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Todo el resto es comentario

 

 Sábado                                                                                   18 de septiembre

 

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 14-16

 

ROMANOS

 

CAPÍTULO 14

 

1 RECIBID al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.

2 Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.

3 El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.

4 ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.

5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días.  Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.

6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace.  El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.

8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

11 Porque escrito está:

Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,

Y toda lengua confesará a Dios.

12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.

13 Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.

14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.

15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor.  No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.

16 No sea, pues, vituperado vuestro bien;

17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.

19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.

20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.

21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.

22 ¿Tienes tú fe?  Tenla para contigo delante de Dios.  Bienaventurado el que no se condena así mismo en lo que aprueba.

23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

 

 

ROMANOS

 

 CAPÍTULO 15

 

1 ASÍ que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.

2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.

3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.

4 Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.

5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,

6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

7 Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.

8 Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,

9 y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre.

10 Y otra vez dice: Alegraos, gentiles con su pueblo.

11 Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los                            pueblos.

12 Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir                            los gentiles; Los gentiles esperarán en él.

13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

14 Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaras los unos a los otros.

15 Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada

16 para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.

17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo que a Dios se refiere.

18 Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras,

19 con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta lírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo.

20 Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno,

21 sino, como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán.

22 Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros.

23 Pero ahora, no teniendo más campo en estas regiones, y deseando desde hace muchos años ir a vosotros,

24 cuando vaya a España, iré a vosotros; porque espero veros al pasar, y ser encaminado allá por vosotros, una vez que haya gozado con vosotros.

25 Mas ahora voy a Jerusalén para ministrar a los santos.

26 Porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén.

27 Pues les pareció bueno, y son deudores a ellos; porque si los gentiles han sido hechos participantes de sus bienes espirituales, deben también ellos ministrarles de los materiales.

28 Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España.

29 Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo.

30 Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios,

31 para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta;

32 para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros.

33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros.  Amén.

 

ROMANOS

 

CAPÍTULO 16

 

1 OS RECOMIENDO además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea;

2 que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo.

3 Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús,

4 que expusieron su vida por mí; a los cuales no sólo yo doy gracias, sino también todas las iglesias de los gentiles.

5 Saludad también a la iglesia de su casa.  Saludad a Epeneto, amado mío, que es el primer fruto de Acaya para Cristo.

6 Saludad a María, la cual ha trabajado mucho entre vosotros.

7 Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y mis compañeros de prisiones, los cuales son muy estimados entre los apóstoles, y que también fueron antes de mí en Cristo.

8 Saludad a Amplias, amado mío en el Señor.

9 Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo Jesús, y a Estaquis, amado mío.

10 Saludad a Apeles, aprobado en Cristo.  Saludad a los de la casa de Aristóbulo.

11 Saludad a Herodión, mi pariente.  Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor.

12 Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor.  Saludad a la amada Pérsida, la cual ha trabajado mucho en el Señor.

13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre y mía.

14 Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermas, a Patrobas, a Hermes y a los hermanos que están con ellos.

15 Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.

16 Saludaos los unos a los otros con ósculo santo.  Os saludan todas las iglesias de Cristo.

17 Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.

18 Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos.

19 Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. 

20 Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies.  La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.

21 Os saludan Timoteo mi colaborador, y Lucio, Jasón y Sosípater, mis parientes.

22 Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor.

23 Os saluda Gayo, hospedador mío y de toda la iglesia.  Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.

24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.  Amén.

25 Y al que puede confirmaras según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,

26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe,

27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.

 

PARA MEMORIZAR:

“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menos­precias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo” (Rom. 14:10).

ALGUIEN PIDIÓ A UN RABINO de la antigüedad que explicara el significado de la Torah mientras se mantuviera parado en un solo pie. “No hagas a otro”, dijo el rabino, “lo que te parezca dañino; eso es toda la Torah. Todo el resto es comentario”.

Estés de acuerdo o no con su declaración, tiene su valor. Hay aspec­tos de la fe que son fundacionales y otros son “comentarios”. Considera­remos algunos de esos “comentarios”. Lo que Pablo presentó antes estaba concentrado en los principios fundamentales de la salvación. ¿Cuál es el rol de la ley –ya sea todo el sistema del Antiguo Testamento o solo los Diez Mandamientos– en la salvación? Pablo deseaba definir cuáles son los fundamentos por los cuales Dios acepta a una persona. Quizás eso podría resumirse en la pregunta del carcelero: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hech. 16:30).

Después de explicar esto, Pablo se ocupa de hacer algunos “comenta­rios”. Aunque es muy fuerte en algunos puntos, en otros toma una actitud más libre. Hay cosas no esenciales, como si fueran “comentarios”. Aunque había problemas que no eran vitales, la actitud mutua de los cristianos al tratar estos problemas sí lo era.

 

Domingo                                                                       19 de septiembre

 

EL HERMANO DÉBIL

 

En Romanos 14:1 al 3, la pregunta es sobre el comer carnes que habían sido sacrificadas a los ídolos. El Concilio de Jerusalén (Hech. 15) había determinado que los conversos gentiles debían abstenerse de tales comidas. Pero siempre estaba la pregunta acerca de si la carne que se ven­día en el mercado público procedía de animales sacrificados a los ídolos o no (ver 1 Cor. 10:25). A algunos cristianos no les preocupaba esto; otros, si estaban en duda, comían verduras. El problema no tenía nada que ver con el vegetarianismo ni la vida saludable. Pablo tampoco está insinuando que la distinción entre carnes limpias e inmundas se había abolido. Este no es el tema en consideración. Si las palabras “uno cree que se ha de comer de todo” (Rom. 14:2) se tomaran como que ahora podía comerse cualquier animal, limpio o no, se las estaría aplicando mal. La compara­ción con otros pasajes del Nuevo Testamento impide tal aplicación.

