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Lección No. 12_El amor y la Ley con textos biblicos

Lección  12                                                    Para el 18 de septiembre de 2010

 

El Amor y la Ley

 

 Sábado                                                                                   11 de septiembre

 

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Romanos 12-13.

 

ROMANOS

 

Capítulo 12

 

1 ASÍ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,

5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;

7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;

8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

9 El amor sea sin fingimiento.  Aborreced lo malo, seguid lo bueno.

10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.

11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;

12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;

13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.

14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.

15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.

16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes.  No seáis sabios en vuestra propia opinión.

17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.

18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

 

ROMANOS

 

Capítulo  13

 

SOMETASE toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.

2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad?  Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;

4 porque es servidor de Dios para tu bien.  Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.

5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.

6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.

7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

8 No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.

12 la noche está avanzada, y se acerca el día.  Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.

13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,

14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

 

PARA MEMORIZAR: “No os conforméis a este siglo, sino transformados por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2)

 

AUNQUE PABLO QUERÍA cambiarles a los romanos sus falsas ideas acerca de la ley, también llama a todos los cristianos a una obediencia más elevada, que viene solo por un cambio en el corazón y en la mente mediante el poder de Dios.

En Romanos no hay indicios de que esta obediencia sea automática. El cristiano necesita conocer cuáles son los requerimientos: debe desear obedecer esos requerimientos; y debe buscar el poder divino, sin el cual esa obediencia es imposible.

Esto significa que las obras son parte de la fe cristiana. Pablo nunca quiso menospreciar las obras; en los capítulos 13 al 15 les da un fuerte én­fasis. Sin embargo, no niega la justificación por la fe; al contrario, las obras son la verdadera expresión de una vida de fe. Se podría alegar que, por la revelación que trajo Jesús, los requerimientos del Nuevo Testamento son más difíciles que los del Antiguo. Los creyentes recibieron el ejemplo de Jesucristo. Él es el único modelo. “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en” –no en Moisés, o Daniel, o David, o Salomón, o Enoc, o Débora– sino “en Cristo Jesús” (Fil. 2:5).

La norma no es –ni puede– ser más elevada que esa.

 

 

Domingo                                                                       12 de septiembre

 

SACRIFICIO VIVO

 

Con el capítulo 11 termina la parte doctrinal de Romanos. Los capí­tulos 12 al 16 presentan instrucciones prácticas y notas personales. Pero estos capítulos son sumamente importantes, porque muestran cómo ha de vivirse la vida de fe.

La fe no es un sustituto de la obediencia, como si la fe anulara nues­tra obligación de obedecer al Señor. Los preceptos morales son todavía válidos; en el Nuevo Testamento se los explica, y aun se los amplifica. Y tampoco hay indicación de que será fácil para el cristiano ajustar su vida a estos preceptos. Por el contrario, se nos dice que a veces podría ser difícil, ya que la batalla con el yo y con el pecado es siempre dura (1 Ped. 4:1). Al cristiano se le promete poder divino y se le asegura que la victoria es posible, pero todavía estamos en el mundo del enemigo y tendremos muchas batallas contra la tentación. La buena noticia es que si fallamos no somos desechados, porque tenemos un Sumo Sacerdote que intercede en nuestro favor (Heb. 7:25).

 

Lee Romanos 12:1. ¿Cómo revela esta analogía la manera en que hemos de vivir como cristianos? ¿De qué modo Romanos 12:2 se adecua a esto?

ROMANOS

Capítulo 12

1 ASÍ que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

 

 

 

En Romanos 12:1, Pablo alude a los sacrificios del Antiguo Testa­mento. Así como en la antigüedad los animales eran sacrificados a Dios, los cristianos ahora deben ceder sus cuerpos a Dios, no para ser muertos, sino como sacrificios vivos a su servicio.

En el antiguo Israel, cada ofrenda que se traía como sacrificio era cui­dadosamente examinada. Si se descubría cualquier defecto en el animal, era rechazado porque las ofrendas debían ser sin tacha. A los cristianos se les pide que presenten sus cuerpos como “un sacrificio vivo, santo, agrada­ble a Dios”. Para hacer esto, todos sus poderes deben ser conservados en la mejor condición posible. Aunque ninguno de nosotros está sin tacha, el punto es que debemos procurar vivir tan sin mancha y tan fielmente como podamos.

 

Siempre es fácil encontrar excusas para nuestros pecados y faltas, ¿verdad? ¿Cuál es tu excusa común para caer en lo mismo una y otra vez? ¿No será tiempo ya de dejar a un lado las excusas y pedir que Dios cumpla sus promesas porque el poder de Dios es mayor que el de tus excusas?

 

 

 

Lunes                                                                             13 de septiembre

 

PENSAR EN SÍ MISMO

 

Hemos hablado bastante este trimestre acerca de la perpetuidad de la ley moral de Dios, y hemos enfatizado que el mensaje de Pablo en el libro de Romanos no enseña que los Diez Mandamientos han sido anula­dos o invalidados por la fe.

No obstante, es fácil entusiasmarse tanto con la letra de la ley que nos olvidemos del espíritu que la respalda, y ese espíritu es el amor: amor a Dios y amor los unos a los otros. Aunque cualquiera puede profesar amor, revelar ese amor en la vida diaria es un asunto completamente diferente.

 

Lee Romanos 12:3 al 21. ¿Cómo debemos revelar el amor a los otros?

 

ROMANOS

Capítulo 12

3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,

5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;

7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza;

8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

9 El amor sea sin fingimiento.  Aborreced lo malo, seguid lo bueno.

10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.

11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;

12 gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración;

13 compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.

14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.

15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.

16 Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes.  No seáis sabios en vuestra propia opinión.

17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.

18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

 

Como en 1 Corintios 12 y 13, después de tratar con los dones del Espíritu, Pablo exalta el amor. El amor (en griego, agápe) es el camino más excelente. “Dios es amor” (1 Juan 4:8). O sea, el amor describe el carácter de Dios. Amar es actuar hacia otros como Dios actúa, y tratarlos como Dios los trata.

Pablo aquí muestra cómo ese amor debe expresarse en una manera práctica. Surge un principio importante, y es la humildad personal, una disposición para que cada uno “no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener” (Rom. 12:3); en cuanto a honra, “prefiriéndose los unos a los otros” (vers. 10); y una disposición a no ser “sabios en vuestra propia opinión” (ves. 16). Las palabras de Cristo acerca de sí mismo, “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mat. 11:29), captan la esencia de esto.

De todas las personas, los cristianos deberían ser los más humildes. Después de todo, considera cuán impotentes somos, cuán caídos estamos, cuán dependientes somos, no solo de la justicia desde fuera de nosotros para la salvación, sino de un poder que obre en nosotros a fin de cambiar­nos de un modo que nunca podríamos hacerlo nosotros. ¿Qué tenemos para jactarnos y para estar orgullosos? Nada. Partiendo de esta humildad personal, no solo ante Dios, sino ante los demás, hemos de vivir como Pablo nos amonesta en estos versículos.

 

Lee Romanos 12:18. ¿Cuán bien estás aplicando esta amonestación a tu propia vida ahora mismo? ¿Podrías estar necesitando algunos ajustes de actitud a fin de hacer lo que la Palabra nos dice aquí?

ROMANOS

Capítulo 12

18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

 

Martes                                                                            14 de septiembre

 

RELACIÓN CON EL GOBIERNO

 

Lee Romanos 13:1 al 7. ¿Qué principios básicos ves en estos versículos acerca de cómo debemos relacionarnos con el poder del gobierno civil?

 

ROMANOS

 

Capítulo  13:1 al 7

 

1 Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.

2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.

3 Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad?  Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;

4 porque es servidor de Dios para tu bien.  Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.

5 Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia.

6 Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.

7 Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

 

Las palabras de Pablo son interesantes porque las escribió mientras un imperio pagano regía el mundo; un imperio que podía ser increíble­mente brutal, que no conocía al verdadero Dios y que pronto perseguiría a los que adoraran a ese Dios. Pablo fue martirizado por este gobierno. A pesar de eso, Pablo abogaba que los cristianos fueran buenos ciudadanos, aun bajo un gobierno como ese.

La idea de que necesitamos un gobierno se encuentra en toda la Bi­blia. El principio del gobierno es ordenado por Dios. Los seres humanos necesitan vivir en una comunidad con reglas, leyes y normas. La anarquía no es un concepto bíblico.

Esto no significa que Dios apruebe todas las formas de gobierno o cómo actúan estos. En la historia y en el mundo actual se pueden ver algunos regímenes brutales. No obstante, aun en estas situaciones, los cristianos deberían, tanto como sea posible, obedecer las leyes del país. Los cristianos deben apoyar al gobierno mientras éste no esté en conflicto con lo que Dios manda. Se debe considerar cuidadosamente, con mucha oración y con el consejo de otros, antes de entrar en conflicto con los poderes existentes. Sabemos por las profecías que un día todos los fieles seguidores de Dios serán confrontados por los poderes políticos que con­trolan al mundo (Apoc. 13). Hasta entonces, deberíamos hacer todo lo que podamos para ser buenos ciudadanos en el país en que vivamos.

“Hemos de reconocer los gobiernos humanos como instituciones ordenadas por Dios mismo, y enseñar la obediencia a ellos como un deber sagrado, dentro de su legítima esfera. Pero cuando sus demandas estén en pugna con las de Dios, hemos de obedecer a Dios antes que a los hombres. [...]

“No se nos pide que desafiemos a las autoridades. Nuestras palabras, sean habladas o escritas, deben ser cuidadosamente examinadas, no sea que por nuestras declaraciones parezcamos estar en contra de la ley y el orden. No debemos decir ni hacer ninguna cosa que pudiera cerrarnos innecesariamente el camino” (HAp 58).

 

 

 

Miércoles                                                                       15 de septiembre

 

RELACIONES CON OTROS

“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Rom. 13:8). ¿Cómo hemos de entender este texto? ¿Significa que, si amamos, no tenemos obligación de obedecer la ley de Dios?

 

Como Jesús en el Sermón del Monte, Pablo amplifica los preceptos de la ley: indica que el amor debe motivar todo lo que hacemos. Como la ley es una transcripción del carácter de Dios, y Dios es amor, amar es cumplir la ley. No obstante, Pablo no está sustituyendo los detallados preceptos de la ley por alguna vaga norma de amor, como algunos cris­tianos pretenden. La ley moral todavía es obligatoria, pues señala nuestro pecado: y ¿quién negará la realidad del pecado? Sin embargo, la ley se puede guardar solo en el contexto del amor. Recuerda: algunos de los que condenaron a Cristo, luego corrieron a su casa ¡para guardar la ley!

 

¿Qué mandamientos citó Pablo como ejemplo para ilustrar el prin­cipio del amor en la observancia de la ley? ¿Por qué esos mandamientos en particular? Rom. 13:9, 10.

 

ROMANOS

Capítulo  13:9,10

 

9 Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

10 El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor.

 

El amor no fue un nuevo principio. Al citar Levítico 19:18, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, Pablo mostró que el principio ya era parte del Antiguo Testamento. Algunos alegan que Pablo enseña que solo los mandamientos que menciona están en vigencia. ¿Significa que los cris­tianos pueden deshonrar a sus padres, adorar ídolos y tener otros dioses delante de Dios? Por supuesto que no.

Considera el contexto aquí. Se refiere al modo en que nos relaciona­mos unos con otros. Su argumento no anula el resto de la ley. (Ver Hech. 15:20; 1 Tes. 1:9; 1 Juan 5:21.) Además, otros escritores del Nuevo Tes­tamento señalan que al amar a los otros mostramos que amamos a Dios (Mat. 25:40; 1 Juan 4:20, 21).

 

Piensa acerca de tu relación con Dios y cómo eso se refleja en tus relaciones con otros. ¿Cuán grande es el factor del amor en esas re­laciones? ¿Cómo puedes aprender a amar a otros del modo que Dios nos ama? ¿Qué te impide hacer precisamente eso?

 

 

 

Jueves                                                                            16 de septiembre

 

MÁS CERCA QUE CUANDO CREÍMOS

Lee Romanos 13:11.

ROMANOS

 

Capítulo  13:11

 

 

11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.

 

Como dijimos todo el trimestre, Pablo tenía un propósito en esta carta: clarificar a la iglesia de Roma, especialmente a los creyentes judíos, el papel de la fe y las obras en el contexto del Nuevo Pacto. El problema era la salvación y cómo un pecador es considerado justo y santo ante el Señor. Para ayudar a aquellos cuyo énfasis había sido solo la ley, Pablo puso la ley en su lugar y su contexto apropiados. Aunque, idealmente, el judaísmo aun en los tiempos del Antiguo Testamento era una religión de gracia, el legalismo había hecho mucho daño. Cuán cuidadosos necesita­mos ser, como iglesia, para no cometer el mismo error.

 

Lee Romanos 13:11 al 14. ¿De qué evento habla Pablo aquí, y cómo deberíamos actuar en espera de ese evento?

 

 ROMANOS

 

Capítulo  13:11 al 14

 

11 Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos.

12 la noche está avanzada, y se acerca el día.  Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz.

13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia,

14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.

 

Cuán fascinante es que Pablo les hablaba a los creyentes para desper­tarlos porque Jesús iba a regresar. No importa que esto haya sido escrito hace casi dos mil años. Siempre debemos vivir en espera de la cercana venida de Cristo. En nuestra experiencia personal, la segunda venida de Cristo está tan cercana como la posibilidad de nuestra muerte. Si la se­mana próxima o en cuarenta años cerramos nuestros ojos en la muerte, ya sea que durmamos solo cuatro días o 400 años, esto no producirá ninguna diferencia para nosotros. Lo siguiente que sabremos es la segunda veni­da de Jesús. Con la muerte siempre cerca para cada uno de nosotros, el tiempo es realmente corto, y nuestra salvación está más cerca que cuando primero creímos.

Aunque en el libro de Romanos Pablo no habla mucho de la Segun­da Venida, en las cartas a los tesalonicenses y a los corintios la presenta con mucho más detalle. Después de todo, es un tema vital en la Biblia, especialmente en el Nuevo Testamento. Sin él, y la esperanza que ofrece, nuestra fe no tendría sentido. ¿Qué significaría la “justificación por la fe” sin la Segunda Venida para concretar esa maravillosa verdad?

Si supieras con certeza que Jesús vendría el próximo mes, ¿qué cambiarías en tu vida y por qué? Ahora, si crees que necesitas cam­biar esas cosas un mes antes de la venida de Jesús, ¿por qué no las deberías cambiar ahora? ¿Cuál es la diferencia?

 

 

 

 

 

Viernes                                                                           17 de septiembre

 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Una explicación de las primeras declaraciones”, Mensajes selectos, t. 1, pp. 66-69; “La piedad práctica”, Jo­yas de los testimonios, t. 2, pp. 211-213; “El tabernáculo y sus servicios”, Patriarcas y profetas, pp. 364, 365; “La espiritualidad de la ley”, El discurso maestro de Jesucristo, pp. 46-48; y “Nuestra actitud hacia las autoridades civiles”, Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 394-397.

 

 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

 

Mensajes Selectos, Tomo I

 

5. Una Explicación de las Primeras Declaraciones

 

UNA RESPUESTA A UNA OBJECIÓN

 

[Poco después de la reimpresión, en 1882, de los tres primeros libros de la Sra. E. G. de White, A Sketch of the Christian Experience and Views of Ellen G. White (Un bosquejo de la experiencia cristiana y visiones de Elena G. de White), A Supplement to Experience and Views (Un suplemento a Experiencia y visiones) y Spiritual Gifts (Dones espirituales), tomo 1, los cuales constituyen hoy Early Writings (Primeros escritos), se levantaron diversas preguntas acerca de si estaban completos algunos de los artículos y acerca del significado de ciertas declaraciones que aparecían allí o en artículos todavía anteriores. La Sra. de White contestó esas preguntas en 1883 en la declaración que consignamos luego. Se hace referencia a las enseñanzas acerca de "la puerta cerrada". Más referencias en cuanto al significado de "la puerta cerrada" pueden hallarse en El conflicto de los siglos, págs. 481-485, edición de PPPA, que corresponden con las últimas páginas del cap. 25. -Los compiladores.]

 

RECIENTEMENTE se me llamó la atención a un folleto de 16 páginas publicado por C. de Marion, Iowa, titulado Comparison of the Early Writings of Mrs. White With Later Publicactions (Comparación de los primeros escritos de la Sra. de White con publicaciones posteriores). El autor dice que algunas partes de mis primeras visiones, tal como fueron publicadas, se han suprimido en la obra recientemente editada bajo el título Early Writings of Mrs. E. G. White (Primeros escritos de la Sra. E. G. de White), y conjetura, como razón para esa supresión, que esos pasajes enseñan doctrinas que ahora repudiamos en conjunto.

