto sugiere que el conflicto cósmico tiene reglas que lo rigen. Al tentador se le permitió tener acceso a la pareja, pero Dios tenía la libertad de alertarlos acerca de las intenciones de este ángel caído y advertirles para estar atentos. El resto iba a ser determinado por la forma en que los seres humanos utilizaran su libertad, una libertad que los hacía responsables de sus acciones.1
El mandato le dio al enemigo la oportunidad de entablar un diálogo con Eva y para evaluar las intenciones de Dios hacia los seres humanos. Él tentó a Eva a explorar nuevas posibilidades para la autorrealización a través del mal uso de su libertad. Como mencionamos anteriormente, el enemigo atribuyó a Dios malas intenciones considerando la orden como una manera de limitar su desarrollo y no como una afirmación de la libertad humana. Le ofreció a Eva una nueva posibilidad. Dios había dicho a la pareja que ellos tenían la libertad de aceptar o rechazar la vida: eso era la verdadera libertad. Ahora el enemigo le presentó a la mujer una tercera opción: la autonomía absoluta. De acuerdo con el enemigo, este tipo de existencia no depende de nadie más y trasciende la posibilidad de la muerte. Le estaba ofreciendo el modo divino de existencia: "y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal" (Gén. 3: 5). La serpiente invitó a Eva a rechazar su infantil dependencia de Dios para abrazar la auto-determinación absoluta.
La caída del querubín se había originado en sus aspiraciones a ser divino. Ahora tentó a la mujer a la misma experiencia, y tuvo éxito. El centro de la existencia humana comenzó a alejarse de Dios hacia sí mismo. Eva ya estaba experimentando algo emocionante: "y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría" (3: 6). Hay varias ideas importantes en este texto, que necesitan ser desarrolladas. En primer lugar, la mujer llegó a la conclusión de que el fruto del árbol "era bueno". La frase "vio que era bueno" se utiliza en todo el capítulo 1 de Génesis al resumir la opinión d2 Dios acerca de su creación (1: 10, 12, 18,21, Y 25). Al parecer, Eva ahora asumió el papel de Dios en la evaluación de un fragmento de la creación y llegó a la conclusión de que era bueno. Pero hay una importante diferencia aquí. En el caso de Dios, él simplemente declaró la bondad de su creación. En el caso de Eva, era bueno como medio para lograr algo para ella. Se puede decir que lo "bueno se había degradado en la mente de la mujer. Su definición ya no es el veredicto de Dios, sino tiene sus raíces en la apelación a los sentidos y en el valor utilitario. El egoísmo, la codicia y el interés propio gobiernan ahora la naturaleza humana".
En segundo lugar, Eva no sólo estaba corrompiendo la bondad de la creación, estaba redefiniendo también la función de la creación. Dios le había dicho que el árbol no era bueno para comer, que su propósito en el jardín no era alimentarlos sino destacar el hecho de que eran libres. Ella ahora examinó el árbol y le asignó un nuevo papel, y al hacerla se atribuyó a sí misma una prerrogativa divina. Más allá de los límites y en contra de la separación de funciones que Dios asignó a los diferentes elementos de su creación, y en particular al árbol del bien y del mal, Eva declaró que el árbol era bueno corno alimento, que comer su fruto enriquecería su vida.
En tercer lugar, Eva llegó a la conclusión de que el árbol "era deseable [chamad] para obtener sabiduría [sakal]". Ahora estaba involucrada en una búsqueda de sabiduría independientemente de Dios e impulsada por la codicia. Quizá más importante es que la fuente de sabiduría ya no era Dios, sino la propia creación y es accesible a los seres humanos, aparte del "temor de Jehová" (cf. Prov. 1: 7). El verbo chamad se utiliza en Génesis 2: 9 para referirse a los árboles del jardín que eran buenos para la alimentación siendo "deseables y de encantadora apariencia". Ahora el escritor bíblico emplea el mismo verbo para describir la deseabilidad del árbol del conocimiento del bien y del mal como un medio para alcanzar la sabiduría. Es cierto que el mundo natural es uno de los medios de revelación de Dios, pero en este caso Eva lo pervirtió en el sentido de que dividió o separó la creación de Dios y se convirtió en un medio para satisfacer sus deseos egoístas. Adán y Eva aceptaron la auto existencia aparte de Dios. Usaron mal su libertad al elegir una ilusión.