“Recibir” al débil en la fe significaba otorgarle plena feligresía y es­tatus social. No se debía discutir con la persona, sino permitirle tener su opinión sobre este asunto.

 

¿Qué principio debemos tomar de Romanos 14:1 al 3?

 

Romanos 14:1 al 3

 

1 RECIBID al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones.

2 Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.

3 El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido.

 

 

Es importante notar que Pablo, en el versículo 3, no habla negati­vamente del hermano “débil en la fe”, ni le da consejos acerca de cómo llegar a ser fuerte. En lo que respecta a Dios, el cristiano excesivamen­te escrupuloso (aparentemente juzgado como muy escrupuloso, no por Dios, sino por los demás cristianos) es aceptado. “Dios le ha recibido”.

 

¿De qué modo Romanos 14:4 amplía lo que acabamos de consi­derar?

 

ROMANOS

 

CAPÍTULO 14:4

 

4 ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.

 

 

Aunque necesitamos recordar los principios que vimos hoy, ¿no hay acaso momentos y lugares en los que necesitamos juzgar, no el cora­zón de una persona, pero sí sus actos? ¿Hemos de hacernos a un lado y no decir ni hacer nada en toda situación? Isaías 56:10 describe a los atalayas como “perros mudos, no pueden ladrar”. ¿Cómo podemos saber cuándo hablar y cuándo mantener silencio? ¿Cómo logramos un equilibrio correcto?

 

 

Lunes                                                                             20 de septiembre  

 

CON LA MEDIDA CON QUE MEDÍS

 

Lee Romanos 14:10. ¿Por qué debemos ser cuidadosos acerca de juzgar a otros?

 

ROMANOS 14:10

 

10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

 

A veces juzgamos a otros severamente, y a menudo por lo mismo que hacemos nosotros. Sin embargo, lo que hacemos no nos parece tan malo como cuando lo hacen otros. Nuestra hipocresía puede engañarnos, pero no a Dios. “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque [...] con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?” (Mat. 7:1-4).

 

¿Cuál es la importancia de la declaración del Antiguo Testamento que cita Pablo? Rom. 14:11.

ROMANOS 14:11

 

11 Porque escrito está:

Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,

Y toda lengua confesará a Dios.

 

 

Isaías 45:23 apoya la idea de que todos seremos juzgados. “Toda rodi­lla” y “toda lengua” individualizan la orden. Cada uno tendrá que respon­der por su propia vida y sus propias acciones (vers. 12). En este sentido, no somos guardas de nuestro hermano.

 

Recordando el contexto, ¿cómo entiendes lo que Pablo dice en el versículo 14?

 

ROMANOS 14:14

 

14 Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.

 

Todavía habla de los alimentos sacrificados a los ídolos. El problema no es la distinción entre alimentos limpios e inmundos. Pablo está dicien­do que no hay nada de malo, en sí mismo, en comer algo que fue ofrecido a los ídolos. ¿Qué es un ídolo? Nada (1 Cor. 8:4). ¿A quién le preocupa si algún pagano ofreció la comida a una estatua de una rana o un toro?

Sin embargo, no se debería obligar a una persona a violar su concien­cia, aunque su conciencia sea muy sensible. Aparentemente, los herma­nos “fuertes” no entendían esto. Ellos despreciaban la escrupulosidad de los hermanos “débiles” y les ponían piedras de tropiezo.

 

¿Podrías, en tu celo, estar en el peligro que Pablo está denunciando? ¿Por qué debemos ser cuidadosos en no ser conciencia para otros, no importa cuán buenas sean nuestras intenciones?

 

 

 

Martes                                                                           21 de septiembre

 

NO OFENDER

 

Lee Romanos 14:15 al 23 (ver también 1 Cor. 8:12, 13). Resume lo que Pablo está diciendo. ¿Qué principio podemos obtener de este pasaje para aplicar a nuestra vida?

 

ROMANOS 14:15 al 23

 

15 Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor.  No hagas que por la comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió.

16 No sea, pues, vituperado vuestro bien;

17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo.

18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.

19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.

20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come.

21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.

22 ¿Tienes tú fe?  Tenla para contigo delante de Dios.  Bienaventurado el que no se condena así mismo en lo que aprueba.

23 Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.

 

1Corintios 8:12,13

 

12 De esta manera, pues, pecando contra los hermanos e hiriendo su débil conciencia, contra Cristo pecáis.

13 Por lo cual, si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.

 

En los versículos 17 al 20, Pablo pone varios aspectos del cristia­nismo en su debida perspectiva. Aunque la dieta es importante, los cris­tianos no deberían pelear por la elección de comer verduras en vez de carne que podría haber sido sacrificada a los ídolos. En cambio, deberían concentrarse en la justicia, la paz y el gozo en el Espíritu Santo. ¿Cómo podríamos aplicar esta idea en nuestra iglesia hoy? Por más que el men­saje pro salud, y especialmente las enseñanzas sobre la dieta, pueden ser una bendición para nosotros, no todos ven el tema del mismo modo, y debemos respetar esas diferencias.

 

En el versículo 22, luego de decir que debemos permitir que la gente siga su propia conciencia, Pablo añade una advertencia muy interesante: “Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba”. ¿Cómo equilibra esto el resto de lo que dice en este contexto?

