Capitulo 2
Se espera que yo ame… ¿a quién?
Para el 09 de enero de 2010
"Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si tuviere sed, dale de beber agua; porque ascuas amontonarás sobre su cabeza, y Jehová te lo pagará" (Prov. 25:21, 22).
Cuando llega el tiempo de colocar las decoraciones de Navidad, generalmente termino comprando unas pocas guirnaldas de luces para nuestro árbol. Las lucen hacen al árbol; de hecho, allá lejos, en la bruma del tiempo, las decoraciones del árbol de Navidad eran generalmente velas y nada más. Con los años, las decoraciones del árbol de Navidad han evolucionado al punto de que los árboles artificiales ahora vienen con sus propias luces incorporadas. Pero, cada tanto, cuando necesito una tira o dos de miniluces separadas, voy a la tienda que las vende.
Las luces vienen en cajitas, y los cablecitos bien dispuestos en un marco plástico o ligadas con bandas elásticas. Las desenrollo y las coloco en el árbol. Pero, cuando llega el momento de sacarlas del árbol y guardarlas, la mayoría de las veces las pongo de cualquier modo en las cajas o en las bolsas plásticas. No debería ser una sorpresa que cuando, al año siguiente, estoy listo para poner las luces otra vez en el árbol, están todas enmarañadas. Requiere mucha paciencia y tiempo desenredar los cables, especialmente cuando tengo otras cosas más importantes que hacer.
En el listado de las cualidades que constituyen el fruto del Espíritu, el amor se menciona en primer término. Es el "gancho" del cual penden todos los demás frutos. Pero amor es una palabra que ha llegado a estar muy enredada, confusa, como las luces de Navidad; y a menos que logremos desenmarañarla, nunca podremos comprender su verdadero significado. Una mala comprensión, a su vez, nos impide apreciar la profundidad de lo que quiso expresar Jesús cuando declaró: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito" (Juan 3:16). Tampoco entenderemos cómo podemos amar a Dios con todo nuestro corazón y, también, a nuestros prójimos como a nosotros mismos.
Como sabemos, el diablo odia a Dios y todo lo que esté relacionado con él, especialmente el hecho de que Dios es amor; de modo que hace todo lo que puede por denigrar el concepto del amor y lograr que no valga nada. En consecuencia, la palabra amor no solo es usada en exceso sino también, a veces, equivocadamente. Puede ser que resulte desagradable a la persona de la calle, pero el amor no es sexo. Tampoco es cómo nos sentimos ante una torta o un pastel, un traje nuevo, un viaje a un lugar de turismo o ante el auto nuevo que compramos. Nos ayudaría el encontrar otros vocablos para expresar esos otros significados. Alguien que dice que ama ese postre, realmente, quiere significar que lo prefiere. Una preferencia no es amor, y tal uso de la palabra la devalúa.
Del mismo modo, interesarse y preocuparse por una persona tampoco es amarla. Podemos interesarnos hasta el punto de ser una obsesión o un ansia.
Una de las características de la gente que vive en los últimos días es que se aman a sí mismas; es decir, se ponen a sí mismas y a sus necesidades antes de cualquier otra cosa. Por causa de esto, la Biblia declara en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos" (2 Tim. 3:1, 2).
Algunos tienen la temeridad de alegar que muchos de los problemas sociales que nos afligen surgen porque no nos amamos a nosotros mismos. Sin embargo, de acuerdo con 2 Timoteo 2:1 y 2, esto puede no ser cierto. También tenemos que tomar en cuenta Efesios 5:29. Dice: "Nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia".
Por curiosidad, una vez hojeé un libro que animaba a la gente a amarse a sí misma. Daba una ilustración muy interesante de cómo lograrlo. El autor sugería, con toda seriedad, que un hombre lleve a su esposa a un restaurante muy acogedor, con velas y música suave. Luego, en un momento oportuno, el esposo debe mirar a su esposa tiernamente y susurrar: "Me amo".
Si esta sugerencia no fuera tan patética, sería divertida. La humanidad siempre ha sido egoísta; sabemos que esa orientación no es correcta. ¡En estos días, el egoísmo realmente es estimulado! ¿Cómo puede una pareja permanecer casada cuando cada cónyuge se ama a sí mismo por sobre todo?