También nos acusa de engañar deliberadamente al presentar Early Writings como una reedición completa de  mis primeras visiones, con sólo cambios de algunas palabras de la obra original.

Antes de que señale por separado los pasajes que se dice que han sido omitidos, es justo que se presenten algunos hechos. Cuando mis primeras visiones fueron publicadas por primera vez en forma de folleto, la edición fue pequeña y pronto se vendió. A esto siguió, pocos años después, un libro mayor: The Christian Experience and Views of Mrs. E. G. White, impreso en 1851, y que contiene mucho material adicional.

 

En nuestras continuas mudanzas en los albores de la obra de publicaciones, y luego en los casi incesantes viajes, mientras trabajaba desde Maine a Texas, desde Míchigan a California - y he cruzado las llanuras no menos de 17 veces - , perdí toda huella de las obras publicadas primero. Cuando se decidió publicar Early Wlitings en Oakland, el otoño pasado, nos vimos obligados a pedir prestado un ejemplar de Experience and Views de Míchigan. Y al hacer esto, supusimos haber obtenido un ejemplar exacto de las primeras visiones como fueron publicadas al principio. Reimprimimos eso, tal como se dice en el prefacio de Early Writings, con sólo algunos cambios de palabras de la obra original.

Y aquí debo detenerme para decir que cualquier hermano nuestro que tenga un ejemplar de cualquiera de mis primeras visiones o de todas ellas tal como se publicaron antes de 1851, me haría un gran favor si me los enviara sin demora. Le prometo devolvérselos tan pronto como se pueda hacer una copia.

Lejos de desear retener cualquier cosa que yo haya publicado, sentiré gran satisfacción en dar al público cada línea de mis escritos que se hayan editado.

 

Los testimonios pervertidos por Elí Curtis

 

Hay otro hecho que se debiera presentar aquí. No soy responsable por todo lo que se ha impreso pretendiendo que procedía de mí. Por el tiempo cuando se publicaron por primera vez mis primeras visiones, aparecieron varios artículos que se pretendía que habían sido escritos por mí para relatar lo que el Señor me había mostrado, pero que sancionaban doctrinas que yo no creía. Los tales fueron publicados en una revista editada por un Sr. Curtis. No estoy segura del nombre de la revista. En los años de preocupaciones y trabajos que han pasado desde entonces he olvidado algunos de estos detalles de menor importancia, pero todavía resaltan en mi mente los puntos principales.

Ese hombre tomó artículos que yo había escrito y completamente los transformo y distorsionó, entresacando una frase aquí y otra allí, sin su contexto, y luego, después de haber insertado sus propias ideas, les añadió mi nombre como si vinieran directamente de mí.

Al ver esos artículos, le escribimos expresando nuestra sorpresa y desaprobación y le prohibimos que así tergiversara mis testimonios. Contestó que publicaría lo que le placiera, que él sabía que las visiones debían decir lo que el había publicado, y que si yo las hubiera escrito como el Señor me las había dado, ellas habrían dicho esas cosas. Declaró que si las visiones habían sido dadas para el beneficio de la iglesia, tenía derecho a usarlas como le placiera.

Quizá existan todavía algunas de esas hojas, y podrían ser presentadas como provenientes de mí, pero no soy responsable por ellas. Los artículos presentados en Early Writings ciertamente pasaron bajo mis ojos; y puesto que la edición de Experience and Views, publicada en 1851, fue la primera que poseímos, y como no teníamos conocimiento de ninguna cosa adicional en revistas o folletos anteriores, no soy responsable por las omisiones que se dice que existen.

 

La primera omisión

 

La primera cita mencionada por C es de un folleto de 24 páginas publicado en 1847, titulado A Word to the Little Flock (Un mensaje para la pequeña grey). Aquí están las líneas omitidas en Experience and Views:

"Era tan imposible que ellos [los que abandonaron su fe en el movimiento de 1844] recobraran el camino y fueran a la ciudad, como todo el mundo impío que Dios había rechazado. Cayeron a todo lo largo del sendero, uno tras otro".

Daré todo el contexto, para que se pueda ver claramente la plena fuerza de las expresiones:

"Mientras orábamos en el altar familiar, descendió sobre mí el Espíritu Santo y me pareció ser levantada cada vez más arriba, muy por encima del oscuro mundo. Me volví para buscar al pueblo adventista en el mundo, pero no lo hallé en parte alguna, y entonces una voz me dijo: 'Vuelve a mirar un poco más arriba'. Alcé los ojos, y vi un sendero recto y angosto trazado muy por encima del mundo. El pueblo adventista andaba por ese sendero en dirección a la ciudad que se veía en su último extremo. En el comienzo del sendero, detrás de los que ya andaban, había una brillante luz, que, según me dijo un ángel, era el 'clamor de media noche'. Esta luz brillaba a todo lo largo del sendero, para que no tropezaran. Delante de ellos iba Jesús guiándolos hacia la ciudad, y si no apartaban los ojos de él, iban seguros. Pero no tardaron algunos en cansarse, diciendo que la ciudad estaba todavía muy lejos, y que contaban con haber llegado más pronto a ella. Entonces Jesús los alentaba levantando su glorioso brazo derecho, del cual provenía una luz que ondeaba sobre la hueste adventista, y exclamaban: '¡Aleluya!'. Otros negaron temerariamente la luz que brillaba tras ellos, diciendo que no era Dios quien los había guiado hasta allí. Pero entonces se extinguió para ellos la luz que estaba detrás y dejó sus pies en tinieblas, de modo que tropezaron y, perdiendo de vista el blanco y a Jesús, cayeron fuera del sendero abajo, en el mundo sombrío y perverso".

Ahora sigue el pasaje que se dice que estaba en la obra original, pero que no se encuentra en Experience and Views ni en Early Writings:

"Era tan imposible que ellos [los que abandonaron su fe en el movimiento de 1844] recobraran el camino y fueran a la ciudad, como todo el mundo impío que Dios había rechazado. Cayeron a todo lo largo del sendero, uno tras otro".

 

Definición de "la puerta cerrada"

 

Se pretende que esas expresiones demuestran la doctrina de la puerta cerrada, y que ésa es la razón para su omisión en ediciones posteriores. Pero en realidad sólo enseñan lo que ha sido sostenido por nosotros como pueblo, y todavía lo es, como lo demostraré.

Por un tiempo después del chasco de 1844, sostuve junto con el conjunto de adventistas que la puerta de la gracia quedó entonces cerrada para siempre para el mundo. Tomé esa posición antes de que se me diera mi primera visión. Fue la luz que me dio Dios la que corrigió nuestro error y nos capacitó para ver la verdadera situación.

Todavía creo en la teoría de la puerta cerrada, pero no en el sentido en que se empleó el término al principio o en el que es empleado por mis oponentes.

Hubo una puerta cerrada en los días de Noé. Entonces fue retirado el Espíritu de Dios de la raza pecaminosa que pereció en las aguas del diluvio. Dios mismo dio a Noé el mensaje de la puerta cerrada:

"No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años" (Gén. 6: 3).

 

Hubo una puerta cerrada en los días de Abrahán.

 

La misericordia dejó de interceder por los habitantes de Sodoma, y todos, con excepción de Lot, su esposa y dos hijas, fueron consumidos por el fuego que descendió del cielo.

Hubo una puerta cerrada en los días de Cristo. El Hijo de Dios declaró a los judíos incrédulos de esa generación: "Vuestra casa os es dejada desierta" (Mat. 23: 38).

Mirando hacia la corriente del tiempo en los últimos días, el mismo poder infinito proclamó mediante Juan:

"Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre" (Apoc. 3: 7).

Se me mostró en visión, y todavía lo creo, que hubo una puerta cerrada en 1844. Todos los que vieron la luz de los mensajes del primero y segundo ángeles y rechazaron esa luz, fueron dejados en tinieblas. Y los que la aceptaron y recibieron el Espíritu Santo que acompañó a la proclamación del mensaje celestial, y que después renunciaron a su fe y declararon que su experiencia había sido un engaño, de ese modo rechazaron al Espíritu de Dios, y éste no intercedió más por ellos.

Los que no vieron la luz, no fueron culpables de rechazarla. Los únicos a los cuales el Espíritu de Dios no podía alcanzar eran los que habían despreciado la luz celestial. Y en esa clase estaban incluidos, como lo he dicho, tanto los que rehusaron aceptar el mensaje cuando les fue presentado, como los que, habiéndolo recibido, después renunciaron a su fe. Estos podrían tener una forma de piedad y profesar ser seguidores de Cristo. Pero no teniendo una comunicación viviente con Dios, eran llevados cautivos por los engaños de Satanás. Se presentan esas dos clases en la visión­ los que declararon que era un engaño la luz que habían seguido, y los impíos del mundo que, habiendo rechazado la luz, habían sido rechazados por Dios. No se hace referencia a los que no habían visto la luz y, por lo tanto, no eran culpables de su rechazo.

Para probar que yo creía y enseñaba la doctrina de la puerta cerrada, el Sr. C presenta una cita de la Review del 11 de junio de 1861, firmada por nueve de nuestros miembros importantes. La cita dice así:

"Nuestros conceptos de la obra que nos correspondía eran entonces mayormente vagos e indefinidos; algunos se aferraban todavía a la idea aceptada por el conjunto de creyentes adventistas de 1844, a cuya cabeza estaba Guillermo Miller, de que nuestra obra para 'el mundo' había terminado y que el mensaje se restringía a aquellos de la fe adventista original. Tan firmemente se creía esto que casi se le rehusó el mensaje a uno de los nuestros, pues el que sostenía esto tenía dudas de la posibilidad de la salvación de aquél porque no había estado en 'el movimiento de 1844'".

Sólo necesito añadir a esto que en la misma reunión en que se insistió que el mensaje no podía ser dado a ese hermano, mediante una visión se me dio un testimonio para animarlo a confiar en Dios y dar su corazón plenamente a Jesús, lo que él hizo entonces y allí mismo.

 

Una conjetura irrazonable

 

En otro pasaje del libro A Word to the Little Flock (Un mensaje a la pequeña grey), hablo de escenas de la "tierra nueva y declaro que allí vi a santos de la antigüedad: Abrahán, Isaac, Jacob, Noé, Daniel y muchos como ellos". Porque hablo de haber visto a esos hombres, nuestros oponentes conjeturan que entonces yo creía en la inmortalidad del alma y que habiendo cambiado después mis opiniones sobre este punto, vi necesario suprimir ese pasaje. Están tan lejos de la verdad aquí como en otras conjeturas.

En el año 1844, acepté la doctrina que ahora sostenemos, en cuanto a que el alma no es inmortal, como se puede ver por referencias de Life Sketches (Apuntes biográficos), págs. 170, 171 [edición de 1880. Véase también la edición de 1915, pág. 49; Testimonies, tomo 1, páginas 39, 401, y nunca 74 he defendido otra doctrina, ni verbalmente ni por escrito. Si hubiésemos suprimido ese pasaje debido a su enseñanza de la inmortalidad del alma, hubiéramos encontrado necesario suprimir otros pasajes.

Al relatar mi primera visión, en la página 13 de Early Writings [pág. 17 de la actual edición, que coincide con Primeros escritos], hablo de haber visto a hermanos que poco antes habían dormido en Jesús, y en la página 14 actual edición, págs. 18 y 19 declaro que se me mostró a un gran grupo que había sufrido el martirio por la fe.

La inmortalidad del alma no se enseña más en el pasaje "suprimido" que en los dos últimos citados.

El caso es que, en estas visiones, fui llevada adelante al tiempo cuando los santos resucitados serán reunidos en el reino de Dios. De la misma manera, el juicio, la segunda venida de Cristo, el establecimiento de los santos sobre la tierra nueva han sido presentados delante de mí. ¿Supone alguno que ya han acaecido esas escenas? Mis adversarios muestran el espíritu que los mueve al acusarme así de engaño, basándose en una mera "conjetura".

 

Una cita equivocada

 

En esta cita también se encuentran las palabras: "Vi dos largas ramas áureas de las cuales colgaban hilos de plata, y en los hilos había magníficas uvas". Mis oponentes ridiculizan "esa expresión débil y pueril de magníficas uvas que crecen en hilos de plata y estos hilos unidos a ramas áureas".

¿Qué motivo movió al autor mencionado a citar mal mis palabras: Yo no declaré que las uvas crecían en hilos de plata. Lo que contemplé está descrito tal como me pareció a mí. No se ha de suponer que las uvas estaban unidas a hilos de plata o ramas áureas, sino que ésa era la apariencia que presentaban. Expresiones tales son empleadas diariamente por todos en la conversación común. Cuando hablamos de frutos áureos, no se entiende que declaramos que el fruto está compuesto de ese precioso metal, sino simplemente que tiene la apariencia de oro. La misma regla aplicada a mis palabras elimina toda excusa para una falsa interpretación.

 

El sello de Dios

 

Otra "supresión" reza así: "Bien, bendito sea el Señor, hermanos y hermanas, es una reunión extraordinaria para los que tienen el sello del Dios viviente".

No hay nada en esto que todavía no sostengamos. El análisis de nuestras obras publicadas mostrará nuestra creencia de que los justos vivos recibirán el sello de Dios antes de la terminación del tiempo de gracia. También que ellos disfrutarán honores especiales en el reino de Dios.

 

Abandono del sábado

 

Se dice que el siguiente pasaje ha sido omitido de la visión relatada en las páginas 25  -  28 de Early Writings [corresponde a las páginas 32  -  35 de Primeros escritos]:

"Si alguien creyó en el sábado y lo guardó, y recibió la bendición que lo acompaña, y luego lo abandonó y quebrantó los santos mandamientos, éste se cerrará a sí mismo las puertas de la santa ciudad tan ciertamente como que hay un Dios que rige los cielos en lo alto".

Los que han visto claramente y aceptado plenamente la verdad del cuarto mandamiento, y han recibido la bendición que acompaña a la obediencia, pero que después renunciaron a su fe y se atrevieron a violar la ley de Dios, si persisten en ese sendero de desobediencia, encontrarán las puertas de la ciudad de Dios cerradas frente a ellos.

 

El tiempo "casi ha terminado"

 

Una declaración publicada en 1851, en Experience and Views [Experiencia y visiones] y que se encuentra en la  página 49 de Early Writings [corresponde a la página 58 de Primeros escritos] se cita para probar que mis testimonios son falsos "Vi que casi ha terminado el tiempo que Jesús debe pasar en el lugar santísimo, y que el tiempo sólo puede durar un poquito más" Tal como el asunto me fue presentado, el período de la ministración de Cristo parecía casi cumplido ¿Se me acusa de falsedad porque el tiempo ha continuado más de lo que mi testimonio parecía indicar? ¿Cómo es el caso en los testimonios de Cristo y sus discípulos? ¿Estaban engañados? Pablo escribió a los corintios:

"Pero esto os digo, hermanos que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen" (1 Cor. 7: 29, 30)

También en su Epístola a los Romanos dice:

"La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz" (Rom. 13: 12).

Y desde Patmos Cristo nos habla mediante el amado Juan :

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca" ( Apoc. 1: 3). "El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro" (Apoc. 22: 6, 7)

Los ángeles de Dios, en sus mensajes para los hombres, representan el tiempo como muy corto Así me ha sido siempre presentado Es cierto que el tiempo se ha extendido más de lo que esperábamos en los primeros días de este mensaje Nuestro Salvador no apareció tan pronto como lo esperábamos. Pero, ha fallado la palabra del  Señor? ¡Nunca! Debiera recordarse que las promesas y amenazas de Dios son igualmente condicionales.

Dios ha confiado a su pueblo una obra que debe efectuarse en la tierra. Había de ser dado el mensaje del tercer ángel, las mentes de los creyentes habían de ser dirigidas al santuario celestial, donde Cristo ha entrado para hacer expiación por su pueblo. La reforma del día de reposo había de ser llevada adelante. Debe ser reparada la brecha en la ley de Dios. El mensaje debe ser proclamado con fuerte pregón para que todos los habitantes de la tierra puedan recibir la amonestación. El pueblo de Dios debe purificar su alma mediante la obediencia a la verdad y estar preparado para encontrarse con él sin falta, en su venida.