 

¿Has escuchado que alguien diga: “A nadie le importa lo que yo coma o lo que vista o en qué clase de entretenimiento participo”? ¿Es realmente así? Ninguno de nosotros vive en el vacío. Nuestros actos, pa­labras, acciones, y aun nuestra dieta pueden afectar a otros, para bien o para mal. No es difícil ver cómo. Si alguien que te admira te ve haciendo algo “malo”, podría ser influenciado por tu ejemplo a hacer lo mismo. Nos autoengañamos si pensamos de otro modo. Argumentar que no forzaste a la persona a hacerlo no viene al caso. Como cristianos, tenemos una res­ponsabilidad mutua, y si nuestro ejemplo puede desviar a alguno, somos culpables.

 

¿Qué clase de ejemplo presentas tú? ¿Te sentirías cómodo si otros, especialmente gente joven o creyentes nuevos, siguieran tu ejemplo en todas las áreas? ¿Qué dice tu respuesta acerca de ti?

 

 

 

 

 

Miércoles                                                                      22 de septiembre

 

LA OBSERVANCIA DE DÍAS

 

En el análisis acerca de no juzgar a otros ni ser una piedra de tropie­zo para los que ven tus acciones, Pablo plantea el problema de los días especiales que algunos querían observar y otros no.

 

Lee Romanos 14:4 al 10. ¿Cómo debemos entender lo que Pablo dice aquí? ¿Dice algo acerca del cuarto mandamiento?

 

ROMANOS 14:4 al 10

 

4 ¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.

5 Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días.  Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.

6 El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace.  El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.

7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.

8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

9 Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

10 Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.

 

¿Qué días está mencionando Pablo? ¿Había una controversia en la iglesia primitiva sobre la observancia o no de ciertos días? Aparentemen­te, sí. Tenemos un indicio de ello en Gálatas 4:9 y 10, donde Pablo re­prende a los cristianos gálatas por observar “los días, los meses, los tiem­pos y los años”. Vimos en la Lección 2 que algunos habían persuadido a los cristianos gálatas a circuncidarse y a guardar la ley de Moisés. Pablo temía que estas ideas dañaran también a la iglesia de Roma. Pero tal vez a los judíos cristianos de Roma les podía ser difícil dejar de observar los festivales judíos. Pablo les dice: Hagan lo que gusten en este asunto; pero no juzguen a los que ven las cosas en forma diferente. Algunos cristianos, para estar seguros, observaban uno o más de los festivales judíos. El con­sejo de Pablo es: Dejen que lo hagan, si están convencidos de que deben hacerlo.

Ver el sábado semanal en Romanos 14:5, como algunos alegan, es injustificado. Pablo no pudo haber tomado esa actitud retrógrada hacia el cuarto mandamiento. Él enfatizó vigorosamente la obediencia a la ley, de modo que no pondría el mandamiento del sábado al mismo nivel que la preocupación por comer algo que podría haber sido ofrecido a los ídolos. Aunque algunos usan estos textos para mostrar que el sábado no está vigente, los textos no dicen nada de eso. Usarlos de este modo es un buen ejemplo de lo que Pedro advirtió que la gente hacía con los escritos de Pablo: “Casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 Ped. 3:16).

 

¿Cuál ha sido tu experiencia con el sábado? ¿Ha sido la bendición que debe ser? ¿Qué cambios puedes hacer para experimentar plena­mente lo que Dios te ofrece el sábado?

 

 

Jueves                                                                23 de septiembre

 

BENDICIÓN FINAL APROPIADA

 

Lee Romanos 15:1 al 3. ¿Qué importante verdad cristiana hay aquí?

 

ROMANOS 15:1 al 3

 

1 ASÍ que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos.

2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.

3 Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí.

 

 

¿Según estos textos ¿qué significa ser un seguidor de Jesús?

 

¿Qué otros versículos enseñan la misma idea? ¿Cómo puedes vivir estos principios?

 

 

 

Al finalizar la epístola, ¿qué bendiciones expresa Pablo? Rom. 15:5, 6, 13, 33.

 

ROMANOS 15:5, 6, 13,33

 

5 Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,

6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.

33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros.  Amén.

 

 

El Dios de la paciencia es el Dios que ayuda a sus hijos a soportar con perseverancia. (“Paciencia”, hupomoné, significa “resistencia perseve­rante”). La palabra “consolación” puede ser traducida como “ánimo”. El Dios del ánimo es el que anima. El Dios de esperanza es el que da espe­ranza. Del mismo modo, el Dios de paz es el que da paz.

¡Qué bendiciones apropiadas en una carta cuyo tema dominante es la justificación por la fe: resistencia, esperanza, paz! ¡Cuán urgentemente necesita estas cosas nuestro mundo actual!

 

Después de muchos saludos personales, ¿cómo concluye Pablo su epístola? Rom. 16:25-27.

ROMANOS 16:25-27

 

25 Y al que puede confirmaras según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,

26 pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe,

27 al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre. Amén.

 

 

 

Pablo concluye con una alabanza a Dios. Los cristianos romanos, y todos los demás, pueden confiar en Dios y confirmar su relación de hijos e hijas redimidos, justificados por fe y conducidos por el Espíritu de Dios.

Pablo se emociona al proclamar esas gloriosas noticias, y las llama “mi evangelio” porque él las anuncia. Él confirma lo que había sido esta­blecido por Jesús y por los profetas. Fue guardado en secreto, no porque Dios quisiera esconderlo, sino porque los hombres, al rehusarlo, impidie­ron que Dios les diera luz adicional. Más aún, los hombres no habrían podido captar algunos aspectos hasta que el Mesías hubiera venido. Él mostró cómo es Dios, pero también lo que podemos llegar a ser si nos aferramos al poder divino. La nueva clase de vida sería una de “obediencia a la fe”; o sea, obediencia por fe en el Señor, quien por su gracia justifica a los pecadores que se lo piden.