Resultados de la caída
El acto de rebelión contra Dios de la pareja se manifestó al comer del árbol. Ellos ciertamente habían elegido, pero su elección fue vacía. A la vista de Dios sólo había dos opciones y nada más. Por lo tanto, ellos, de hecho, habían escogido la muerte, no la vida; porque aliarse con el querubín caído era un rechazo de la vida.
Perturbación social. El resultado de la proclamación de independencia de Dios fue la disolución del centro que hacía posible para los seres humanos la coexistencia armoniosa con ellos mismos. No había un centro interior de gravedad para preservar el orden establecido por Dios en la creación. Cada ser humano se convirtió en su propio centro de gravitación en una desesperada búsqueda de la autopreservación o autoexistencia. En un imprevisto giro de los acontecimientos, Adán y Eva encontraron la presencia del otro amenazante. Pereció la coexistencia armoniosa. En una experiencia que les abrió los ojos se dieron cuenta que estaban desnudos (3: 7). Según Génesis 2: 25, la desnudez sin vergüenza era la condición natural de los seres humanos en el Jardín del Edén. La bondad de la creación no requería que ellos mediaran su presencia mutua a través de las prendas.3 Ellos, como expresión de la creación de Dios, no necesitaban añadir ningún material para mejorar su apariencia, para ser aceptables entre ellos. Pero el pecado arruinó permanentemente esa condición original y adquirieron conciencia de su desnudez. Su relación no fue como antes, ahora sentían vergüenza. La vergüenza se produce en presencia de la otra persona y pone de manifiesto una alteración de la armonía social.
Perturbación de la naturaleza. El egoísmo que caracterizó a los seres humanos después de la caída los llevó a la explotación de la naturaleza. Adán y Eva buscaron una forma de manejar su vergüenza y culpabilidad en el mundo natural. Ellos "entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales" (Gén. 3: 7). Comenzaron a privar a la naturaleza de su belleza natural utilizándola de una manera que Dios no había tenido la intención de utilizada. En el proceso dañaron el mundo natural. Este daño fue más significativo de lo que nunca habrían imaginado. Pablo describe las consecuencias del pecado y del mal en la naturaleza como una forma de esclavitud: "Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó" la "esclavitud de la decadencia" (Rom. 8: 20). El término griego traducido "frustración" (mataiotis) significa "vanidad", "la nada". Pablo personifica a la naturaleza y la describe como teniendo una existencia sin sentido, bajo el poder de otra persona, y muriendo. Algo extraño le aconteció a la naturaleza: "El espíritu de rebelión, al cual él mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal. De este modo, no sólo la vida del hombre, sino la naturaleza de las bestias, los árboles del bosque, el pasto del campo, hasta el aire que respiraba, hablaban de la triste lección del conocimiento del mal".4
Interrupción de la unión con Dios. La entrada del pecado en el corazón del hombre puso fin a la unión con Dios. Ahora los seres humanos lo percibían como su enemigo, la amenaza final a su existencia. La serpiente plantó en la mente humana la idea de que el Creador estorba el desarrollo humano limitándolo al modo de vida de una criatura. Después de su caída Adán y Eva fueron persuadidos de que Dios era realmente su enemigo. Cuando fue en busca de ellos, trataron de encontrar refugio y protección de la amenazante presencia del Señor entre los árboles del jardín. Pero la llamada divina los convocó a comparecer ante él y no tuvieron más remedio que responderle: "Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí" (Gén. 3: 10). Su conciencia culpable distorsionaba su comprensión de Dios y ahora lo consideraban como alguien a quien debían temer; el enemigo de quien debían escapar. La referencia a la desnudez como la razón para esconderse del Señor significa que ellos estaban plenamente conscientes de su indignidad delante el Señor. Ya no estaban en la condición en la que el Señor los había creado y se dieron cuenta de que la cobertura que prepararon para ellos no era lo suficientemente buena. Les creaba un profundo sentimiento de culpa y temor. Desde entonces los seres humanos han percibido a Dios como su enemigo, no como su amigo.