Si después del gran chasco de 1844 los adventistas se hubiesen mantenido firmes en su fe, y unidos en la providencia de Dios que abría el camino, hubieran proseguido recibiendo el mensaje del tercer ángel y proclamándolo al mundo con el poder del Espíritu Santo, habrían visto la salvación de Dios y el Señor hubiera obrado poderosamente acompañando sus esfuerzos, se habría completado la obra y Cristo habría venido antes de esto para recibir a su pueblo y darle su recompensa.

Pero muchos de los creyentes adventistas claudicaron en su fe en el período de duda e incertidumbre que siguió al chasco. Se introdujeron disensiones y divisiones. Por escrito y verbalmente, la mayoría se opuso a los pocos que, guiados por la providencia de Dios, recibieron la reforma del día de reposo y comenzaron a proclamar el mensaje del tercer ángel. Muchos que debieran haber dedicado su tiempo y talentos al único propósito de hacer resonar la amonestación por el mundo, quedaron absorbidos en su oposición a la verdad del sábado y, a su vez, el trabajo de sus defensores necesariamente se empleó en contestar a esos oponentes y defender la verdad. Así se estorbó la obra y el mundo fue dejado en tinieblas. Si todo el núcleo de  adventistas se hubiera unido en los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, ¡cuán inmensamente diferente habría sido nuestra historia !

No era la voluntad de Dios que se demorara así la venida de Cristo. Dios no tuvo el propósito de que su pueblo, Israel, vagara cuarenta años por el desierto. Prometió guiarlos directamente a la tierra de Canaán, y establecerlos allí como un pueblo santo, lleno de salud y feliz. Pero aquellos a quienes primero se les predicó, no entraron  "a causa de incredulidad" (Heb. 3: 19). Sus corazones estuvieron llenos de murmuración, rebelión y odio, y Dios no pudo cumplir su pacto con ellos.

Durante cuarenta años, la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán. Los mismos pecados han demorado la entrada del moderno Israel en la Canaán celestial. En ninguno de los dos casos faltaron las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años.

Hay otros dos pasajes que se dice que se encuentran en mi primer libro pero que no aparecen en mis escritos posteriores. Sólo diré acerca de ellos que cuando pueda obtener un libro donde estén, de modo que pueda estar segura de la exactitud de las citas y pueda verlas por mí misma en su contexto, estaré preparada para hablar con conocimiento acerca de ellos.

 

Burladores de los últimos días

 

Desde el comienzo de mi obra, he sido perseguida por el odio, el reproche y la falsedad. Viles imputaciones y calumniosos informes han sido ávidamente reunidos y hechos circular ampliamente por los rebeldes, los formalistas y los fanáticos. Hay ministros de las así llamadas iglesias ortodoxas que viajan de un lugar a otro para hacer guerra  contra los adventistas del séptimo día y tienen a la Sra. de White como a su caballo de batalla. Los burladores de los últimos días son conducidos por estos ministros que profesan ser los centinelas de Dios.

Se unen en su obra de atacar a la Sra. de White el mundo incrédulo los ministros de las iglesias caídas y los adventistas del primer día. Esta lucha ha seguido durante casi cuarenta años, pero no me he sentido en libertad de dedicar atención a sus ruines palabras, reproches e insinuaciones. Y no me apartaría ahora de esta costumbre, si no fuera porque algunas almas honradas pueden ser descarriadas por los enemigos de la verdad que tan jactanciosamente me declaran engañadora. Presento estas declaraciones con la esperanza de ayudar a los sinceros.

No espero influir en los que, habiendo visto la luz de la verdad rehusan prestarle atención, los que se han entregado al prejuicio y han parapetado su alma en la incredulidad.

Jesús, la Majestad del cielo que era igual a Dios, estuvo en el mundo 33 años, y sin embargo sólo hubo pocos que reconocieron su carácter divino. Y yo, que soy una criatura humana tan débil, tan indigna y tan frágil, ¿puedo esperar mayor éxito que el que recibió el Salvador del mundo?

Cuando por primera vez me entregué a esta obrar para ir adonde el Señor me ordenara, para hablar los mensajes que me diera para la gente, yo sabía que encontraría oposición, reproche, persecución. No me he chasqueado. Si hubiese dependido del aplauso humano hace mucho que me hubiera desanimado. Pero acudí a Jesús y vi que él, que fue intachable, fue atacado por lenguas calumniosas. Los que pretendían ser muy piadosos, siguieron como espías la conducta del Salvador, e hicieron todo lo que pudieron para obstruir su sendero. Pero aunque él era todopoderoso, no castigó a sus adversarios como merecían sus pecados. Podría haber lanzado contra ellos los proyectiles de su venganza, pero no lo hizo. Les aplicó severísimos reproches 80 por su hipocresía y corrupción, y cuando sus mensajes fueron rechazados y su vida fue amenazada, serenamente fue a otro lugar para hablar las palabras de vida. En mi debilidad, he tratado de seguir el ejemplo de mi Salvador.

 

Enemistad contra los defensores de la verdad

 

¡Cuán ávidamente procuraban los fariseos demostrar que Cristo era un engañador! ¡Cómo observaban cada palabra suya procurando torcer y tergiversar todos sus dichos! El orgullo, el prejuicio y la pasión cerraron todos los accesos de su alma contra el testimonio del Hijo de Dios. Cuando claramente reprochó su iniquidad y declaró que sus obras probaban que eran hijos de Satanás, con ira le arrojaron en respuesta la acusación que decía: "¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?'

Todos los argumentos con que se acosó a Cristo fueron falsos. Así fue en el caso de Esteban y de Pablo. Pero las declaraciones más débiles y más irrazonables presentadas del lado del error tuvieron su influencia porque había muchos cuyo corazón no estaba santificado, que deseaban que esas declaraciones fueran verdaderas. Los tales siempre están ansiosos de aferrarse de cualquier supuesto error o equivocación de los que les presentan la verdad desagradable.

No debiera sorprendernos cuando las malas conjeturas son ávidamente empuñadas como hechos indudables por aquellos que sienten inclinación hacia la falsedad. Los opositores de Cristo fueron vez tras vez confundidos y silenciados por la sabiduría de las palabras de él. Sin embargo, todavía escuchaban ansiosamente cada rumor y buscaban algún pretexto para acosarlo con preguntas contenciosas. Estaban determinados a no abandonar su propósito. Bien sabían que si Jesús continuaba con su obra, muchos creerían en él y los escribas y fariseos perderían su poder sobre el pueblo. Por lo tanto, estuvieron dispuestos a rebajarse hasta emplear cualquier medida vil o despreciable para realizar  sus malignas intenciones contra Jesús. Odiaban a los herodianos, y sin embargo se unieron con esos enemigos inveterados a fin de idear algún plan para deshacerse de Cristo.

Tal fue el espíritu con el que hicieron frente al Hijo de Dios aquellos que él vino a salvar. Cualquiera de los que tratan de obedecer a Dios y de llevar al mundo el mensaje de su verdad, ¿puede esperar una recepción más favorable que la que le fue dada a Cristo?

No tengo mala voluntad hacia los que procuran invalidar el mensaje que Dios ha dado para reprochar, advertir y animar a su pueblo. Pero, como embajadora de Cristo, debo levantarme en defensa de la verdad. ¿Quiénes son los que con tanto celo se alistan contra mí? ¿Son los puros y santos hijos de la fe? ¿Han nacido de nuevo? ¿Son participantes de la naturaleza divina? ¿Aman a Jesús y manifiestan su espíritu de mansedumbre y humildad? "Por sus frutos los conoceréis" (Mat. 7: 20). ¿Se asemejan a los primeros discípulos o a aquellos astutos escribas y fariseos que estaban constantemente vigilando para entrampar a Cristo con sus palabras? Notad el astuto proceder de esos antiguos opositores de la fe: cómo los doctores, sacerdotes, escribas y magistrados se combinaban para encontrar algo contra Aquel que era la luz del mundo.

Y ¿por qué estaban tan decididos a condenar a Cristo? No amaban sus doctrinas y preceptos, y estaban molestos porque veían que la atención de la gente se volvía hacia Jesús y se apartaba de sus anteriores dirigentes.

La naturaleza humana es todavía la naturaleza humana. No se engañen a sí mismos con la creencia de que están prestando un servicio a Dios los que tratan de estorbar mi camino y destruir la influencia de mis palabras. Están sirviendo a otro amo, y serán recompensados de acuerdo con su obra.

La rebelión existirá mientras exista Satanás. Los que son movidos por su espíritu, no discernirán el Espíritu de  Dios ni escucharán su voz hasta que salga la orden: "El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía" (Apoc. 22: 11). Espero hacer frente a la malignidad de los que desprecian la luz que a Dios le plugo darme.

 

Suficientes evidencias para los de corazón sincero

 

El plan de Dios es presentar suficiente evidencia del carácter divino de su obra para convencer a todos los que honradamente desean conocer la verdad. Pero él nunca suprime toda oportunidad de dudar. Todos los que desean dudar y cavilar, encontrarán ocasión de hacerlo.

Compadezco a los que marchan en el sendero de la duda y la incredulidad. Si pudiera, los ayudaría gozosamente, pero la experiencia pasada me da poca esperanza de que jamás vengan a la luz. Ningún acopio de evidencia convencerá a los hombres de la verdad mientras no estén dispuestos a rendir su orgullo, someter su naturaleza carnal y convertirse en alumnos de la escuela de Cristo.

La terquedad y el orgullo de sus propias opiniones inducen a muchos a rechazar la luz del cielo. Se aferran a ideas favoritas, a interpretaciones fantásticas de las Escrituras y a peligrosas herejías. Y si se presenta un testimonio para corregir esos errores, se apartarán descontentos como muchos lo hicieron en los días de Cristo.

No importa cuán impecables sean el carácter y la vida de los que presentan a la gente los mensajes de Dios. Esto no les da autoridad. ¿Y por qué? Porque dicen la verdad a la gente. Este es mi pecado, hermanos. Pero si circula un informe falso, si por alguna inferencia o conjetura, una acusación es lanzada contra el carácter de la embajadora de Cristo, ¡con qué absurda credulidad es recibida! ¡Cuántos están listos para magnificar y propagar la calumnia! Los tales están revelando su carácter verdadero. "El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios" (Juan 8: 47).

La calumnia y el reproche serán la recompensa de los que defiendan la verdad como está en Jesús. "Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución" (2 Tim. 3: 12). Los que dan un franco testimonio contra el pecado, tan ciertamente serán aborrecidos como lo fue el Maestro que les dio esa obra para hacerla en su nombre. Al igual que Cristo, serán llamados enemigos de la iglesia y de la religión, y mientras más fervientes y leales sean sus esfuerzos para honrar a Dios, más amarga será la enemistad de los impíos e hipócritas. Pero no nos debemos desanimar cuando seamos tratados así.

 

Proseguiré con mi obra

 

Quizá seamos llamados "faltos de juicio y necios", fanáticos y aun locos. Quizá se diga de nosotros como se dijo de Cristo: "Demonio tiene" (Juan 10: 20). Pero la obra que el Maestro nos ha dado para realizar, es todavía nuestra obra. Debemos dirigir la mente a Jesús sin buscar alabanza u honor de los hombres sino entregándonos a Aquel que juzga rectamente. El sabe cómo ayudar a los que, mientras siguen en las pisadas de Jesús, sufren en cierto grado el reproche que él soportó. Fue tentado en todo como nosotros lo somos, para que supiera socorrer a los que son tentados.

No importa qué interpretación errónea sea dada a mi testimonio por los que profesan justicia, y sin embargo no conocen a Dios, seguiré adelante humildemente con mi obra. Hablaré las palabras que Dios me da para animar, reprochar y advertir. No queda sino un pequeño resto de mi vida en la tierra. Realizaré con fidelidad, por la gracia de Dios, la obra que mi Padre me ha dado, sabiendo que todas mis acciones deben soportar el escudriñamiento de Jehová (Manuscrito 4, 1883).

 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee: “La piedad práctica”, Jo­yas de los testimonios, t. 2, pp. 211-213

 

 

La Piedad Práctica

 

Basilea, Suiza, 1º de marzo de I887.

 

ESTIMADOS HERMANOS DE OAKLAND: Mi espíritu se siente impulsado a escribiros.  Vez tras vez me encuentro hablándoos en mis sueños, y en cada caso estáis en dificultad.  Pero venga lo que venga, no permitáis que ello debilite vuestro valor moral, ni haga degenerar vuestra religión en un formalismo en el cual no tenga parte el corazón.  El amante Jesús está listo para bendeciros abundantemente; pero necesitamos obtener experiencia en la fe, en la oración ferviente, y regocijarnos en el amor de Dios. ¿Será alguno de nosotros pesado en la balanza y hallado falto?  Debemos velar sobre nosotros mismos, vigilar los menores impulsos profanos de nuestra naturaleza, no sea que traicionemos las altas responsabilidades que Dios nos ha confiado como sus agentes humanos.

Debemos estudiar las amonestaciones y correcciones que dio a su pueblo en tiempos pasados.  No carecemos de luz.  Sabemos qué obras debemos evitar, y qué requerimientos nos ha ordenado observar; así que si no procuramos saber y hacer lo correcto, es porque el obrar mal conviene más al corazón carnal que hacer el bien.

Siempre habrá algunos sin fe, que esperarán ser llevados adelante por la fe de otros.  No tienen conocimiento experimental de la verdad, y por consiguiente no han sentido su poder santificador en su propia alma.  Incumbe a todo miembro de la iglesia escudriñar queda y diligentemente su propio corazón, y ver si su vida y carácter están en armonía con la gran norma de justicia divina.

El Señor ha hecho grandes cosas por vosotros en California y particularmente en Oakland; pero hay mucho más que le (Pág. 205)

 agradaría hacer si hicieseis corresponder vuestras obras a vuestra fe.  Dios no honra nunca la incredulidad con ricas bendiciones. Recapitulad lo que Dios ha hecho, y sabed entonces que es sólo el principio de lo que está dispuesto a hacer.

Escudriñad las Escrituras

Debemos conceder a las Escrituras mayor valor del que les hemos concedido, porque en ellas está revelada la voluntad de Dios a los hombres.  No es suficiente asentir meramente a la veracidad de la Palabra de Dios, sino que debemos escudriñar las Escrituras para aprender lo que contienen. ¿Recibimos la Biblia como el "oráculo de Dios"?  Es tan realmente una comunicación divina como si sus palabras nos llegasen con voz audible.  No conocemos su carácter precioso, porque no obedecemos sus instrucciones.

Hay malos ángeles que trabajan en todo nuestro derredor, pero porque no discernimos su presencia con nuestra visión natural, no consideramos como debiéramos la realidad de su existencia, según está presentada en la Palabra de Dios.  Si nada de lo contenido en las Escrituras resultase difícil de comprender, el hombre, al escudriñar sus páginas, se llenaría de orgullo y suficiencia propia.  Nunca es lo mejor para uno creer que entiende todas las fases de la verdad, porque no es así.  Por lo tanto, no se lisonjee nadie de que tiene una comprensión correcta de todas las porciones de la Escritura, ni piense que es su deber hacer a todos los demás comprenderlas como él las entiende.  Destiérrese el orgullo intelectual.  Alzo mi voz en amonestación contra toda especie de orgullo espiritual que abunda en la iglesia hoy.

Cuando la verdad que apreciamos fue reconocida por primera vez como verdad bíblica, ¡cuán extraña parecía y cuán fuerte era la oposición que tuvimos que afrontar al presentarla a la gente al principio; pero cuán fervientes y sinceros eran los obreros obedientes que amaban la verdad! Éramos realmente un pueblo peculiar.  Éramos pocos en número, sin riqueza, (Pág. 206)

 sin sabiduría ni honores mundanales; pero creíamos en Dios, y éramos fuertes y teníamos éxito, aterrorizando a los que obraban mal.  Nuestro amor mutuo era firme; y no se conmovía fácilmente.  Entonces el poder de Dios se manifestaba entre nosotros, los enfermos eran sanados, y había mucha calma y gozo santo y dulce.