 

 

 

Viernes                                                                           24 de septiembre

 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “El amor por los que yerran”, Joyas de los testimonios, t. 2, pp. 247-249; El ministerio de curación, p. 123; el Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 715; y “La unidad y el amor en la iglesia”, Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 451-453.

 

 

Lee: “El amor por los que yerran”, Joyas de los testimonios, t. 2, pp. 247-249

 

El Amor por los que Yerran

 

CRISTO vino a poner la salvación al alcance de todos.  Sobre la cruz del Calvario pagó el precio infinito de la redención de un mundo perdido.  Su abnegación y sacrificio propio, su labor altruista, su humillación, sobre todo la ofrenda de su vida, atestiguan la profundidad de su amor por el hombre caído.  Vino a esta tierra a buscar y salvar a los perdidos.  Su misión estaba destinada a los pecadores: de todo grado, de toda lengua y nación.  Pagó el precio para rescatarlos a todos y conseguir que se le uniesen y simpatizasen con él.  Los que más yerran, los más pecaminosos, no fueron pasados por alto; sus labores estaban especialmente dedicadas a aquellos que más necesitaban la salvación que él había venido a ofrecer.  Cuanto mayores eran sus necesidades de reforma, más profundo era el interés de él, mayor su simpatía, y más fervientes sus labores.  Su gran corazón lleno de amor se conmovió hasta sus profundidades en favor de aquellos cuya condición era más desesperada, de aquellos que más necesitaban su gracia transformadora.

En la parábola de la oveja perdida se representa el maravilloso amor de Cristo por los que yerran, los vagabundos.  No prefiere quedar con aquellos que aceptan su salvación, otorgándoles todos sus esfuerzos y recibiendo su gratitud y amor.  El verdadero pastor abandona el rebaño que le ama, y va al desierto, soporta penurias y arrostra peligros y muerte, a fin de buscar y salvar la oveja que se extravió del redil, y que va a perecer si no se la trae de vuelta.  Cuando después de diligente búsqueda halla a la oveja perdida, el pastor, aunque cansado, dolorido y hambriento, no deja que esa oveja débil le siga ni la arrea, sino que la recoge en sus brazos, y poniéndola sobre sus hombros, la lleva al redil.  Luego invita a sus vecinos a regocijarse con él por haber recobrado la oveja perdida. (p. 247)

 

La parábola del hijo pródigo y la de la dracma perdida, enseñan la misma lección.  Cada alma que está especialmente en peligro por haber caído en la tentación causa pena al corazón de Cristo, y obtiene su más tierna simpatía y labor más ferviente.  Siente más gozo por cada pecador que se arrepiente que por los noventa y nueve que no necesitan arrepentimiento.

Estas lecciones son para nuestro beneficio.  Cristo ha ordenado a sus discípulos que cooperen con él en su obra y que se amen unos a otros como él los ha amado.  La agonía que sufrió en la cruz atestigua el valor que atribuye al alma humana.  Todos los que aceptan esta gran salvación se comprometen a ser colaboradores con él.  Nadie debe considerarse como favorito especial del cielo ni concentrar su interés y atención en si mismo.  Todos los que se han alistado en el servicio de Cristo han de trabajar como él trabajó, y han de amar como él los amó a aquellos que están en ignorancia y pecado.

 

Esfuerzo y simpatía por los que yerran

 

Pero entre nosotros como pueblo hace falta una simpatía profunda y ferviente, que conmueva el alma, y necesitamos tener amor por los tentados y los que yerran.  Muchos han manifestado gran frialdad y la negligencia pecaminosa que Cristo representó por el hombre que se pasó de un lado; se han mantenido tan alejados como podían de aquellos que necesitan ayuda.  El alma recién convertida tiene con frecuencia fieros conflictos con costumbres arraigadas, o con alguna forma especial de tentación, y, siendo vencida por alguna pasión o tendencia dominante, comete a veces alguna indiscreción o un mal verdadero.  Entonces es cuando se requieren energía, tacto y sabiduría de parte de sus hermanos, a fin de que pueda serie devuelta la salud espiritual.  A tales casos se aplican las instrucciones dé la Palabra de Dios: "Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado." "Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las flaquezas de los flacos, y no agradarnos a nosotros mismos." (Gál. 6: 1; Rom. 15: 1.)(p.248)

 

¡Pero cuán poca de la compasiva ternura de Cristo manifiestan los que profesan seguirle!  Cuando uno yerta, con frecuencia los otros se sienten con libertad para hacer aparecer el caso tan malo como sea posible.  Los que son tal vez culpables de pecados tan grandes en otra dirección tratan a su hermano con severidad cruel.  Los errores cometidos por ignorancia, irreflexión o debilidad, son exagerados hasta presentarse como pecados voluntarios y premeditados.  Al ver a las almas extraviarse, algunos cruzan las manos y dicen: "Ya le dije.  Sabía que no se podía fiar en ellas." Así adoptan la actitud de Satanás, regocijándose en espíritu de que sus malas sospechas resultaron correctas.

Debemos esperar encontrar y tolerar grandes imperfecciones en aquellos que son jóvenes inexpertos.  Cristo nos ha invitado a tratar de restaurar a los tales con espíritu de mansedumbre, y nos tiene por responsables si seguimos una conducta que los impulse al desaliento, a la desesperación y la ruina.  A menos que cultivemos diariamente la preciosa planta del amor, estamos en peligro de volvernos estrechos y fanáticos, faltos de simpatía y criticones, estimándonos justos cuando distamos mucho de ser aprobados por Dios.  Algunos son descorteses, bruscos y rudos.  Son como erizos de castañas; pinchan cuandoquiera que se les toque.  Los tales causan un daño incalculable representando falsamente a nuestro amante Salvador.

