Lección 10 Para el 4 de septiembre de 2010
Redención para judíos y gentiles
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 9
Romanos 9
1 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;
5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,
7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.
8 Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.
9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre
11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),
12 se le dijo: El mayor servirá al menor.
13 Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. 578
16 Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.
17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.
18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?
21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,
23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,
24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
25 Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada.
26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo;
28 porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud.
29 Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.
30 ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe;
31 mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzo.
32 ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo,
33 como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; Y el que creyere en él, no será avergonzado.
PARA MEMORIZAR: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Romanos 9:18).
“COMO ESTÁ ESCRITO: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. [...] Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Rom. 9:13, 15).
¿De qué habla Pablo aquí? ¿Qué sucede con la libertad de elegir, sin la cual poco de lo que creemos tiene sentido? ¿No estamos libres para elegir o rechazar a Dios? ¿O la Biblia enseña que ciertas personas son elegidas para ser salvas y otras para perderse, sin poder elegir nada?
La respuesta está en mirar el cuadro completo de lo que dice Pablo. Él sigue mostrando el derecho que tiene Dios de escoger a quienes él quiere usar como sus “elegidos”. Después de todo, Dios tiene la responsabilidad final de evangelizar al mundo. Por lo tanto, ¿por qué no puede elegir como sus agentes a quienes quiere? Mientras no le prive a nadie la oportunidad de salvación, esa acción de Dios no es contraria a los principios del libre albedrío. Tampoco es contraria a la verdad de que Cristo murió por todos los seres humanos. Su deseo es que todos se salven.
Romanos 9 no presenta dificultades si recordamos que no está hablando de la salvación personal de aquellos que nombra, sino de su llamado a hacer cierta obra.
LA CARGA DE PABLO
“Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxo. 19:6).
Dios necesitaba un pueblo misionero para evangelizar un mundo sumergido en el paganismo, la oscuridad y la idolatría. Eligió a los israelitas y se reveló a ellos. Tenía el plan de que ellos llegaran a ser una nación modelo y de este modo atrajeran a otros al verdadero Dios. Era el propósito de Dios que, por la revelación de su carácter mediante Israel, el mundo pudiera ser atraído a él. Por medio de la enseñanza del sistema de sacrificios, Cristo había de ser exaltado ante las naciones y todos los que lo miraran vivirían. A medida que Israel creciera en número y en bendiciones, habría de ensanchar sus fronteras hasta que su reino abarcara el mundo.
Lee Romanos 9:1 al 12. ¿Qué punto presenta Pablo aquí acerca de la fidelidad de Dios en medio de los fracasos humanos?
Romanos 9:1 al 12
1 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo,
2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón.
3 Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;
4 que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas;
5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.
6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas,
7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.
8 Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.
9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.
10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre
11 (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama),
12 se le dijo: El mayor servirá al menor.
Pablo está construyendo una línea de argumentación en la que mostrará que las promesas hechas a Israel no habían fracasado completamente. Existe un remanente por medio del cual Dios todavía desea obrar. Para establecer la validez de la idea del remanente, Pablo retrocede en la historia israelita. Muestra que Dios siempre ha sido selectivo: 1) Dios no eligió a toda la simiente de Abraham para hacer su pacto, solo a la línea de Isaac. 2) No eligió a todos los descendientes de Isaac, solo a los de Jacob.
Es importante, además, ver que la herencia o los antepasados no garantizan la salvación. Puedes tener la sangre correcta, ser de la familia correcta, aun de la iglesia correcta y, sin embargo, perderte, quedar afuera de la promesa. Es la fe, una fe que obra por amor, lo que revela quiénes son “hijos según la promesa” (Rom. 9:8).
Considera la frase en Romanos 9:6: “No todos los que descienden de Israel son israelitas”. ¿Qué mensaje importante puedes encontrar para nosotros, como adventistas, que de muchas maneras desempeñamos en nuestros días un papel similar al que los antiguos israelitas desempeñaban en sus días?
ELEGIDOS
“Se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Rom. 9:12, 13).
Como se afirmó en la introducción de esta semana, es imposible comprender Romanos 9 a menos que se reconozca que Pablo no habla de la salvación individual. Aquí habla de roles específicos a los que Dios llama a ciertas personas. Dios quería que Jacob fuera el progenitor de un pueblo que sería su agencia evangelizadora especial en el mundo. Este pasaje no implica que Esaú no podría salvarse. Dios quería salvarlo a él así como a todos los hombres.
Lee Romanos 9:14 y 15. ¿Cómo entendemos estas palabras en el contexto de lo que hemos estado estudiando?
Romanos 9:14,15
14 ¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
15 Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
Otra vez, Pablo no está hablando de la salvación de las personas, ya que Dios extiende su misericordia a todos porque él “quiere que todos los hombres sean salvos” (1 Tim. 2:4). “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres” (Tito 2:11). Pero Dios podía elegir una nación para desempeñar un rol, y aunque ellos podían rechazar ese papel, no podían impedir la elección de Dios. Aunque Esaú hubiera querido, no podría haber sido el progenitor del Mesías ni del pueblo elegido.
