Capítulo 06
Richard W. O’Ffill
CÓMO VENGARSE SIN AIRARSE
“Sed benignos unos con otros” (Efesios 4:32).
Por años, mi afición fueron los peces tropicales. De modo que estuve interesado cuando supe de la historia de un hombre cuyos hijos le habían suplicado que comprara unos pececillos dorados. Pero, tener un carpa dorado no es tan sencillo como elegir los que les gustan más a los niños. Está el tema del tanque para los peces, su comida y el filtro para mantener el agua limpia. El filtro trabaja con una pequeña bomba de aire, que airea también el agua.
El hombre mencionó a un amigo que estaba pensando en comprar unos peces de colores, y necesitaba un acuario. Su amigo le dijo que tenía uno que ya no usaba, y se lo vendería por diez dólares. Así que hicieron el trato.
El acuario no había sido usado durante algún tiempo, de modo que el nuevo aficionado lo limpió con jabón y agua. Luego, con sus niños, fueron a un negocio y compraron algunos peces dorados, junto con las demás cosas que necesitaban. Prepararon el acuario con piedras pequeñas y arena, el filtro y los peces. Sin embargo, varios días más tarde, para gran desilusión de los niños, los peces murieron. El hombre pensó que el problema fue que no enjuagaron suficientemente el jabón cuando limpiaron el tanque. ¡En este caso, el remedio fue peor que la enfermedad!
Al seguir estudiando el fruto del Espíritu, comenzamos a darnos cuenta de que lo que pensamos que es la manera correcta de hacer las cosas, a menudo, es la forma incorrecta. Me recuerda dos pasajes: “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25), y “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:9). Como veremos, el siguiente fruto destaca esto.
La palabra hebrea es jésed, y la palabra griega es jrestótes. En algunas Biblias, la palabra se traduce como “bondad”, en otras como “amabilidad”. Esto tiene sentido, porque la benignidad es ser bondadosos, y la bondad es ser benignos.
El fruto del Espíritu es amor, pero el amor mismo es invisible. La benignidad es la que despliega el amor, le da brazos y piernas, manos y pies. La bondad hace que el amor esté a la vista, lo materializa. La bon dad es la ventana por la cual se puede ver el amor.
En el Sermón del Monte, Jesús dijo que sus seguidores serían la sal de la tierra (Mateo 5:13). Nunca entendí completamente lo que Jesús quiso significar cuando mencionó que si la sal perdiese su sabor, bien valdría tirarla. Yo pensaba que la sal siempre era salada. Pero, ahora comprendo que Jesús estaba usando una suposición; en otras palabras, estaba diciendo:”Supongamos que la sal perdiera su sabor…”Si la sal no cumple su función -es decir, dar sabor y preservar-, es inútil. Entonces, cuando Jesús declara que somos la sal de la tierra, nos está diciendo que si no estamos dando sabor al mundo y haciendo nuestra parte para preservar (salvando) a las almas, no tenemos propósito, somos inútiles, buenos para nada.
Un día, un grupo de cristianos decidió tener una reunión con almuerzo en un restaurante. Cuando la mesera llegó para tomar el pedido, le dijeron lo que ordenaban pero sin siquiera mirarla y, de hecho, en toda la comida prácticamente no la notaron. Ella podría haberse sentido invisible. La conversación del grupo había dejado en claro que eran personas religiosas. Ella no era cristiana, pero probablemente la mesera haya pensado: ¡Conque así son los cristianos!
Cuando ella trajo el postre, uno de los miembros de la comisión no recibió lo que había pedido, y le dijo a la mesera, en términos muy claros, que él quería que se lo trajeran inmediatamente. Cuando el grupo terminó de comer, le dejaron sobre la mesa una propina de un dólar y un folleto acerca de cómo aceptar a Jesús. Otra vez, ella probablemente haya pensado: ¡Conque así son los cristianos!