Debemos alcanzar una norma más elevada o seremos indignos de llamarnos cristianos.  Para salvar a los que yerran, debemos cultivar el espíritu con que Cristo trabajó.  Ellos le son tan caros como nosotros.  Son igualmente capaces de ser trofeos de su gracia y herederos del reino.  Pero están expuestos a las trampas del astuto enemigo, expuestos al peligro y a la contaminación, y sin la gracia salvadora de Cristo, a la ruina segura.  Si nosotros considerásemos este asunto en su debida  luz, ¡cómo se vivificaría nuestro celo, se multiplicarían nuestros esfuerzos fervientes y abnegados, a fin de acercarnos a aquellos que necesitan nuestra ayuda, nuestras oraciones, nuestra simpatía y nuestro amor! (p.249)

 

 

Lee: El ministerio de curación, p. 123

 

 

Ayuda para los Tentados

 

No porque le hayamos amado primero nos amó Cristo a nosotros; sino que "siendo aún pecadores," él murió por nosotros. No nos trata conforme a nuestros méritos. Por más que nuestros pecados hayan merecido condenación no nos condena. Año tras año ha soportado nuestra flaqueza e ignorancia, nuestra ingratitud y malignidad. A pesar de nuestros extravíos, de la dureza de nuestro corazón, de nuestro descuido de su Santa Palabra, nos alarga aún la mano.

La gracia es un atributo de Dios puesto al servicio de los seres humanos indignos. Nosotros no la buscamos, sino que fue enviada en busca nuestra. Dios se complace en concedernos su gracia, no porque seamos dignos de ella, sino porque somos rematadamente indignos. Lo único que nos da derecho a ella es nuestra gran necesidad.

Por medio de Jesucristo, el Señor Dios tiende siempre su mano en señal de invitación a los pecadores y caídos. A todos los quiere recibir. A todos les da la bienvenida. Se gloría en perdonar a los mayores pecadores. Arrebatará la presa al poderoso, libertará al cautivo, sacará el tizón del fuego. Extenderá la cadena de oro de su gracia hasta las simas más hondas de la miseria humana, y elevará al alma más envilecida por el pecado.

Todo ser humano es objeto del interés amoroso de Aquel que dio su vida para convertir a los hombres a Dios. Como el pastor de su rebaño, cuida de las almas culpables y desamparadas, expuestas a la aniquilación por los ardides de Satanás. (Página 120)

El ejemplo del Salvador debe servirnos de modelo para nuestro servicio en pro de los tentados y extraviados. Hemos de manifestar para con los demás el mismo interés, la misma ternura y longanimidad que él manifestó hacia nosotros. "Como os he amado -dice,- que también os améis los unos a los otros." (S. Juan 13:34.) Si Cristo mora en nosotros, manifestaremos su abnegado amor para con todos aquellos con quienes tratemos. Cuando veamos a hombres y mujeres necesitados de simpatía y ayuda, no nos preguntaremos si son dignos, sino cómo podemos beneficiarles.

Ricos y pobres, grandes y humildes, libres y esclavos, son la heredad de Dios. Aquel que dio su vida para redimir al hombre ve en cada ser humano un tesoro de valor inestimable. Por el misterio y la gloria de la cruz podemos discernir qué valor atribuía él al alma. Cuando lo hagamos, comprenderemos que los seres humanos, por degradados que estén, costaron demasiado para que los tratemos con frialdad o desprecio. Nos daremos cuenta de lo importante que es trabajar en pro de nuestros semejantes para que puedan ser elevados hasta el trono de Dios.

En la parábola del Salvador, aunque la dracma perdida estaba en el polvo y la basura, no dejaba de ser una moneda de plata. Su dueña la buscó porque tenía valor. Así también toda alma, por degradada que esté por el pecado, es preciosa a la vista de Dios. Como la moneda llevaba la imagen y la inscripción del monarca reinante, así también el hombre cuando fue creado recibió la imagen y la inscripción de Dios. Aunque empañada y deteriorada por el pecado, el alma humana guarda aún vestigios de dicha inscripción. Dios desea recuperar esta alma, y estampar nuevamente en ella su propia imagen en justicia y santidad.

¡Cuán poco simpatizamos con Cristo en aquello que debiera ser el lazo de unión más fuerte entre nosotros y él, esto es, la compasión por los depravados, culpables y dolientes, que  están muertos en delitos y pecados!  La inhumanidad del hombre para con el hombre es nuestro mayor pecado.  (Página 121)

Muchos se figuran que están representando la justicia de Dios, mientras que dejan por completo de representar su ternura y su gran amor.  Muchas veces aquellos a quienes tratan con aspereza y severidad están pasando por alguna violenta tentación.  Satanás se está ensañando en aquellas almas, y las palabras duras y despiadadas las desalientan y las hacen caer en las garras del tentador.

 

Delicada cosa es tratar con las mentes.  Sólo Aquel que lee en el corazón sabe llevar a los hombres al arrepentimiento.  Sólo su sabiduría nos proporcionará éxito en alcanzar a los perdidos.  Podéis erguiros, imaginándoos ser más santos que ellos, y por acertado que sea vuestro razonamiento o veraz vuestra palabra, no conmoverán los corazones.  El amor de Cristo, manifestado en palabras y obras, se abrirá camino hasta el alma, cuando de nada valdría la reiteración de preceptos y argumentos.