Lo que se está presentando como amor, en el mundo actual, es lo opuesto a lo que trata el evangelio. Jesús enseñó que debemos amarnos unos a otros, negarnos a nosotros mismos y no pensar más de nosotros mismos de lo que debemos. El mundo de hoy está propugnando exactamente lo opuesto.
Qué es el amor
Primera de Corintios 13 nos dice lo que el amor es, y lo que no es. El apóstol Pablo comienza este capítulo mostrando la supremacía del amor: "Si yo hablase en lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor [es decir, el amor como lo reveló Jesús], vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy" (vers. 1, 2).
Sigamos, hablando en el lenguaje de todos los días. Aun si vendiera todo lo que tengo para dar de comer a los pobres (vers. 3), sería una donación sin sentido a menos que lo haga con verdadero amor. Luego, Pablo dice lo mismo acerca del martirio. El punto es que una persona puede hacer todas las cosas correctas -cosas buenas y generosas- por razones equivocadas.
¿Cuáles son algunas de las razones equivocadas que nos motivarían a hacer cosas buenas?: para ser vistos, para ser admirados, para impresionar a la gente, para aparecer como santos, para conseguir un "asiento en primera fila" en el cielo, porque alguien nos dijo que lo hiciéramos, etc. Hay muchas razones pobres para hacer el bien; pero la única razón legítima en los libros del Cielo es hacerlo por amor.
Así que, ¿qué es el amor? ¿De qué trata? ¿Cómo actúa?
La siguiente parte de 1 Corintios 13 expresa lo que podríamos denominar "la anatomía del amor". El verdadero amor es paciente, bondadoso y generoso. No es orgulloso ni envidioso.
El orgullos es la madre de todos los pecados, y su progenie es el egoísmo. Increíblemente, el orgullo y el egoísmo nacieron en el corazón del arcángel Lucifer, quien estuvo en la presencia misma de Dios. Esto es tan inconcebible que es llamado el misterio de la iniquidad. De él, las Escrituras dicen:
"¡Cómo caíste del cielo,
Oh Lucero, hijo de la mañana!
Cortado fuiste por tierra,
tú que debilitabas a las naciones.
Tú que decías en tu corazón:
"Subiré al cielo; en lo alto,
junto a las estrellas de Dios,
levantaré mi trono,
y en el monte del testimonio me sentaré
a los lados del norte;
sobre las alturas de las nubes subiré,
y seré semejante al Altísimo" (Isa. 14:12-14).
El amor y el orgullo no pueden coexistir, y jamás lo harán.
La Biblia describe claramente el resultado final del orgullo:
-"Reprendiste a los soberbios, los malditos,
Que se desvían de tus mandamientos" (Sal. 119:21)
-"Abominación es a Jehová todo altivo de corazón;
Ciertamente no quedará impune" (Prov. 16:5).
-"Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno,
Y todos los soberbios y todos los que hacen maldad
Serán estopa; aquel día que vendrá, los abrasará,
Ha dicho Jehová de los ejércitos,
Y no les dejará ni raíz ni rama" (Mal. 4:1).
-"Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos;
Y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad;
Porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes" (1 Ped. 5:5).
Hay un agudo contraste entre el amor de Dios y el amor del mundo.
Me recuerda al turista que estaba visitando la ciudad de Nueva York. Estaba caminando por la vereda, y se perdió. De modo que se detuvo en un comercio y pidió indicaciones. El neoyorquino parecía ansioso de ayudar:" ¿Ve usted ese semáforo? Vaya allá, y gire a la izquierda. No, no haga eso; siga derecho unas tres cuadras y tome a su derecha. No, ese tampoco es el camino. Vuelva al segundo semáforo y... Ahora que lo pienso, no puede ir de aquí hacia allá". Esa es la manera que resulta cuando tratamos de mezclar el pensamiento contemporáneo acerca del amor y lo que la Biblia enseña que es el verdadero amor. ¡No puede llegar allá desde aquí!
El problema con las propagandas
El verdadero amor no tiene envidia. La envidia es un derivado del orgullo y del egoísmo. ¿Ha considerado usted todas las maneras en que la sociedad estimula y alimenta la envidia? Una de esas maneras es por medio de los anuncios comerciales y la propaganda. Los publicistas han descubierto que, a fin de atraer a una persona a que compre un producto específico, los anuncios de ese producto deben crear envidia y avaricia. Se ha desarrollado todo un vocabulario nuevo con este propósito. La mayoría de los comerciales usan mujeres hermosas y jóvenes apuestos con el fin de promover su producto. Y esto es llamado "sexy"; otro término del mundo publicitario.