Algunas veces, cuando viajo o aun cuando voy de compras, para desconcierto de mi esposa, procuro tomar en cuenta y hasta hacer bromas con los cajeros, las azafatas y otras personas que están para ayudarme. Más de una vez ellos me expresaron cuánto apreciaron haber sido tomados en cuenta y tratados con bondad. Dicen que la mayor parte del tiempo los clientes les hablan solo cuando tienen una queja.
La bondad hace que el amor sea real y, como consecuencia, hace que el evangelio sea atrayente. Resulta razonable que el testimonio cristiano deba comenzar con la bondad. Mostramos el amor de Jesús siendo bondadosos. Hay un himno que solíamos cantar más que ahora. Algunas de sus palabras dicen:
“Sí como elocuente apóstol
no pudieres predicar,
puedes de Jesús decirles
cuánto al hombre supo amar”.
Podemos hacerlo sencillamente, siendo amables.
Bondad de amplio espectro
La bondad surge de quiénes somos. No tiene la intención de ser di rígida solo a algunos, sino a todos. Es de amplio espectro: nos capacita para ser siempre iguales, independientemente de dónde estemos o con quién estemos. Siente lo que otros sienten: sus gozos y sus tristezas. Se pone en evidencia tanto en los tiempos buenos como en los malos. La gente bondadosa celebrará junto con otros, cuando tengan buenas razones para celebrar; y cuando otros sufren, la gente bondadosa mostrará compasión. (Ver Romanos 12:15).
El apóstol Santiago usa un poco de ironía, pero al mismo tiempo es serio, cuando plantea la suposición de un hermano o una hermana que está casi sin ropas para mantenerse abrigado y que no ha comido en varios días, y alguien le dice algo como: “Espero que encuentres alguna ropa de abrigo y tengas algo para comer. ¡Buena suerte! “Santiago pregunta:”¿De qué aprovecha?” (Santiago 2:15, 16).
Juan el amado concuerda: “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3:17,18).
Una vez que faltó un maestro en una clase de Escuela Sabática, me ofrecí para enseñar la lección. Al comenzar con la clase, noté a un joven y su madre sentados a mi izquierda. El joven estaba escuchando muy atentamente, y parecía beber todo lo que estaba diciendo. Obviamente era una visita, y cuando di la bienvenida a todos, nos dijo que su nombre era Josué. Por la manera en que estaba vestido, podía observar que era alguien que podríamos llamar de la clase trabajadora o, tal vez, un desocupado.
Después de la clase me presenté a él. Al hablar, no pude menos que notar que sus dientes incisivos estaban muy manchados. Confieso con pena que esto comenzó a afectar la forma en que me relacionaba con él. ¿Por qué, cuando una persona no se ve como pensamos que debería verse, tenemos sentimientos negativos? Más tarde, me avergoncé de mí mismo. Mi esposa y yo analizamos el incidente, y concordarnos en que el sábado siguiente trataríamos de conocerlo mejor.
Toda esa experiencia me recordó lo que dice Santiago 2:1 al 4:”Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?”
La bondad no hace acepción de personas. La bondad practica lo que la Biblia predica: comparte con un hermano o una hermana. La bondad corta el pasto o quita la nieve de la vereda para un vecino anciano. La bondad conduce el automóvil con paciencia y cuidado. La bondad suavemente advierte a un amigo que está avanzando en una dirección equivocada. En tiempos de desánimo, la bondad ofrece palabras animadoras. Brinda una mano.
Hay cosas que la bondad rehúsa hacer. La bondad no chismea. Rehúsa hacer trampa. La bondad no se ríe de otros ni los insulta. La bon dad no tiene tiempo que perder en enojarse, ni muestra celos.
Es triste decirlo: a veces retenemos la bondad por la sencilla razón de que somos egoístas y no queremos admitirlo. Otras veces elegimos retener la bondad porque alguien no ha sido bondadoso con nosotros. La bondad nunca trata a alguien con maldad solo porque él nos ha tratado así. Jesús fue bondadoso aun con aquellos que no lo fueron con él. Él aconseja: “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos” (Lucas 6:35).