Pero mientras la luz ha continuado aumentando, la iglesia no ha avanzado proporcionalmente.  El oro puro se ha empañado gradualmente, y la muerte y el formalismo han venido a trabar las energías de la iglesia.  Sus abundantes privilegios y oportunidades no han impulsado al pueblo de Dios hacia adelante y hacia arriba, hacia la pureza y la santidad. Un fiel aprovechamiento de los talentos que Dios le ha confiado aumentaría grandemente estos talentos.  Donde mucho ha sido dado, mucho será pedido.  Los que aceptan fielmente y aprecian la luz que Dios nos ha dado, y toman una alta y noble decisión, con abnegación y sacrificio, serán conductos de luz para el mundo.  Los que no avancen, retrocederán, aun en los mismos umbrales de la Canaán celestial.  Me ha sido revelado que nuestra fe y nuestras obras no corresponden en ninguna manera a la luz de la verdad concedida.  No debemos tener una fe tibia, sino la fe perfecta que obra por amor y purifica el alma.  Dios os invita a los que estáis en California a entrar en una comunión intima con él.

 

La independencia individual

 

En un punto habrá que precaverse, y es en el de la independencia individual.  Como entre soldados del ejército de Cristo, debe haber acción concertada en los diversos departamentos de la obra.  Nadie tiene derecho a emprender la marcha por su propia responsabilidad y presentar en nuestros periódicos ideas acerca de ciertas doctrinas bíblicas, cuando se sabe que otros entre nosotros tienen opiniones diferentes al respecto y que eso creará controversia.  Los adventistas del primer día hicieron esto.  Cada uno siguió su propio juicio independiente (Pág. 207)

y trató de presentar ideas originales, hasta que no hay acción concertada entre ellos, excepto, tal vez, en cuanto a oponerse a los adventistas del séptimo día.  No debemos seguir su ejemplo.  Cada obrero debe obrar teniendo en cuenta a los demás.  Los que siguen a Cristo no obrarán independientemente unos de otros.  Nuestra fuerza debe fundarse en Dios, y estar unida para manifestarse en una acción noble y concentrada.  No debe desperdiciarse en movimientos sin sentido.

 

La unión hace la fuerza.  Debe haber unión entre nuestras casas editoras y nuestras otras instituciones.  Si existiese esta unidad, serían una fuerza.  No debe existir contención ni divergencia entre los obreros.  La obra es una, presidida por un Caudillo.  Los esfuerzos ocasionales y espasmódicos han hecho daño.  Por enérgicos que hayan sido, son de poco valor; porque vendrá seguramente la reacción.  Debemos cultivar una perseverancia constante, tratando continuamente de conocer y hacer la voluntad de Dios.

 

Dios mira al carácter

 

Debemos saber lo que debemos hacer para ser salvos.  Hermanos y hermanas, no debemos flotar a la deriva con la corriente popular.  Nuestra obra actual consiste en salir del mundo y separarnos de él.  Esta es la única manera en que podemos andar con Dios, como anduvo Enoc.  Las influencias divinas estaban obrando constantemente con sus esfuerzos humanos.  Como él, somos llamados a tener una fe fuerte, viva y activa, y ésta es la única manera en que podemos ser colaboradores con Dios.  Debemos cumplir las condiciones trazadas en la Palabra de Dios, o morir en nuestros pecados.  Debemos saber qué cambios morales es esencial hacer en nuestro carácter, por la gracia de Cristo, a fin de ser aptos para las mansiones celestiales.  Os digo, en el temor de Dios, que estamos en peligro de vivir como los judíos: destituidos del amor de Dios, e ignorantes de su poder, mientras que la resplandeciente luz de la verdad brilla en derredor nuestro. (Pág. 208)

 

Millares de millares pueden profesar obedecer la ley y el Evangelio, y sin embargo vivir en transgresión.  Los hombres pueden presentar de una manera clara lo que la verdad requiere de otros, y sin embargo ser carnales en su propio corazón.  Pueden amar y practicar el pecado en secreto.  La verdad de Dios puede no ser verdad para ellos, porque su corazón no ha sido santificado por ella.  Es posible que el amor del Salvador no ejerza poder constreñidor sobre sus pasiones bajas.  Sabemos por la historia pasada que los hombres pueden ocupar puestos sagrados, y sin embargo manejar con engaño la verdad de Dios.  No pueden alzar manos santas a Dios, "sin ira ni contienda." Esto es porque Dios no domina su mente.  La verdad no fue nunca estampada sobre su corazón. "Con el corazón se cree para justicia." "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento." (Rom. 10: 10; Luc. 10: 27.) ¿Estáis haciendo esto?  Muchos no lo hacen ni lo han hecho nunca. 

 

Su conversión ha sido tan sólo superficial.

 

"Si habéis pues resucitado con Cristo -dice el apóstol- buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.  Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra." (Col. 3: 1, 2.) El corazón es la ciudadela del hombre.  De él mana la vida o la muerte.  Mientras su corazón no esté purificado, una persona queda descalificada para tener parte alguna en la comunión de los santos. ¿No sabe el que escudriña el corazón quiénes están permaneciendo en pecado, sin consideración por sus almas? ¿No hubo acaso un testigo que vio las cosas más secretas de la vida de cada uno?  Fui obligada a oír las palabras dichas por algunos hombres a mujeres y niñas: palabras de adulación, palabras que querían engañar e infatuar.  Satanás emplea todos estos medios para destruir almas.  Algunos de vosotros podéis haber sido así sus agentes; y en tal caso, tendréis que afrontar estas cosas en el juicio.  El ángel dijo acerca de esta clase: "Su corazón no ha sido nunca entregado a Dios. Cristo no está en ellos. La verdad (Pág. 209)

 no está allí. Su lugar está ocupado por el pecado, el engaño y la mentira.  No creen la Palabra de Dios ni actúan de acuerdo con ella."

La presente actividad de Satanás, en su manera de obrar sobre los corazones, las iglesias y naciones, debe despertar a todo estudiante de la profecía.  El fin se acerca.  Levántense nuestras iglesias.  Experimenten los miembros individuales en su corazón el poder convertidor de Dios; y entonces veremos los profundos impulsos del Espíritu de Dios.  El perdón de los pecados no es el único resultado de la muerte de Jesús.  El hizo el sacrificio infinito, no sólo para que el pecado fuese quitado, sino para que la naturaleza humana pudiese ser restaurada, reembellecida, reconstruida de sus ruinas y hecha idónea para la presencia de Dios.

Debemos mostrar nuestra fe por nuestras obras.  Debe manifestarse más ansia de tener una medida mayor del Espíritu de Cristo; porque en esto residirá la fuerza de la iglesia.  Es Satanás quien está contendiendo para conseguir que los hijos de Dios se separen. ¡Oh cuán poco amor tenemos, amor a Dios y amor los unos a los otros!  La palabra y el espíritu de la verdad morando el corazón nos separarán del mundo.  Los inmutables principios de la verdad y del amor vincularán los ¿corazones y la fuerza de la unión estará de acuerdo con la medida de la gracia y de la verdad que se disfrute?

Sería bueno que cada uno de nosotros alzase el espejo, la real ley de Dios, para ver en ella el reflejo de su propio carácter.  Tengamos cuidado de no pasar por alto las señales de peligro y las amonestaciones dadas en su Palabra.  A menos que se preste atención a estas amonestaciones y se venzan los defectos del carácter, éstos vencerán a quienes los posean, y ellos caerán en el error, la apostasía y el pecado abierto.  La mente que no se eleve a la norma más alta, perderá con el tiempo su fuerza de retener lo que había ganado una vez. "Así que, el que piensa estar firme, mire no caiga." "Así, que vosotros, oh amados, pues estáis amonestados, guardaos que por el error (Pág. 210)

de los abominables no seáis juntamente extraviados, y caigáis de vuestra firmeza. Mas creced en la gracia y conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo." (1 Cor. 10: 12; 2 Ped. 3: 17, 18.)

 

Espiritualidad y eficiencia

 

Dios ha elegido en estos postreros días un pueblo al que ha hecho depositario de su ley, y este pueblo tendrá siempre tareas desagradables que cumplir.  "Yo sé tus obras, y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi nombre, y no has desfallecido." (Apoc. 2: 2, 3.) Se requerirá mucha diligencia y una lucha continua para mantener el mal apartado de nuestras iglesias.  Debe ejercerse una disciplina rígida e imparcial; porque algunos que tienen una apariencia de religión, tratarán de minar la fe de los demás y trabajarán privadamente para ensalzarse a sí mismos.

En el monte de las Olivas, el Señor Jesús declaró categóricamente que "por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se resfriará." (Mat. 24: 12.) Habla de una clase de personas que ha caído de un alto estado de espiritualidad.  Penetren en los corazones estas declaraciones con poder solemne y escrutador. ¿Dónde están el fervor y la devoción a Dios que corresponden a la grandeza de la verdad que aseveramos creer?  El amor al mundo y a algún pecado favorito desarraigó del corazón el amor a la oración y a la meditación en las cosas sagradas.  Se sigue cumpliendo una serie de servicios religiosos formales; pero, ¿dónde está el amor de Jesús?  La espiritualidad está muriendo. ¿ Ha de perpetuarse este sopor, este lamentable deterioro? ¿Ha de vacilar y apagarse en las tinieblas la lámpara de la verdad porque no se la abastece con el aceite de la gracia?

Quisiera que cada predicador y cada uno de nuestros obreros pudiese ver este asunto como me ha sido presentado.  La estima y la suficiencia propias están matando la vida espiritual. (Pág. 211)

 Se ensalza el yo y se habla de él. ¡Ojalá muriese el yo! "Cada día muero" (1 Cor. 15: 31), dijo el apóstol Pablo.  Cuando esta suficiencia propia, orgullosa y jactanciosa, y esta justicia propia complaciente, compenetran el alma, no hay lugar para Jesús.  Se le da un lugar inferior, mientras que el yo crece en importancia y llena todo el templo del alma.  Tal es la razón por la cual el Señor puede hacer tan poco por nosotros.  Si él obrase con nuestros esfuerzos, el instrumento atribuiría toda la gloria a su propia habilidad, sabiduría y capacidad, y se congratularía como el fariseo:"Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que poseo."  (Luc. 18: 12.) Cuando el yo se oculte en Cristo, no subirá a la superficie con tanta frecuencia. ¿Satisfaremos el deseo del Espíritu de Dios? ¿Nos espaciaremos más en la piedad práctica y mucho menos en los arreglos mecánicos?

Los siervos de Cristo deben vivir como a la vista de él y de los ángeles.  Deben tratar de comprender los requerimientos de nuestro tiempo y prepararse para hacerles frente.  Satanás está atacándonos constantemente en forma nueva y desconocida, y ¿por qué habrían de ser deficientes los oficiales del ejército de Dios? ¿Por qué dejarían sin cultivar alguna facultad de su naturaleza?  Hay que hacer una gran obra, y si falta acción armoniosa para hacerla, es por causa de la estima y el amor propios.  Es únicamente cuando nos esmeramos por ejecutar las órdenes del Maestro sin dejar sobre la obra nuestra estampa e identidad, cuando trabajamos eficiente y armoniosamente.  "Uníos - dijo el ángel,- uníos."

 

Espaciémonos en la religión práctica

 

Ruego a los que ministráis en las cosas sagradas, que os espaciéis más en la religión práctica. ¡Cuán raramente se ve la conciencia sensible, el verdadero pesar del alma y sentida convicción del pecado! Es porque no hay entre nosotros profundos impulsos del Espíritu de Dios.  Nuestro Salvador es la escalera que Jacob vio, cuya base descansaba en la tierra, y cuya cúspide (Pág. 212)

alcanzaba a los altos cielos.  Esto revela el señalado método de salvación.  Si alguno de nosotros se ha de salvar finalmente, será por haberse aferrado a Jesús como a los peldaños de una escalera.  Para el creyente, Jesús es hecho sabiduría y justificación, santificación y redención.  Nadie se imagine que es una cosa fácil vencer al enemigo, que puede ser llevado a una herencia incorruptible sin esfuerzo de su parte.  Mirar atrás es sentir vértigo; soltarse es perecer.  Pocos aprecian la importancia de luchar constantemente para vencer.  Cesan en su diligencia, y como resultado se vuelven egoístas y sensuales.  No creen esencial la vigilancia espiritual.  No dedican a la vida cristiana el fervor de los esfuerzos humanos.

Se producirán algunas terribles caídas entre aquellos que piensan estar firmes, porque tienen la verdad; pero no la tienen como es en Jesús.  Un momento de descuido puede sumir un alma en una ruina irreparable.  Un pecado conduce a otro, y el segundo prepara el camino para el tercero, y así sucesivamente.  Como fieles mensajeros de Dios, debemos interceder con él constantemente para ser guardados por su poder.  Si nos desviamos una sola pulgada del deber, estamos en peligro de seguir en una conducta de pecado que terminará en la perdición.  Hay esperanza para cada uno de nosotros, pero únicamente de una manera, a saber, vinculándonos con Cristo, y ejercitando toda energía para alcanzar la perfección de su carácter.

La religión que hace del pecado un asunto liviano, espaciándose en el amor de Dios hacia el pecador sin tener en cuenta sus acciones, estimula tan sólo al pecador a creer que Dios le recibirá mientras continúa en lo que sabe que es pecado.  Esto es, lo que están haciendo algunos que profesan creer la verdad presente.  Mantienen la verdad apartada de la vida, y ésta es la razón por la cual no tiene poder para convencer y convertir el alma.

Dios me ha mostrado que la verdad tal como es en Jesús no ha penetrado nunca en la vida de algunos en California. No tienen la religión de la Biblia.  Nunca han sido convertidos.  Y a menos que su corazón sea santificado por la verdad que han aceptado, serán atados con la cizaña porque no llevan racimos de precioso fruto para demostrar que son pámpanos de la vid viviente. (Pág. 213)

"Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.  Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar." (Isa. 55: 6, 7.) La vida de muchos demuestra que no tienen relación viva con Dios.  Van a la deriva por el canal del mundo.  No tienen, en realidad, parte ni suerte con Cristo.  Aman las diversiones, y están llenos de ideas, planes, esperanzas y ambiciones egoístas.  Sirven al enemigo pretendiendo seguir a Dios.  Están sirviendo a un amo y prefieren esa servidumbre, haciéndose voluntarios esclavos de Satanás.

La falsa idea que muchos conservan, de que es perjudicial imponer restricciones a los niños, está arruinando a miles y millares.  Satanás se posesionará seguramente de los niños si no estamos en guardia.  No estimulemos su asociación con los impíos.  Apartémoslos.  Salgamos de entre los tales nosotros mismos, y demostrémosles que estamos de parte del Señor.

¿No querrán aquellos que aseveran ser hijos del Altísimo, elevar la norma, no simplemente mientras están reunidos en congregación, sino todo el tiempo? ¿No estaréis de parte del Señor y le serviréis con pleno propósito de corazón?  Si hacéis como hicieron los hijos de Israel, abandonando los expresos requerimientos de Dios, recibiréis seguramente sus juicios; pero si apartáis el pecado y ejercitáis una fe viva, obtendréis las más ricas bendiciones del Señor. (Pág. 214)

 

"Vuestro Racional Culto"

 

"OS RUEGO por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto." (Rom.  12: 1.)

En el tiempo del antiguo Israel, los sacerdotes examinaban con ojo crítico toda ofrenda que era traída como sacrificio.  Si descubrían algún defecto, rechazaban el animal; porque el Señor había ordenado que la ofrenda fuese "sin defecto." Hemos de presentar nuestros cuerpos como sacrificio vivo a Dios; y ¿no debemos tratar de hacer la ofrenda tan perfecta como sea posible?  Dios nos ha dado todas las instrucciones necesarias para nuestro bienestar físico, mental y moral; y a cada uno le incumbe el deber de poner los hábitos de su vida en conformidad con la norma divina en todo particular. ¿Agradará al Señor cualquier cosa que sea menos que lo mejor que podemos ofrecer?  "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón." (Luc. 10: 27.) Si le amamos de todo corazón, desearemos darle el mejor servicio de nuestra vida, y trataremos de poner toda facultad de nuestro ser en armonía con las leyes que hayan de favorecer nuestra capacidad de hacer su voluntad.

Toda facultad de nuestro ser nos fue dada para que pudiésemos prestar servicio aceptable a nuestro Hacedor.  Cuando, por medio del pecado, pervertimos los dones de Dios, y vendimos nuestros poderes al príncipe de las tinieblas, Cristo pagó un rescate por nosotros, a saber su propia preciosa sangre. "Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para si, mas para aquel que murió y resucitó por ellos." (2 Cor. 5: 15.) No hemos de seguir las costumbres del mundo."Y no os conforméis a este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento." (Rom. 12: 2.) (Pág. 215)

 

SI NOS vistiéramos en forma sencilla y modesta, sin referencia a las modas; si nuestra mesa fuese en todo momento puesta con alimentos sencillos y sanos, evitando todos los lujos y todas las extravagancias; si nuestras casas fuesen edificadas con apropiada sencillez y amuebladas de la misma manera, ello revelaría el poder santificador de la verdad, y ejercería una influencia poderosa sobre los incrédulos.  Pero mientras nos conformemos al mundo en estos asuntos, buscando aparentemente en algunos casos superar a los mundanos en arreglos fantásticos, la predicación de la verdad tendrá poco o ningún efecto. ¿Quién habrá de creer la solemne verdad para este tiempo, cuando los que ya profesan creerla contradicen su fe por sus obras?  No es Dios quien ha cerrado las ventanas de los cielos para nosotros, sino nuestra propia conformidad a las costumbres y prácticas del mundo.- 1882, tomo 5, pág. 206. (Pág. 216)

 

Un Sueño Impresionante.