En este tiempo, una persona no necesita mirar por la ventana y envidiar el auto del vecino por mucho tiempo; un préstamo bancario o una tarjeta de crédito emparejará a ambos al instante. Pensábamos que la esclavitud era una cosa del pasado, pero ¿cuántos de nosotros tenemos como amo a una pequeña tarjeta de plástico? Tal vez necesitamos escuchar más sermones sobre el décimo Mandamiento: "No codiciarás", ¡o "No tendrán envidia"!
El reino de Satanás contiene una trilogía malvada: el orgullo, el egoísmo y la envidia. Estos fueron los primeros pecados. Comenzaron en el corazón de Satanás, infestaron a nuestros primeros padres y se difundieron por toda la raza humana. Usted y yo hemos nacido con esta enfermedad. Por esto necesitamos nacer de nuevo: esta vez, en el Reino de los cielos, que trata acerca de amar a Dios y amarnos unos a otros: "Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Juan 13:34, 35).
A lo largo de los años aprendí que si amo a Dios amaré a la gente, y si no amo a la gente no estaré amando a Dios. Después de cincuenta años de matrimonio, sé algunas cosas que no sabía antes. Una de ellas es que, cuando las cosas no están bien entre Betty y yo, inmediatamente eso afecta mi relación con Dios. Por esto Juan, el apóstol del amor, escribió: "Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. [...] Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros" (1 Juan 4:7-11).
Dios desea utilizar la cercanía de los lazos familiares a fin de enseñarnos acerca de su amor. Y luego quiere estirar y ensanchar ese lazo, hasta incluir a todos sus hijos. Un sábado, mientras estaba sentado en la plataforma antes del sermón, mirando a la congregación, recordé que la iglesia es la suma de las familias que la componen. Me pregunto: ¿Cómo estamos, como familia de la iglesia -hijos e hijas de Dios-, demostrando el amor de Dios? ¿Son nuestros hogares pequeños cielos en la tierra? La fidelidad mutual, ¿demuestra nuestra fidelidad a Dios? La forma en que respondemos a estas preguntas es crítica, porque "si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?" Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano" (1 Juan 4:20, 21).
Uno de los himnos favoritos de mi suegra era "La familia de Dios". Las palabras de este canto, creado por Bill y Gloria Gaither, son una descripción de la iglesia que tiene el fruto del amor:
"Notarás que aquí decimos 'hermanos y hermanas'.
"Es porque somos una familia, y estas personas son tan queridas
"que cuando a alguien le duele el corazón, todos derramamos lágrimas,
"y nos alegramos con cada victoria de esta familia amada".
Desdichadamente, algunas iglesias que he visitado eran todo, menos familias de Dios. Esto sucede cuando los miembros tratan de separar su relación con Dios de sus relaciones mutuas. De acuerdo con las Escrituras, esto no puede hacerse.
Tan serio es el asunto de no llevarse bien en la iglesia que, en el Sermón del Monte, Jesús enseñó a sus oyentes que si estaban en camino a la iglesia el sábado de mañana y se acordaban de que tenían que pedir disculpas a alguno de la iglesia, debían volver a casa y no ir a la iglesia hasta que hubiesen hecho los arreglos con esa persona (ver Mat. 5:23, 24). A menudo me he preguntado cuántas personas estarían en la iglesia si realmente pusiéramos en práctica este consejo. Desgraciadamente, nuestros desacuerdos tratan generalmente de asuntos ridículos, como los dos miembros de la junta de una iglesia que se pusieron a gritar el uno al otro acerca de ¡quién era responsable de comprar el papel higiénico para los sanitarios de la iglesia!
"En la iglesia de Dios hoy hay una gran falta de amor fraternal. Muchos de aquellos que profesan amar al Salvador descuidan el amar a los que están unidos con ellos en compañerismo cristiano. Somos de la misma fe, miembros de una familia, todos hijos del mismo Padre celestial, con la misma bienaventurada esperanza de inmortalidad. ¡Cuán estrecho y tierno debería ser el lazo que nos une! La gente del mundo nos está observando, para ver si nuestra fe está ejerciendo una influencia santificada sobre nuestros corazones. Son rápidos para discernir cada defecto en nuestras vidas, cada inconsistencia en nuestras acciones. No les demos ninguna ocasión de criticar nuestra fe".