La persona verdaderamente benigna es la que no cuenta el costo de extender la bondad. Esta cualidad de la bondad es lo que caracteriza a Dios, nuestro Padre. Él cuida aun cuando nosotros no cuidamos; él sufre por nosotros aun cuando nosotros no queremos que se nos moleste.”Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
No es bueno que seamos bondadosos con otros esperando que nos correspondan. Es mucho mejor hacer lo que Jesús haría y luego dejar los resultados enteramente en manos de Dios. El hecho es que, no importa lo que hagamos o cuánto esfuerzo pongamos nosotros, algunas personas no mostrarán por ello ningún aprecio. De modo que nuestra bondad debe ser como la bondad de Jesús, aunque terminemos desilusionados y desanimados.
Cuando es difícil ser bondadoso
Todos tenemos que admitir que hay ocasiones en que es difícil ser bondadosos. Trabajamos fuerte todo el día, y cuando llegamos a casa encontramos a nuestra esposa echada en la cama y a los hijos quejándose. También es difícil ser bondadoso en el trabajo, cuando alguien es especialmente odioso. Aún más difícil es ser bondadoso en la iglesia, cuando alguien no está de acuerdo con nosotros y nos critica.
Un viejo adagio dice: “No todo lo que brilla es oro”. Lo mismo es cierto respecto de la bondad. Hay una bondad que es falsa. Algunas ve ces vemos lo que puede parecer bondad, solo para descubrir más tarde que no era más que una bondad falsificada, usada para manipular a otros. La Biblia da varios ejemplos de lo que parecía ser bondad, pero que fue usada para fines detestables. Jacob mostró bondad a su herma no Esaú, y en el proceso le quitó su primogenitura (Génesis 25:29-34). Jael convidó un poco de leche a Sisara y le dio un poco de descanso, para luego quitarle la vida mientras dormía (Jueces 4:18-21). Dalila habló palabras de amor a Sansón, y luego lo traicionó en favor de sus enemigos (Jueces 16:4-21). La bondad genuina no tiene una agenda oculta.
En el lugar de trabajo, es desconcertante cómo un compañero de tareas puede parecer un buen amigo, y en una comisión puede actuar en forma muy diferente. Antes, era uno para todos y todos para uno, pero en una comisión resulta a la inversa. A veces, puedes casi ver los engranajes en la mente mientras todos los miembros de la comisión procuran obtener ventajas para sí mismos y proteger su territorio.
Pero, no deberíamos sorprendernos; el poder a menudo llega a ser impersonal y aun /río. A menudo, cuando las personas ascienden a un cargo nuevo, están tentadas a ser menos bondadosas. De este modo, la bondad genuina se prueba cuando somos puestos de repente en cargos de poder. Abraham Lincoln fue un presidente bondadoso, que rehusó atender presiones para que él aplastara al Sur. Se mantuvo firme, de mandando “malicia hacia ninguno y caridad para todos”. Nada es tan fuerte o poderoso como la verdadera bondad.
Se ha dicho que el lugar donde es más difícil mostrar bondad es en el hogar. En la oficina, un día, se oyó a un compañero de trabajo decir, con tono cansado: “No puedo esperar llegar a casa a la noche. Me cansa mucho ser bondadoso todo el día”. Cuando dirijo seminarios sobre el hogar, planteo a menudo la pregunta: “¿Cuánto tiempo podríamos durar en el trabajo si tratáramos a nuestro jefe en la forma en que nos tratamos en casa? ¿Cómo serían nuestros hogares si fuéramos realmente bondadosos?”
Cierta vez, escuché que una madre decía:”¡Mi palabra es ley!” Y así es. Pero, como padres, podemos estar tan ansiosos de manejar el barco que lo hundimos. En nuestras familias decimos que nos amamos, y estoy seguro de que es así; no obstante, el amor debe expresarse en bondad. Ciertamente debemos saber que la falta de bondad apaga el amor.