 

ESTIMADO Hno. M***: Anoche tuve un sueño impresionante.  Me parecía que Vd. estaba en una fuerte embarcación navegando por aguas muy agitadas.  A veces las olas pasaban por encima del puente y Vd. quedaba empapado de agua.  Vd. dijo: "Me bajaré; este barco se hunde." "No -dijo alguien que parecía ser el capitán, este barco va a llegar al puerto.  Nunca se hundirá." Pero Vd. contestó: "Seré arrebatado por las olas.  No soy ni capitán ni segundo oficial, ¿a quién le importa lo que haga?  Deseo aprovechar la oportunidad de llegar a ese barco que se ve más allá." Dijo el capitán: "No le dejaré ir allí; porque sé que aquel barco encallará en las rocas antes de llegar al puerto." Vd. se enderezó y dijo con tono positivo: "Este barco ha de naufragar; lo puedo ver tan claramente como si ya hubiese sucedido." El capitán le miró con ojo escrutador y dijo firmemente: "No permitiré que Vd. pierda su vida subiendo a aquel barco.  Su  maderamen está carcomido, y es una embarcación engañosa.  Si Vd. tuviese más conocimiento, podría discernir entre lo espurio y lo genuino, lo santo y lo que está destinado a la ruina completa."

Me desperté; pero este sueño me induce a escribirle.  Me agitaron sentimientos profundos acerca de algunas de estas cosas, cuando llegó una carta diciéndome que Vd. estaba "bajo gran tentación y prueba." ¿De qué se trata, Hno.  M***? ¿Lo está tentando nuevamente Satanás? Está permitiendo Dios que se vea puesto en el mismo lugar donde fracasó antes? ¿Permitirá Vd. ahora que la incredulidad se apodere de su alma? ¿Fracasará Vd. cada vez, como los hijos de Israel? ¡Dios le ayude a resistir al diablo y salir más fuerte de cada prueba de su fe! (Pág. 217)

Tenga Vd. cuidado acerca de los pasos que dé.  Haga sendas rectas para sus pies.  Cierre la puerta a la incredulidad, y haga de Dios su fortaleza.  Si se halla perplejo, guarde silencio; no dé ningún paso en la obscuridad.  Me siento profundamente preocupada por su alma.  Esta puede ser la última prueba que Dios le conceda.  No avance un solo paso en el camino que lleva hacia la perdición.  Aguarde, y Dios le ayudará.  Sea paciente, y aparecerá la clara luz.  Si Vd. cede a las impresiones, perderá su alma, y el alma es de gran valor para Dios.

He estado escribiendo para el primer tomo de El Gran Conflicto, y me embargan sentimientos muy solemnes mientras repaso estos temas importantes: la creación y los sucesos ocurridos desde la caída de Satanás hasta la caída de Adán.  El Señor parece estar muy cerca de mí mientras escribo, y me siento profundamente conmovida al contemplar esta controversia desde el principio hasta el tiempo actual.  Se presentan claramente a mi espíritu las obras de las potestades de las tinieblas.  Nos esperan tiempos muy penosos; y Satanás, vestido de ángel, sacudirá a las almas con sus tentaciones, como se presentó a Cristo en el desierto.  Citará la Escritura; y a menos que nuestra vida esté escondida con Cristo en Dios, atará ciertamente nuestras almas en la incredulidad.

El tiempo es muy breve, y todo lo que se ha de hacer, debe hacerse prestamente.  Los ángeles están reteniendo los cuatro vientos, y Satanás está aprovechándose de todo aquel que no está plenamente establecido en la verdad.  Toda alma ha de ser probada.  Todo defecto del carácter, a menos que sea vencido por la ayuda del Espíritu de Dios, llegará a ser un seguro medio de destrucción.  Siento como nunca antes la necesidad de que nuestro pueblo sea vigorizado por el espíritu de la verdad; porque los designios de Satanás entramparán a toda alma que no haya hecho de Dios su fortaleza.  Hay mucho trabajo que hacer para el Señor; y si hacemos lo que él nos ha asignado, él obrará con nuestros esfuerzos. (Pág. 218)

 

Elementos de Éxito en la Obra de Dios

 

Los que son llamados por Dios a trabajar en palabra y doctrina, deben aprender siempre.  Deben tratar constantemente de mejorar, para ser dechados de la grey de Dios y hacer bien a todos aquellos con quienes se relacionan.  Los que no sienten la importancia del progreso y mejoramiento propio no crecerán en la gracia y el conocimiento de Cristo.

Todo el cielo está interesado en la obra que se está haciendo en este mundo, que ha de preparar hombres y mujeres para la vida futura e inmortal.  Es el plan de Dios que los agentes humanos tengan el alto honor de actuar como colaboradores con Jesucristo en la salvación de las almas.  La Palabra de Dios revela plenamente que es el privilegio del instrumento en esta gran obra sentir que hay a su diestra. Uno que está listo para ayudarle en todo esfuerzo sincero para alcanzar la más sublime excelencia moral y espiritual en la obra del Maestro.  Tal será el caso con todos los que sientan necesidad de ayuda.  Deben considerar la obra de Dios como sagrada y santa, y deben traerle cada día ofrendas de gozo y gratitud, en pago del poder de su gracia que los capacita para progresar en la vida divina.  El obrero debe tener humilde opinión de sí mismo y considerar las muchas oportunidades que perdió por falta de diligencia y aprecio de la obra, No debe desalentarse, sino renovar continuamente sus esfuerzos para redimir el tiempo.

Los hombres a quienes Dios eligió como ministros suyos deben prepararse para la obra mediante un escudriñamiento cabal del corazón y una íntima comunión con el Redentor del mundo.  Si no tienen éxito en ganar almas para Cristo, es porque su propia alma no está en armonía con Dios.  Hay demasiada ignorancia voluntaria en muchos de los que predican (Pág. 219)

la Palabra.  No están calificados para esta obra por un cabal entendimiento de las Escrituras.  No sienten la importancia de la verdad para este tiempo, y por lo tanto la verdad no es para ellos una realidad viviente.  Si humillasen sus almas delante de Dios; si anduviesen de acuerdo con las Escrituras con toda humildad de ánimo, entonces tendrían una visión más clara del Dechado que deben copiar; pero dejan de mantener sus ojos fijos en el Autor y Consumador de su fe.

 

La victoria sobre la tentación

 

No es necesario que ninguno de nosotros ceda a las tentaciones de Satanás, y así viole su conciencia y agravie al Espíritu Santo.  Ha sido hecha en la Palabra de Dios toda provisión para que todos tengan la ayuda divina en sus esfuerzos para vencer.  Si mantienen a Jesús delante de sí, llegarán a ser transformados a su imagen.  Todos los que por la fe tienen a Cristo morando en sí están dotados de un poder que les dará éxito en sus trabajos.  Se estarán haciendo constantemente más y más eficientes en su trabajo, y la bendición de Dios, manifestada en la prosperidad de la obra, testificará de que son verdaderamente colaboradores de Cristo.  Pero por mucho que uno progrese en la vida espiritual, nunca llegará al punto en que no necesite escudriñar diligentemente las Escrituras; porque en ellas se hallan las evidencias de nuestra fe.  Todos los puntos de doctrina, aun cuando hayan sido aceptados como verdad, deben ser sometidos a la ley y al testimonio; si no pueden resistir esta prueba, "es porque no les ha amanecido." (Isa. 8: 20.)

El gran plan de la redención, como está revelado en la obra final de estos últimos días, debe recibir estricto examen.  Las escenas relacionadas con el santuario celestial deben hacer tal impresión en la mente y el corazón de todos, que puedan impresionar a otros.  Todos necesitan llegar a ser más inteligentes respecto de la obra de la expiación que se está realizando en el santuario celestial.  Cuando se vea y comprenda esa gran verdad, los que la sostienen trabajarán en armonía con Cristo para (Pág. 220)

 

preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios, y sus esfuerzos tendrán éxito.

Por el estudio, la contemplación y la oración, los hijos de Dios serán elevados sobre los pensamientos y sentimientos comunes y terrenales, y serán puestos en armonía con Cristo y su gran obra de purificar el santuario celestial de los pecados del pueblo.  Su fe le acompañará en el santuario, y en la tierra los adoradores estarán revisando cuidadosamente su vida, comparando su carácter con la gran norma de justicia.  Verán sus propios defectos; y verán también que deben recibir la ayuda del Espíritu de Dios a fin de quedar preparados para la grande y solemne obra que en este tiempo se impone a los embajadores de Dios.

Cristo dijo: "Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebierais su sangre, no, tendréis vida en vosotros.  El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.  Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.  Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí" (Juan 6: 53-57.) ¿Cuántos de los que están trabajando en palabra y en doctrina están comiendo la carne de Cristo y bebiendo su sangre? ¿Cuántos pueden comprender este misterio?  El Salvador mismo explica este asunto: "El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida." (Vers. 63.) La Palabra de Dios debe estar entretejida con el carácter vivo de los que la creen.  La única fe vital es la que recibe y asimila la verdad hasta que es parte del ser y el poder motor de la vida y la acción. Jesús es llamado el Verbo de Dios.  Aceptó la ley de su Padre, desarrolló sus principios en su vida, manifestó su espíritu y demostró su poder benéfico en el corazón.  Dice Juan: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad." (Juan 1: 14.) (Pág. 221)

 

Los que siguen a Cristo deben participar de su experiencia.  Deben asimilar la Palabra de Dios.  Deben ser cambiados a su semejanza por el poder de Cristo y reflejar los atributos divinos.  Deben comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios o no hay vida en ellos.  El espíritu y la obra de Cristo deben llegar a ser el espíritu y la obra de sus discípulos.

 

La verdad en la vida

 

No es suficiente predicar la verdad; debe ser puesta en práctica en la vida.  Cristo debe morar en nosotros, y nosotros en él a fin de hacer la obra de Dios.  Cada uno debe tener una experiencia individual y realizar esfuerzos personales para alcanzar las almas.  Dios requiere de cada uno que consagre todas sus facultades a la obra y que por un esfuerzo continuo se eduque para hacer esa obra aceptablemente.  Espera que cada uno lleve la gracia de Cristo a su corazón, a fin de ser una luz brillante y resplandeciente para el mundo.  Si los que trabajan para Dios adiestran todas sus facultades cabalmente, podrán trabajar comprensivamente, con toda sabiduría, y Dios responderá seguramente a sus esfuerzos elevando, refinando y salvando a sus semejantes.  Todos los obreros deben emplear tacto y poner sus facultades bajo la influencia directora del Espíritu de Dios.  Deben dedicarse a estudiar su Palabra y oír la voz de Dios que se les dirige desde sus oráculos vivientes con reproches, instrucción o estímulo, y su Espíritu los fortalecerá, a fin de que progresen en la experiencia religiosa como obreros de Dios.  Así serán conducidos paso a paso a mayores luces y su gozo será completo.

Mientras se empeñan en la obra que Dios les ha dado, no hallarán tiempo ni tendrán disposición para glorificarse; ni hallarán tiempo para murmurar o quejarse, porque sus afectos estarán concentrados en las cosas celestiales, no en las terrenales.  El corazón, el alma y el cuerpo estarán alistados en la obra del Maestro.  No trabajarán egoístamente, sino que se negarán a si mismos por amor de Cristo. Alzarán su cruz; porque (Pág. 222)

 son sus verdaderos discípulos. Se alimentarán día tras día de las preciosas verdades de la Palabra de Dios, y así serán fortalecidos para el deber y sostenidos para la prueba.  De esta manera vendrán a ser hombres y mujeres en Cristo, fuertes y bien desarrollados.  Serán entonces los verdaderos hijos e hijas del Rey celestial.

La grandeza de la verdad que aman y contemplan, expandirá la mente, fortalecerá el juicio y elevará el carácter.  No serán novicios en la gran obra de salvar almas; porque estarán trabajando con la sabiduría que Dios les haya dado.  Ni tampoco serán enanos en la vida religiosa sino que crecerán en Cristo, su cabeza viviente, hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús.  Los conflictos con los enemigos de la verdad no harán sino fortalecer sus esperanzas, y tendrán preciosas victorias, porque invocan en su ayuda al poderoso Auxiliador, que nunca desilusiona al humilde suplicante.  Sí sus esfuerzos tienen éxito, darán toda la gloria a Dios.  El Cielo se les acercará mucho para simpatizar y cooperar con ellos.  Serán hechos de veras espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres.  Serán caracteres señalados por su pureza de corazón y vida, su fuerza de propósito, su firmeza y utilidad en la causa de Dios.  Serán los nobles de Dios.

 

Hay que elevarse sobre las perplejidades y pruebas

 

En la vida religiosa de toda alma que salga finalmente victoriosa, habrá escenas de terrible perplejidad y prueba; pero su conocimiento de las Escrituras la habilitará para recordar las promesas animadoras de Dios, que consolarán su corazón y fortalecerán su fe en el poder del Poderoso. Ella lee: "No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón." "Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuera manifestado: al cual, no habiendo visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis (Pág. 223)

con gozo inefable y glorificado." (Heb. 10: 35; 1 Pedro 1: 7, 8.) La prueba de la fe es más preciosa que el oro.  Todos deben aprender que ésta es parte de la disciplina en la escuela de Cristo, que es esencial para purificarlos y refinarlos de la escoria terrenal.  Deben soportar con entereza las burlas y los ataques del enemigo y vencer todos los obstáculos que Satanás ponga en su senda para cerrarles el camino.  Tratará de inducirlos a descuidar la oración, y de desalentarlos en el estudio de las Escrituras; y arrojará una odiosa sombra a través de su senda para ocultar de su vista a Cristo y las atracciones celestiales.

Nadie debe caminar con temor y temblor, en dudas continuas y sembrando quejas a lo largo de su senda, sino que todos deben mirar a Dios, ver su bondad y regocijarse en su amor.  Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades; entonces no desmayaréis por el camino.  Pronto veréis a Jesús detrás de la nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer será darle vuestra mano con fe sencilla y dejarle que os guíe.  A medida que manifestéis confianza, tendréis esperanza por la fe en Jesús.  La luz que resplandece de la cruz del Calvario os revelará cuánto estima Dios el alma, y apreciando esta estima trataréis de reflejar la luz al mundo.

Un gran nombre entre los hombres es como letras trazadas en la arena; pero un carácter sin mancha perdurará para toda la eternidad.  Dios os da inteligencia y una mente razonadora, por la cual podéis comprender sus promesas; y Jesús está listo para ayudaros a formar un carácter fuerte y simétrico.  Los que poseen un carácter tal no necesitan nunca desalentarse porque no tengan éxito en los asuntos mundanales.  Son "la luz del mundo." Satanás no puede destruir o anular la luz que despiden.

Dios tiene una obra para cada uno.  No es parte de su plan que las almas sean sostenidas en la batalla de la vida por la simpatía y la alabanza humanas; pero él quiere que salgan del (Pág. 224)

campamento llevando el oprobio, peleando la buena batalla de la fe y permaneciendo de pie mediante su fuerza en toda dificultad.  Dios nos ha abierto todos los tesoros del cielo por el precioso don de su Hijo, que es plenamente capaz de elevarnos, ennoblecernos y hacernos idóneos, por la perfección de su carácter, para ser útiles en esta vida y entrar en un ciclo santo.  Vino a este mundo, vivió como él requiere que vivan los que le siguen.  La suya fue una vida de abnegación y constante sacrificio propio.  Si estimulamos el egoísmo y la comodidad, y satisfacemos nuestras inclinaciones, si no hacemos nuestros mejores esfuerzos para cooperar con Dios en la obra maravillosa de elevarnos, ennoblecernos y purificarnos, a fin de ser hijos e hijas de Dios, no satisfacemos sus requisitos; sufrimos una continua Pérdida en esta vida, y perderemos finalmente la futura e inmortal.