La historia de las religiones revela el sorprendente hecho de que la multiplicidad de los actos religiosos realizados por los seres humanos ha sido fundamentalmente un intento de influir en los dioses para que los amaran y los aceptaran. Los seres humanos han sacrificado a sus propios hijos ante los dioses en un intento desesperado por apaciguados. Atribuyeron a sus dioses las necesidades de los seres humanos y luego satisficieron esas necesidades a través de sus ofrendas, a fin de demostrar que eran dignos del amor de sus dioses. Esta visión distorsionada de Dios se originó en la mente corrupta del querubín caído y se pasó a la conciencia corrompida de los seres humanos caídos.
Pérdida de la libertad. Adán y Eva rechazaron el Señorío del Creador en una vana búsqueda de autonomía y se convirtieron en esclavos de un poder corruptor que trabajaba en oposición a Dios. La pareja llevó en ella misma la vergüenza de la derrota. En el Antiguo Testamento, las ideas de la desnudez y la vergüenza son de particular importancia en el contexto de la derrota. La desnudez simboliza cautiverio. Era una práctica común en el mundo antiguo forzar al ejército derrotado, los prisioneros de guerra, a marchar desnudos y avergonzados a la ciudad del rey victorioso (e.g., Isaías 20: 4; ef. Job 12: 17, 19; 2 Crón. 28: 15; Deut. 28: 48).5 Yo sugeriría que el énfasis en la desnudez de Adán y Eva también puede indicar que habían sido derrotados por el enemigo y se habían convertido en prisioneros de guerra.
Esclavos del pecado a través de la muerte: Pedro escribió: "Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció" (2 Pedo 2: 19), y Pablo añadió: "¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?" (Rom. 6: 16). Consecuentemente, los seres humanos viven "para servir a la inmundicia y a la iniquidad" (Rom. 6: 19). Después de la caída el pecado se esparció por toda la tierra con alarmante rapidez (Gén 6: 5, 11), lo que indica que es imposible para cualquier ser humano escapar de su poder. El dictum de Pablo es correcto: "Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios" (Rom. 3: 10, 11; ef. Sal. 14: 13).
La Biblia describe la condición humana en una forma deprimente. El profeta se refiere al corazón humano como: "Engañoso [H.] más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jer. 17: 9). El pecado controla a los seres humanos hasta el punto que sus mentes son hostiles a Dios y no están en condiciones de someterse a su ley (Rom. 8: 7, . La imagen de Dios, aunque no totalmente borrada en el hombre, ha sido seriamente dañada (ef. 3: 23). Los seres humanos reconocen que hay algo extrañamente malo en ellos, que son conscientes de ello, pero que son incapaces de remediarlo (ef. Jer. 13: 23). Los seres humanos desean ansiosamente tener paz interior, amar y ser amados, estar libres de temor, de dolor emocional y físico; para poder lograr sus objetivos más nobles de la vida sin ningún obstáculo. Sin embargo, incluso sus mejores esfuerzos solo tienen un éxito parcial y les producen una profunda frustración. En su condición natural nunca están plenamente satisfechos con lo que han logrado o con lo que son, existiendo en la angustia y el absurdo. El pecado ha desorientado a los seres humanos y los ha dejado en la oscuridad y espiritualmente incapacitados. El control del pecado es tan fuerte que por sí solos nunca podrán librarse de él. La búsqueda humana de la autorrealización termina en un estado o condición en la que el pecado gobierna sobre ellos como un rey déspota privándolos de la vida verdadera.
La profunda relación que existe entre el pecado y la muerte hace que la condición humana sea aún más desesperada. Pablo comentó: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron" (Rom. 5: 12). Cuando Adán y Eva pecaron, la primera víctima no fue solamente su vida natural, sino, particularmente, su vida espiritual: su unión con Dios. El pecado poseyó su propia existencia, produciendo una condición existencial caracterizada por la desconexión, por la muerte. Toda la humanidad quedó enredada en la universalidad del pecado.