“Para dominar a nuestros hijos contó se debe, debemos manifestar un espíritu de benignidad, mansedumbre y tolerancia. No desearemos seguramente revelar un espíritu censurador, irritable y regañón. Si les enseñamos a nuestros hijos que deben manifestar benignidad, debemos poseerla nosotros [...]. Si queremos que manifiesten un espíritu de amor hacia nosotros, debemos mostrarnos benignos y afectuosos con ellos. Mas, no es necesario que los padres sean débiles o muestren una tolerancia imprudente. La madre debe ser firme y decidida. Debe ser firme como una roca; no tiene que apartarse de lo que dicta el deber. Sus leyes y reglas se deben obedecer siempre y bajo toda circunstancia; pero debe conseguirlo con benignidad y mansedumbre [...]. Los hijos crecerán y se convertirán en hombres y mujeres temerosos de Dios”.
Debemos también conocer lo que podría llamarse una bondad falsa. No es bondad, por parte del padre, cuando permite que un hijo haga algo malo deliberadamente. Tampoco es bondad cuando deja que un hijo cumpla todos sus caprichos y deseos. A veces, un padre o un abuelo pueden sonreír y decir cómo están echando a perder a los hijos o a los nietos. Pero, pasar por alto una cosa mala, ponerla a un lado o esconder la bajo la alfombra, no es bondad. Cuesta algo ser cuidadoso.
No como Jonás
Cuando era estudiante en el Seminario de la Universidad Andrews, noté en una edición dominical de un diario grande que, de tiempo en tiempo, una iglesia anunciaba servicios en los cuales un niño predicador daría el sermón, generalmente un domingo de noche. La idea de escuchar predicar a un niño de seis o siete años sonaba interesante para varios de nosotros, estudiantes del seminario, de modo que un domingo de noche, en pleno invierno, nos apretamos en mi pequeño auto y, en la oscuridad y la nieve, fuimos a escuchar lo que tenía para decir ese niño.
No podía tener mucho más de seis años. Su sermón hablaba de la oración. La ilustración bíblica que usó fue la de Jonás y el gran pez. Nunca olvidaré sus palabras al terminar su sermón. Dijo: “Y así Jonás oró. El gran pez se acercó a la playa, sacó su lengua, y Jonás la usó como planchada para bajar”.
Pero, la historia de Jonás y el gran pez no terminó en la playa. El capítulo 2 es la historia acerca del profeta egoísta y poco bondadoso quien, después de haber dado la advertencia que antes había temido dar, pensó que se sentaría y miraría cómo Dios destruía a Nínive. Pero, Dios es bondadoso y no quería que nadie muriera, sino que todos llegaran al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Una de las formas en que Dios expresa su amor es por medio de su bondad. “Me diste asimismo el escudo de tu salvación; tu diestra me sustentó, y tu benignidad me ha engrandecido” (Salmo 18:35).
La bondad está invariablemente asociada con la misericordia. Es imposible ser bondadoso sin ser misericordioso. Del mismo modo, ser misericordioso es ser bondadoso. El espíritu de Jonás no fue ninguno de los dos.
“Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:17).
¿Te han mostrado bondad?
Pásala;
No fue dada para ti solo,
Pásala;
Hazla viajar a lo largo de los años.
Permite que enjugue lágrimas de otros,
Hasta que en el cielo la acción aparezca,
Pásala
Henry Burton
PARA MEDITAR
1. ¿Qué cosas, en nuestras vidas, hacen que sea difícil ser bondadosos? ¿Qué podemos hacer en cuanto a esto?
2. ¿Cómo podríamos expresar bondad a las personas que no conocemos?
3. Hablemos con un amigo acerca de cómo podríamos expresar bondad en la familia de la iglesia. Compartamos los desafíos con la clase de Escuela Sabática.