Dios quiere que trabajéis, no con desprecio propio ni desaliento, sino con la más fuerte fe y esperanza, con alegría y gozo, representando a Cristo ante el mudo.  La religión de Jesús es gozo, paz y felicidad.  Mientras escudriñamos las Escrituras y vemos la infinita condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo para que todos los que crean en él tengan vida eterna, toda facultad de nuestro ser debe ser puesta en acción, para tributarle alabanza, gloria y honra por su amor inefable hacia los hijos de los hombres. (Pág. 225)

 

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee: “La espiritualidad de la ley”, El discurso maestro de Jesucristo, pp. 46-48

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LA ESPIRITUALIDAD DE LA LEY

 

"No he venido para abrogar, sino para cumplir".

 

Fue Cristo quién, en medio del trueno y el fuego, proclamó la ley en el monte Sinaí.  Como llama devoradora, la gloria de Dios descendió sobre la cumbre y la montaña tembló por la presencia del Señor.  Las huestes de Israel, prosternadas sobre la tierra, habían escuchado, presas de pavor, los preceptos sagrados de la ley. ¡Qué contraste con la escena en el monte de las bienaventuranzas! Bajo el cielo estival, cuyo silencio se veía turbado solamente por el gorjear de los pajarillos, presentó Jesús los principios de su reino.  Empero Aquel que habló al pueblo ese día en palabras de amor les explicó los principios de la ley proclamada en el Sinaí.

Cuando se dictó la ley, Israel, degradado por los muchos años de servidumbre en Egipto, necesitaba ser impresionado por el poder y la majestad de Dios.  No obstante, él se le reveló también como Dios amoroso.

"Jehová vino de Sinaí, y de Seir les esclareció; resplandeció desde el monte de Parán, y vino de entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha.

Aun amó a su pueblo; todos los consagrados a él estaban en su mano; por tanto, ellos siguieron en tus pasos, recibiendo dirección de ti". 44

Fue a Moisés a quien Dios reveló su gloria en estas palabras maravillosas que han sido el legado precioso de los siglos: "¡Jehová ! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el  pecado".*

La ley dada en el Sinaí era la enunciación del principio de amor, una revelación hecha a la tierra de la ley de los cielos.  Fue decretada por la mano de un Mediador, y promulgada por Aquel cuyo poder haría posible que los corazones de los hombres armonizaran con sus principios.  Dios había revelado el propósito de la ley al declarar al Israel: "Y me seréis varones santos".*

Pero Israel no había percibido la espiritualidad de la ley, y demasiadas veces su obediencia profesa era tan sólo una sumisión a ritos y ceremonias, más bien que una entrega del corazón a la soberanía del amor.  Cuando en su carácter y obra Jesús representó ante los hombres los atributos santos, benévolos y paternales de Dios y les hizo ver cuán inútil era la mera obediencia minuciosa a las ceremonias, los dirigentes judíos no recibieron ni comprendieron sus palabras.  Creyeron que no recalcaba lo suficiente los requerimientos de la ley; y cuando les presentó las mismas verdades que eran la esencia del servicio que Dios les asignara, ellos, que miraban solamente a lo exterior, lo acusaron de querer derrocar la ley.

Las palabras de Cristo, aunque pronunciadas sosegadamente, se distinguían por una gravedad y un poder que conmovían los corazones del pueblo.  Escuchaban para oír si repetía las tradiciones inertes y las exigencias de los rabinos, pero escuchaban en vano.  "La gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas".* Los fariseos notaban la gran diferencia entre su propio método de enseñanza y el de Cristo.  Percibían que la majestad, la pureza y la belleza de la verdad, con su influencia profunda suave, echaba hondas raíces en muchas mentes.  El amor divino y la ternura del Salvador atraían hacia él los corazones de los hombres 45 Los rabinos comprendían que la enseñanza. de él anularía todo el tenor de la instrucción que habían impartido al pueblo.  Estaba derribando la muralla de separación que tanto había lisonjeado su orgullo y exclusivismo, y temieron que, si se lo permitían, alejaría completamente de ellos al pueblo.  Por eso lo seguían con resuelta hostilidad, al acecho de alguna ocasión para malquistarlo con la muchedumbre, lo cual permitiría al Sanedrín obtener su condenación y muerte.

En el monte había espías que atisbaban a Jesús; y mientras él presentaba los principios de la justicia, los fariseos fomentaban el rumor de que su enseñanza se oponía a los preceptos que Dios les había dado en el monte Sinaí.  El Salvador no dijo una sola palabra que pudiera turbar la fe en la religión ni en las instituciones establecidas por medio de Moisés; porque todo rayo de luz divina que el gran caudillo de Israel comunicó a su pueblo lo había recibido de Cristo.  Mientras muchos murmuraban en sus corazones que él había venido para destruir la ley, Jesús, en términos inequívocos, reveló su actitud hacia los estatutos divinos: "No penséis -dijo- que he venido para abrogar la ley o los profetas".

Fue el Creador de los hombres, el Dador de la ley, quien declaró que no albergaba el propósito de anular sus preceptos. Todo en la naturaleza, desde la diminuta partícula que baila en un rayo de sol hasta los astros en los cielos, está sometido a leyes.  De la obediencia a estas leyes dependen el orden y la armonía del mundo natural.  Es decir que grandes principios de justicia gobiernan la vida de todos los seres inteligentes, y de la conformidad a estos principios depende el bienestar del universo.  Antes que se creara la tierra existía la ley de Dios. Los ángeles se rigen por sus principios y, para que este mundo esté en armonía con el cielo, el hombre también debe obedecer los estatutos divinos.  Cristo dio a conocer al hombre en el Edén los preceptos de la ley, "cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios".*La misión de Cristo en la tierra no fue abrogar la ley, sino hacer volver 46 a los hombres por su gracia a la obediencia de sus preceptos.

El discípulo amado, que escuchó las palabras de Jesús en el monte, al escribir mucho tiempo después, bajo la inspiración del Espíritu Santo, se refirió a la ley como a una norma de vigencia perpetua.  Dice que "el pecado es infracción de la ley". y que "todo aquel que comete pecado, infringe también la ley".* Expresa claramente que la ley a la cual se refiere es "el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio".* Habla de la ley que existía en la creación y que se reiteró en el Sinaí.

Al hablar de la ley, dijo Jesús: "No he venido para abrogar, sino para cumplir".  Aquí usó la palabra "cumplir" en el mismo sentido que cuando declaró a Juan el Bautista su propósito de "cumplir toda justicia",* es decir, llenar la medida de lo requerido por la ley, dar un ejemplo de conformidad perfecta con la voluntad de Dios.

Su misión era "magnificar la ley y engrandecerla".* Debía enseñar la espiritualidad de la ley, presentar sus principios de vasto alcance y explicar claramente su vigencia perpetua.  La belleza divina del carácter de Cristo, de quien los hombres más nobles y más amables son tan sólo un pálido reflejo; de quien escribió Salomón, por el Espíritu de inspiración, que es el "señalado entre diez mil... y todo él codiciable";* de quien David, viéndolo en visión profética, dijo: "Más hermoso eres que los hijos de los hombres";* Jesús, la imagen de la persona del Padre, el esplendor de su gloria; el que fue abnegado Redentor en toda su peregrinación de amor en el mundo, era una representación viva del carácter de la ley de Dios.  En su vida se manifestó el hecho de que el amor nacido en el cielo, los principios fundamentales de Cristo, sirven de base a las leyes de rectitud eterna.

"Hasta que pasen el cielo y la tierra -dijo Jesús-, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido". Por: su propia obediencia a la ley, Jesús atestiguó su carácter inalterable y demostró que con su gracia puede obedecerla perfectamente todo hijo e hija de Adán.

47 En el monte declaró que ni la jota más insignificante* desaparecería de la ley hasta que todo se hubiera cumplido, a saber: todas las cosas que afectan a la raza humana, todo lo que se refiere al plan de redención.  No enseña que la ley haya de ser abrogada alguna vez, sino que, a fin de que nadie suponga que era su misión abrogar los preceptos de la ley, dirige el ojo al más lejano confín del horizonte del hombre y nos asegura que hasta que se llegue a ese punto, la ley conservará su autoridad.  Mientras perduren los cielos y la tierra, los principios sagrados de la ley de Dios permanecerán.  Su justicia, "como los montes de Dios",* continuará, cual una fuente de bendición que envía arroyos para refrescar la tierra.

Dado que la ley del Señor es perfecta y, por lo tanto, inmutable, es imposible que los hombres pecaminosos satisfagan por sí mismos la medida de lo que requiere.  Por eso vino Jesús como nuestro Redentor.  Era su misión, al hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina, ponerlos en armonía con los principios de la ley del cielo.  Cuando renunciamos a nuestros pecados y recibimos a Cristo como nuestro Salvador, la ley es ensalzada.  Pregunta el apóstol Pablo: "¿Luego por la fe invalidamos la ley?  En ninguna manera, sino que confirmamos la ley".*

La promesa del nuevo pacto es: "Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré".*

Mientras que con la muerte de Cristo iba a desaparecer el sistema de los símbolos que señalaban a Cristo como Cordero de Dios que iba a quitar el pecado del mundo, los principios de justicia expuestos en el Decálogo son tan inmutables como el trono eterno.  No se ha suprimido un mandamiento, ni una jota o un tilde se ha cambiado.  Estos principios que se comunicaron a los hombres en el paraíso como la ley suprema de la vida existirán sin sombra de cambio en el paraíso restaurado.  Cuando el Edén vuelva a florecer en la tierra, la ley de amor dada por Dios será obedecida por todos debajo del sol. 48

"Para siempre, oh Jehová, permanece tu palabra, en los cielos".  "Fieles son todos sus mandamientos afirmados eternamente y para siempre, hechos en verdad y en rectitud".  "Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, que para siempre los has establecido".*

"Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos".

Eso significa que no tendrá lugar en el reino, pues el que deliberadamente quebranta un mandamiento no guarda ninguno de ellos en espíritu ni en verdad.  "Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos".*

No es la magnitud del acto de desobediencia lo que constituye el pecado sino el desacuerdo con la voluntad expresa de Dios en el detalle más mínimo, porque demuestra que todavía hay comunión entre el alma y el pecado.  El corazón está dividido en su servicio.  Niega realmente a Dios, y se rebela contra las leyes de su gobierno.

Si los hombres estuviesen en libertad para apartarse de lo que requiere el Señor y pudieran fijarse una norma de deberes, habría una variedad de normas que se ajustarían a las diversas mentes y se quitaría el gobierno de las manos de Dios.  La voluntad de los hombres se haría suprema, y la voluntad santa y altísima de Dios, sus fines de amor hacia sus criaturas, no serían honrados ni respetados.

Siempre que los hombres escogen su propia senda, se oponen a Dios.  No tendrán lugar en el reino de los cielos, porque guerrean contra los mismos principios del cielo.  Al despreciar la voluntad de Dios, se sitúan en el partido de Satanás, el enemigo de Dios y de los hombres.  No por una palabra, ni por muchas palabras, sino por toda palabra que ha hablado Dios, vivirá el hombre. No podemos despreciar una sola palabra, por pequeña que nos parezca, y estar libres de peligro.  No hay en la ley un mandamiento que no sea para el bienestar y la felicidad de los hombres, tanto en esta vida como en la venidera.  Al obedecer la ley 49 de Dios, el hombre queda rodeado de un muro que lo protege del mal.  Quien derriba en un punto esta muralla edificada por Dios destruye la fuerza de ella para protegerlo porque abre un camino por donde puede entrar el enemigo para destruir y arruinar.

Al osar despreciar la voluntad de Dios en un punto, nuestros primeros padres abrieron las puertas a las desgracias que inundaron el mundo.  Toda persona que siga su ejemplo cosechará resultados parecidos.  El amor de Dios es la base de todo precepto de su ley, y el que se aparte del mandamiento labra su propia desdicha y su ruina.

"Si vuestra justicia no fuere, mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos."

Los escribas y los fariseos habían acusado de pecado no solamente a Cristo sino también a sus discípulos, porque no respetaban los ritos y las ceremonias rabínicas.  A menudo los discípulos se habían sentido perplejos y confusos ante la censura y  la acusación de aquellos a quienes se habían acostumbrado a venerar como maestros religiosos. Mas Jesús desenmascaró ese engaño.  Declaró que la justicia, a la cual los fariseos daban tanta importancia, era inútil.  La nación judaica aseveraba ser el pueblo especial y leal que Dios favorecía; pero Cristo representó su religión Como privada de fe salvadora.  Todos sus asertos de piedad, sus ficciones y ceremonias de origen humano, y aun su jactancioso obediencia a los requerimientos exteriores de la ley, no lograban hacerlos santos.  No eran limpios de corazón, ni nobles ni parecidos a Cristo en carácter.

Una religión formalista no basta para poner el alma en armonía con Dios.  La ortodoxia rígida e inflexible de los fariseos, sin contrición, ni ternura ni amor, no era más que un tropiezo para los pecadores.  Se asemejaban ellos a sal que hubiera perdido su sabor; porque su influencia no tenía poder para proteger al mundo contra la corrupción.  La única fe verdadera es la que "obra por  el amor"* para Purificar el alma.  Es como una levadura que transforma el carácter.

50 Los judíos debían haber aprendido todo esto de las enseñanzas de los profetas.  Siglos atrás, la súplica del alma por la justificación en Dios había hallado expresión y respuesta en las palabras del profeta Miqueas: "¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de: carneros, o de diez mil arroyos de aceite?. . . Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia y humillarte ante tu Dios".* El profeta Oseas había señalado lo que constituye la esencia del farisaísmo, en las siguientes palabras: "Israel es una frondosa viña, que da abundante fruto para sí misma".* En el servicio que profesaban prestar a Dios, los judíos trabajaban en realidad para sí mismos.  Su justicia era fruto de sus propios esfuerzos para observar la ley, conforme a sus propias ideas y para su propio bien egoísta.  Por lo tanto, no podía ser mejor que ellos.  En sus esfuerzos para hacerse santos, procuraban sacar cosa limpia de algo inmundo.  La ley de Dios es tan santa como él, tan perfecta como él.  Presenta a los hombres la justicia de Dios.  Es imposible que los seres humanos por sus propias fuerzas, observen esta ley; porque la naturaleza del hombre es depravada, deforme y enteramente distinta del carácter de Dios.  Las obras del corazón egoísta son "como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia".*

Aunque la ley es santa, los judíos no podían alcanzar la justicia por sus propio esfuerzos para guardarla.  Los discípulos de Cristo debían buscar una justicia diferente de la justicia de los fariseos, si querían entrar en el reino de los cielos.  Dios les ofreció, en su Hijo, la justicia perfecta de la ley.  Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso, de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley.  Pero los fariseos rechazaron a Cristo; "ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia",* no querían someterse a la justicia de Dios. 51

Jesús procedió entonces a mostrar a sus oyentes lo que significa observar los mandamientos de Dios, que son en sí mismos una reproducción del carácter de Cristo.  Porque en él, Dios se manifestaba diariamente ante ellos.

"Cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio".

Mediante Moisés, Jehová había dicho: "No aborrecerás a tu hermano en tu corazón.. . No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo".* Las verdades que Cristo presentaba eran las mismas que habían enseñado los profetas, pero se habían oscurecido a causa de la dureza de los corazones y del amor al pecado.

Las palabras del Salvador revelaban a sus oyentes que, al condenar a otros como transgresores, ellos eran igualmente culpables, porque abrigaban malicia y odio.

Al otro lado del mar, frente al lugar en que estaban congregados, se extendía la tierra de Basán, una región solitaria cuyos empinados desfiladeros y colinas boscosas eran desde mucho tiempo antes el escondite favorito de toda clase de criminales.  La gente recordaba vívidamente las noticias de robos y asesinatos cometidos allí, y muchos denunciaban severamente a esos malhechores.  Al mismo tiempo ellos mismos eran arrebatados y contenciosos; albergaban el odio más ciego hacia sus opresores romanos y se creían autorizados para aborrecer y despreciar a todos los demás pueblos, aun a sus compatriotas que no se conformaban a sus ideas en todas las cosas.  En todo esto violaban la ley que ordena: "No matarás".