Necesitamos más simpatía cristiana; y no simplemente simpatía para con aquellos que nos parecen sin tacha, sino para con los pobres y los que padecen, para con las almas que luchan y son muchas veces sorprendidas en sus faltas, para con los que van pecando y arrepintiéndose, los tentados y desalentados.  Debemos allegarnos a nuestros semejantes, conmovidos, como nuestro misericordioso Sumo Sacerdote, por sus flaquezas.

Era el desechado, el publicano y el pecador, el despreciado de las naciones, a quien Cristo llamaba, y a quien su ternura amorosa apremiaba para que acudiese a él.  La única clase de gente a quien él nunca quiso favorecer era la de los que se engreían por amor propio, y menospreciaban a los demás.

"Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar - nos, manda Cristo, - para que se llene mi casa." En obediencia a esta palabra hemos de buscar a los paganos que están cerca de nosotros, y a los que están lejos.  Los "publicanos  y las rameras" han de oír la invitación del Salvador.  Mediante la bondad y la longanimidad de sus mensajeros, la invitación es un poder compulsor para levantar a los que están sumidos en las últimas profundidades del pecado. (Pagina 122)

Los móviles cristianos requieren que trabajemos con firme propósito, interés inapagable y empeño siempre creciente por las almas a quienes Satanás procura destruir.  Nada debe entibiar la fervorosa energía con que trabajamos en pro de la salvación de los perdidos.

Nótese cómo en toda la Palabra de Dios se manifiesta el espíritu de insistencia que suplica a los hombres a que acudan a Cristo.  Debemos aprovechar toda oportunidad, en privado y en público, para presentar todo argumento e insistir con razones de alcance infinito a fin de atraer a los hombres al Salvador.  Con toda nuestra fuerza hemos de instarles para que miren a Jesús y acepten su vida de abnegación y sacrificio.  Debemos mostrarles que esperamos verlos alegrar el corazón de Cristo haciendo uso de cada uno de sus dones para honrar su nombre.

 

"En esperanza somos salvos." (Romanos 8:24). Hay que inducir a los caídos a que sientan que no es demasiado tarde para ser hombres.  Cristo honró al hombre con su confianza, y así le puso en la obligación de ser fiel a su honor.  Aun a aquellos que habían caído más bajo los trataba con respeto.  Era un dolor continuo para Cristo arrostrar la hostilidad, la depravación y la impureza; pero nunca dijo nada que denotase que su sensibilidad había sido herida u ofendido su gusto refinado.  Cualesquiera que fueran los hábitos viciosos, los fuertes prejuicios o las pasiones despóticas de los seres humanos, siempre les hacía frente con ternura compasiva.  Al participar de su Espíritu, miraremos a todos los hombres como a hermanos, que sufren las mismas tentaciones y pruebas que nosotros, que caen a menudo y se esfuerzan por levantarse, que luchan con desalientos y dificultades, y que anhelan simpatía y ayuda. (Página 123)

Entonces los trataremos de tal manera que no los desalentemos ni los rechacemos, sino que despertemos esperanza en sus corazones.  Al ser así alentados, podrán decir con confianza: "Tú, enemiga mía, no te huelgues de mí: porque aunque caí, he de levantarme; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz."  El juzgará mi causa y hará "mi juicio, ... me sacará a luz; veré su justicia." (Miqueas 7:8, 9.)Dios "miró sobre todos los moradores de la tierra.

 

El formó el corazón de todos ellos." (Salmo 33:14, 15.)

Al tratar nosotros con los tentados y extraviados, nos manda: Considérate "a ti mismo, porque tú no seas también tentado." (Gálatas 6:1.)  Si sentimos nuestras propias flaquezas, nos compadeceremos de las flaquezas ajenas.

"Porque, ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido?" (1 Corintios 4:7.)  "Uno es vuestro Maestro; ... y todos vosotros sois hermanos." (S. Mateo 23:8.)  "¿Por qué juzgas a tu hermano? o tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano?" "Así que, no juzguemos más los unos de los otros: antes bien juzgad de no poner tropiezo o escándalo al hermano." (Romanos 14:10,13.)

Es siempre humillante que se nos señalen nuestros errores.  Nadie debe amargar tan triste experiencia con censuras innecesarias.  Nadie fue jamás regenerado con oprobios, pero éstos han repelido a muchos y los indujeron a endurecer sus corazones contra todo convencimiento.  La ternura, la mansedumbre y la persuasión pueden salvar al extraviado y cubrir multitud de pecados.

El apóstol Pablo veía la necesidad de reprobar el mal, pero ¡con cuánto cuidado procuraba manifestar que era amigo de los extraviados! ¡Con cuánta ansiedad les explicaba el motivo de su proceder!  Les daba a entender que sentía mucho afligirlos.  Demostraba su confianza y simpatía para con los que luchaban por vencer. (Página 124)

 

"Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón -decía- os escribí con muchas lágrimas; no para que fueseis contristados, mas para que supieseis cuánto más amor tengo para con vosotros." (2 Corintios 2:4.)  "Porque aunque os contristé por la carta, no me arrepiento, bien que me arrepentí; ... ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento.... Porque he aquí, esto mismo que según Dios fuisteis contristados, cuánta solicitud ha obrado en vosotros, y aun defensa, y aun enojo, y aun temor, y aun gran deseo, y aun celo, y aun vindicación.  En todo os habéis mostrado limpios en el negocio.... Por tanto, tomamos consolación de vuestra consolación." (2 Corintios 7:8-13)  "Me gozo de que en todo estoy confiado de vosotros." (Vers. 16.)  "Doy gracias a mi Dios en toda memoria de vosotros, siempre en todas mis oraciones haciendo oración por todos vosotros con gozo, por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora: estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón." "Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados." "Ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor." (Filipenses 1: 3-7; 4:1; 1 Tes. 3:8.)