Desde lo difícil hacia lo imposible
Hemos tocado el tema de tener fe en nuestra familia y en nuestra familia de la iglesia. Admitimos que necesitamos trabajar en estas áreas, por difíciles que estas sean. Ahora, vayamos desde lo difícil hacia lo imposible: tratar con nuestros enemigos. Este es otro asunto totalmente distinto. Seguramente, ¡no tendemos a mantener ninguna relación nuestros enemigos! Los enemigos son... bueno, enemigos. Deben ser despreciados y odiados.
Pero, Jesús vino y predicó acerca de amar a nuestros enemigos. ¡Eso es demasiado! No obstante, ¿es eso exactamente lo que él ordenó?: "Vuelve la otra mejilla"
Conozco a alguien que, cuando supo lo que la Biblia enseña acerca de volver la otra mejilla, me dijo que seguramente él volvería la otra mejilla, pero ¡después "le cortaría la cabeza al fulano"! ¿Estaría usted de acuerdo en que no es eso lo que estaba pensando nuestro Señor?
Ahora, preste mucha atención, porque tal vez la mayor prueba del verdadero amor es lo que Jesús dijo y está registrado en Lucas 6:27 al 35:
"Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnias. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos".
A menudo leemos estos versículos como lectura bíblica en un culto de adoración o en nuestras devociones privadas. Pero ¿las tomamos en serio o las consideramos imposibles de poner en práctica? Cuando estamos analizando el tiempo de angustia y la persecución que será lanzada en contra del pueblo de Dios, algunas personas destacan la necesidad de obtener la victoria sobre cada pecado y cada tentación, y de reflejar plenamente la imagen de Cristo. Todo esto está bien. Pero ¿por qué tenemos temor de recibir la marca de la bestia, o de apostatar o de ser engañados por la personificación que hará Satanás de Cristo y, al mismo tiempo, restamos importancia a los pecados de la calumnia, del orgullo, de los chismes y de las críticas? ¿Hay algunos pecados que son peores que otros?
Dé a su enemigo lo que necesita, aun sin albergar ninguna expectativa, dijo Jesús. Trate a su enemigo con bondad. La Regla de Oro no es tanto acerca de tratar a nuestros amigos como queremos que ellos nos traten a nosotros, sino acerca de tratar a nuestros enemigos como quisiéramos ser tratados.
Volvamos a nuestra definición de amor. El verdadero amor no es grosero. No tiene explosiones de temperamento ni trama hacer daño a otros. El verdadero amor no se goza en escuchar que alguien ha escapado con el cónyuge de otra persona. El verdadero amor hace lo que puede por aliviar la carga de otros. Es optimista y paciente. El verdadero amor no está aquí hoy, y mañana se fue.
No, el amor no es sexo. Tampoco es cómo una persona se siente acerca de una torta, o pastel, un traje nuevo, un viaje al Caribe o el auto que acabamos de comprar. El amor es lo que Jesús muestra hacia nosotros y lo que nosotros, a nuestra vez, reflejamos en nuestra relación con otros, especialmente hacia nuestros enemigos, pertenezcan ellos a la familia, a la iglesia o a cualquier parte. Esta clase de amor viene solo como un don del Espíritu Santo, y constituye el corazón del tema de este libro acerca del fruto del Espíritu. Al estudiar el fruto del Espíritu, entenderemos que eso es lo que realmente importa.
Para meditar
1. Identifica un área en tu vida en la cual tu amor por tu familia está fallando, medido de acuerdo con el ideal de 1 Corintios 13.
2. Elige dos elementos del amor que quieres actualizar en tu vida, con la ayuda de Dios. Haz planes específicos respecto de cómo y cuándo lo harás.
3. ¿Con quién tienes más dificultades en relacionarte? ¿De qué maneras específicas puedes manifestar a esa persona el amor que Jesús tiene por ti?
Fuente: http://www.escuelasabatica.cl/2010/tri1/lecc2/leccion.htm