El espíritu de odio y de venganza tuvo origen en Satanás, y lo llevó a dar muerte al Hijo de Dios.  Quienquiera que abrigue malicia u odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte.  En el pensamiento vengativo yace latente la mala acción, así como la planta yace en la semilla.  "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él".*

"Cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable 52 ante el concilio".  En la dádiva de su Hijo para nuestra redención, Dios demostró cuánto valor atribuye a toda alma humana, y a nadie autoriza para hablar desdeñosamente de su semejante.  Veremos defectos y debilidades en los que nos rodean, pero Dios reclama cada alma como su propiedad, por derecho de creación, y dos veces suya por haberla comprado con la sangre preciosa de Cristo.  Todos fueron creados a su imagen, y debemos tratar aun a los más degradados con respeto y ternura.  Dios nos hará responsables hasta de una sola palabra despectiva hacia un alma por la cual Cristo dio su vida.

"¿Quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido?  Y si lo recibiste, ¿Por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" "¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno?  Para su propio Señor está en pie, o cae".*

"Cualquiera que le diga [a su hermano]: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego".  En el Antiguo Testamento la palabra fatuo se usa para describir a un apóstata o al que se entregó a la iniquidad.  Dice Jesús que quienquiera que considere a su hermano como apóstata, o como despreciador de Dios, muestra que él mismo merece semejante condenación.

El mismo Cristo, cuando contendía con Satanás sobre el cuerpo de Moisés, "no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él".  Si lo hubiera hecho, le habría dado una ventaja a Satanás, porque las acusaciones son armas del diablo.  En las Sagradas Escrituras se lo llama "el acusador de nuestros hermanos". Jesús no empleó ninguno de los métodos de Satanás.  L e respondió con. las palabras:

"El Señor te reprenda".*

Su ejemplo es para nosotros.  Cuando nos vemos en conflicto con los enemigos de Cristo, no debemos hablar con espíritu de desquite, ni deben nuestras palabras asemejarse a una acusación burlona.  El que  vive como vocero de Dios no debe decir palabras que aun la Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás.  Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar.53

"Reconcíliate primero con tu hermano".

El amor de Dios es algo más que una simple negación; es un principio positivo y eficaz, una fuente viva que corre eternamente para beneficiar a otros.  Si el amor de Cristo mora en nosotros, no sólo no abrigaremos odio alguno hacia nuestros semejantes, sino que trataremos de manifestarles nuestro amor de toda manera posible.

Dice Jesús: "Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda", Las ofrendas de sacrificio expresaban que el dador creía que por Cristo había llegado a participar de la gracia del amor de Dios.  Pero el que expresara fe en el amor perdonador de Dios y al mismo tiempo cultivase un espíritu de animosidad, estaría tan sólo representando una farsa.

Cuando alguien que profesa servir a Dios perjudica a un hermano suyo, calumnia el carácter de Dios ante ese hermano, y para reconciliarse con Dios debe confesar el daño causado y reconocer su pecado.  Puede ser que nuestro hermano nos haya causado un perjuicio aún más grave que el que nosotros le produjimos, pero esto no disminuye nuestra responsabilidad.  Si cuando nos presentamos ante Dios recordamos que otra persona tiene algo contra nosotros, debemos dejar nuestra ofrenda de oración, gratitud o buena voluntad, e ir al hermano con quien discrepamos y confesar humildemente nuestro pecado y pedir perdón.

Si hemos defraudado o perjudicado en algo a nuestro hermano, debemos repararlo.  Si hemos dado falso testimonio sin saberlo, si hemos repetido equivocadamente sus palabras, si hemos afectado su influencia de cualquier manera que sea, debemos ir a las personas con quienes hemos hablado de él, y retractarnos de todos nuestros dichos perjudiciales.

Si las dificultades entre hermanos no se manifestaran a otros, sino que se resolvieran francamente entre ellos mismos, 54 con espíritu de amor cristiano, ¡cuánto mal se evitaría! ¡Cuántas raíces de amargura que contaminan a muchos quedarían destruidas, y con cuánta fuerza y ternura se unirían los seguidores de Cristo en su amor!

"Cualquiera que mira a una mujer para codiciara ya adulteró con ella en su corazón".

Los judíos se enorgullecían de su moralidad y se horrorizaban de las costumbres sensuales de los paganos.  La presencia de los jefes romanos, enviados a Palestina por causa del gobierno imperial, era una ofensa continua para el pueblo; porque con estos gentiles habían venido muchas costumbres paganas, lascivia y disipación.  En Capernaum, los jefes romanos asistían a los paseos y desfiles con sus frívolas mancebas, y a menudo el ruido de sus orgías interrumpía la quietud del lago cuando sus naves de placer se deslizaban sobre las tranquilas aguas.  La gente esperaba que Jesús denunciase ásperamente a esa clase; pero con asombro escuchó palabras que revelaban el mal de sus propios corazones.

Cuando se aman y acarician malos pensamientos, por muy en secreto que sea, dijo Jesús, se demuestra que el mal reina todavía en el corazón.  El alma sigue sumida en hiel de amargura y sometida a la iniquidad.  El que halla placer espaciándose en escenas impuras, cultiva malos pensamientos y echa miradas sensuales, puede contemplar en el pecado visible, con su carga de vergüenza y aflicción desconsoladora, la verdadera naturaleza del mal que lleva oculto en su alma.  El momento de tentación en que posiblemente se caiga en pecado gravoso no crea el mal que se manifiesta; sólo desarrolla o revela lo que estaba latente y oculto en el corazón.  "Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él", ya que del corazón "mana la vida".*

"Si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti".

Para evitar que la enfermedad se extienda por el cuerpo y destruya la vida, el hombre permite que se le ampute 55 hasta la mano derecha.  Debería estar aún más dispuesto a renunciar a lo que pone en peligro la vida del alma.

Las almas degradadas y esclavizadas por Satanás han de ser redimidas por el Evangelio para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios.  El propósito de Dios no es únicamente librarnos del sufrimiento que es consecuencia inevitable del pecado, sino salvarnos del pecado mismo.  El alma corrompida y deformada debe ser limpiada y transformada para ser vestida, con "la luz de Jehová nuestro Dios".  Debemos ser "hechos conformes a la imagen de su Hijo".  "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman".* Sólo la eternidad podrá revelar el destino glorioso del hombre en quien se restaure la imagen de Dios.

Para que podamos alcanzar este alto ideal, debe sacrificarse todo lo que le causa tropiezo al alma.  Por medio de la voluntad, el pecado retiene su dominio sobre nosotros.  La rendición de la voluntad se representa como la extracción del ojo o la amputación de la mano.  A menudo nos parece que entregar la voluntad a Dios es aceptar una vida contrahecha y coja; pero es mejor, dice Cristo, que el yo esté contrahecho, herido y cojo, si por este medio puede el individuo entrar en la vida.  Lo que le parece desastre es la puerta de entrada al beneficio supremo.

Dios es la fuente de la vida, y sólo podemos tener vida cuando estamos en comunión con él.  Separados de Dios, podemos existir por corto tiempo, pero no poseemos la vida.  "La que se entrega a los placeres, viviendo está muerta".* Únicamente cuando entregamos nuestra voluntad a Dios, él puede impartirnos vida.  Sólo al recibir su vida por la entrega del yo es posible, dijo Jesús, que se venzan estos pecados ocultos que he señalado. Podéis encerrarlos en el corazón y esconderlos a los ojos humanos, pero ¿Cómo compareceréis ante la presencia de Dios?

Si os aferráis al yo y rehusáis entregar la voluntad a Dios, elegís la muerte.  Dondequiera que esté el pecado, Dios es para él un fuego devorador.  Si elegís el pecado y rehusáis 56 separamos de él, la presencia de Dios que consume el pecado también os consumirá a vosotros.

Requiere sacrificio entregarnos a Dios, pero es sacrificio de lo inferior por lo superior, de lo terreno por lo espiritual, de lo perecedero por lo eterno.  No desea Dios que se anule nuestra voluntad, porque solamente mediante su ejercicio podemos hacer lo que Dios quiere.  Debernos entregar nuestra voluntad a él para que podamos recibirla de vuelta purificada y refinada, y tan unida en simpatía con el Ser divino que él pueda derramar, por nuestro medio los raudales de su amor y su poder.  Por amarga y dolorosa que parezca esta entrega al corazón voluntarioso y extraviado, aun así nos dice: "Mejor te es".

Hasta que Jacob no cayó desvalido y sin fuerzas sobre el pecho del Ángel del pacto, no conoció la victoria de la fe vencedora ni recibió el título de príncipe con Dios.  Sólo cuando "cojeaba de su cadera" se detuvieron las huestes armadas de Esaú, y el Faraón, heredero soberbio de un linaje real, se inclinó para pedir su bendición.  Así el autor de nuestra salvación se hizo ""perfecto... por ¡medio de los padecimientos". y los hijos de fe "sacaron fuerzas de debilidad" y "pusieron en fuga ejércitos extranjeros".  Así "los cojos arrebatarán presa", el débil "será como David" y "la casa de David como... el ángel de Jehová".*

¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?"

Entre los judíos se permitía que un hombre repudiase a su mujer por las ofensas más insignificantes, y ella quedaba en libertad para casarse otra vez.  Esta costumbre era causa de mucha desgracia y pecado.  En el Sermón del Monte, Jesús indicó claramente que el casamiento no podía disolverse, excepto por infidelidad a los votos matrimoniales.  "El que repudia a su mujer -dijo él-, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio".

Después, cuando los fariseos lo interrogaron acerca de la legalidad del divorcio, Jesús dirigió la atención de sus  57 oyentes hacia a institución del matrimonio conforme se ordenó en la creación del mundo. "Por la dureza de vuestro corazón -dijo, él- Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres: mas al principio no fue así".  Se refirió a los días bienaventurados del Edén, cuando Dios declaró que todo "era bueno en gran manera". Entonces tuvieron su origen dos instituciones gemelas, para la gloria de Dios y en beneficio de la humanidad: el matrimonio y el sábado. Al unir Dios en matrimonio las manos de la santa pareja diciendo:

"Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne",* dictó a ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del tiempo. Lo que el mismo Padre eterno había considerado bueno era una ley que reportaba la más elevada bendición y progreso para los hombres.

Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a la custodia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el pecado; pero el propósito del Evangelio es restablecer su pureza, y hermosura. Tanto en el Antiguo como en él Nuevo Testamento, se emplea el matrimonio para representar la unión tierna y sagrada que existe entre Cristo y su pueblo, los redimidos a quienes él adquirió al precio del Calvario. Dice: "No temas... porque tu marido tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado". "Convertíos, hijos rebelde , dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo". En el Cantar de los Cantares oímos decir a la voz de la novia: "Mi amado es mío, y yo suya". Y el "señalado entre diez mil" dice a su escogida: "Tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha".*

Mucho después, Pablo, el apóstol, al escribir a los cristianos de Efeso, declara que el Señor constituyó al marido cabeza de la mujer, como su protector y vínculo que une a los miembros de la familia, así como Cristo es la cabeza de la iglesia y el Salvador del cuerpo místico. Por eso dice: "Como la iglesia, está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí 58 mismo por ella, para santificarla, habiéndole purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a si mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.  Así también los maridos deben amar a sus mujeres" .*

La gracia de Cristo, y sólo ella, puede hacer de esta institución lo que Dios deseaba que fuese: un medio de beneficiar y elevar a la humanidad.  Así las familias de la tierra, en su unidad, paz y amor, pueden representar a la familia de los cielos.

Ahora, como en el tiempo de Cristo, la condición de la sociedad merece un triste comentario, en contraste con el ideal del cielo para esta relación sagrada.  Sin embargo, aun a los que encontraron amargura y desengaño donde habían esperado compañerismo y gozo, el Evangelio de Cristo ofrece consuelo.  La paciencia y ternura que su Espíritu puede impartir endulzará la suerte más amarga.  El corazón en el cual mora Cristo estará tan henchido, tan satisfecho de su amor que no se consumirá con el deseo de atraer simpatía y atención a sí mismo.  Si el alma se entrega a Dios, la sabiduría de él puede llevar a cabo lo que la capacidad humana no logra hacer.  Por la revelación de su gracia, los corazones que eran antes indiferentes o se habían enemistado pueden unirse con vínculos más fuertes y más duraderos que los de la tierra, los lazos de oro de un amor que resistirá cualquier prueba.

 

"No perjurarás".

Se nos indica por qué se dio este mandamiento: No hemos de jurar "ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey.  Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un sólo cabello".

Todo proviene de Dios.  No tenemos nada que no hayamos recibido; además, no tenemos nada que no haya sido comprado para nosotros por la sangre de Cristo.  Todo lo 59 que poseemos nos llega con el sello de la cruz, y ha sido comprado con la sangre que es más preciosa que cuanto puede imaginarse, porque es la vida de Dios.  De ahí que no tengamos derecho de empeñar cosa alguna en juramento, como si fuera nuestra, para garantizar el cumplimiento de nuestra palabra.

Los judíos entendían que el tercer mandamiento prohibía el uso profano del nombre de Dios; pero se creían libres para pronunciar otros juramentos.  Prestar juramento era común entre ellos.  Por medio de Moisés se les prohibió jurar en falso; pero tenían muchos artificios para librarse de la obligación que entraña un juramento.  No temían incurrir en lo que era realmente blasfemia ni les atemorizaba el perjurio, siempre que estuviera disfrazado por algún subterfugio técnico que les permitiera eludir la ley.

Jesús condenó sus prácticas, y declaró que su costumbre de jurar era una transgresión del mandamiento de Dios.  Pero el Salvador no prohibió el juramento judicial o legal en el cual se pide solemnemente a Dios que sea testigo de que cuanto se dice es la verdad, y nada más que la verdad.  El mismo Jesús, durante su juicio ante el Sanedrín, no se negó a dar testimonio bajo juramento.  Dijo el sumo sacerdote: "Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios".  Contestó Jesús: "Tú lo has dicho".* Si Cristo hubiera condenado en el Sermón del Monte el juramento judicial, en su juicio habría reprobado al sumo sacerdote y así, para provecho de sus seguidores, habría corroborado su propia enseñanza.

A muchos que no temen engañar a sus semejantes se les ha enseñado que es una cosa terrible mentir a su Hacedor, y el Espíritu Santo les ha hecho sentir que es así.  Cuando están bajo juramento, se les recuerda que no declaran sólo ante los hombres, sino también ante Dios; que si mienten, ofenden a Aquel que lee el corazón y conoce la verdad.  El conocimiento de los castigos terribles que recibió a veces este pecado tiene sobre ellos una influencia restrictiva. 60

 

Si hay alguien que puede declarar en forma consecuente bajo juramento, es el cristiano.  Vive continuamente como en la presencia de Dios, seguro de que todo pensamiento es visible a los ojos del Ángel con quien tenemos que ver; y cuando ello le es requerido legalmente, le es lícito pedir que Dios sea testigo de que lo que dice es la verdad, y nada más que la verdad.

Jesús enunció un principio que haría inútil todo juramento.  Enseña que la verdad exacta debe ser la ley del hablar.  "Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede".

Estas palabras condenan todas las frases e interjecciones insensatas que rayan en profanidad.  Condenan los cumplidos engañosos, el disimulo de la verdad, las frases lisonjeras, las exageraciones, las falsedades en el comercio que prevalecen en la sociedad y en el mundo de los negocios.  Enseñan que nadie puede llamarse veraz si trata de aparentar lo que no es o si sus palabras no expresan el verdadero sentimiento de su corazón.

Si se prestara atención a estas palabras de Cristo, se refrenaría la expresión de malas sospechas y ásperas censuras; porque al comentar las acciones y los motivos ajenos, ¿quién puede estar seguro de decir la verdad exacta? ¡Cuántas veces influyen sobre la impresión dada el orgullo, el enojo, el resentimiento personal Una mirada, una palabra, aun una modulación de la voz, pueden rebosar mentiras.  Hasta los hechos ciertos pueden presentarse de manera que produzcan una impresión falsa.  "Lo que es más" que la verdad, "de mal procede".

Todo cuanto hacen los cristianos debe ser transparente como la luz del sol.  La verdad es de Dios; el engaño, en cada tina de sus muchas formas, es de Satanás; el que en algo se aparte de la verdad exacta, se somete al poder del diablo.  Pero no es fácil ni sencillo decir la verdad exacta.  No podemos decirla a menos que la sepamos; y ¡cuántas veces las opiniones preconcebidas, el prejuicio mental, el conocimiento imperfecto, los errores de juicio impiden que tengamos una comprensión correcta de los asuntos que nos 61 atañen! No podemos hablar la verdad a menos que nuestra mente esté bajo la dirección constante de Aquel que es verdad.