En última instancia, no fue por una elección arbitraria de Dios, ni por un decreto divino que Esaú no alcanzó la salvación. Los dones de la gracia divina por medio de Cristo son gratuitos para todos. Todos hemos sido elegidos para ser salvos (Efe. 1:4, 5; 2 Ped. 1:10). Son nuestras propias elecciones, no las de Dios, las que nos excluyen de la promesa de vida eterna en Cristo. Jesús murió por cada ser humano. No obstante, Dios ha indicado las condiciones por las cuales cada alma será elegida para la vida eterna: fe en Cristo, que conduce al pecador justificado a la obediencia.
Tú mismo, como si no existiera nadie más, fuiste elegido en Cristo, aun antes de la fundación del mundo, para tener salvación. Esta es tu vocación, tu elección, que Dios te otorga mediante Jesús. ¡Qué privilegio, qué esperanza! ¿Por qué todo lo demás empalidece en comparación con esta gran promesa? ¿Por qué sería la mayor de las tragedias permitir que el pecado, el yo y la carne te quitaran lo que se te ha prometido en Jesús?
MISTERIOS
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isa. 55:8, 9).
Lee Romanos 9:17 al 24. Por lo que hemos leído hasta ahora, ¿cómo entendemos el punto que Pablo presenta aquí?
Romanos 9:17 al 24
17 Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.
18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad?
20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?
21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?
22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,
23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,
24 a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino también de los gentiles?
Al tratar con Egipto como lo hizo en tiempos del Éxodo, Dios obraba para la salvación de la raza humana. La revelación que hizo Dios de sí mismo en las plagas de Egipto y en la liberación de su pueblo estaba diseñada para revelar a los egipcios, y a las otras naciones, que el Dios de Israel era el verdadero Dios. Era una invitación para que las naciones abandonaran sus dioses y vinieran a adorar a Dios.
Obviamente, el faraón ya había hecho su elección contra Dios, de modo que, al endurecer su corazón, Dios no le quitaba la oportunidad de salvarse. El faraón se endureció contra la exhortación a permitir que Israel saliera, no contra la exhortación a aceptar la salvación personal. Cristo murió por el faraón, al igual que por Moisés, por Aarón y por el resto de los hijos de Israel.
Como seres humanos caídos, tenemos una visión muy estrecha del mundo, de la realidad, de Dios y de cómo él obra en el mundo. ¿Cómo podemos esperar comprender todos los caminos de Dios cuando el mundo natural, dondequiera que lo miremos, contiene misterios que no podemos entender? Solo en los últimos ciento cincuenta o doscientos años, los médicos descubrieron ¡que era una buena idea lavarse las manos antes de una cirugía! Esto muestra cuán ignorantes hemos sido. Y, quién sabe, si el tiempo durara, ¿qué otras cosas descubriremos que revelarán cuán ignorantes somos hoy?
No siempre comprendemos los caminos de Dios, pero Jesús vino para revelarnos cómo es Dios (Juan 14:9). ¿Por qué, entre todos los misterios y los eventos inesperados, es tan vital meditar en el carácter de Cristo, su revelación de Dios y su amor por nosotros? ¿Cómo el saber esto nos ayuda a permanecer fieles en las pruebas que parecen injustas y sin razón?
Miércoles 1 de septiembre
AMMÍ: “PUEBLO MÍO”
En Romanos 9:25, Pablo cita Oseas 2:23 y, en el versículo 26, cita Oseas 1:10. Dios le pidió a Oseas que tomara “una mujer fornicaria” (Ose. 1:2) para ilustrar la relación de Dios con Israel. La nación había seguido a dioses extraños. Los hijos nacidos de este matrimonio recibieron nombres que representaban el rechazo y el castigo por parte de Dios al Israel idólatra. El tercer hijo fue llamado Loammí (Ose. 1:9), literalmente, “no mi pueblo”.
Sin embargo, Oseas predijo que vendría el día cuando, después de castigar a su pueblo, Dios lo restauraría, quitaría sus falsos dioses y haría un pacto con ellos. (Ver Ose. 2:11-19.) Entonces, los que eran Loammí, “no mi pueblo”, llegarían a ser Ammí, “pueblo mío”.
En los días de Pablo, el Ammí eran “no sólo de los judíos, sino también de los gentiles” (Rom. 9:24). Qué presentación clara del evangelio, que siempre estuvo destinado a todo el mundo. Por eso, parte de nuestra vocación, como adventistas, viene de estos versículos: “Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Hoy, como en los días de Pablo y del antiguo Israel, esta buena noticia debe esparcirse a todo el mundo.
Lee Romanos 9:25 al 29 (nota cuánto cita Pablo del Antiguo Testamento para mostrar lo que debía ocurrir en sus días). ¿Cuál es el mensaje básico que se encuentra en estos versículos? ¿Qué esperanza ofrecen para todos?
Romanos 9:25 al 29
25 Como también en Oseas dice: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada.
26 Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente.
27 También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo;
28 porque el Señor ejecutará su sentencia sobre la tierra en justicia y con prontitud.