Romanos 5: 12 describe un fenómeno universal que toca a toda la humanidad como consecuencia del pecado de uno: Adán. No hay aquí referencia a la imputación del pecado de Adán a "todos". Si bien hay un claro elemento de solidaridad con él, es el resultado, no el acto. Lo que él hizo, como representante de la raza humana, afectó a sus descendientes. Pablo no especula acerca de la relación específica entre el pecado de Adán y el pecado de todos. Simplemente declara que el acto de uno trajo el pecado como un poder en el mundo, el pecado trajo consigo la muerte, y puesto que los seres humanos nacen en un estado de muerte, separados de Dios y con la necesidad de salvación, no están en condiciones de superar el pecado (ef. Rom. 8: 6-8). Para Pablo la muerte es la paga del pecado (Rom. 6: 23), y al mismo tiempo lo que hace que el pecado sea inevitable, es decir, lo que permite que el pecado reine sobre los seres humanos (Rom. 5: 21, 17). Teológicamente, la muerte "designa la condición física-espiritual de la humanidad en Adán", "la que llegó inicialmente a través del pecado de Adán (Rom. 5: 12-21, 1 Cor. 15: 21-22)".6 Los seres humanos están por naturaleza muertos en sus delitos y pecados (He. 2: 1).
El hecho de que la muerte haya alcanzado a todos los seres humanos, hace que toda la humanidad esté constituida por pecado_ res.7 Debemos tomar la declaración de Pablo y llegar a la conclusión de que "la muerte así pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron". La muerte, tanto física como espiritual, así como el pecado constituyen un fenómeno universal. Siendo que el pecado de Adán trajo tanto la muerte espiritual como la muerte física y la separación de Dios, el pecar llegó a ser inevitable para la totalidad de sus descendientes ("todos pecaron"; cf 3: 9, 10). Solo a través de la obra expiatoria de Cristo los seres humanos pueden ser libertados del poder del pecado y de la muerte.
Esclavos de las potencias del mal: La caída ha convertido a los seres humanos en esclavos de las potencias del mal. La Biblia describe a Satanás como el príncipe de este mundo (Juan 12: 31, 14: 30, 16: 11). Pablo se refiere a los gentiles como quienes fueron esclavizados a aquellos que "por naturaleza no son dioses" (Gál 4: , es decir, a los poderes espirituales que se hacen pasar por dioses. Juan va aún más lejos cuando dice: "Sabemos que el mundo entero está bajo el control del maligno" (1 Juan 5: 19). El término "mundo" tiene aquí una connotación negativa que designa a la humanidad que está en oposición a Dios. Esta masa humana "está en un estado de alienación y una condenación caracterizada por la oscuridad ([Juan] 1: 5; 12: 46), la muerte (5: 19-27; 8: 37, 44), el pecado (8: 21, 34), la esclavitud (8: 34-36), y la falsedad (8: 44)".8 Es ese mundo que está bajo el control del maligno, que no pueden vencer o libertarse de su poder.
Por fortuna, el Señor no permitió que los seres humanos quedaran bajo el control absoluto de las potencias del mal. Como resultado de su plan para restaurar a la raza humana a una amorosa relación con él, Dios le pone límites a su poder sobre los seres humanos. Tan pronto como Adán y Eva pecaron, el Señor dijo a la mujer Y a Satanás: "Pondré enemistad entre ti y la mujer" (Gén. 3: 15). Los dos coexistirán en un estado de hostilidad, incapaces de trabajar en armonía la una con el otro. Fue parte de las reglas para actuar en el conflicto cósmico en la tierra; dando a los seres humanos la oportunidad, si lo deseaban, de elegir la vida con Dios y no la muerte. Así, la humanidad existe en un estado de tensión, incapaz de hacer siempre lo que es bueno y al mismo tiempo odiando la maldad que practican.