Por medio del apóstol Pablo, Cristo nos ruega: "Sea vuestra palabra siempre con gracia".  "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes".* A la luz de estos pasajes vemos que las palabras pronunciadas por Cristo en el monte condenan la burla, la frivolidad y la conversación impúdica.  Exigen que nuestras palabras sean no solamente verdaderas sino también puras.

Quienes hayan aprendido de Cristo no tendrán participación "en las obras infructuosas de las tinieblas".  En su manera de hablar, tanto como en su vida, serán sencillos, sinceros y veraces porque se preparan para la comunión con los santos en cuyas "bocas no fue hallada mentira".*

"No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra".

Constantemente surgían ocasiones de provocación para los judíos en su trato con la soldadesca romana.  Había tropas acantonadas en diferentes sitios de Judea y Galilea, y su presencia recordaba al pueblo su propia decadencia nacional.  Con amargura íntima oían el toque del clarín y veían cómo las tropas se alineaban alrededor del estandarte de Roma para rendir homenaje a este símbolo de su poder.  Las fricciones entre el pueblo y los soldados eran frecuentes, lo que acrecentaba el odio popular.  A menudo, cuando algún jefe romano con su escolta de soldados iba de un lugar a otro, se apoderaba de los labriegos judíos que trabajaban en el campo y los obligaba a transportar su carga trepando la ladera de la montaña o a prestar cualquier otro servicio que pudiera necesitar.  Esto estaba de acuerdo con las leyes y costumbres romanas, y la resistencia a esas exigencias sólo traía vituperios y crueldad.  Cada día aumentaba en el corazón del pueblo el anhelo de libertarse del yugo romano.  Especialmente entre los 62 osados y bruscos galileos, cundía el espíritu de rebelión.  Por ser Capernaum una ciudad fronteriza, era la base de una guarnición romana, y aun mientras Jesús enseñaba, una compañía de soldados romanos que se hallaba a la vista recordó a sus oyentes cuán amarga era la humillación de Israel.  El pueblo miraba ansiosamente a Cristo, esperando que él fuese quien humillaría el orgullo de Roma.

Miró Jesús con tristeza los rostros vueltos hacia él.  Notó el espíritu de venganza que había dejado su impresión maligna sobre ellos, y reconoció con cuánta amargura el pueblo ansiaba poder para aplastar a sus opresores.  Tristemente, les aconsejó: "No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en tu mejilla derecha, vuélvele también la otra".

Estas palabras eran una repetición de la enseñanza del Antiguo Testamento.  Es verdad que la regla "ojo por ojo, diente por diente", se hallaba entre las leyes dictadas por Moisés; pero era un estatuto civil.  Nadie estaba justificado para vengarse, porque el Señor había dicho: "No digas: Yo me vengaré".  "Ño digas: Como me hizo, así le haré".  "Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes".  "Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, y si tuviere sed, dale de beber agua".*

Toda la vida terrenal de Jesús fue una manifestación de este principio.  Para traer el pan de vida a sus enemigas nuestro Salvador dejó su hogar en los cielos.  Aunque desde la cuna hasta el sepulcro lo abrumaron las calumnias y la persecución, Jesús no les hizo frente sino expresando su amor perdonador.  Por medio del profeta Isaías, dice: "Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos".  "Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca".*  Desde la cruz del Calvario, resuenan a través de los siglos su oración en favor de sus asesinos y el mensaje de esperanza al ladrón moribundo.

Cristo vivía rodeado de la presencia del Padre, y nada 63 le aconteció que no fuese permitido por el Amor infinito para bien del mundo.  Esto era su fuente de consuelo, y lo es también para nosotros.  El que está lleno del Espíritu de Cristo mora en Cristo.  El golpe que se le dirige a él, cae sobre el Salvador, que lo rodea con su presencia.  Todo cuanto le suceda viene de Cristo.  No tiene que resistir el mal, porque Cristo es su defensor.  Nada puede tocarlo sin el permiso de nuestro Señor; y "todas las cosas" cuya ocurrencia es permitida "a los que aman a Dios. les ayudan a bien".*

"Y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos".

Mandó Jesús a sus discípulos que, en vez de oponerse a las órdenes de las autoridades, hicieran aún más de lo que se requería de ellos.  En lo posible, debían cumplir toda obligación, aun más allá de lo que exigía la ley del país.  La ley dada por Moisés ordenaba que se tratase con tierna consideración a los pobres.  Cuando uno de éstos daba su ropa como prenda o como garantía de una deuda, no se permitía al acreedor entrar en la casa para obtenerla; tenía que esperar en la calle hasta que le trajeran la prenda.  Cualesquiera fuesen las circunstancias, era necesario que la prenda a su dueño antes de la puesta fuera devuelta del sol.*   En los días de Cristo se daba poca importancia a estas reglas misericordiosas, pero Jesús enseñó a sus discípulos que se sometieran a la decisión del tribunal, aunque éste exigiese más de lo autorizado por la ley de Moisés. Aunque demandase una prenda de ropa, debían entregarla.  Todavía más: debían dar al acreedor lo que le adeudaban y, si fuera necesario, entregar aún más de lo que el tribunal le autorizaba tomar.  "Y al que quisiere ponerte a pleito -dijo- y quitarte la túnica, déjale también la capa".  Y si los correos exigen que vayáis una milla con ellos, debéis ir dos millas.

Añadió Jesús: "Al que te pida, dale: y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses".  La misma lección se había enseñado mediante Moisés: "No endurecerás tu 64 corazón, ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto prestarás lo que necesite".* Este pasaje bíblico aclara significado de las palabras del Salvador.  Cristo no nos enseña a dar indistintamente a todos los que piden limosna, pero dice: "En efecto le prestarás lo que necesite", y esto ha de ser un regalo, antes que un préstamo, porque hemos de prestar, "no esperando de ello nada".*

"Amad a vuestros enemigos".

La lección del Salvador: "No resistáis al que es malo", era inaceptable para los judíos vengativos, quienes murmuraban contra ella entre sí; pero ahora Jesús pronunció una declaración aún más categórica:

"Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.  Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos".

Tal era el espíritu de la ley que los rabinos habían interpretado erróneamente como un código frío de demandas rígidas.  Se creían mejores que los demás hombres y se consideraban con derecho al favor especial de Dios por haber nacido israelitas; pero Jesús señaló que únicamente un espíritu de amor misericordioso podría dar evidencia de que estaban animados por motivos más elevados que los publicanos y los pecadores, a quienes aborrecían.

Señaló Jesús a sus oyentes al Gobernante del universo bajo un nuevo nombre:  "Padre nuestro".  Quería que entendieran con cuánta ternura el corazón de Dios anhelaba recibirlos.  Enseñó que Dios se interesa por cada alma perdida; que "como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen".*  Ninguna otra religión que la de la Biblia presentó jamás al mundo tal concepto de Dios.  El paganismo enseña a los hombres a mirar al Ser Supremo como objeto de temor antes que de amor, como una deidad maligna a la que es preciso aplacar 65 con sacrificios, en vez de un  Padre que vierte sobre sus hijos el don de su amor.  Aun el pueblo de Israel había llegado a estar tan ciego a la enseñanza preciosa de los profetas con referencia a Dios, que esta revelación de su amor paternal parecía un tema original, un nuevo don al mundo.

Los judíos creían que Dios amaba a los que le servían -los cuales eran, en su opinión, quienes cumplían las exigencias de los rabinos- y que todo el resto del mundo vivía bajo su desaprobación y maldición.  Pero no es así, dijo Jesús; el mundo entero, los malos y los buenos, reciben el sol de su amor.  Esta verdad debierais haberla aprendido de la misma naturaleza, porque Dios "hace salir su sol sobre malos y buenos, y. . .  hace llover sobre justos e injustos".

No es por un poder inherente por lo que año tras año produce la tierra sus frutos y sigue en su derrotero alrededor del sol.  La mano de Dios guía a los planetas y los mantiene en posición en su marcha ordenada a través de los cielos.  Es su poder el que hace que el verano y el invierno, el tiempo de sembrar y de recoger, el día y la noche se sigan uno a otro en sucesión regular.  Es por su palabra como florece la vegetación, y como aparecen las hojas y las flores llenas de lozanía.  Todo lo bueno que tenemos, cada rayo del sol y cada lluvia, cada bocado de alimento, cada momento de la vida, es un regalo de amor.

Cuando nuestro carácter no conocía el amor y éramos "aborrecibles" y nos aborrecíamos "unos a otros", nuestro Padre celestial tuvo compasión de nosotros.  "Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia".*  Si recibimos su amor, nos hará igualmente tiernos y bondadosos, no sólo con quienes nos agradan, sino también con los más defectuosos, errantes y pecaminosos.

Los hijos de Dios son aquellos que participan de su naturaleza.  No es la posición mundanal, ni el nacimiento, ni la nacionalidad, ni los privilegios religiosos, lo que prueba 66 que somos miembros de la familia de Dios; es el amor, un amor que abarca a toda la humanidad.  Aun los pecadores cuyos corazones no estén herméticamente cerrados al Espíritu de Dios responden a la bondad.  Así como pueden responder al odio con el odio, también corresponderán al amor con el amor.  Solamente el Espíritu de Dios devuelve el amor por odio.  El ser bondadoso con los ingratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la insignia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos del Altísimo revelan su elevada vocación.

"Sed, pues, vosotros Perfecto, como vuestro Padre que está en los cielos es Perfecto".

La palabra "pues" implica una conclusión, una deducción que surge de lo que ha precedido. Jesús acaba de describir a sus oyentes la misericordia y el amor inagotables de Dios, y por lo tanto les ordena ser perfectos.  Porque vuestro Padre celestial "es benigno para con los ingratos y malos",* pues se ha inclinado para elevarnos; por eso, dice Jesús, podéis llegar a ser semejantes a él en carácter y estar en pie sin defecto en la presencia de los hombres y los ángeles.

Las condiciones para obtener la vida eterna, bajo la gracia, son exactamente las mismas que existían en Edén: una justicia perfecta, armonía con Dios y completa conformidad con los principios de su ley.  La norma de carácter presentada en el Antiguo Testamento es la misma que se presenta en el Nuevo Testamento.  No es una medida o norma que no podamos alcanzar.  Cada mandato o precepto que Dios da tiene como base la promesa más positiva.  Dios ha provisto los elementos para que podamos llegar a ser semejantes a él, y lo realizará en favor de todos aquellos que no interpongan una voluntad perversa y frustren así su gracia.

Dios nos amó con amor indecible, y nuestro amor hacia él aumenta a medida que comprendemos algo de la largura, la anchura, la profundidad y la altura de este amor que excede todo conocimiento.  Por la revelación del 67 encanto atractivo de Cristo, por el conocimiento de su amor expresado hacia nosotros cuando aún éramos pecadores, el corazón obstinado se ablanda y se somete, y el pecador se transforma y llega a ser hijo del cielo.  Dios no utiliza medidas coercitivas; el agente que emplea para expulsar el pecado del corazón es el amor.  Mediante él, convierte el orgullo en humildad, y la enemistad y la incredulidad, en amor y fe.

Los judíos habían luchado afanosamente para alcanzar la perfección por sus propios esfuerzos, y habían fracasado Ya les había dicho Cristo que la justicia de ellos no podría entrar en el reino de los cielos.  Ahora les señala el carácter de la justicia que deberán poseer todos los que entren en el cielo.  En todo el Sermón del Monte describe los frutos de esta justicia, y ahora en una breve expresión señala su origen y su naturaleza: Sed perfectos como Dios es perfecto. La ley no es más que una transcripción del carácter de Dios.  Contemplad en vuestro Padre celestial una manifestación perfecta de los principios que constituyen el fundamento de su gobierno.

Dios es amor.  Como los rayos de la luz del sol, el amor, la luz y el gozo fluyen de él hacia todas sus criaturas.  Su naturaleza es dar.  La misma vida de Dios es la manifestación del amor abnegado.  Nos pide que seamos perfectos como él, es decir, de igual manera.  Debemos ser centros de luz y bendición para nuestro reducido círculo así como él lo es para el universo.  No poseemos nade por nosotros mismo, pero la luz del amor brilla sobre nosotros y hemos de reflejar su resplandor.  Buenos gracias al bien proveniente de Dios, podemos ser perfectos en nuestra esfera, así como él es perfecto en la suya.

Dijo Jesús: Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto. Si sois hijos de Dios, sois participantes de su naturaleza y no podéis menos que asemejaras a él.  Todo hijo vive gracias a la vida de su padre.  Si sois hijos de Dios, engendrados por su Espíritu, vivís por la vida de Dios.  En Cristo "habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad"; y la vida de Jesús se manifiesta "en nuestra carne 68 mortal".  Esa vida producirá en nosotros el mismo carácter y manifestará las mismas obras que manifestó en él.  Así estaremos en armonía con cada precepto de su ley, porque

"la ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma".  Mediante el amor, "la justicia de la ley" se cumplirá "en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" .* 69

 

 

 

 

 

“En la Biblia se revela la voluntad de Dios. Las verdades de la Palabra de Dios son la expresión del Altísimo. El que convierte esas verdades en parte de su vida llega a ser en todo sentido una nueva criatura. No reci­be nuevas facultades mentales; en cambio, desaparecen las tinieblas que debido a la ignorancia y el pecado entenebrecían su entendimiento. [...] Al cambio de corazón acompaña siempre una clara convicción del deber cristiano y la comprensión de la verdad. El que con oración da atención estricta a las Escrituras tendrá conceptos claros y juicios sanos, como si al volverse hacia Dios hubiera alcanzado un plano superior de inteligencia” (MeM 24).

“El Señor [...] va a venir pronto, y debemos estar listos y aguardar su aparición. ¡Oh, cuán glorioso será verle y recibir la bienvenida como sus redimidos! Largo tiempo hemos aguardado; pero nuestra esperanza no debe debilitarse. [...] Nos estamos acercando al tiempo en que Cristo vendrá con poder y grande gloria a llevar a sus redimidos a su hogar eter­no” (JT 3:257).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

1. En la clase, repasen la pregunta al final de la sección del jueves. ¿Cuáles fueron las respuestas que dieron los alumnos, y cómo las justifi­caron?

2. El tema de cómo hemos de ser buenos ciudadanos y buenos cris­tianos puede ser muy complicado. Si alguien viniera y pidiera tu consejo acerca de mantenerse firme por lo que cree que es la voluntad de Dios, aun cuando eso lo pondría en conflicto con el Gobierno, ¿qué le dirías? ¿Qué principios debería seguir? ¿Por qué deberíamos seguir esto solo con la máxima seriedad y consideración, y con mucha oración?

3. ¿Qué crees que es más difícil de hacer: adherirse estrictamente a la letra de la ley o amar a Dios y amar a los demás incondicionalmente? O ¿podrías alegar que esta pregunta presenta una falsa dicotomía? Si es así, ¿por qué?

 

 

Compilador: Delfino J.

 

 

 

 

 

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Lecciones y comentarios para la escuela sabática_Segundo trimestre de 2014  
  Cristo y su Ley

Autor: Keith Burton

Lecciones y Comentarios para la escuela sabática-Segundo trimestre_Abril - Junio de 2014

Compilador: Delfino J.
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Cristo y su Ley  
  1. Las leyes en los días de Cristo (Levítico 1:1-9; Deuteronomio 17:2-6; Lucas 2:1-5;Hebreos 10:28; Santiago 2:8-12)
2. Cristo y la Ley de Moisés (Éxodo 13:2,12; Deuteronomio 22:23,24; Mateo 17:24-27; Lucas 2:21-24; 41-52; Juan 8:1-11)
3. Cristo y las tradiciones religiosas (Isaías 29:13; Mateo 5:17-20; 23:1-7; 15:1-6; Romanos 10:13)
4. Cristo y la Ley en el Sermón del Monte (Mateo 5:17-37; Lucas 16:16; Romanos 7:24)
5. Cristo y el sábado (Génesis 2:1-3; Isaías 65:17; Mateo 2:23-28; Juan 5:1-9; Hechos 13:14; Hebreos 1:1-3)
6. La muerte de Cristo y la Ley (Hechos 13:38,39; Romanos 4:15; 7:1-13; 8:5-8; Gálatas 3:10)
7. Cristo, el fin de la ley( Romanos 5:12-21; 6:15-23; 7:13-25; 9:30-10:4; Gálatas 3:19-24)
8. La Ley de Dios y la ley de Cristo
9. Cristo, la Ley y el evangelio
10. Cristo, la Ley y los pactos
11. Los apóstoles y la Ley
12. La iglesia de Cristo y la Ley
13. El reino de Cristo y la Ley
 
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