29 Y como antes dijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, Como Sodoma habríamos venido a ser, y a Gomorra seríamos semejantes.
Algunos de los conciudadanos de Pablo rechazaron el llamado del evangelio, lo que le dio “gran tristeza y continuo dolor” (Rom. 9:2). Pero quedaba un remanente. Las promesas de Dios no fallan, aun cuando los humanos fallen. Podemos tener la esperanza de que las promesas de Dios finalmente se cumplirán y, si se lo pedimos, se cumplirán en nosotros también.
¿Cuán a menudo te ha fallado la gente? ¿Cuán a menudo te has fallado a ti mismo y a otros? Tal vez más veces de las que puedes contar. ¿Qué lecciones puedes aprender de estas fallas, acerca de dónde debes depositar tu confianza?
TROPIEZOS
“¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no iban tras la justicia, han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por fe; mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe” (Rom. 9:30-32). ¿Cuál es el mensaje aquí, y cómo podemos tomar ese mensaje, escrito en cierto tiempo y lugar, y aplicar sus principios para nosotros hoy? ¿Cómo podemos evitar, en nuestro contexto, los mismos errores que cometieron los israelitas en su tiempo?
Con palabras muy claras, Pablo explica a sus conciudadanos por qué están perdiendo algo que Dios desea que tengan y que ellos persiguen sin alcanzar.
Los gentiles a quienes Dios había aceptado ni siquiera habían luchado por esa aceptación. Habían buscado sus propios intereses y metas cuando el mensaje del evangelio les llegó. Captando su valor, lo aceptaron. Dios los declaró justos porque habían aceptado a Jesucristo como su sustituto. Era una transacción de fe.
El problema con los israelitas era que ellos tropezaron en la piedra de tropiezo (ver Rom. 9:33). Algunos, no todos (ver Hech. 2:41), rehusaron aceptar a Jesús de Nazaret como el Mesías enviado por Dios. Él no satisfizo las expectativas que tenían respecto del Mesías y le dieron la espalda.
Antes del final del capítulo, Pablo cita otro texto del Antiguo Testamento: “Como está escrito: He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él no será avergonzado” (Rom. 9:33). Pablo muestra, otra vez, cuán vital es la verdadera fe en el plan de salvación (ver también 1 Ped. 2:6-8). ¿Una roca de tropiezo? Y sin embargo, ¿cualquiera que cree en él no será avergonzado? Sí, para muchos, Jesús es una roca de tropiezo; pero para quienes lo conocen y lo aman, él es otra clase de roca: “la roca de mi salvación” (Sal. 89:26).
¿Has encontrado alguna vez que Jesús fuera una “roca de tropiezo”? Si es así, ¿cómo fue? Es decir, ¿qué estabas haciendo que te llevó a esa situación? ¿Cómo saliste de ella y qué aprendiste a fin de que nunca más te encuentres otra vez en ese tipo de relación contraria con Jesús?
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La verdad progresa en Inglaterra”, El conflicto de los siglos, pp. 303, 304; “Comentarios de Elena de White”, Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 1.113, 1.114; y, si tienes acceso a la SDA Encyclopedia, lee “Faith and Works”, t. 1, pp. 530, 531.
“Hallamos una sola predestinación en la Palabra de Dios, de individuos y de un pueblo, a saber, que el hombre está predestinado a ser salvo. Muchos han mirado hacia el final, pensando que estaban seguramente predestinados para gozar de la bienaventuranza celestial; pero ésta no es la predestinación que revela la Biblia. El hombre está predestinado a ocuparse en su propia salvación con temor y temblor. Está predestinado a ponerse la armadura, para pelear la buena batalla de la fe. [...] Está predestinado a velar y orar, para escudriñar las Escrituras [...] Está predestinado a ser obediente a toda palabra que sale de la boca de Dios, para que pueda ser no sólo oidor, sino hacedor de la Palabra. Esta es la predestinación bíblica” (TM 453, 454).
“Ninguna mente finita puede comprender plenamente el carácter o las obras del Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. [...] Podemos comprender lo suficiente de su trato con nosotros para descubrir una misericordia ilimitada unida a un poder infinito. Podemos comprender, de sus propósitos, lo que seamos capaces de asimilar; más allá de esto, debemos confiar en la mano omnipotente, en el corazón lleno de amor” (Ed 169).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR
1. Algunos cristianos enseñan que, antes de que naciéramos, Dios eligió a unos para ser salvos y a otros para perderse. Si fuiste uno de los que Dios predestinó para perderse, entonces, no importa qué elecciones hagas, estás destinado a la perdición. En otras palabras, sin poder decidirlo personalmente, algunos están predestinados a no tener una relación salvadora con Jesús y se quemarán eternamente en el infierno. ¿Qué está mal en esta idea? ¿Cómo este concepto contrasta con nuestra comprensión de estos problemas?
2. ¿Cómo ves el paralelismo entre el llamado a la misión de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y el papel del antiguo Israel? ¿Cuáles son las semejanzas y las diferencias? ¿Qué estamos haciendo mejor que ellos? ¿Qué estamos haciendo peor? Justifica tu respuesta.
Compilador: Delfino J.