Pablo escribía a estos hermanos como "a santos en Cristo Jesús," pero no escribía a personas de carácter perfecto.  Les escribía como a hombres y mujeres que luchaban con la tentación, y que corrían peligro de caer.  Dirigía las miradas de ellos al "Dios de paz que sacó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran Pastor de las ovejas." Les aseguraba que "por la sangre del testamento eterno" Dios los haría "aptos en toda obra buena para" cumplir "su voluntad," pues haría él mismo en ellos lo que fuese "agradable delante de él por Jesucristo." (Hebreos 13:20, 21.) (Página 125)

Cuando el que ha cometido una falta se da cuenta de su error, guardaos de destruir su estima propia.  No le desalentéis con vuestra indiferencia o desconfianza.  No digáis: "Antes de depositar en él mi confianza, voy a esperar para ver si permanece firme."  Muchas veces es precisamente esta desconfianza la que hace tropezar al tentado.

Deberíamos tratar de comprender la flaqueza de los demás.  Poco sabemos de las pruebas que soporta el corazón de los que han estado encadenados en las tinieblas, y a quienes faltan resolución y fuerza moral.  Por demás de lamentar es la condición del que sufre remordimiento; está como quien, aturdido y tambaleante, se hundiese en el polvo.  No puede ver nada con claridad.  Tiene el espíritu nublado, no sabe qué pasos dar.  Muchos viven sin que nadie los entienda ni los aprecie, llenos de desesperación y de angustia, como pobres ovejas perdidas y descarriadas.  No pueden encontrar a Dios, y sin embargo tienen ansias intensas de obtener perdón y paz.

¡Ah! ¡no les digáis una sola palabra que ahonde su dolor!  Al que se siente apesadumbrado por una vida de pecado, pero que no sabe dónde encontrar alivio, presentadle al Salvador compasivo.  Tomadle de la mano, levantadle, decidle palabras de aliento y de esperanza.  Ayudadle a asirse de la mano del Salvador.

Nos dejamos desalentar con demasiada facilidad respecto a los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que hacemos por ellos.  No debemos jamás dejar de trabajar por una alma mientras quede un rayo de esperanza.  Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador.

Debemos ponernos en el lugar de los tentados.  Consideremos la fuerza de la herencia, la influencia de las malas compañías, el poder de los malos hábitos. ¿Qué tiene de extraño que bajo semejantes influencias muchos se degraden? ¿Debe sorprendernos que no se apresuren a corresponder a los esfuerzos que se hacen para levantarlos? (página 126)

Muchas veces, luego de ganados al Evangelio, los que parecían toscos y poco promisorios, llegan a ser sus partidarios y defensores más leales y ardientes.  No estaban del todo corrompidos.  Bajo una apariencia repulsiva, hay en ellos buenos impulsos que se pueden despertar.  Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constantes se los puede levantar.  Necesitan palabras de ternura, benevolente consideración, ayuda positiva.  Necesitan consejos que no apaguen en sus almas el último pábilo de aliento.  Tengan esto en cuenta los obreros de Jesús que traten con ellos.

Hallaránse algunos con las mentes envilecidas por tanto tiempo que nunca llegarán a ser en esta vida lo que hubieran podido ser si hubiesen vivido en mejores circunstancias.  Pero los brillantes rayos del Sol de justicia pueden alumbrar sus almas.  Tienen el privilegio de poseer la vida que puede medirse con la vida de Dios.  Sembrad en sus mentes pensamientos que eleven y ennoblezcan.  Hacedles ver por vuestra vida la diferencia entre el vicio y la pureza, entre las tinieblas y la luz, y por vuestro ejemplo lo que significa ser cristiano.  Cristo puede levantar a los más pecadores, y ponerlos donde se les reconozca por hijos de Dios y coherederos con Cristo de la herencia inmortal.

 

Por el milagro de la gracia divina, muchos pueden prepararse para una vida provechosa.  Despreciados y desamparados, cayeron en el mayor desaliento y pueden parecer estoicos e impasibles.  Pero bajo la influencia del Espíritu Santo, se desvanecerá la estupidez que hace parecer imposible su levantamiento.  La mente lerda y nublada despertará.  El esclavo del pecado será libertado.  El vicio desaparecerá, y la ignorancia quedará vencida.  La fe que obra con amor purificará el corazón e iluminará la mente. (Página 127)

 

 

Lee: El Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 715

 

Hace referencia a 1 Corintios 8:1,2

 

Pablo les recuerda que no es seguro depender de una guía tan defectuosa como es la sabiduría humana. Si el corazón no mantiene la debida relación con Dios, el conocimiento o la ciencia llenan al ser humano de orgullo y lo envanecen con una inútil confianza en sus propias facultades; lo descarrían con frecuencia de la religión genuina y le confunden la mente (ver cap. 1: 20-21). La respuesta a la pregunta acerca de los alimentos ofrecidos a los ídolos no debía basarse sólo en un conocimiento abstracto, sino en lo que impone el verdadero amor por otros, amor que se concentra principalmente en la consideración de lo que contribuye mejor a la paz, pureza, felicidad y salvación de nuestros prójimos. Este amor es la respuesta a todo problema doctrina, moral y social.