Esclavos de la Ley: La visión distorsionada de Dios, llevó a los seres humanos a convertirse en esclavos de la ley. El legalismo es el resultado de la arraigada convicción de que Dios es, en efecto, un enemigo que tiene que ser aplacado y que podemos hacerla haciéndonos dignos de su amor. El pecado también ha afectado el propósito divino de la ley. De hecho, el enemigo del Señor ha estado en constante oposición a la ley de Dios, incluso haciendo mal uso de ella para estimular la caída naturaleza humana a la rebelión a través de la desobediencia a los mandamientos (Rom. 7: . Fue a través de la oposición a la santa ley de Dios que manifestó su oposición al orden establecido por Dios y rechazó su sistema de gobierno. Los seres humanos pecadores consideran la ley como una amenaza. Pablo dice que la ley, a través de la obra del Espíritu en el corazón humano, nos hace conscientes de que somos pecadores (3: 20; 7: 7), pero es totalmente incapaz de damos vida (Gál 3: 21). Este uso de la ley agrava la difícil situación humana en la que, si bien, por un lado, los seres humanos han buscado la aceptación ante el Señor a través de la sumisión a la ley, por otra parte la ley los condena ante el Señor (cf Rom. 4: 15). Como resultado, se encuentran en una situación en que les es Imposible encontrar una forma de salir de su difícil situación a través de sus propios esfuerzos y, sin embargo, están constantemente tratando de hacerla por sí mismos. Esta es una esclavitud sin sentido, autodestructiva que nos hemos impuesto a nosotros mismos. Pero la Escritura declara: "Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Dios); porque por medio de las leyes el conocimiento del pecado" (Rom. 3: 20). Solo la obra redentora de Cristo restaura la ley a su lugar legítimo en la experiencia cristiana y nos libra de la condenación (Rom. 3: 31; 8: 1-4; Gá13: 13).
Conclusión
El origen del pecado en el mundo sigue siendo inexcusable en la Escritura y es absolutamente innecesario. La caída de Adán y Eva, creados a imagen de Dios, no puede ser plenamente comprendida. Sólo podemos señalar, como en el caso de Lucifer, que usaron mal su libertad y, por lo tanto, experimentaron el extraño fenómeno de la autocorrupción de la criatura. El daño que causaron fue irreparable y permanente. Habían elegido la muerte. Su caída los hizo esclavos de un poder que estaba más allá de su control. La raza humana se dirigía hacia la extinción total. Si Cristo no hubiera intervenido, la separación entre Dios y el hombre habría sido definitiva.
Referencias
1. Elena G. de White, apoya la idea de que un asunto clave en el relato fue la libertad humana. Ella escribió: "Dios tenía poder para retener a Adán impidiéndole tocar el fruto prohibido; pero si lo hubiese hecho, Satanás hubiera tenido un asidero para acusar de arbitrario al gobierno de Dios. El hombre no hubiera sido un ser mora, libre, sino una mera máquina" (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1098).
2. Nahum M. Sarna, JPS Torah Commentary: Genesis (Filadelfia: Jewish publication Society, 1989), p. 25 .
3. Una tradición judía antigua y una tradición cristiana dicen que Adán y Eva estaban cubiertos por un manto de luz; véase Edgar Haulotte, Symbolisme du vétement sélong La Bible (Aubier: Editions Montaigne, 1966), pp. 186, 187. Elena G. de White, la apoya cuando se refiere a "la luz del vestido de la inocencia celestial", o "la clara Y perfecta luz que ... los rodeaba" (Comentarios de Elena G. de White, Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1098).
4. Elena G. de White, La educación (Mountain View: Publicaciones Interamericanas, 1974), p. 23, 24.
5. H. Niehr, "arom", en TDOT, t. 11, p. 353.
6. J. J. SC011, Jr., "Life and Death", en DPL, p. 54.
7. Thomas R. Schreiner, Romans (Grand Rapids: Baker, 1998), pp. 274-277; Otfried Hofius escribe: "Lo que la declaración dice es que como resultado del hecho de que el pecado entró en el mundo a través de Adán, y la muerte a través del pecado, ahora la muerte se nos aplica a todos, porque todos estamos de forma inescapable bajo el signo de este hecho, y por lo tanto, todos hemos pecado" ("The Adam-Christ Antithesis and the Law", en Paul and the Mosaic Law, ed. James D. G. Dunn [Grand Rapids: Eerdmans, 1996], p. 104.
8. D. Moody Smith, NT Theology: The Theology of John (Cambridge: Cambridge University Press, 1995), p. 81
Compilador: Dr. Pedro Martínez