Pablo condena el orgullo basado en las dotes intelectuales propias que inducen a despreciar y descuidar los intereses de los que tienen menos conocimiento. El que está tan orgulloso de su conocimiento que desprecia a otros e ignora sus verdaderos intereses, demuestra que aún no ha aprendido los rudimentos del verdadero conocimiento. El verdadero sabio es humilde, modesto y considerado con otros. No se envanece y no descuida la felicidad ajena. Si una persona no usa su conocimiento para contribuir a la felicidad o al bienestar de otros, demuestra que no toma en cuenta uno de los propósitos fundamentales del conocimiento, que es el beneficio de la humanidad en general. Así como un avaro atesora su riqueza y no la emplea correctamente para bendecir y ayudar a otros, de la misma manera el que no reconoce la responsabilidad que resulta de la adquisición de conocimientos, pisotea los intereses de los que lo rodean. Usa su conocimiento para su propio beneficio, sin tener en cuenta las necesidades de la humanidad. Esto se ha visto repetidas veces en la historia del mundo. El conocimiento, a semejanza de la luz del sol, no tiene valor a menos que se esparza sobre la tierra.  Debemos recordar siempre que Dios es quien nos da la capacidad para adquirir conocimiento, y nuestro deber es, como mayordomos suyos, usarlo para beneficio de todos (ver Prov. 2: 1-6; Sant. 1: 5). Sólo los que conocen y practican el amor poseen un pleno conocimiento que es realmente valioso (ver 1 Cor. 13: 2). La enseñanza de este versículo es que el conocimiento sin sentimiento no vale nada, porque pone a un lado lo más necesario, a saber: la correcta aplicación de ese conocimiento a los intereses de nuestros prójimos.

 

 

“Se me mostró el peligro del pueblo de Dios cuando mira a los her­manos White y cree que deben acudir a ellos para llevarles sus cargas y pedirles consejo. Esto no debe ser así. El compasivo y amante Salvador los invita a acudir a él cuando están trabajados y cansados, y los hará descansar. [...] Muchos nos preguntan: ‘¿Puedo hacer esto?’ ‘¿Debo hacer o no este negocio?’ O, con respecto a la ropa: ‘¿Puedo usar este vestido o el otro?’ Les respondo: ‘Ustedes pretenden ser discípulos de Cristo. Estudien la Biblia. Lean cuidadosamente y con oración la vida de nuestro querido Salvador cuando moró entre los hombres sobre la tierra. Imiten su vida y así no se apartarán de la senda estrecha. Rehusamos enfática­mente ser conciencia para ustedes. Si les dijéramos exactamente lo que tienen que hacer, nos mirarían para que los condujéramos, en lugar de acudir directamente a Jesús por sí mismos’ ” (T 2:108).

“Pero no hemos de colocar la responsabilidad de nuestro deber en otros, y esperar que ellos nos digan lo que debemos hacer. No podemos depender de la humanidad para obtener consejos.[...] Los que decidan no hacer, en ningún ramo, algo que desagrade a Dios sabrán, luego de presentarle su caso, exactamente qué conducta seguir” (DTG 622).

“Siempre ha habido en la iglesia quienes tienden constantemente a la independencia individual. Parecen incapaces de comprender que la independencia de espíritu puede inducir al agente humano a tener de­masiada confianza en sí mismo, y a confiar en su propio juicio más bien que respetar el consejo y estimar debidamente el juicio de sus hermanos” (HAp 135).

 

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

Por lo estudiado esta semana, ¿cómo encontraremos el equilibrio correcto como cristianos en:

a) ser fieles a lo que creemos, sin juzgar a otros que ven las cosas en forma diferente?

b) ser fieles a nuestra propia conciencia y no buscar ser conciencia para otros, y al mismo tiempo procurar ayudar a quienes creemos que están en el error?

c) ser libres en el Señor y, no obstante, darnos cuenta de nuestra responsabilidad de ser buenos ejemplos para quienes nos observen?

 

 

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Lecciones y comentarios para la escuela sabática_Segundo trimestre de 2014  
  Cristo y su Ley

Autor: Keith Burton

Lecciones y Comentarios para la escuela sabática-Segundo trimestre_Abril - Junio de 2014

Compilador: Delfino J.
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Cristo y su Ley  
  1. Las leyes en los días de Cristo (Levítico 1:1-9; Deuteronomio 17:2-6; Lucas 2:1-5;Hebreos 10:28; Santiago 2:8-12)
2. Cristo y la Ley de Moisés (Éxodo 13:2,12; Deuteronomio 22:23,24; Mateo 17:24-27; Lucas 2:21-24; 41-52; Juan 8:1-11)
3. Cristo y las tradiciones religiosas (Isaías 29:13; Mateo 5:17-20; 23:1-7; 15:1-6; Romanos 10:13)
4. Cristo y la Ley en el Sermón del Monte (Mateo 5:17-37; Lucas 16:16; Romanos 7:24)
5. Cristo y el sábado (Génesis 2:1-3; Isaías 65:17; Mateo 2:23-28; Juan 5:1-9; Hechos 13:14; Hebreos 1:1-3)
6. La muerte de Cristo y la Ley (Hechos 13:38,39; Romanos 4:15; 7:1-13; 8:5-8; Gálatas 3:10)
7. Cristo, el fin de la ley( Romanos 5:12-21; 6:15-23; 7:13-25; 9:30-10:4; Gálatas 3:19-24)
8. La Ley de Dios y la ley de Cristo
9. Cristo, la Ley y el evangelio
10. Cristo, la Ley y los pactos
11. Los apóstoles y la Ley
12. La iglesia de Cristo y la Ley
13. El reino de Cristo y la Ley
 
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